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El afán iconoclasta del siglo XX- sólo comparable en intensidad y consecuencias al demostrado en el siglo VIII por León el Isáurico-, puso una especial intensidad en acabar con los restos de un siglo inquieto pero positivo que fue el siglo XIX. La consecuencia de este afán, al menos en lo que a la tradición se refiere, se detectó en dos aspectos fundamentales: la crisis de identidad del individuo y la disfunción de muchos objetos creados por él. Mientras por un lado las migraciones desplazaron de su lugar de origen a grandes sectores de la población provocando una desvinculación de sus raíces, por otro formas culturales nuevas ofrecieron la posibilidad a algunas generaciones de partir de un hipotético punto cero y crear una estructura cultural independiente del pasado. La crisis de los objetos vino a incidir también en la confección de esa nueva personalidad, perdiendo todas las piezas antiguas su funcionalidad y simbolismo y adquiriendo sólo el valor del cachivache de almoneda. Tal vez el nuevo siglo nos dé la oportunidad de reflexionar acerca de la historia de los objetos y nos permita estudiar desapasionadamente su papel en la evolución y desarrollo del género humano.