Joaquín Díaz

RECUERDOS PINARIEGOS


RECUERDOS PINARIEGOS

Recuerdos de la infancia en Viana

12-05-1994



-.-


Mis primeros recuerdos de la Tierra de Pinares van unidos,
inexorablemente, a la infancia y primera juventud cuando, en las
tardes ociosas de verano, decidíamos unos cuantos amigos hacer
una excursión desde Viana de Cega hasta el Arrabal de Portillo.
Estos paseos en bicicleta constituían, además de un excelente sistema para combatir el tedio, un magnífico ejercicio para piernas
adolescentes. En nuestros itinerarios —seguíamos habitualmente
dos, por la carretera de las maricas o por el camino del Cardiel a
enlazar con la carretera de Valdestillas—, no encontrábamos un
alma, a no ser que considerásemos tales a los toros del Raso Porti-
llo que sesteaban indiferentes a nuestro paso. La ida o venida, en
cualquier caso, nos deparaba la oportunidad de hacer un alto deseado en la Pedraja para pedir un vaso de agua en alguna puerta
amable (que normalmente eran todas) o para charlar un rato con
algún aventado que, como nosotros, no le tenía miedo al sol.

Tan entrañables como éstos son los recuerdos acumulados en
las primeras recopilaciones que hice en mi vida (allá por el año
1965) a Plácido Pascual Calle, de quien aprendí temas que después pasarían al repertorio que interpretaba en recitales o discos.
Me refiero a romances como el célebre de "El Corregidor y la
molinera", "La dama y el pastor" (por cierto, el primer romance
documentado por escrito, ya en 1420), o "La infanticida". Canciones de época como "La Petenera", y otras tradicionales de ronda, toreras o de siega que Plácido había ido acumulando y acopiando de diferentes fuentes. Todos estos temas y otros cantaba y contaba con facilidad aunque en ocasiones, cuando se le atravesaba alguno, tuviera que dar una vuelta a la casa para coger el hilo y volver con ello ensayado: "Cago en la mar" —decía—; "espera, no grabes”.
Y regresaba al cabo de unos minutos con el fragmento refrescado
en la memoria para poder continuar cantando.

Más cercanas en el tiempo fueron las visitas a la Pedraja mientras estaba realizando el Catálogo Folklórico de la Provincia de
Valladolid con José Delfín Val. Allí acudíamos a escuchar a María Gómez, a Micaela Encinas (mujer de Plácido) o a Emilia Sanz (quien residía allí aunque fuese de Aldeamayor); en una tarde salían mil temas, desde cómo hacer buenos
bollos hasta cómo elaborar un detergente con raíces jaboneras;
desde la prehistoria del pueblo hasta las plantaciones y molinos de
rubia de los que ya habló Antonio Ponz a su paso por Tierra de
Pinares hace dos siglos; desde el Cristo del Amparo a las rogativas con que se pedía agua en los difíciles años de sequía:

Santo Cristo del Amparo / nuestro Padre y Redentor

agua te pedimos todos / danos el agua Señor.

Danos el agua, Señor/ aunque no lo merezcamos

que si por merecer fuera / ni aun la tierra en que pisamos.

Agua pide el artesiano / agua pide el labrador

agua le pedimos todos. / danos el agua, Señor:

Todo: canciones, romances, cuentos, adivinanzas, refranes (como aquél de "La Pedraja y Portillo son dos lugares, donde mean y cagan los alcotanes", que no he visto recogido en ningún refranero antiguo ni nuevo), reflejaban la riqueza y variedad de una cultura oral centenaria y de gran valor, de la que estábamos enamorados como quinceañeros. De vuelta a Valladolid, cuando veíamos
algún alcotán persiguiendo a una cogujada, decíamos instintivamente, casi a dúo: "La Pedraja y Portillo, son dos lugares...".