22-02-2000
Acerca del rey Rodrigo, y probablemente por diversas razones que se explican tanto por la época que le tocó vivir como por su controvertida figura, existen varias leyendas, todas ellas bien conocidas. La primera le hace violador de un secreto guardado por todos los monarcas anteriores a él en un palacio de Toledo; su carácter inquieto e impaciente le lleva a romper los candados que guardaban tal secreto en un arca de la casa de Hércules: e después quel arca fue abierta e el canado quebrado —dice la Cronica General de 1344— non fallaron en el arca sinon una tela blanca pregada entre dos tablas... e fallaron en ella alárabes figurados con sus tocas en sus cabecas e en sus manos langas con pendones... e enzima de las figuras avia letras que dezian: quando este paño fuere estendido e parescieren estas figuras, omes que andan ansi armados tomaran e ganaran a españa e seran della señores.
Este episodio aparece en muchas crónicas como uno de los motivos de la pérdida de la nación a manos de los árabes. Otros documentos narran la leyenda de la violación de la hija del conde Olián o Julián llamada Oliva -aunque posteriormente se le aplican los nombres de Florinda y Cava— por cuya causa aquél, señor de Ceuta, se alía con los árabes para entrar en España, lo que le acarrea todo tipo de epítetos de los cronistas cristianos, desde impío hasta execrable.
Isidoro Pacense (s.VIII) y Ben Abdelaken (s.IX) dan por muerto a don Rodrigo en el primer enfrentamiento con los invasores, pero crónicas posteriores, tanto árabes como cristianas, comenzaron a dudar del destino del rey y crearon la leyenda de su peregrinación hasta llegar a Viseo, en Portugal, donde tiene lugar el episodio de su confesión con el ermitaño. Lecturas erróneas confundieron Viseo con visco y en vez de traducir "sepulcro en viseo" tradujeron "sepulcro en que vivió". Esto, combinado con leyendas ejemplares escritas para despertar en los cristianos del medievo los deseos de penitencia, vino a crear un relato popular que recogió Pedro del Corral en su Cronica del rey Rodrigo, de donde parece que salieron varios romances tanto cultos como populares. Algunos de éstos atribuyen innumerables delitos al rey tales como matar a su padre y a su madre y violar a una hermana y una prima. Finalmente "mandan hacer una cueva/ y enterrarle en ella viva/ donde habia una serpiente/ que siete bocas tenía". Un ermitaño va a verle y confortarle todos los días y Rodrigo le va contando todos los detalles de su dolorosa penitencia:
De la cinta para abajo/ ya comido me tenían,/ de la cinta para arriba/ empezado me tenían".
Por ultimo, muere y todas las campanas del lugar doblan solas, circunstancia que aparece también en otras leyendas hagiográficas para demostrar el perdón divino.
DON RODRIGO
Hoy puede ser el día postrimero; sé que me va a llegar tarde o temprano, pero mi fin está de antes escrito en las estrellas y en el alto cielo. El beato confesor que me acogiera cuando llegué a esta ermita hace dos años, huido y derrotado por el peso del atroz descalabro de los mios, ya bien me lo advirtió:
—Vivirás hasta que esta sierpe crezca; luego devorará tus partes de varón porque ellas fueron causa de la pérdida de España. Tu apetito desordenado se impuso a tu deber como rey y como amigo. Deshonraste a la hija del conde don Julián quien la había encomendado a tu custodia junto a otras hijas e hijos de nobles...
Cierto; sí, cierto es, pero la vista de sus muslos dorados en el baño embozó mi razón y puso un velo a la antigua costumbre de obligarme. Pero el hecho fue así; siempre pudieron las fiebres con mi cuerpo; por los ojos veía el apetito y reconozco que me envolví yo mismo entre las brasas de una brutal vehemencia.
No descansé hasta que la hice mía. Mis labios se movían en la noche pronunciando su nombre en las tinieblas y mis brazos se abrían y tensaban esperando el momento tan ansiado. Cómo no iba a obtener lo deseado; cómo apartar de mi un solo momento la imagen de su albura incandescente. Cómo apagar la sed de una pasión con el agua estuosa de una calda...
Caí sobre ella como fiera y contra su razón la poseí. Por mi cabal locura la gocé. Con todos mis sentidos incendiados seguí del frenesí la dulce senda. Después, cuando cansado del esfuerzo, traté de reposar en su regazo advertí la fogarada de sus ojos. Sentí sobre mi cuerpo todo el odio del débil injuriado...
Dejar que un inferior me maldijera siendo yo rey... Jamás ¿cómo dejarlo? Más fuerte fue el placer con la venganza; más gozoso el ultraje cuanto mio al expulsarla luego de mi lado. Más altivo el insulto a su linaje al rechazar del padre las razones.
Y por eso cruzó fiero el estrecho y regresó buscando el desagravio.¡Maldita raza que en peligro puso su propia estimación y su abolengo! Cayeron sobre mí todas las furias del bárbaro africano y su apetito.
Perdí la España entera y ahora espero la hora del perdón en esta fosa...