02-04-2004
José Delfín Val, que es ante todo un amigo, me pide que presente hoy su último libro sobre dulzaineros y redoblantes. Espero tener en esta ocasión más acierto y fortuna que en la anterior, realizada en la Casa de Cervantes y en la que me confesó que casi no se reconocía en la descripción que hacía de él. Bueno, todos tenemos varias personalidades que usamos según la ocasión lo propicie y a veces, por estar alguna dentro de nosotros y un poco escondida, no reparamos en que resulta muy evidente para los demás...
José Delfín y yo nos hicimos amigos en la carretera, recorriendo la provincia de Valladolid por encargo de la Diputación –y especialmente de su Presidente Miguel Molero- para intentar catalogar y cuantificar las expresiones populares que todavía había en los pueblos y en la memoria de las personas. Por aquella época, José Delfín hacía un programa de radio de esos que crean afición y que se llamaba “Corazón de Castilla”. En él, entre otras cosas, Pepe hacía entrevistas a personas peculiares del medio rural que, además de demostrar en la conversación por qué eran peculiares, se veían arrastradas al centro de un ruedo imaginario por el exquisito arte torero del entrevistador, que de cada conversación sacaba una buena faena y además conseguía que los aplausos fueran para el toro, con perdón. La gente del medio rural estaba tan atenta a aquellos programas y los seguía con tal fervor –era la primera vez que alguien se ocupaba en directo de ellos, con nombres y apellidos- que todavía se recuerdan, después de veinte años, aquellas emisiones tan divertidas y tan llenas de contenido, que además nos abrían camino cada día, pues la gente nos esperaba con curiosidad. José Delfín, que siempre ha sido un gentleman salamanquino, descubrió con sus entrevistas en aquella serie, más valores de los que sus interlocutores pensaban que tenían, y no pocos de ellos comenzaron a creer de verdad en las virtudes de la tradición cuando sacaron a la luz los buenos paños que tenían guardados en el arca y que no conocían ni sus propios hijos.
Pues precisamente de aquella época data el origen de las investigaciones del autor en el mundo sonoro y, por supuesto, en el entorno de los músicos populares. Desde el comienzo del trabajo, José Delfín mostró predilección por el tema de los dulzaineros y tamborileros y, con perspicacia periodística e intuición casi policíaca, inició sus primeras pesquisas para desentrañar la genealogía casi anónima de los muchos artistas pretéritos que había dado la provincia. Allí aparecieron linajes famosos como los Mundaco, los Pichilines, los Herrera, los Bernal y tantos otros que dieron apellido a las fiestas vallisoletanas durante más de un siglo. Sin ellos, sin su vocación y esfuerzo, las gentes se hubieran enamorado con más dificultad, habrían sido más tristes y habrían disfrutado de menos momentos gloriosos en el baile o en la procesión...
Después de aquel trabajo de recogida de datos que se publicó en el Catálogo Folklórico de la Diputación, cada vez que me encontraba con José Delfín me ofrecía o me hablaba de un dato nuevo: “tengo una fotografía de fulanito o la partida de nacimiento de mengano, aquél que decían que estuvo amontonado con dos hermanas...¿te acuerdas?”. El archivo se iba engrosando y más y más personajes entraban a crear una trama densa y riquísima. Se imponía ordenar todo eso y darlo forma.
En esa tarea ha empleado José Delfín buena parte de su actividad reciente. Y de ese trabajo es fruto el libro que hoy se presenta al que además –como no podía ser de otra manera en tiempos de adelantos tecnológicos- acompaña un CD con algunos de los mejores toques de dulzaineros, componiendo una especie de mosaico festivo extendido a lo largo de todo un día, de diana a diana. No olvida tampoco el autor a las nuevas generaciones, a las escuelas nacidas al abrigo del esfuerzo y el cariño de todos estos años pasados. Escuelas y alumnos que buscan un repertorio variado –antiguo y moderno, al que contribuye este libro con las transcripciones de Elías Martínez, magnífico dulzainero él mismo, que convierten el trabajo en una guía teórico práctica de primera magnitud.
Sólo me queda apostillar mi breve intervención con una reflexión: tal vez aquel experimento que iniciamos hace más de veinte años, de dar el protagonismo merecido a los músicos populares, no salió tan mal. Por el contrario, salió tan bien que se me antoja pensar que si hubiésemos hecho los experimentos con gaseosa, como mandan los cánones paremiológicos, tal vez no se habrían cerrado tantas fábricas de gaseosa...
Finalizo: el resultado de aquella aventura lo ha rematado José Delfín Val con su maestría habitual y está a la vista. Hay que darle las gracias y felicitarnos también porque una editorial de aquí y de tanta solera como Castilla Ediciones haya dado cobijo, con una presentación y maqueta tan cuidadas, a un trabajo que se lo merece de verdad. Enhorabuena.