20-05-2008
De entre todos los instrumentos musicales inventados y perfeccionados por el ser humano, el que más significados ofrece a la consideración del curioso o del estudioso, es sin duda la campana. Y no sólo porque en el mundo cristiano su sonido se asimilara a la voz divina –es decir al más elevado pensamiento-, sino porque durante siglos de existencia vino a convertirse en un símbolo social que aglutinaba valores, signos, recursos, formas de comunicación y claves lingüísticas cuyos datos se transmitían de una generación a la siguiente en forma de conocimientos inadvertidos cuyos ecos todavía perduran hoy pese al ciclón patrimonial más espantoso e inútil que han contemplado los siglos. Así como la desidia actual no surgió de la nada y llegó precedida por la incuria insensata del siglo XX, tampoco el interés por éste y otros ricos símbolos de la tradición vino de buenas a primeras. Hizo falta la constancia, la insistencia, la confianza de algunas personas en el valor de los objetos y de su alcance, para que se produjera esa nueva “mirada” antropológica sobre los símbolos que rodean al individuo, que ha enriquecido y revalorizado sus contenidos. A Francesc Llop i Bayo, el prologuista del libro sobre el que versa esta recensión, le debemos uno de los impulsos más decisivos en esa nueva visión de la campana como objeto de estudio y como símbolo valioso, pues propuso nuevas formas de investigación desde una metodología rigurosa. A los fabricantes de campanas todavía existentes, particularmente a aquellos que han basado su trabajo en una evolución razonable sin perder de vista los inmensos conocimientos del pasado, se les debe, asimismo, un agradecimiento por su seriedad y por su contribución técnica. A los sacristanes y campaneros, depositarios de una más que notable colección de gestos, señales y recursos, se les debe el respeto que corresponde a quien sabe extraer del pasado las esencias de la vida. Por último, a las personas que desde el mundo académico han dedicado su atención y esfuerzo a este tema, como es el caso de José Ignacio Palacios Sanz, debemos nuestro reconocimiento más sincero y razonaré los motivos: la campana es, para empezar, un objeto de difícil acceso y por tanto su estudio requiere mucho más que una decisión científica. Los campanarios están, por desidia en muchos casos y por cuestión de prioridades en otros, cada vez más lejos del suelo, esto es, cada vez más aislados de quienes deberían ser sus usuarios o usufructuarios, o sea el pueblo. Siguen siendo las campanas, eso sí, el símbolo primero y último de un núcleo rural; marcan el primer ámbito para su fundación y son la última señal que debe retirarse antes de certificar su desaparición. Pero esa seña de identidad tiene, como tantas otras que “distinguían” a la gente hasta hace pocos años, un escaso lustre en la escala de valores de nuestra sociedad que, digámoslo sin ambages, no por moderna ha de estar acertada en todo lo que propone. Siguen teniendo también las campanas ese carácter misterioso o hasta críptico de los objetos estudiados por la arqueología, en los que ni el aspecto formal ni el lugar en que son hallados dan cuenta cabal del largo proceso que requirió su creación o de los profundos conocimientos que se necesitaron para su fabricación. El trabajo previo realizado para poder escribir este libro ha dado al autor -y a partir de la elaboración de los datos, al lector también-, motivos suficientes para conocer y desentrañar algunos de esos misterios que convirtieron a la campana en algo más que un simple objeto etnográfico.
El libro de José Ignacio Palacios está expuesto en dos partes fundamentales: la textual y la del soporte mediático. La primera se desarrolla a lo largo de casi doscientas páginas de texto en las que el autor hace un repaso de aquellos aspectos claves que explican la importancia social y cultural de la campana: factores de construcción, señas de identidad, marcas, sonido, imagen o forma…El autor incluye un listado de fundidores que trabajaron en la provincia de Soria, de indudable interés para la historia de la campana en un área mucho mayor pues, como se sabe, el nomadismo de los fundidores era tan proverbial como su hermetismo a la hora de transmitir secretos sobre la construcción o proporciones sobre la aleación empleada.
En el disco compacto que acompaña al libro se han insertado innumerables datos que se pueden leer fácilmente en un PC (no tanto en un Mac) y que convierten este trabajo en uno de los más importantes y exhaustivos realizados en un área concreta, por lo que la contribución de su autor al conocimiento y protección de las piezas estudiadas y su entorno puede calificarse de extraordinaria.