Joaquín Díaz

CONTESTACIÓN ACADÉMICA


CONTESTACIÓN ACADÉMICA

Ingreso en la Academia de Bellas Artes de Angel Marcos

28-01-2014



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Señor Presidente, Señoras y Señores académicos, Señoras y Señores
Recibimos hoy en esta centenaria Academia a un artista a quien hubiese sido apropiado salir a recibir con una antorcha de magnesio, y no porque necesite una luz distinta para ser contemplado sino porque su trabajo se inicia en las técnicas más antiguas, que conoce y ha practicado, y llega hasta los tiempos actuales con una fuerza y personalidad que se alaba y admira en los foros internacionales más avanzados y exigentes. Su obra, pese a haber sido calificada por alguno de sus críticos como “la escenografía de la aflicción”, es decir como un lugar preparado en el que se intuye el sufrimiento, refleja como pocas esa necesidad del hombre de hoy de estarse encontrando y despidiendo permanentemente, de estar viajando y quieto, observando el mundo que pasa ante los ojos o pasando ante los mismos el mundo que se observa desde una inmovilidad causada por el miedo o el absurdo. Aflicción, sí pero reflexión también. Ángel Marcos nos sugiere la contemplación de elementos aislados, tamizados por su percepción personal de las cosas, que se traducen en palabras dirigidas al interior, a lo íntimo de cada uno, para convertirse en un lenguaje compartido de irremediables consecuencias estéticas.
Es probable que la muerte de Roland Barthes, acaecida por una estúpida casualidad, conmoviera a muchas de las personas a quienes sus reflexiones sobre la fotografía habían convencido y seducido, a muchos de sus seguidores y a bastantes amigos, pero sin duda es Italo Calvino el escritor al que el casual accidente mortal de Barthes dejó más marcado y causó una huella más profunda. Calvino se lamentaba de que una persona como Barthes, tan preocupada por la imagen, hubiese podido estar durante tantas horas en la morgue sin ser identificado al quedar desfigurado por causa del accidente, es decir al perder la idem entitas. Entre las consideraciones que le sugería tan triste hecho, el gran pensador italiano insistía en que Barthes murió como había vivido ya que, según sus teorías, la fotografía, trasunto de la mirada humana, había de ser tomada y observada como el reflejo de algo que estuvo y ya no está, a lo que él se refería como tiempo “ecrasé”.
Nuestro nuevo académico, acaba de recordarnos que “La fotografía siempre nos habla de lo que ha acontecido y que nunca más acontecerá, es el eterno pasado presente”. Es, por tanto, una persona preocupada como Barthes por ese extraño espacio en el que todos coincidimos y del que cada uno extrae conclusiones o consideraciones diferentes. Ese “pasado-presente” que nos sugiere un lugar nebuloso, un estadio intermedio más poético que vivido, me recuerda las palabras del gran poeta sevillano Luis Cernuda:

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Pues bien, de ese horizonte, Ángel Marcos selecciona fragmentos en los que personas, cosas o simplemente las ausencias intuidas, presentan ante nuestros ojos una línea imaginaria que limita nuestra visión y sirve de eje a nuestra común realidad. Y en aquellos fragmentos es donde sitúa el centro de nuestro interés, el punctum barthesiano, para contarnos algo: innumerables son los relatos del mundo, solía decir Barthes, e innumerables son las propuestas de Marcos, cargadas de una poética diferente que nos permite observar y leer en unas coordenadas distintas de la realidad o del sueño. Manel Clot afirmaba que no siempre la alternativa de lo real es (sólo) lo onírico y es precisamente en ese campo visual donde las cosas se leen de forma diferente, en el que nos adentra Ángel Marcos proponiéndonos un viaje original y propio.
Alguien recordaba al hablar de la cámara fotográfica que no hay nada menos objetivo que un objetivo y éste sería el momento de aplicarlo. Ángel Marcos recurre constantemente a sus propios recuerdos, a los paisajes de su infancia, para enfocar o desenfocar el mundo de modo subjetivo y sugerente, e iluminar con la incandescencia de su magnesio los rincones más ocultos de la posibilidad. En suma, para sustituir la realidad por lo atractivo, para seducirnos con sus propuestas.
A esa misma seducción han sucumbido algunas de las mejores galerías del mundo exponiendo parte de su obra que ha recorrido así países de Europa, América, África y Asia y ha recalado en Bienales como las de la Habana o Venecia. Museos, colecciones privadas, Institutos, Centros de Arte o Círculos de Bellas Artes han sido testigos de esas mismas propuestas que han llevado como títulos “Obras póstumas”, “La Chute”, “La mar negra”, “Los bienaventurados” o “Alrededor del sueño”, frases calculadas que son todo un catálogo de ideas en movimiento y un revulsivo para el pensamiento adocenado.
David Lynch, en sus escritos reunidos bajo el título de “Atrapa el pez dorado” utiliza unas palabras del Ramayana para hacernos pensar: “La Verdad –dice el texto tradicional de la India antigua- hace arder el fuego y moverse el aire, hace brillar el sol y crecer la vida. Detrás de todo se esconde una verdad oculta. Encuéntrala y vencerás”. Y subraya Lynch: “Sé fiel a ti mismo. Que resuene tu voz, no permitas que nadie la manipule. Nunca rechaces una buena idea, pero nunca admitas una mala. Y medita”.
De esa meditación podremos extraer la luz y esa luz –sea producida por el magnesio o por un diodo emisor- tendrá múltiples facetas que nos acercarán a la Verdad, esa Verdad que suele exigir que contrastemos lo diferente con lo conflictivo.
Dejaré al lector de este discurso que se entretenga siguiendo el currículo de nuestro nuevo académico, que sorprende por su variedad y asombra por su complejidad, combinando exposiciones con publicaciones y siempre con el aval de reconocidas figuras de la literatura, la filosofía o el arte.
Por todo esto y por su calidad humana, me complace dar la bienvenida a esta Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción a un gran artista y a una gran persona. He dicho