Joaquín Díaz

REBANAL DE LAS LLANTAS


REBANAL DE LAS LLANTAS

Sobre una recopilación de Carlos Porro en Rebanal

13-06-2000



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A veces uno se pregunta con prevención qué hubiesen pensado don Marcelino Menéndez y Pelayo o don Federico Olmeda si viesen el estado en que se encuentra esa misma tradición a la que ellos auguraron hace un siglo una corta y agonizante existencia. Tal vez, sin embargo, no estuviese del todo desacertada la última apreciación de ambos estudiosos: la vida de la cultura tradicional siempre ha estado en constante agonía, en perpetua lucha contra el olvido y contra la molicie del abandono. El interés, la dedicación, el gusto por lo propio y por los valores que pudiesen hacer más digna y más cierta la existencia fueron, durante siglos, el antídoto más eficaz contra aquella crónica expiración. Todos los conocimientos que se transmitían –fuese en forma de prosa o de poema, cantados o no- requerían una atención especial para ser fijados y una memoria tenaz para ser recordados y repetidos. Algún reflejo instintivo y especial actuaba contra la desidia y la negligencia para prolongar, más allá del tiempo, los mitos y sus personajes, la identidad y sus formas, la cultura y sus recursos. Creo que si desapareciese todo eso algún día estaría en peligro la especie humana y su propia estimación.
Las modernas recopilaciones vienen a descubrirnos un secreto a voces. Se transmite en forma de melodías o recitados algo más que situaciones y temas concretos. Se entregan signos, enigmas, claves para interpretar la vida por encima de la estética, de la moda o de la propia voluntad de los individuos. Que en un solo pueblo, a fines del segundo milenio de nuestra civilización, se pueda encontrar un repertorio tan amplio y diverso como el que aquí ha reunido Carlos A. Porro con la ayuda de varias generaciones de recuerdos, puede parecer un verdadero milagro, pero no hay que alarmarse: precisamente de eso se trata.