26-01-2006
Desde los albores de la humanidad el individuo necesitó creer en algo superior a él. Las distintas culturas y civilizaciones que han ido dejando su huella en la historia confirman la idea de que un ser o una fuerza más elevados controlaban y juzgaban al ser humano y sus hechos. De esas fuerzas ya se ha hablado brevemente en alguno de los CDs anteriores, porque muchas veces el hombre las personalizó o las encarnó en animales o motivos de la naturaleza. Mitos de todas las épocas reflejan las obsesiones y necesidades de nuestros antepasados que se plasmaban en leyendas acerca del origen de nuestra especie, relataban sus presuntos pecados, narraban el castigo inflingido por ellos y creían posible la regeneración a través de un sacrificio o por medio de la venida a la tierra de un dios. El diluvio, el fin del mundo, el más allá, son ideas que perpetúan todavía hoy antiguas creencias de cuyo origen y desarrollo es responsable el ser humano con toda su carga de sueños, de esfuerzos y de preocupaciones. Muchas de esas creencias han llegado al pensamiento actual desprovistas del significado y simbolismo que tuvieron, por eso no es de extrañar que su identificación sea dificultosa hasta para los expertos. Sin embargo en antiguas oraciones, en conjuros, en costumbres aún vigentes puede vislumbrarse la importancia que en otras épocas tuvieron determinadas convicciones y su traducción puntual a términos de expresión popular. Muy pocas personas de las que hoy leen un horóscopo se figuran la afición que en tiempos no tan lejanos despertó la adivinación del futuro por medio de los astros, de las cartas o de otros signos. Los almanaques y pronósticos perpetuos trajeron hasta nuestros días la idea de que la libertad del individuo estaba condicionada por un ser superior y por un determinismo fatal. Pero la afición hacia esas previsiones o vaticinios no se ha perdido. Cada uno cree en unas fórmulas o en otras –o finge no creer en ninguna- pero el resultado es que la curiosidad por el destino que pueda aguardarnos o por la suerte que nos depare el futuro sigue siendo muy grande, hasta en los más escépticos.
En cuanto la sociedad se organizó para fiscalizar y regular la vida del individuo en colectividad surgieron las primeras formas de religión que dictaban normas de comportamiento de acuerdo con un concepto ético o un principio moral. Todas las religiones han perseguido como objetivo prioritario la regulación comunal de un razonamiento individual, cual es el de responder interiormente a la necesidad de una referencia superior en la vida y en la muerte. Ese complejo entramado de reglas, normas, relaciones y referencias ha permitido al ser humano situarse en el plano terrenal con unas aspiraciones razonables de elevarse a otros planos más dignos y duraderos. Para simplificar o convertir en parágrafos un tema tan complicado hemos dividido en cinco partes su contenido.
1.La religión:
Lo alto y lo bajo: Dios (representaciones populares), cruz, Stma. Trinidad,
El misterio de Teotokos: la Virgen (advocaciones e imágenes vestideras). Color azul, pureza. Lugares sagrados de aparición (árboles, cuevas)
Vidas ejemplares: los santos (y ángeles) devociones, ánimas (purgatorio), ángel de la guarda, San Jorge, San Miguel (pesa las almas)
2.La superstición:
Los objetos (dijes, piedra leche, piedra rayo). Aojamiento, platos de sal y comida para muertos.
Las imágenes (San Pancracio, San Judas, San Cristóbal) Exvotos. La otra orilla, barrio, mundo.
Las palabras (Evangelios, Justo Juez). Bulas, oraciones
3.Los mitos:
Los seres fantásticos (fantasmas, duendes, brujas, bosques –salvajismo, árboles- animales, sirenas, moros y cuevas, zodíaco, almanaques)
No es Valladolid tierra de hadas y duendes pero abundan todavía las historias sobre brujas y curanderos. Las primeras se aparecen al caminante en forma de remolino en cualquier sendero y los segundos siguen teniendo numerosísima clientela que, aun perteneciendo a la Seguridad Social, continúa siendo fiel a la Cruz de San Benito o a los Evangelios bordados por las monjitas de éste o aquel convento.
Los personajes heroicos (bandoleros, santos –santiago-, toreros)
Los seres reales (identidad, nombre)
4.Los ritos:
El hogar (mantillas, pan, oficios, espejo y muerto)
La calle (fiestas, romerías –viajes y peregrinaciones-, danzas, peticiones de aguinaldo, ritos de paso, carnaval)
El templo (procesiones, misiones, cofradías hermandades, tinieblas). Pastoradas y posadas. Campanario y unión con Dios
5.La liturgia:
Tres podrían ser las fuentes en las que bebieron hombres y mujeres del medio rural en lo que a conocimientos religiosos y creencias se refiere: las que hundían su venero en las épocas paganas, las paganas que se cristianizaron y las exclusivamente cristianas. Si pagano viene de pagus (que en latín significaba tierra: por eso los primeros cristianos llamaban paganos a los rústicos que seguían aferrados a antiguas costumbres y a los dioses del campo), entonces no es extraño que todo lo pagano esté entroncado con celebraciones en honor de elementos naturales como el agua, el fuego o la misma tierra que permitían o condicionaban el crecimiento de las cosechas –por tanto el alimento y la futura siembra-.
El Agua (Bautismo, inmersión)
El Fuego (velas y corazón de Cristo)
La Tierra y el Aire (entierros, vida y muerte, resurrección)
Fiestas como el mayo, de evidente culto al árbol, se siguen celebrando en la provincia de Valladolid aunque sus impulsores (habitualmente los quintos) tengan que recurrir hoy día a las peñas –versión actualizada y civil de las cofradías- para llevar a cabo todos los actos y que no decaiga el interés por los mismos. Peñas o quintos se encargaron hasta hoy de plantar el mayo, de rematarlo con “el empalme” o chopo que se colocaba en la parte más alta del pino para darlo más altura, y de adornarlo con objetos que los mozos trataban de alcanzar como si fuesen frutos o piñas de inestimable riqueza. Esos mismos mozos se encargan de preparar los ritos de paso que todavía hoy convierten a los niños en adolescentes, mientras las mozas toman a su cargo la tarea de explicar lo mejor que puedan a las niñas que hayan tenido la primera menstruación, que ya han entrado en la “cofradía de la costumbre”. Hasta tiempos recientes se imponía como norma consuetudinaria el que los jóvenes de otros pueblos pagasen un canon por llevarse una moza del lugar; dicho estipendio se denominaba “pagar la patente”o “pagar el piso”y quien no lo tenía en cuenta comenzaba con mal pie su relación. Hoy, pese a que esas formas de relación y noviazgo han variado muchísimo, todavía tiene una gran fuerza en el medio rural el ámbito familiar al haberse mantenido mejor que en la ciudad la jerarquía tradicional en cuya cúpula estaban los abuelos, habituales defensores de las costumbres y los ritos.
No pueden olvidarse tampoco, al hablar de costumbres antiguas y de extracción precristiana, las fiestas de toros, cuya normativa comienza a ser contemplada ya desde las primeras ordenanzas medievales. La reciente preocupación por la defensa de los animales en los espectáculos ha acabado con algunos abusos y ha permitido revisar antiguas reglamentaciones para ponerlas al día, haciéndolas evolucionar positivamente. En la provincia de Valladolid, aun siendo numerosísimos los festejos de este tipo, merecen la pena destacarse los encierros de Medina del Campo y Peñafiel, el Toro de la Vega de Tordesillas y la tradición taurina de Rioseco.
Otras épocas del año en las que también se detecta un innegable paganismo sólo son explicables si se las contextualiza dentro del calendario cristiano, como el Carnaval. A pesar de la innegable influencia de prácticas y formas foráneas en la celebración de dicho período, se van recuperando costumbres y rituales cercanos en el tiempo y en el espacio que devuelven el sentido original –menos espectáculo y más participación personal- a una fiesta que podría resumirse en el lema “el mundo al revés”. El Carnaval es inexplicable sin la Cuaresma y su culminación, la Semana Santa. Aún se mantienen varias representaciones en la provincia, como la del Descendimiento de Villaviciencio o la bajada del Angel para la procesión del Encuentro en Peñafiel que, si bien proceden de ritos que fueron muy abundantes en la península en otros tiempos, hoy día han quedado como bienes escasísimos e inusuales.
Rituales de inversión como el Carnaval pero más cristianizados, son también las fiestas de Santa Agueda y del Obispillo que aún se mantienen en algunos pueblos. Alrededor de la primera se han reforzado las cofradías femeninas acrecentando el número de hermanas y el interés por la celebración que suele extenderse a lo largo de varios días.
Los antiquísimos ritos de purificación por el agua o el fuego siguen presentes gracias a la advocación de San Juan en junio; en otras épocas del año también se hacen hogueras o se encienden fuegos y particular interés reviste el Vítor de Mayorga donde se celebra la traslación de restos de Santo Toribio de Mogrovejo y su solemne acompañamiento con luminarias de corambres hasta el pueblo. Las innumerables advocaciones de la Virgen nos impedirían referirnos a todas las de la provincia en tan poco espacio, pero merece la pena consignar las romerías que en su honor se celebran y que son reminiscencias de las antiguas peregrinaciones realizadas a un lugar sagrado en cuyos desplazamientos se buscaba un perfeccionamiento interior y la salud del cuerpo.
Tal vez el hecho que más ha influido en la consideración de la tradición como fenómeno cultural, es el cambio producido en la comunicación y aprendizaje de los conocimientos antiguos, que pasan de ser ”cultura vivida” –es decir, incorporada e integrada en la propia existencia- a ser “cultura aprendida” -esto es, vinculada a un tipo de aprendizaje o instrucción menos natural aunque, como es evidente, mejor eso que nada.