Joaquín Díaz

INFORME SOBRE LAS ENSEÑANZAS DE REGIMEN ESPECIAL


INFORME SOBRE LAS ENSEÑANZAS DE REGIMEN ESPECIAL

Sobre los estudios artísticos

05-02-2009



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Desde hace mucho tiempo y no se sabe bien por qué razón (recelos, inseguridad, incapacidad para poder integrar dos conceptos aparentemente diferentes) las enseñanzas regladas aceptan con dificultad o con serias reticencias los estudios artísticos. En esa actitud, probablemente, pesan demasiado dos rémoras difíciles de superar si no se aborda la situación con una mentalidad renovada y abierta: un pasado en el que casi la única solución para el aprendizaje artístico pasaba por el camino del autodidactismo y unas formas de enseñanza demasiado teóricas a las que cualquier atisbo de innovación o cualquier nuevo planteamiento parecía aportar una desestabilización, provocando una inseguridad y por tanto un peligro potencial para sus estructuras básicas. Sin embargo la realidad ha demostrado obstinadamente que el único sistema que puede funcionar con rendimiento es aquél que basa el aprendizaje y la especialización en un permanente diálogo de quienes administran y legislan la docencia con las personas y entidades por las que el arte se crea y se difunde, actualizando los conocimientos de quienes enseñan, profesionalizando progresivamente a los alumnos y creando en ellos una necesidad de recibir de forma habitual ese magisterio, tan cercano al mundo imaginativo del creador como al terreno en el que habitualmente desarrollará su actividad para ofrecerla a la sociedad. Porque sería inimaginable un sistema de enseñanza que no integrara la investigación con la información, la creación con una proyección social adecuada, la titulación con las posibilidades reales de incorporación de todas las habilidades y conocimientos que comporta un título, al colectivo social desde el cual se otorga.
En la última década se ha estado trabajando, desde distintas instituciones y desde perspectivas complementarias, en una serie de proyectos que tienden a convergir en la plataforma de Bolonia, aparentemente, la solución pactada y necesaria para la solución de los problemas paneuropeos culturales y de educación. Algunos de esos proyectos han mostrado asimismo ese sentido práctico existente hoy en casi todos los sectores sociales que parece dar más importancia a la destreza en el ejercicio de cualquier profesión –incluso las artísticas- que al conocimiento, en detrimento de las posibilidades que éste ofrece y en apoyo de una especialización a ultranza que en muchas ocasiones descontextualiza el saber y sus fuentes. Evidentemente, tan importante es saber como demostrar que se sabe y en ese sentido los alumnos deben recibir conocimientos, pero también adquirir un criterio para utilizar esos conocimientos como recursos y ser capaces de interrelacionar contenidos sin prejuicios, y eso debe hacerse desde el comienzo del aprendizaje, no creando dos etapas distintas y sucesivas o dos tendencias contradictorias. En cualquier caso, hechos y conceptos no tienen que estar forzosamente enfrentados a procedimientos.
Mi impresión es que las enseñanzas de régimen especial, pese a la creación de un plan marco y por la misma naturaleza diversa de sus contenidos, parecen adolecer todavía de una cohesión en sus sistemas de enseñanza así como carecer de la posibilidad de crear currículos transversales que permitan ampliar el espacio disciplinar con una formación plural. Esto podría conseguirse con un sistema reticular que diese la misma importancia a los puntos de intersección de los propios saberes, tratando de conseguir que esos puntos sirviesen para extender y hacer más amplia la red permitiendo, por ejemplo, a quien está interesado en Dirección de escena estudiar Teoría del diseño, materias que están en titulaciones diferentes y aparentemente aisladas.
Da la impresión de que en el apartado “de régimen especial” se han incluido por ley aquellas enseñanzas en las que la “comunicación” tiene una consideración especial. El lenguaje y las formas de expresión en que se manifiesta la sensibilidad personal tendrán, en consecuencia, una gran importancia, debiendo atender tales enseñanzas al perfeccionamiento de esos “lenguajes” no sólo como una forma de manifestación de la propia personalidad sino como un medio de relación y comprensión entre individuos de una misma sociedad.
Los nuevos sistemas de formación deben aplicarse periódicamente en aspectos puntuales acerca de los cuales la experiencia ya se ha pronunciado: en muchos conservatorios, por ejemplo, se sigue enseñando a tocar el violín de pie a los alumnos cuando se sabe positivamente que sólo un diez por ciento llegará a ser solista y que, por tanto, sería más lógico aprender sentado, que es la postura que tendrá que adoptar la mayor parte de los profesionales. Por poner otro ejemplo, las técnicas de pedagogos como Ivan Galamian, el mejor maestro de violín del siglo XX que cambió revolucionariamente algunos métodos de digitación, se han estado considerando como extravagantes en muchos de nuestros conservatorios hasta que los alumnos del eminente violinista persa demostraron al mundo entero que eran mejores que todos los demás con notable diferencia (por mencionar sólo dos casos, Itzhak Pearlman y Pinchas Zukerman). La renovación permanente de conocimientos en el profesorado se impone como una de las materias fundamentales en orden al mejor desarrollo de las enseñanzas pero también como un factor necesario para incentivar a la propia comunidad docente.
En resumen, las impresiones que produce una primera lectura de las disposiciones y leyes que rigen este tipo de enseñanzas me inclina a sacar las siguientes conclusiones:
1. Dentro del apartado “Enseñanzas de régimen especial” han coincidido titulaciones y materias cuyo origen, entidad y desarrollo no siempre tienen homogeneidad o relación, con lo que se ha creado un tipo de apartado artificial en el que es más importante el “régimen especial”, es decir la rareza o dificultad de adscribir tales estudios a otros grupos ya reglamentados, que la propia enseñanza. Desde luego, tal circunstancia favorece muy poco la interrelación entre materias y disciplinas que darían coherencia a los currículos y dotarían de mayores capacidades a los titulados.
2. El carácter “artístico” o “artesanal”, es decir, lo verdaderamente especial de estas titulaciones, tiene mucho que ver con un aprendizaje en el que las dotes y la inclinación de los alumnos deben observarse y potenciarse desde una comunidad docente atenta y dotada, de modo que los preceptos que inexcusablemente van unidos a un título reglado no sean un obstáculo para una preparación en la que la flexibilidad expresiva, la sensibilidad artística y la personalidad tienen a veces más importancia que las propias materias que se estudian.
3. Los títulos que se expiden en los centros de enseñanza van inexorablemente unidos a una demanda social que cubre aspiraciones personales y necesidades colectivas. Casi todas las titulaciones que están dentro del llamado “régimen especial” se consideran así porque la sociedad las considera habitualmente raras e innecesarias, lo cual es tan injusto como perjudicial para esa misma sociedad que, por desinterés o por escasa tradición, contempla lo excepcional o lo excelente como sospechoso antes que como ejemplarizante. Todas estas especializaciones, por tanto, deberían ir unidas a una política cultural en la que se implicara a la sociedad en la mejora de sus propias concepciones sobre lo artístico.