23-02-2010
La ciudad tiene una gran tradición teatral y eso se nota. No hablo de una costumbre, que sería la repetición acomodaticia y pasiva de algo, sino de auténtica tradición, que significa entrega. Valladolid se vuelca en sus poetas y dramaturgos y reconoce los méritos de los de fuera. Testigo de ello es el Corral de Comedias que vio estrenar y representarse tantas obras capitales de la literatura española. Y testigos también esos otros teatros de la capital que fueron bautizados con los nombres eximios de Calderón, Lope de Vega o Zorrilla. ¿Quién no recuerda algún verso del Tenorio, la obra más representada de Don José Zorrilla? ¿Cómo ha llegado hasta nuestros días ese “no es verdad, ángel de amor” sino con la perfecta simbiosis entre el texto escrito y la tradición oral?
Todo Valladolid es teatro. Desde los palenques medievales del Campo de Marte a las fiestas renacentistas de la plaza de San Pablo que conmemoraban los nacimientos de los reyes o las visitas de estado. Desde los inquisitoriales autos de fe de la plaza mayor hasta los interminables autos de Pasión que se representaban en los grandes coliseos creados en el siglo XIX. Desde los misterios celebrados en la catedral hasta las arquitecturas efímeras de los recibimientos reales. Desde los juegos de cañas caballerescos del Siglo de Oro hasta el teatro de calle de hoy. Todo Valladolid rezuma representación porque es una ciudad viva y en movimiento como el mismo teatro, que escribe e interpreta todos los días su propia historia. Y los actores somos todos: unos de relumbrón y otros de reparto; unos, directores de escena, y otros, intérpretes de pantomima. Pero todos, imitadores desmañados de los dioses, especialmente de aquel Dionisos por quien nacen las representaciones teatrales y a quien se atribuye la invención del vino. Es Baco, en efecto, quien enseña a los mortales a cultivar la vid y quien guarda entre sus atributos la máscara, principio del teatro. Y es esa divinidad, a quien ya veneraban los iberos, la que probablemente ha intervenido para hacer de Valladolid la sede permanente de la más alta calidad en el vino y en el teatro. En el vino, con caldos que se degustan en las mesas más exigentes del mundo y en el teatro con la presencia de autores, actores y estudiosos del arte dramático a lo largo y ancho de todo el ámbito hispánico.