30-10-2005
Todos los héroes populares, cualquiera que sea su origen o extracción, basan su celebridad en la encarnación de determinados valores cuya asunción y defensa ha decidido una parte importante de la sociedad. Esa misma sociedad es la que coloca y mantiene en un pedestal a los personajes que han sacrificado sus existencias o incluso pagado con su vida la demostración de aquellos grandes valores cuya posesión les permitirá esgrimirlos en el minuto supremo contra quien sea necesario. Mariana de Pineda, a quien recientemente el Ayuntamiento de Granada dedicó un homenaje, forma parte de ese grupo escogido de personajes cuyo encanto radica en su correcto comportamiento de acuerdo a un elevado patrón ético y social. Además, su historia ha entrado en la mitología popular de la mano de juglares anónimos que transmitieron textos y melodías con mensajes clarísimos, algunos propiamente históricos y otros imaginados por sus seguidores y partidarios. Los textos de los que hablamos en el caso de Mariana de Pineda proceden, probablemente, de una misma fuente –un pliego de cordel– transmitida e impresa (o al revés) a lo largo y ancho de la Península y de América. Esta es otra de las características que distinguen a los héroes populares: que superado el momento y la ocasión que los elevaron, siguen siendo útiles y ejemplares para todos pues sus virtudes no tienen fecha de caducidad ni sus valores prescripción. Los valores que hicieron posible que Mariana y su caso aún sean recordados para ejemplo de todos son personales, sociales e incluso culturales. ntre éstos y como influencia del liberalismo –hay también un toque de Jansenismo– está la defensa de la libertad por encima de cualquier otro bien, anteponiéndola incluso a la propia vida o a la estructura familiar. Como valores sociales se podrían destacar la valentía y la fidelidad. Mariana expone su vida pese al aviso casi escénico que le llega en los primeros versos del romancillo y que posiblemente responde a la equivocación social tan extendida de que una mujer no podría ser tan firme como un hombre ante el peligro.
Finalmente, la generosidad y la defensa de una ética natural, presentes a lo largo de todo el texto, destacan y enaltecen los valores personales de una mujer que pudo ampararse en la comodidad de su posición, en la condición de su sexo, en favores de gente importante de su entorno, pero prefirió morir por no traicionar un ideal elevado.