10-07-2002
El autor
Rodríguez Marín, uno de los más ilustres polígrafos españoles del siglo XIX, nació en Osuna (Sevilla) en enero de1855. Tras estudiar el bachiller en su villa natal, pasó a la capital hispalense donde comenzó a estudiar Leyes. Su salud quebradiza le impidió la normalidad en la vida académica pero le facultó para acercarse a diferentes lecturas así como para cultivar la música. Probablemente de esa época de estudiante, entre la primera juventud y la universidad, data su acercamiento al universo de lo popular y las primeras recopilaciones, fruto de su sensibilidad y de su curiosidad insaciable. La sociedad de entonces propiciaba los acercamientos románticos al pueblo y Rodríguez Marín no fue ajeno a esta tendencia, que ya habían seguido antes que él Iza Zamácola –a comienzos de la centuria ochocentista-, Cecilia Böhl de Faber y el mismísimo Antonio García Gutiérrez –el autor de El Trovador-; todos estos precedentes culminaron en el Cancionero Popular, obra en dos tomos que dio a la imprenta Emilio Lafuente Alcántara y que fue un intento apreciable y apreciado de acercamiento a la poesía tradicional, tanto en los ambientes intelectuales de nuestro país como en los círculos de estudios populares europeos. Por esas fechas andaba ya recopilando materiales Antonio Machado y Álvarez, metido en tales trabajos por la misma razón que tantos otros: “por esa necesidad que sienten los aficionados a estas materias de recoger por sí propios las producciones que estudian”, según reconoce en el epílogo que escribió para los Cantos populares españoles. El mismo Machado, junto con Rodríguez Marín, Sendras, Laborda y algún otro, creó una revista de saber popular titulada La Enciclopedia que vino a sustituir a otros órganos de expresión de carácter más académico, si bien la publicación nació con pujos científicos, creándose muy pronto una sección específica para la literatura popular. El erudito europeo Köhler, uno de los más grandes expertos en cuentística popular, alabó sin reservas un artículo de Rodríguez Marín aparecido en la Revista bajo el título de “Cinco cuentezuelos populares andaluces”. De este modo, lo que comenzó siendo una simple afición de juventud –Marín comenzó a estudiar estos temas con 14 o 15 años- fraguó en una masa eficaz con la que se construiría uno de los más sólidos edificios de la cultura popular en el siglo XIX.
El cancionero
Independientemente de otros trabajos notabilísimos acerca del acervo popular y muchos más sobre la literatura española, Rodríguez Marín es conocido fundamentalmente por su cancionero, aparecido en Sevilla en la imprenta de Francisco Álvarez en 1882, bajo el título genérico de Cantos Populares Españoles. Los cinco tomos terminan con un post-scriptum del mismísimo Antonio Machado y Álvarez que, en realidad, es un estudio o reflexión sobre la cultura popular. El primer tomo está dedicado a las nanas, rimas infantiles y adivinanzas; el segundo, dedicado a los preámbulos amorosos, titula los capítulos como “requiebros, declaración, ternezas, constancia, serenata y despedida”; el tercero, casi con la misma temática, incluye “ausencia, celos, quejas y desavenencias, odio, desdenes, penas, reconciliación y matrimonio”; el cuarto, de contenido más variado, divide los capítulos en “teoría y consejos amatorios, cariño y penas filiales, religiosos, sentenciosos y morales, fiesta y baile, columpio, jocosos y satíricos, estudiantes, soldados, marineros, mineros, contrabandistas, bravucones y borrachos, carcelarios, históricos y tradicionales, locales” y acaba con algunos cantos locales de Galicia (tomados de otras colecciones manuscritas como la de Murguía) y un apartado dedicado a “varios”; el último tomo tiene un apéndice general, algunas observaciones sobre los versos del Cantar de los Cantares que se citan en diferentes textos, las melodías de 45 canciones, unas advertencias, bibliografía y el epílogo de Machado.
Las melodías, transcritas por el propio Rodríguez Marín, son escasas si se tiene en cuenta el riquísimo y abundante material de la colección. El autor se excusa de no incluir más con el siguiente párrafo: “Muchísimas melodías omito, bien porque es imposible acomodarlas en el pentagrama, bien porque sólo me he propuesto facilitar unas cuantas muestras de nuestra música popular”.
El disco
La selección del material grabado en este disco se ha efectuado sobre estas 45 canciones. El primer tema, el anotado con el número 1 (número 9 en el disco)en la sección de melodías, es una nana que fue recogida, según Marín, por su amigo Guichot y Sierra. Del mismo género es el número 6 (número 15 en el disco). El 10 (número 14 en el disco), que Marín titula como “La canción der pelegrino”, se trata de una curiosa melodía que luego interesa también a Felipe Pedrell quien llega a transcribirla en su Cancionero popular español con una línea melódica para violín y acompañamiento de piano; Rodríguez Marín aclara que es canción que interpretan los muchachos al salir de la escuela y que no va unida a un juego específico. El número 11 es también un tema infantil que Marín califica como “lindo ejercicio mnemotécnico”; nosotros hemos unido esa melodía con la13 (número 2 en el disco), sobre tema similar, para crear un potpourri numérico. El número 14 (número 12 en el disco), probablemente procede de un ejercicio de solfeo cuya repetición sugiere un canon. Los números 19 y 20 ofrecen dos melodías distintas del mismo romance, el texto hexasilábico de la mal casada que ya aparece en los siete libros de música de Francisco de Salinas en el siglo XVI (número 5 en el disco); aunque la segunda fórmula melódica es en estos momentos más popular hemos comenzado con la primera que también tiene muy bella factura. Con el número 22 (16 en el disco) está el célebre Arrión que hemos dejado en versión instrumental para violín, piano y palillos. La canción de San Serenín, del repertorio infantil, está anotada con el número 23 (número 8 en el disco) y Marín la asimila a un juego en el que niños y niñas van remedando los oficios y sus posturas (“cavaores”, “campaneros”, “lavanderas”, etc.). La número 29 dice haberla recogido en Guadalcanal, aunque se canta también en Fregenal según Romero y Espinosa (número 6 en el disco). De la número 30 (número 10 en el disco), recogida en Alcalá de Guadaira, dice que es interpretada por las muchachas dando vueltas en corro; ofrece una larga letra de encabalgamientos muy parecida a los clásicos “disparates” renacentistas. La número 33 son unas seguidillas manchegas que hemos dejado cantar al violín con acompañamiento de piano y palillos (número 3 en el disco); son las mismas que publica en 1874 Eduardo Ocón en sus Cantos Españoles y así lo reconoce Marín. La 36, también instrumental, (número 11 en el disco) la recoge en Sevilla y para su interpretación da el siguiente orden de repeticiones “bAbaBaAdbBcA”. La 40 es un precioso tema, poco conocido, recogido en Marchena (número 4 en el disco). El 41 es una petenera antigua (número 13 en el disco)y el 42 (número 17 en el disco) el famoso trisagio con coro. El 44 es una canción de bamba o columpio (número 1 en el disco), género muy frecuente en el siglo XIX que fue cayendo en desuso hasta nuestros días. Finalmente, el número 45 corresponde a una canción de la Guerra de Africa alusiva a varios hechos anecdóticos o históricos aún recordados en la época de recopilación del cancionero (número 7 en el disco).