Joaquín Díaz

CONCIERTOS EN PORTUGAL


CONCIERTOS EN PORTUGAL

El viaje a Portugal en 1969

27-06-2007



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A mediados del año 1969 la filial de Sonoplay en Portugal, cuyo director era Carlos Pérez Alvaro, me preparó una gira por el país vecino. Creo que nunca olvidaré los días que pasé entre Lisboa, Coimbra y Oporto, aunque he intentado más de una vez rememorarlos con otras visitas. Entre Pérez Alvaro y Antonio Rolo Duarte, director de promoción, me habían preparado conciertos, actuaciones en televisión en los programas más importantes, entrevistas en todos los medios…Una experiencia agotadora pero gratificante. Entre todas las actuaciones se llevaron la palma las de la Universidad y la del Teatro Vilaret, con llenos absolutos en ambos casos. Recuerdo que a esta última acudió José Afonso dos Santos con quien ya había estado el día anterior en Oeiras,, hablando y cantando en casa de unos amigos del todavía clandestino Partido Comunista Portugués. A aquella cita, preparada especialmente para charlar con el musicólogo Fernando Lópes Graça, vino también Adriano Correia de Oliveira. Las canciones, hermosas, sugerentes, antiguas, diversas, surgieron espontáneas y duraron horas. Me impresionó la tristeza en la sonrisa de Zeca. Pensé entonces que la situación política y social de Portugal le mantenía abatido…Fue una noche especial, igual que aquella en que conocí a Alfredo Marceneiro y Carlos do Carmo, pasado y presente del fado. Siempre que tuve oportunidad a partir de aquel momento me hice representante y abanderado de la música portuguesa en España y, aunque ahora ya no tenga ninguna trascendencia, todavía lo sigo siendo. Enamorado del fado, de la guitarra de Carlos Paredes, de la sensibilidad de Paulo de Carvalho, del virtuosismo de Julio Pereira…Pero también de la maravillosa gente de Portugal. Viajando por los Estados Unidos me sucedió una anécdota graciosa: el avión en que debía desplazarme de una ciudad a otra no pudo salir por causa de la nieve y los organizadores del concierto local me sugirieron que hiciese noche en el College que había acogido el acto. Asi lo hice y a la mañana siguiente bajé al comedor, donde se servía el desayuno en mesas preparadas para cuatro personas. Al azar busqué con la mirada una silla libre y la encontré en una mesa que ya ocupaban tres estudiantes. La conversación, que inicié por educación, giró en torno al lugar de origen de cada uno de los presentes y me sorprendió saber que uno de ellos era portugués y que estaba terminando ingeniería en aquella Universidad. Le pregunté, también por cortesía, por la situación política en su país y me contestó que la seguía de lejos, pues su familia, seguidora del general Spínola, había tenido que emigrar a Brasil. Se emocionó al hablar de la revolución de abril y más aún cuando me contó los momentos en que comenzaron a sonar por la radio las canciones que luego serían la señal de aviso para el inicio de una nueva etapa en la historia del Portugal moderno: “Allí estaban –decía- las voces de José Afonso, Luis Cilia, Adriano Correia, Joaquín Díaz…” Me quedé helado. Le pedí que me repitiera el último nombre y no tuve luego más remedio que confesarle quién era y narrarle a marchas forzadas –el avión pretendía salir en una hora y media- mi aventura americana y escuchar la suya hasta que nos despedimos como hermanos sin patria o, mejor dicho, con los recuerdos como lugar común para un fugaz encuentro…
Otro personaje singular con quien me entrevisté en Cascaes fue el investigador y folklorista Michel Giacometti, corso de nacimiento pero luso de adopción y por convicción. En su casa estuvimos varias horas escuchando y comentando sorprendentes grabaciones de las que había realizado durante casi veinte años creando un verdadero archivo histórico de la voz.