Joaquín Díaz

UNA TEORÍA MÁS ACERCA DEL TAPETÁN RIOSECANO


UNA TEORÍA MÁS ACERCA DEL TAPETÁN RIOSECANO

Sobre la costumbre de Semana Santa en Rioseco

05-01-2012



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Suetonio y Plutarco afirman que la trompeta, en la época romana, siempre precedía al pregonero que salía por las calles para citar a alguien ante los tribunales: sus sones reclamaban el silencio para que la voz pública hiciese relación de la noticia o de la sentencia. Así aparece en la iconografía temprana que representa a Jesús saliendo del pretorio: unos soldados y un trompetero le preceden o le siguen. Antiguos textos que se leían en los templos durante la Edad Media para representar la Pasión, hacían referencia a la sentencia de Pilatos según la cual el reo debía recorrer las calles de la ciudad de Jerusalén “en la manera en que está, coronado de espinas, con una cadena y soga al cuello, llevando una cruz, acompañado de dos ladrones para mayor afrenta hasta el calvario donde se acostumbra ajusticiar a los facinerosos y allí ser crucificado en su cruz, en la que permanecerá colgado hasta su muerte”. Todo ello había de ser publicado “a son de trompeta y anuncio de pregonero”.
Muchos de los primeros Padres de la Iglesia parecen estar de acuerdo en determinados pasajes de sus obras acerca del hecho de que a Jesús, en efecto, le precedía un pregonero con una bocina llevando el título o motivo por el que se castigaba su delito. Esta bocina, representada en la primitiva iconografía de la Pasión como un cuerno de animal, fue siendo sustituida poco a poco por un tipo de trompeta recta, sin llave alguna. La costumbre de llevar a cabo en la época medieval representaciones de diferentes episodios de la vida de Jesús, incluyó seguramente a estos pregoneros, de cuyo menester quedó la tradición de preceder un clarinero a las procesiones sirviendo al propio tiempo para anunciar el paso del cortejo y para pedir "claro" o espacio por donde pudiera transcurrir el mismo. Los muñidores o avisadores de algunas cofradías de la Pasión también se acostumbraron a utilizar la trompeta con que se abría la procesión -conservada en el armario correspondiente y registrada en el libro de inventarios- para dar los avisos a los cofrades. El Pardal riosecano o el Merlú zamorano, por ejemplo, son herederos de esta antiquísima tradición. También para dar aviso de la llegada de la procesión y para reclamar la atención debida se utilizaba un timbal con los parches destensados (esas cajas destempladas que se conocían tan bien en el mundo de la milicia y en el campo de batalla) que se cubría, por respeto, con un paño de tafetán negro.
El tafetán (del persa tâftah, hilo brillante) era un tejido espeso de algodón o seda que se caracterizaba por su tacto, especialmente en aquellos tipos de confección en que la armadura reforzaba la trama haciendo pasar el hilo por arriba y por debajo de varios hilos de la urdimbre juntos. De este modo, con perchadas y cárcolas combinadas se conseguía una armadura especial y reforzada que se denominaba tafetán. Con esta clase de telas, generalmente con las de color negro que daban una espectacular irisación, se cubrían los túmulos, se hacían los monumentos de Semana Santa y se confeccionaban banderas en las que los nobles o los reyes bordaban sus armas. De hecho se sigue llamando en la milicia “tafetán” a la bandera, y así se hacía constar en las Ordenanzas de 1778 cuando se pedía expresamente que se tendieran “los tafetanes” al paso del Santísimo Sacramento en las procesiones para que los bendijera el sacerdote que llevaba la custodia. Esta metonimia, usada en otros casos sin ningún tipo de problema –se dice por ejemplo “suenan los parches”, en vez de “suena el tambor”- llevaría a llamar tafetán en Rioseco al tambor con el que se pedía “claro” desde debajo del tablero, precisamente porque ese tambor estaba cubierto de tafetán negro. Probablemente, como han opinado antes algunos estudiosos del tema, sería el sonido onomatopéyico de la piel –tapatán, tapatán- el que acabaría, ¡caprichos de la fonética!, cambiando una consonante fricativa por una explosiva para terminar denominando “tapetán” no solo al instrumento musical sino a quien, orgullosamente, lo tocaba generación tras generación.