Joaquín Díaz

LA DANZA DE LOBEZNOS


LA DANZA DE LOBEZNOS

Sobre el texto de una danza de palos zamorana

02-08-2001



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Aporto a estas Jornadas un texto -más propio sería decir un Auto-, que se representaba en Lobeznos (Zamora) y que publiqué íntegro en la Revista de Folklore, en 1981. Las personas que me lo transmitieron hablaron acerca de su popularidad en épocas pasadas y del debilitamiento progresivo de la costumbre hasta llegar a nuestros días, en que se había dejado de representar desde el año 1957; las razones aducidas a este paulatino desinterés eran varias, aunque la más repetida hacía referencia a la pereza de los jóvenes para ensayar y someterse a la disciplina del Auto y del paloteo durante el resto del año. Como es frecuente, la escenificación iba acompañada de una danza de palos (de espadas de madera) cosa que se repite en muchas otras circunstancias y lugares; en esa danza, españoles y portugueses (encarnados en los mozos del lugar) llevaban a cabo un simulacro de lucha. Tal circunstancia no es muy habitual en la actualidad en Castilla y León, pues, pese al posible origen guerrero de los paloteados, muy pocos conservan ese sentido, tal vez por haber ido evolucionando la causa generadora hacia motivaciones más sublimadas, que muchas de las letras que acompañan las evoluciones de los danzantes se pueden localizar en épocas de guerras o de convulsiones prebélicas.

Respecto a detalles sobre indumentaria, número de danzantes, etc, remito al artículo citado, si bien conviene destacar que, en general, hay épocas concretas, fundamentalmente los siglos XIX y XVIII en que los atuendos se modifican en algunas localidades por razones múltiples: Evitar la apariencia femenina (ya que las danzas siempre las llevaban a cabo varones), sustituir trajes o enaguas de laboriosa factura por calzones más sencillos, actualizar el aspecto externo de los danzantes, etc.
Esta variación en detalles, así como la introducción de nuevos textos para memorizar los pasos de los lazos o la alteración en determinadas evoluciones, depende, habitualmente del director, quien conoce la tradición y la enseña a los jóvenes velando al mismo tiempo -y esto no debe considerarse una paradoja- por la pureza de estilo.

He observado, después de consultar diferentes paloteos de toda España, que los textos conservados son cerca de doscientos, de mayor o menor antigüedad; entre ventiseis y treinta se repiten incluso en zonas muy distantes geográficamente (la rosa en el palo verde, tres hojas en el arbolé, la Virgen María o himno nacional cantado, la trucha, la pájara pinta, la peregrina, al verde retamar, el herrero y el barbero, el mambrú, etc.), lo que podría hablar en favor de la existencia de unos textos comunes a este tipo de danzas en la época de mayor esplendor, entre los siglos XV y XVII. Se puede notar también que muchas de estas danzas todavía acompañan funciones paralitúrgicas dentro de la iglesia (sobre todo procesiones) lo cual resulta chocante teniendo en cuenta las sucesivas prohibiciones de realizar tal clase de manifestaciones en los templos (la más amplia a nivel nacional, la de Carlos III en 1777). Un gran arraigo popular y una pretendida motivación religiosa de la que ya hablaba al comienzo podrían explicar la supervivencia de una costumbre tan perseguida durante siglos.

A este respecto, merece la pena destacar la diferencia existente entre las danzas que sólo han conservado el tinte religioso y aquellas otras que han llegado unidas a una representación o Auto (aunque en éste siempre esté presente la defensa de la fe, como sucede en los famosos moros y cristianos); podría decirse que existen dos tipos de repertorio lírico diferenciados y que pocas veces se entremezclan.

Ofrezco algunos de los textos de Lobeznos que no aparecían en el artículo y anuncio finalmente mi propósito de terminar un estudio comparativo entre distintos paloteos teniendo en cuenta las siguientes informaciones: Localidad, número de danzantes, atuendo (chaquetilla, enaguas, calzón, cintas de colores o bandas, tocado de flores o sombrero, etc), representación de un espíritu perturbador (birria, zarragón, zorra, cachidiablo, botarga, etc) melodías y letras aplicadas, funcionalidad, unión con otros bailes (de arcos, de cintas, de castañuelas, jotas, etc), Instrumentos utilizados, lugar donde se lleva a cabo, y un largo etcétera.

Cuatro cuartos de pimienta
a la tienda del rincón,
la tendera no está en casa
y la criada me lo dio.
Me arrimé a la criada
por ver si me iba mejor
y al cabo de nueve meses
la pimienta floreció.


Paseando se anda el rey moro
por las calles de Granada;
con la gran calor que hacía
le relumbraba la espada.


La raposa de Morales
que cuando vino a las viñas
y la encontraron los amos
le rompieron las costillas.


Un herrero y un barbero
un cura y un sacristán
tres o cuatro galopinos
nunca faltan n`el lugar.
El herrero pa hacer clavos,
el barbero pa afeitar
el cura pa decir misa
y el sacristán pa ayudar.