07-02-1990
7 de febrero de 1990
Hoy ha sido un día bastante intenso; el teléfono está a punto de llegar, los radiadores de la casona están puestos, el electricista está metiendo nuevas acometidas para los puntos de luz que no existían...en fin, que "sin embargo se mueve". Hoy también di un paseo largo e interesante con Fmilio;al parecer su padre fue ermitaño de la Anunciada durante muchos años y él mismo con
sus siete hemanos, vivió en la pequeña casa que estaba aneja a la pared sur. Me ha hablado de las penalidades y carencias de sus años jóvenes y hemos llegado a la conclusión de siempre: los tiempos son mejores pero las personas más individualistas y menos solidarias. La ermita está bastante descuidada pero no en ruina; un retejo hace cuatro años la salvó de un deterioro mayor.
Casi todos los santos que había han ido "desapareciendo";sólo quedan la Anunciación y san Jerónimo en el altar de la izquierda según se mira al ábside. Le he preguntado a Emilio si existía algún grabado de la Virgen y me ha respondido que, siendo él todavía un niño, iban por las puertas por carnavales o por Santa Lucía con uno de aquellos altarcitos con hucha que tanto se usaban
antes para llevar las imágenes por las casas; al parecer en el fondo del armarito dorado que tenía un asa por detrás para ser mejor sujetado, había una estampa de la Anunciada. Por supuesto ha desaparecido también. En el camarín hay restos de exvotos y cintas de los quintos que, al no casarse y poder entregar a las novias ese recuerdo, lo dejaban a la Virgen. Esas cintas también
se utilizaban en las carreras de cintas y de gallos que se celebraban el Carnaval. Ha hablado también Emilio de la costumbre de bajar a las novias por el sendero del caño en dirección a la Anunciada. Al caño hemos ido después de haber visitado el lugar donde nacen dos o tres manantiales que este año bajan con agua abundante; la pradera de la ermita por donde iba el agua en regato está ahora encharcada; allí se ven todavía restos de la noria, del estanque, del pozo y
de los muros que pertenecían a la huerta lindera con el terreno de la ermita. El caño de una fuente con dos tubos, posiblanente construida en el siglo XVIII y restaurada el siglo pasado, de donde sale un abundante manantial cuya agua es excelente. Aquí bajaban las mujeres con sus cántaros y botijos desde la villa haciendo cierto aquel dicho “trabaja menos una burra de Villagarcía que una mujer de Urueñá”. En cuanto a los oalgxmos siguen haciendo el carbón en el monte aunque las modernas sierras eviten tener que empezar a trabajar de noche como antes. Emilio ha prometido llevarme un día a verlo.
De allí hemos ido a los castellares, pago donde hay lo que aquí llaman "trincheras" y que, según Emilio, pueden ser ruinas romanas; el camino "pozolico" que atraviesa la extensión y llega al pueblo por los palomares dice que pudiera ser una antigua calzada. Habrá que investigarlo. El
pago es pródigo en Conejos (se ven las huras en las trincheras) y, por ello mismo, es visitado frecuentemente por el señor zorro del que hemos visto pisadas: “la pisada del zorro es redonda, la del perro no", ha dicho Emi1io quien se ha confesado un buen aficionado a la caza.
(Como anécdotas curiosas con respecto a la muralla y al castillo me ha contado dos: una, que su padre aún narraba que, en otros tiempos, el cubo cercano a la puerta de la Villa se había utilizado de cárcel, donde, por medio de un torno, bajaban a los presos. La otra, que cuando un grupo de jóvenes extranjeros estuvo reparando la muralla( por cierto dormían en la casona) al fin del trabajo decidieron todos escribir sus nombres en un papel, meterlo en una botella y sepultar ésta en el interior de los muros; Emilio ha explicado esto a todos sus hijos para que sepan dónde está. Así se comienzan las leyendas...