02-05-1992
16 de enero de 1991
Parece mentira pero he tardado casi un año en volver a interesarme por la redacción de este pseudo-diario. El quehacer cotidiano ha sido tan intenso que ocupaba el tiempo de las cosas importantes... Me ha devuelto a la verdadera realidad el constatar que las perspectivas para este año son tan poco halagüeñas; ya ves, 1991 que debería ser —por capicúa— un período de suerte para
todos, se descuelga con una crisis internacional que va a terminar en guerra mundial. Para una persona que, como yo, haya crecido entre los años cuarenta y sesenta, esta situación supone la frustración de las últimas esperanzas; la imposibilidad de creer en el ser humano y en su capacidad para ser mejor. Nosotros luchamos por la paz cuando no había guerra; fuimos la generación a la que se privó de la libertad intelectual, sacrificada en aras de dictaduras
paternalistas y de prudentes gobiernos: "Para que no vuelva a
suceder nunca", repetían, y de pronto, cuando no hemos terminado de asimilar las mentiras de la Sociedad, la insolidaridad, el cinismo y tantas otras lacras, llega la guerra. ¿Tiene que ser así?
Desde luego no creo que sea la última oportunidad que le queda al
ser humano para dignificarse porque todas estas zarandajas son
cíclicas, pero me temo que hemos perdido ——mi generación y yo—
la ocasión de demostrar que el individuo es capaz de ejercer cierto
control sobre la Sociedad o sobre aquellos que la manejan a su
antojo. Nos han podido las oligarquías siniestras y las empresas
internacionales del terror. Lo demás es pura fantasía y además
fantasía barata: Los fines de semana, el consumo, la mentira piadosa, los empleos primeros, la ilusión desmesurada de lo superficial, la alegría ficticia del "bienestar"... En suma, el placer del pobre que encuentra una colilla. Cuánta energía desperdiciada; no era ése el camino y bien lo sabía… Sigue sin serlo pero ahora lo van a saber a la fuerza muchos más. Sólo me consuela pensar que, dure lo que dure esta guerra, a los tres días de su conclusión será
tema de tertulia y se escribirá mucho sobre ella para ser olvidada
eternamente en los libros. El hombre es un ejido infecundo.