LEER TIENE PREMIO
EL DÍA DE VALLADOLID
La costumbre de la lectura
10-11-2007
Creo que la lectura ha sido, tanto como la música, mi entretenimiento favorito, particularmente en aquellos momentos en que buscaba la luz en medio de nubes espesas y oscuras que amenazaban con convertirse en tormentas catastróficas. Pocas cosas en la vida me habrán hecho tanto bien como refugiarme en la lectura de textos como el del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa, o en la prosa antigua y elegante de la Gertrud de Herman Hesse. A veces, fragmentos de esas u otras obras me venían a la memoria y me seducían por segunda o tercera vez, obligándome a descubrir la vida y presuntos secretos de sus autores, las circunstancias difíciles o dramáticas en las que los escribieron y el fondo filosófico o moral que dejaron impreso para uso, disfrute y aprendizaje de las siguientes generaciones. Testimonios como el dejado por Cesare Pavese antes de suicidarse (“No más palabras. Un acto. No volveré a escribir”) me convencían de la sinceridad indeleble de la escritura frente al gesto o al pensamiento, deshechos casi inmediatamente después de ser tenidos. He aprendido más con El jardín de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani, o con La brevedad de la vida, de Séneca, o con el Miedo a la libertad, de Erich Fromm, que con cualquier circunstancia de la vida en la que, aparentemente al menos, se daban las condiciones necesarias para haber recibido lecciones. Los libros me han moldeado, porque han llegado además en momentos críticos en los que buscaba esas explicaciones que dieran sentido a los acontecimientos o que justificaran mi existencia. En ese aspecto debo agradecer a mis padres el fomento temprano de la lectura –recuerdo con placer que los libros estaban en el despacho de mi padre, siempre más silencioso que el resto de la casa- y la selección heterogénea de aquella pequeña biblioteca que, sin pretenderlo, despertó en mí la curiosidad abierta por todo…No hay duda: leer, tarde o temprano tiene premio.