16-06-2021
Leyendo las páginas que hace poco tiempo puso en mis manos Javier Lodín, me he sentido como me imagino que se sentirían los viejos colonos recién asentados en su tierra deseada al ver pasar los carros que llevaban a otros colonos en busca de horizontes nuevos. La ilusión en los ojos de los viajeros, confiados en la experiencia del guía avezado, era muy superior al temor que pudiera despertar cualquier tipo de peligro interpuesto entre ellos y el sueño largamente acariciado. Javier ha sido capaz de resumir en las páginas de este libro todas las ilusiones que el gran Ángel Álvarez supo transmitir a varias generaciones de viajeros en busca de su personal tierra prometida. Alguna vez he escrito que el repertorio que cada persona va generando y atesorando a lo largo de su vida responde no solo a melodías y textos evidentemente buenos y sugestivos, sino a los momentos cargados de emociones únicas en los que esas melodías y esos textos llegaron a nuestras existencias. Ángel fue capaz de crear, como nadie lo ha sabido hacer ni antes ni después que él, ámbitos sonoros y emocionales en los que sus seguidores podían sentirse cómodos, arropados por la magia de los sonidos y seducidos por el tono susurrante y cálido de una voz. Pero además de esto, por lo cual ya podría haber sido admirado y recordado, Ángel creó una familia muy especial. los caravaneros, seguidores de una forma peculiar de hacer radio en unos tiempos en que la radio era casi el único puente tendido entre el pasado y el futuro. Esos seguidores formaron un grupo coherente y entrañable del que también se habla largamente en este sugerente volumen. El descubrimiento de unos soportes llamados discos, con unos contenidos sonoros que servían para acercar mundos imaginados, despertó además en muchos jóvenes —entre los cuales me incluyo sin dudar— unas expectativas alimentadas después por un coleccionismo serio, fundamentado en un criterio sólido y en una curiosidad sin límites, que se impuso en una pequeña parte de la juventud española de la época. Este libro contiene elementos imprescindibles para conocer mejor y valorar un período histórico en el que sucedieron, lo queramos o no, demasiadas cosas. Tal vez sea ahora el momento para evocar sus ecos, para sopesar los valores que dejaron en nuestras vidas y para conocer el verdadero alcance de esos hechos en el seno de una sociedad vieja y nueva que aspiraba a construir un mundo mejor. El trabajo inteligente de Ángel Álvarez en aquella sociedad confusa y esperanzada fue trascendente y eficaz; su legado, ejemplar y diferente; su tono, musical y humano. Quienes tuvimos la suerte de participar de su magisterio, podemos atestiguarlo.