Joaquín Díaz

PRÓLOGO PARA UN LIBRO DE ANDRÉS BERMEJO


PRÓLOGO PARA UN LIBRO DE ANDRÉS BERMEJO

Libro de relatos

10-03-2006



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Parece que últimamente los relatos están de moda. No constituye una sorpresa, porque la palabra “relatar”, además de manifestar la voluntad o el deseo de mostrar algo, lleva implícito el significado de “preferir”. Es decir que la persona que narra algo, sea oralmente sea por escrito, quiere mostrar sus preferencias, esto es, parte de su mentalidad y por tanto parte de su patrimonio cultural también. Aprovecho para recordar que los relatos nunca han pasado de moda y están presentes, de un modo u otro, en todas las épocas y para todas las generaciones. Hay sin embargo hoy un par de circunstancias que tal vez destaquen su valor y subrayen su pertinencia: la necesidad de un pasado remoto e intangible al que poder enlazar nuestra existencia –lejos de la vulgaridad de la “realidad” imperante- y la magia de las palabras, que todavía seduce aunque no sea más que por el exotismo de los ecos en que se va convirtiendo su significado. Pero es evidente que las palabras, sobre todo aquellas que suenan bien –eufónicas- y sugieren mundos o ámbitos no cotidianos, contagian una fantasía adicional y se convierten en hitos que ayudan a memorizar el camino de la narración o del cuento. Hábilmente combinadas forman frases que esbozan situaciones y dirigen al lector o al oyente hacia la seguridad de una resolución por las diversas vías de la imaginación. Porque, como diría Rolnad Barthes, interpretar un texto no es tanto extraer de él un significado como aceptar la pluralidad que lo constituye, es decir, las distintas explicaciones que dan sentido a su contenido.
Andrés Bermejo crea un universo personal –muy cercano a su propio origen- y lo adorna con términos sugestivos, palabras arcanas, que a veces desvelan la contundencia de una comunicación sin ambages y a veces añaden una pincelada de emotivo lirismo a la acción. Sus relatos –por voluntaria paradoja arcádicos y desamparados al mismo tiempo- descubren situaciones humanas en escenarios familiares para quienes hayan heredado lo rural como referencia. Las ilustraciones de Santiago Bellido aportan al espléndido conjunto un complemento tan imaginativo y sensorial como el rumor de un manantial fresco y remoto.