Joaquín Díaz

CARLOS BLANCO FADOL: EL BIOPAYADOR


CARLOS BLANCO FADOL: EL BIOPAYADOR

Sobre el músico Carlos Blanco Fadol

23-11-2007



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Aún recuerdo el susto de mi madre –“me sentí como Caperucita roja frente al lobo”, decía-, cuando abrió la puerta de casa a Jorge Cafrune, que venía a verme en uno de sus viajes a España. Pobre Jorge, alma de cordero bajo ese aspecto licopolitano. Cafrune, el payador incomprendido, quería contarme, entre otras cosas, que iba a recorrer su país a caballo. No volví a verlo –un “accidente” acabó con su enorme humanidad-, pero hoy me lo sigo imaginando en su edenismo a galope por la patria celeste, infinita. Sólo he conocido un caso parecido: Carlos Blanco Fadol, músico y visionario como Cafrune, lleva décadas cabalgando por el mundo sobre el caballo de una ilusión desbocada. Conozco pocas personas que se hayan integrado mejor que Carlos en un sueño o que hayan hecho simbiosis con el contenido de una vocación. Pocos pueden presumir –él tampoco lo hace, aunque podría-, de haber puesto las plantas de los pies en casi todos los suelos del planeta, de ese planeta querido y sentido cuyos más esenciales elementos le sirven tan a menudo para inventar sus propios instrumentos. El agua, el sol, la piedra, el barro, la caña, le ayudan a Carlos a desarrollar su creatividad, a expresar su sentido musical y a rendir su propio homenaje a la naturaleza, tan ajena y sin embargo tan añorada hoy en nuestra civilización. Su biografía tiene mucho más que ver con las vidas aventureras de los antropólogos viajeros del siglo XIX, que con un currículo habitual de presentación, pero, como en el caso de aquellos grandes personajes, hay un par de palabras que le representan muy bien y que, cuando llegue el momento, usarán todas las enciclopedias para definirle: entusiasmo y generosidad. Son en su vida como el agua vivificadora que hace crecer las ideas, engrandecer sus conocimientos y brotar los sentimientos. Carlos ha conseguido ser al mismo tiempo juglar y poesía, persona y tierra, sonido e instrumento. Ahora, después de años de viajes, de trabajos, de creaciones, de comunicación –él es un impresionante comunicador de estados de ánimo-, Carlos nos ofrece su sabiduría en forma de libro, nos hace partícipes de sus ensoñaciones, nos permite cabalgar a su lado. Benditas sean las personas que, como él -biopayador inagotable- nos devuelven a ese paraíso de donde nos sacaron la desconfianza, la envidia, la ambición y los conocimientos superfluos.