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Los mejores ejemplos del patrimonio monumental español están recibiendo, en los últimos años, un tratamiento especial en lo que atañe a su iluminación nocturna. No es banal la reflexión que este tratamiento sugiere: la sociedad actual sólo acepta aquello que ve en el escaparate; sólo comprende lo que la imagen describe. De este modo, las iluminaciones tratan de mostrar los monumentos tal y como la memoria los recuerda bajo la luz del día; la única diferencia estriba en que el alumbrado nocturno centra o enfoca el monumento y elimina el paisaje en el que pueda estar enclavado. Ya se levantan algunas voces que disienten de este tratamiento artificial y excesivo; otras, tal vez con distintas ideas pero buscando la misma finalidad, basan sus críticas en el gasto o en otras razones que afectan a la economía personal o a la propia comodidad. La Administración deberá estar muy atenta si desea valorar en profundidad estas opiniones, pues, mientras unas velan por el progreso moderado y de calidad, otras probablemente salen de la inmovilidad de una caverna.