Joaquín Díaz

HOMENAJE A MARGIT FRENK


HOMENAJE A MARGIT FRENK

Elogio de la gran investigadora

05-11-2006



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Conocí algunas de las obras de Margit Frenk hace muchos años, cuando la juventud y el interés me impulsaban a leer todo lo que existiera publicado sobre el multiforme mundo de lo popular. Me impresionó desde el primer momento el rigor de su trabajo, la honradez intelectual de sus planteamientos, su esfuerzo por ordenar y clasificar, su compromiso con la palabra y sus efectos. Poco más tarde fui conociendo a muchos de sus discípulos. Todos se enorgullecían de haber trabajado con ella, para todos era más importante haber convivido con Margit que los títulos que pudieran haber obtenido después. De sus palabras se deducía un afecto y una admiración especiales hacia una persona que les había formado humanamente en la disciplina, que les había transmitido la idea de que el conocimiento es bello y sirve para embellecer la vida, que les había enseñado a preguntarse en vez de ayudarles a encontrar respuestas.
Mi admiración por Margit ha ido en aumento conforme he ido recibiendo a esos alumnos y a medida que he ido descubriendo también la profundidad y alcance de su obra, casi inabarcable por su capacidad para relacionar, por su curiosidad impenitente hacia el ser humano y sus expresiones.
La Fundación Machado ha acertado plenamente al premiar a uno de los personajes más queridos y respetados en el mundo del hispanismo. Ese gran mago del lenguaje que fue Jesús de Nazaret decía en uno de los momentos estelares de transmisión de sus conocimientos, que “por sus frutos los conoceréis”, refiriéndose a quienes tenían a su cargo el difícil oficio de enseñar o de profetizar. Si nos atenemos a esa célebre frase del sermón de la montaña, transmitida por el evangelista Mateo en uno de los escritos sinópticos, tendremos que coincidir en el hecho de que a pocas personas le viene mejor que a Margit el pensamiento de Jesús. Sus frutos, sus publicaciones y sus alumnos, cantan la gloria de una persona que ha dedicado la vida entera a mejorar la opinión que los propios hispanohablantes teníamos de nuestro patrimonio.
Margit nos ha enseñado a reflexionar sobre las relaciones que existen entre la palabra hablada y la palabra escrita, entre la oralidad y la escritura. Una de las diferencias, sin embargo, me ayudará a terminar este breve discurso. En la palabra hablada se da, de forma inequívoca, la posibilidad de mostrar una intención, de verbalizar un sentimiento. Quisiera hacerme eco del sentimiento de todos los que aquí estamos y los que habrían querido estar, para agradecer a Margit su obra y para demostrarle nuestro afecto y nuestra más sincera admiración. Gracias, Margit.