02-08-2001
Uno de los factores que intervienen en el folklore musical de una comunidad y que más varían con el paso del tiempo es el sentido estético. La estética no debe ser considerada solamente como la ciencia que estudia las formas artísticas y las sensaciones que producen en el ser humano, sino como una cualidad que le hace evolucionar hacia una deseada perfección.
Las alteraciones que las modas han ido imponiendo sobre los repertorios musicales de tradición oral -más abundantes cuanto más cercanas a nuestros días- serían, pues, teóricamente, el reflejo de esas inquietudes artísticas presentes en cada generación e inalienables de su mundo creativo. Desde hace muchos años (y esto lo he repetido hasta la saciedad) son escasos los trabajos que han introducido alguna novedad en el universo de las formas tradicionales; casi todos los escarceos se basan en reiteraciones de elementos que tuvieron aceptación en otras épocas pero que resultan anacrónicos actualmente. El acierto sería dar con alguna de las fórmulas (hay muchas y muy variadas) que acercaran ese fondo riquísimo y representativo a la sensibilidad de las presentes generaciones. Creo que María Salgado y su equipo lo han conseguido y no por casualidad; hay una voluntad y un largo proceso tras las cuales se ha obtenido un resultado destacable. La cultura tradicional es como esos tesoros maravillosos de los cuentos -siempre valiosos, inmarcesibles, deslumbradores- encerrados en un cofre cuya llave nos permite el acceso a tan fabuloso caudal. María Salgado ha encontrado esa llave y generosamente nos la ofrece para que admiremos con ella la belleza de estas joyas, fulgurantes y solitarias, como las siemprevivas.