22-02-2000
El tema de la mujer que se convierte en hombre para librarse de
un acoso aparece ya en Las metamorfosis de Ovidio: Ericsitón se
ve condenado por Ceres a ser poseído por la diosa del
hambre; después de haber consumido todos sus bienes, llega a vender a su propia hija Metra. La joven “elevó sus ruegos al dios de las aguas y le pidió la librase del estado indigno de la
esclavitud. Neptuno escuchó el ruego de Metra y la cambió en
pescador. El dueño que la seguía, al ver a un hombre con la caña
en la mano, le preguntó si había visto a una esclava mal vestida
y desgreñada
—Por las señas que dais -contestó el pescador— la vi pasar por la ribera y, a juzgar por el tiempo transcurrido, debe
de encontrarse bien lejos”.
Vicente García de Diego en su Antología de Leyendas concibe
un final similar para la historia de santa Paula, librándose ésta
de los deseos libidinosos de su perseguidor al ser transformada
en un ser barbudo que exclama: "A nadie vi desde que estoy
aquí".
La historia de la santa aparece relatada en la versión
española del Año Cristiano de Jean Croisset, con las adiciones de
los padres agustinos Fray Pedro Centeno y Fray Juan de
Rojas. Después de narrar el milagro, situándolo en Avila y hacienda natural a santa Paula del pueblo de Cardeñosa, dicen:"Dio Paula a Dios las gracias correspondientes por un favor tan particular y queriendo acreditar con pruebas prácticas su agradecimiento fijó su residencia cerca del sepulcro de san Segundo con el noble objeto de dedicarse enteramente al servicio del Señor. Así lo hizo, ocupándose en santas vigilias, en fervorosas oraciones y en el ejercicio de las demás virtudes que recomienda nuestra santa religión, llegando a ser por lo mismo el objeto de la admiración y de los más altos elogios de toda aquella región. Continuó algunos años con el tenor de una vida más angélica que humana; pero queriendo el Señor premiar sus grandes merecimientos la llevó para si en el dia 20 de febrero, en el que antiguamente fue solemne su festividad, y aunque no nos consta el año punctual de la preciosa muerte de la santa, conjeturan algunos que fue a mediados del siglo VI. Su cuerpo fue sepultado cerca del altar donde están las reliquias de san Segundo,donde se tuvo en grande veneración por todos los pueblos de la comarca; y después fue elevado al sepulcro que en honor de la santa mandó labrar doña
Isabel de Ribera, en el cual y en el retablo que la misma
fundadora puso en la capilla con la adoración de santa Barbada
se leen varios versos expresivos del memorable suceso
referido, que se pintó también en el retablo antiguo de la iglesia
de san Lorenzo, apoyado además de estos monumentos con una
tradición constante, aunque después inconsideradamente su puso
sobre el sepulcro de la ilustre virgen otro de santa Agueda".
García de Diego copia aquellos versos que dicen:"Sednos buena
intercesora y abogada, gloriosa santa Barbada".
Antonio Veredas en su libro Avila de los caballeros al
describir la ermita de san Segundo relata también la leyenda, añadiendo: "Bueno es advertir ante ésta y otras leyendas
que hubo aquí un arcipreste que experimentaba gran placer
inventando falsas historias. Además,por el estilo de la de santa
Barbada se cuentan otras semejantes en diversos paises,tales como
la de la joven Bengóa en Arriola y la bella mallorquina, de
Raimundo Lulio".
Otra virgen barbuda es santa Kummernus, denominada también
Wilgefortis o Liborata. Sobre este tema escribe Hans Biedermann
lo siguiente: "Una imagen de crucificado en Italia, Volto Santo de
Lucca, muestra a Cristo con larga vestidura bizantina. Por ello
unos peregrinos de Italia lo tuvieron por la representación de
una muchacha que se negó a obedecer a su padre que la ordenaba
casarse con un pagano. Atendiendo a su súplica, Dios la desfiguró
mediante el crecimiento de una barba, ante lo cual el enfurecido
padre la hizo crucificar (Kummernus podría ser un cambio del
nombre bizantino Komnenos)".
En cualquier caso bien se ve que la historia es tan antigua
como curiosa y que una fuerte devoción ha mantenido hasta
nuestros días el fervor por la santa abulense.
SANTA PAULA BARBADA
Creció la hermosa Paula en el cariño de sus padres y en el fervor
religioso de tiempos pasados. Le inspiraban su natural bondadoso
y el ejemplo de santos como Segundo que, según la tradición, había
sido enviado a predicar a España por el propio san Pedro desde
Roma. A la sombra de su modélica conducta florecieron todas las
virtudes de la joven que adornaban su alma, haciendo su cuerpo más
inasequible a los propósitos sensuales de cualquier pretendiente.
Entre éstos sobresalía por su insistencia y por su vehemente
deseo un joven abulense que asediaba a Paula hasta el
extremo. Cientos de veces pretendió y otras tantas fue rechazado
con dulces pero firmes palabras de la joven, quien no tenía entre
sus planes establecer tan pronto vínculos y menos aún no pudiendo
elegir a quien habría de ser su compañero de por vida.
Tantas y tan porfiadas fueron las pretensions, que Paula empezó
a sentir miedo de salir sola y encontrarse con un cortejador tan
pertinaz como impertinente. Pero era tal el deseo de aquél que
vino a confundir amor con oposición, afecto con reto. Y así, dedicó toda su atención a perseguir a la joven día tras día haciéndola insoportable tan expuesta compañía.
El día de san Llorente salió muy temprano para dirigirse
devotamente a la ermita del santo y ofrecerle un pequeño
ramo. Pensaba regresar con el alba y evitar así el molesto
acompañamiento.
El diablo no descansa, sin embargo, y a la puerta de la casa
estaba aguardando el porfiado que dedicó sus primeras palabras
a saludar y obsequiar a Paula como todo el tiempo anterior. Los
pasos indecisos de la joven se hicieron pronto zancadas y al poco
rato corría hacia la ermita para encontrar en sagrado el refugio
que no podía hallar en los portales cerrados de las casas. A una
distancia prudente la seguía su pretendiente, seguro de su
propósito aquel día, onfiado en poder obtener los favores de
grado o por fuerza amparándose en lo temprano de la hora y en la
distancia desde los últimos corrales hasta el eremitorio.
Desfallecida llegó Paula al pequeño templo y se refugió en la
oración a san Llorente, a quien pidió con fervor que apartase para
siempre de su lado a aquella persona que había llegado a
convertirse para ella en una sombra tan enojosa.
Y quiso Dios que el santo pusiera fin a aquel asedio otorgando
el favor a su devota: quedó Paula irreconocible con una barba
hirsuta y poblada que afeaba su rostro hasta el extremo de
cambiar en su amante los sentimientos, transformando en horror lo
que había sido deseo irrefrenable.