21-03-2011
Siempre fui un admirador del trabajo serio y profundo de Fernando Urdiales. De su personalidad probablemente hablarán mejor que yo quienes le conocieron más de cerca pero al menos recordaré aquí su elegancia interna y su circunspección, cualidades ambas tan escasas hoy como admirables siempre. Recuerdo en especial la época del estreno de “Pasión”, aquel espectáculo integral en el que Fernando puso su propia pasión por el Arte en una simbiosis perfecta entre imagen e imaginería. Curiosamente la obra funcionó tan bien en su tierra de origen como fuera de ella y no fue ajena a esa circunstancia la estética, presente durante todo el espectáculo y principio de una exigencia para actores y director que se convirtió después en una tensión positiva en cada representación. Antes y después del estreno comentamos con fervor historicista el nacimiento de una procesión como la del Viernes Santo vallisoletano, surgida de aquella misma tensión y creada para ser contemplada en un silencio extremo y dramático. La misma pirueta que llevó al general invasor Kellerman a “ordenar” una procesión general durante su mandato en la plaza de Valladolid para evitar situaciones no deseadas, habla también de una tensión externa que vino a sofocarse precisamente en el orden formal y en el silencio expresivo. Fernando tomó de todo eso lo esencial tras filtrarlo con su propia y temprana experiencia en la contemplación de la carrera procesional. La contención derivaba en emoción y los cuerpos a veces retorcidos daban paso a un cuadro que transmitía profunda serenidad y sugería un fervor antiguo y arcano. Como si fuese un escultor en busca de una imagen única, Fernando concibió una obra visual a la que el espectador se acercaba con la carga de sus propias emociones y a la que, como en un grupo escultórico, se iban añadiendo –por parte de director, actores y público- personajes y sentimientos. A estas alturas del siglo XXI ya puede hablarse de “Pasión” como un espectáculo clásico, pero también de su director como un artífice inolvidable, capaz de combinar la innovación ponderada con una estética esencial. Los admiradores de la belleza estaremos en deuda permanente con su sensibilidad y con su esfuerzo.