22-02-2000
Menéndez y Pelayo, al estudiar el drama de Lope de Vega con el
mismo título, sigue a Alonso López de Haro en su Nobiliario
genealógico de los Reyes y Títulos de España (1622), donde el
citado autor escribe: "Don Juan de Vivero, caballero del hábito de
Santiago, señor de Castronuevo y Alcaraz, fue muerto viniendo de
Medina del Campo de unos toros, por Miguel Ruiz, vecino de
Olmedo, saliéndole al encuentro sobre diferencias que traían, por
quien se dijo aquellas cantilenas que dicen:
Esta noche le mataron/
al caballero/
la gala de Medina/
la flor de Olmedo".
Recoge después Menéndez Pelayo la curiosa diferencia de fechas
en que sitúan unos y otros autores el suceso y transcribe un
romance del Príncipe de Esquilache que termina con estas
palabras:
Desde entonces le cantaron
las zagalas al pandero
los mancebos por las calles
las damas al instrumento:
Esta noche le mataron
al caballero
a la gala de Medina
la flor de Olmedo...
El hecho, pues, parece basarse en un suceso real que dio origen
a unas letrillas populares que se distribuyeron, como solía
hacerse,a través de los ciegos y buhoneros. Esta es la razón por
la que, al escribir la leyenda, he puesto en labios de un ciego sus
versos y las reflexiones que, a mi modo de ver, no estarían muy
distantes del sentir del coplero.
EL CABALLERO DE OLMEDO
—Que de noche le mataron al caballero...
Oia el roce de coletos y aljubas de la gente agolpándose frente
a él.
—La gala de Medina. La flor de Olmedo...
Flor desflorada en lo mejor de la edad. Insensato; provocar a don
Lope en su propio terreno. Avergonzarle ante los suyos, ante su
amada, derribando al toro más fiero y peligroso de la fiesta.
—Voces le avisaron que no saliese...
Necio, aventurarse en la Senovilla de noche y solo. Cuántas veces
había atravesado él el mismo lugar ayudándose a golpes de cayado
para evitar que las zarzas y carrascas se enredaran en su
capa. Bien merecido lo tuvo; don Lope mandó a dos monteros de su
casa que le atravesaran el corazón.
—Y le advirtieron que no saliese...
¿Valiente? La valentia sin prudencia es osadía.
—Al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo...
Escuchaba las risas y gritos de la chiquillería jugando en un
extremo de la plazuela. ¿Por qué no callarían esos endemoniados
garzonejos? Bien habrían de sentirlo si le distraían y equivocaba
el verso...Parece que ahora oía más gente del lado del
mercado; alzaría la voz y daria un tono más lastimero a la
historia.
—La gala de Medina...
Demasiado le había costado imprimirla en casa de Jacobo
Diez. Bribón, le había querido cobrar diez reales más de lo
acordado por haberle impreso la figura de un jinete que era san
Miguel embistiendo al dragón. Como si no supiera él que era la
misma imagen en madera que usaba todos los años para las coplas
de las fiestas de Olmedo...
—El caballero...