Joaquín Díaz

EL TORO EN EL FOLKLORE CASTELLANO


EL TORO EN EL FOLKLORE CASTELLANO

La tauromaquia en la tradición

12-03-1998



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El toro es un animal que, por sus características especiales y ejemplares, se ha convertido en un símbolo para diferentes culturas.No es necesario mencionar la importancia que el culto al toro o su presencia en ritos agrarios ha tenido a lo largo de los siglos en civilizaciones muy apartadas unas de otras.Desde Japón y China hasta Madagascar fue objeto de adoración por su fuerza, mientras que su carne y sangre se utilizaban en rituales colectivos de carácter fecundador, con la finalidad de adquirir sus propiedades o de dar cosechas prósperas, respectivamente.El área mediterránea, y en particular aquella en que nace y se desarrolla la cultura de la que proceden nuestros conocimientos, tuvo especial predilección por determinados animales a los que relacionó con planetas y estrellas, y a los que situó dentro de esa banda imaginaria que abarcaba el cielo y a la que los astrónomos llamaron desde la antigüedad Zodiaco, es decir representación de animales.Justamente el segundo signo de ese firmamento se denominó Tauro, por la figura de toro que formaban las estrellas que componían su imagen.Desde el siglo XVI, los calendarios y almanaques -esas publicaciones que tenían a su cargo la difusión de conocimientos sintetizados y sencillos- se aplicaron a la tarea de propagar en España esos saberes antiguos sobre el cielo y sus misterios, relacionándolos con el cuerpo humano y el tiempo atmosférico.Uno de los más conspicuos escritores de esas cronologías fue Rodrigo Zamorano, cosmógrafo y piloto mayor del rey Felipe II, quien en 1594 publicó el llamado Reportorio de la razón de los tiempos, de cuyo interesante texto traigo aquí un fragmento en el que Zamorano relaciona poéticamente el signo de Tauro con el rapto de Europa, la bella doncella hija de Agenor, rey de los Fenicios: "Significando por esta fábula la virtud de este signo cuando el sol está en él, que saca de los encerramientos de la tierra la hermosa virtud de producir flores, mediante el templado calor suyo y las blandas aguas que caen en este tiempo:y así, pintaron al toro y Europa muy adornados con guirnaldas de diversas flores.También fingieron que Júpiter se había trasmudado en este toro para gozar de la hermosura de esta doncella, entendiendo por Júpiter este aire que nos rodea, que goza y se hincha del suavísimo olor que de sí en este tiempo expiran las plantas"(1). Para terminar de dar cuerpo a esa visión alegórica del cornúpeta abstracto, la Iglesia Cristiana, desde sus primeros siglos y basándose en el Apocalipsis de San Juan, dio al animal un significado prevalente.En el texto apocalíptico se desarrollaba la descripción que el sacerdote y profeta Ezequiel hacía de la aparición de Yavé a orillas del río Kebar montando en un carro del que tiraban cuatro seres.Leemos en Ezequiel:
" Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente:tenían forma humana.Tenía cada uno cuatro caras y cuatro alas cada uno.Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey...En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda y los cuatro tenían cara de águila" (2).La descripción posterior del Apocalipsis, que ya he mencionado, habla de los vivientes que rodean el trono de Dios: "El primer viviente, como un león;el segundo viviente, como un novillo;el tercer viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo" (3).Los Santos Padres, al hacer la exégesis de estos textos, quisieron ver en estas características la naturaleza de los propios ángeles:inteligentes, trabajadores, poderosos y veloces, como el hombre, toro, león y águila respectivamente.Sin embargo, la tradición cristiana no se puso de acuerdo en la asignación de los símbolos a los evangelistas, aunque la correspondencia más común atribuía a San Lucas el toro, a San Marcos el león, a San Mateo el hombre y a San Juan el águila.En España, no obstante, (y probablemente basándonos en otras fuentes de conocimiento -tal vez las que relacionaban a los cuatro animales con los cuatro elementos, siendo en ese caso el toro la Tierra-) San Marcos estuvo siempre acompañado por el toro.Tanto es así, que la tradición oral no conoce prácticamente otra fórmula y cuando enfila la sátira -lo cual sucede muy a menudo- llega a llamar mayordomos de la cofradía de San Marcos a los maridos que ostentan en su frente los mismos atributos que el animal que acompaña al evangelista.Por qué la tradición española se inclinó por este emparejamiento ignorando lo que la Iglesia recomendaba en su iconografía oficial, no lo sabemos a ciencia cierta, pero es evidente que la propia biografía de San Marcos, a quien San Pedro encargó que cuidara de sus tierras cuando se fue a Roma (según dice la leyenda), y su martirio final sufrido a manos de unos sacerdotes de Alejandría que le arrastraron tirando de una soga y gritando que le llevaban al matadero, contribuyó grandemente a que se le considerara uno de los santos protectores del agro y del pecuario.
Finalmente la heráldica, entre las muchas figuras que sitúa en el campo de los escudos con un sentido simbólico, reproduce la imagen del toro, colocándolo casi siempre en postura pasante
-es decir como si pareciera que anda- o rampante.Más raramente corriendo o echado.En cualquier caso, como representación de arrojo y nobleza en quien porta tales armas.
Ciñéndonos ya al terreno de lo concreto, recordaremos que al toro se le considera o se le admira -lo acabamos de ver- por dos razones fundamentales:su fuerza física, adobada con una valentía que en un animal podríamos llamar fiereza, y su capacidad para engrendrar, lo que le convierte en un símbolo de fecundidad. Veamos brevemente ambos conceptos.
Las dos cualidades, a las que se podría añadir la derivada del uso de su sangre con un sentido purificador, son tan atractivas para el ser humano que éste llega a inventar fórmulas para adquirirlas o para imbuirse de sus propiedades y ventajas.Esa aspiración la encauza de dos formas bien diferentes:imitando al animal y tratando de ser como él por medio de la ingestión de su carne o sangre, o bien enfrentándose a él bajo las formas y consecuencias que ahora explicaré.
Veamos cómo se imita al toro y cómo se le parodia en Castilla y León:Si lo que voy a comentar tiene todavía hoy suficiente vigencia, es fácil comprender que en fechas pretéritas tanto la costumbre como el área geográfica que ocupaba tuviesen mayor importancia.
1.Imitación del toro.En el caso de los toros falsos, en los que por medio de un armazón con cuernos se imitaban las costumbres del animal, había una zona muy amplia donde, fundamentalmente por la época de Carnaval -es decir desde el 17 de enero hasta el miércoles de Ceniza- se representaba de diversas formas esta ceremonia mimética.Localidades de Palencia, Zamora, León y Soria, junto con otras de Madrid, Ciudad Real, Guadalajara, Cáceres, etc, (4) conservaron hasta tiempos recientes la costumbre, llevada a cabo por los mozos o quintos del año, de correr la vaca, es decir que uno de los mozos, disfrazado con el armazón susodicho, persiguiera por las calles de la localidad sobre todo a las mujeres y a los forasteros.Después de este ritual se hacía una cuestación por las casas pidiendo para una merienda comunitaria -o para la cofradía, si era este tipo de asociación la que se encargaba de la petición- y finalmente había un simulacro de sacrificio del animal que culminaba bebiendo entre todos su sangre que, naturalmente, estaba representada por vino y, por cierto, vino abundante.Esa comunión en torno a la sangre o carne del toro se practicaba y se practica en numerosas localidades de la Península, llegando en algunos casos a preparar como guiso las turmas del animal para absorber su fuerza genésica siguiendo el conocido principio básico convertido en proverbio que dice:" de lo que se come se cría".
2.Enfrentamiento con el toro.De la lucha con el toro, del desafío y combate físico, se pueden derivar dos consecuencias:salir derrotado, lo cual finaliza normalmente con una tragedia, o salir vencedor, lo cual puede llevarse a cabo haciendo uso de una fuerza extremada, de la habilidad o de la astucia.
Las tragedias vamos a seguirlas a través de tres romances -el romance es un género cuyas características de argumento cerrado son apropiadas para el desarrollo de leyendas y relatos trágicos-cuyo contenido gusta y se mantiene todavía en la tradición oral de nuestra Comunidad.El primero, que se extiende por las provincias de Salamanca y Valladolid, además de la de Cáceres, fusiona dramáticamente la lucha del hombre y el toro con las consecuencias que puede acarrear la desobediencia a los padres;en realidad refleja, para advertencia de los más jóvenes, los peligros de abordar la mocedad sin estar en condiciones para afrontar sus riesgos y responsabilidades:una viuda prohibe a su hijo ir a una corrida que se celebra en un pueblo cercano y, al ser desobedecida, le maldice.El resultado se puede adivinar;el toro le mata y la madre enloquece:
-Madre déme usted la ropa/ que me voy a la corrida
a ver al torito bravo/ y ponerle banderillas.
-La ropa no te la doy/ ni a la corrida te vayas.
-A la corrida he de ir/ aunque la lleve prestada.
-Permita Dios, hijo mio,/ y la Virgen del Rosario
que si a la corrida vas/ que te traigan en un carro.
Se presentan en la plaza/ cuatro mozos muy gallardos
preguntando por el toro/ el torito valenciano.
Y qué edad tenía el toro/ al vaquero preguntaron
y el vaquero les responde/ -El toro tiene cuatro años
y la leche que mamó/ se la di yo por mi mano.
Manuel Sánchez llamó al toro/ nunca le hubiera llamado,
de la primera cornada/ se la ha dado en el costado.
Ya le ponen un pañuelo/ Ya le meten entre cuatro
y entonces dijo el torero/ -Yo me muero, yo me acabo.
y entonces dijo el torero: -Que me lleven en un carro.
Engancharon carro y bueyes/ y a Manuel Sánchez llevaron
y al llegar en cá la viuda/ allí pararon el carro.
-Tenga, tenga usté a su hijo/ que ya puede amortajarlo
/ prepárelo la mortaja
que esta fue la maldición/ que le echó al salir de casa.(5)
Como se habrá podido comprobar, el famoso romance de los Mozos de Monleón es una variante local salmantina de este trágico texto.
Otro caso, el de la joven que pierde a su novio al ser corneado y muerto por un toro, refleja también de forma admirable una circunstancia más de las muchas que se pueden derivar de la posibilidad constante de enfrentamiento entre un mozo y un toro en el campo.
En tierra de Salamanca/ hay una niña muy guapa
que se llama Teresita/ que Teresita se llama.
Su novio la viene a ver/ tres veces a la semana,
esta semana no vino/ ni tampoco la pasada.
Un domingo mientras misa/ asomada a la ventana
vio venir a un caballero/ montado en yegua lozana.
-¿Qué noticias nos traerá/ el de la yegua lozana?.
-Las noticias que te traigo/ son para ti muy pesadas.
Es que Francisco está malo/ está muy malito en cama,
que ayer tarde en el toril/ le dio un toro una cornada
y si le quieres ver vivo/ montarás en esta jaca
y si le quieres ver muerto/ montarás a la mañana.
Al ir por medio el camino/ ya redoblan las campanas,
al entrar en el corral/ ya le sacan en la caja.
-Adiós, Francisco querido, /adiós, Francisco del alma,
que me has quedado viuda/ sin haber sido casada.(6)
El último caso, contempla de nuevo la tipología del mozo imprudente y mal aconsejado por sus amigos al que un familiar -su hermana ahora- advierte del peligro del juego de los toros.
Diego Gil se llama el mozo/ Diego Gil su nombradía
y está el torito en la plaza/ y el torero a salir iba.
Le ha metido el toro el asta/ entre paleta y costilla
que le ha tirado por alto/ y en tierra cayó sin vida.
Diego Gil mira hacia el sol/ por ver la hora en que expira.
No le lloraba su madre/ ni padre, que no tenía,
sólo le llora una hermana/ le quiere como a ella misma.
-Bien te lo decía, hermano,/ hermano, bien te decía
que no fueras capitán/ de esa gente tan lucida.
Quien te ha visto esta mañana/ con una faja ceñida
te tenga que ver ahora/ con una mortaja encima...

Entre las historias que reproducen el hecho de salir invicto el individuo en su enfrentamiento con el toro están, preferentemente, los milagros en los que un santo o la Virgen amansan la fuerza del animal o la mitigan.Bien conocida es la Cantiga CXLIII en la que Santa María pone patas por alto al toro que iba a embestir a un clérigo devoto suyo.Menos populares pero muy interesantes también son los casos del "toro de San Marcos", celebrado en el oeste peninsular, alentado por las cofradías que honran al santo evangelista.Localidades de Salamanca, Zamora, Cáceres y alguna otra provincia portuguesa cercana (7) celebraban el 25 de abril una curiosa ceremonia cuyo principal objetivo parecía ser el amansamiento de un toro.Miembros de la cofradía iban a buscarlo al campo y tanto la tradición oral como diferentes documentos escritos afirman que al ser tocado por la vara del mayordomo, doblegaba su fiereza y se convertía en un dócil animal.En esas circunstancias y rodeado por los cofrades, el toro iba a la población donde se había de celebrar la fiesta y, después de bautizarlo y de hacer una cuestación con él por todo el pueblo a favor de los hermanos de San Marcos, se le llevaba a la iglesia, en cuyo interior permanecía muy sosegado, dejando incluso que las mujeres y los niños le tocasen, hasta que terminaba la misa y se le reintegraba a su habitat natural donde recuperaba su anterior fiereza.Las múltiples interpretaciones que esta ceremonia suscitó a lo largo de la historia merecerían por sí mismas una charla aparte, pero abreviando diré que el célebre Doctor Laguna, y otros después que él, cree o supone que los cofrades emborrachaban al astado para dejarle reducido a tal mansedumbre.Feijoo y algunos más opinan que el toro era educado desde muy pequeño para comer de la mano y acercarse a una persona, que era precisamente la que después se encargaba de ir a buscarlo al campo;había quien pensaba también que el toro elegido aprendía la costumbre y después la repetía inteligentemente.En fin, opiniones para todos los gustos y explicaciones diversas para un hecho cuya casuística venía a demostrar que, ni siempre podían traer tan fácilmente al toro del campo ni, en caso de que lo trajeran, se comportaba como debía en todas las ocasiones.Feijoo mismo escribe sobre el caso oido en Almendralejo en el que el astado se enfureció de pronto y la emprendió a cornadas con las andas y con la imagen del santo evangelista, escapándose seguidamente.
Muchas otras historias contadas por diferentes cronistas hacen buena la teoría de que el verdadero milagro era que saliera bien la ceremonia.Tal vez por esto mismo el papa Clemente VII a fines del siglo XVI ya prohibió la costumbre y el rey Fernando VI envió en 1753 una carta al obispo de Salamanca dejando muy clara la opinión Real sobre el tema:
"Ilmo.Sr:
Habiendo sido servido S.M. remitir al Consejo escrita representación a fin de que diese la providencia conveniente a que cesase enteramente y se quitase de raiz la ceremonia supersticiosa observada de muchos años en los Pueblos de Extremadura y en algunos de la provincia de esa ciudad en los que la víspera o día de san Marcos por las cofradías de esta advocación, cura, religioso y escribano, se saca un toro de la vacada, llamándole Marcos y llevándole después a la iglesia en procesión y aun a las casas para lograr mayores limosnas, y conviniendo remediar semejante abuso tan perjudicial a las buenas costumbres, mal sonante a la veneración y decencia tan debida a las iglesias, además de resistirlo y estar prevenido por ley del Reino, que no entren en ella bestias algunas:
Ha acordado el Consejo que los Corregidores de Extremadura y esa ciudad con las más graves penas y multas a las Justicias y cofrades de los pueblos de su distrito y donde hay este pernicioso abuso, no saquen ni lleven en manera alguna la víspera o el día de san Marcos el toro de las vacadas ni de otra parte, no entre en la iglesia para procesión ni mostrarlo en manera alguna en las casas, ni aun enmaromado, y ha mandado prevenga a V.I. que como en esta escandalosa función se mezclan clérigos y religiosos, para que más bien tenga observancia la providencia, disponga V.I. se contengan las personas de su fuero, que con demasiada ignorancia no han reflexionado los engaños que hay en estas maniobras ni los gravísimos perjuicios que de su concurrencia se siguen a los pueblos, que tienen por milagro lo que no es, ni hay motivo de que sea por ser sólo una diabólica invención" (8).
Diabólica invención no fue -digo yo-, pues todas las cofradías perseguían demostrar el poder que Dios otorgó a su santo Marcos de amansar animales fieros, lo cual es propio de devotos y digno de elogio.Los estatutos de alguna cofradía lo dejaban bien claro:
"Y para que se conozca el poder y maravillas que dio el Señor a nuestro santo, entre otras muchas que ilustran su vida, en orden a amansar fieros animales, así como leones, no habiendo en esta región más bravura que la del toro, ha de haber uno que lo hayan ofrecido al santo o comprado de limosnas, y la víspera en la tarde, cuatro regidores en cuerpo, con las varas del santo en la mano, han de entrar en la iglesia y con rendida obediencia ante nuestro santo, de rodillas, han de pedir a Dios por su intercesión que aquel feroz animal que van a buscar deponga su braveza, y humilde y halagüeño venga a festejar la fiesta del Sr.S.Marcos para que conozcamos la virtud de nuestro santo, pues aun los más fieros y fuertes animales se postran humildes y mansos a sus plantas.Hecha esta oración, formando coro, irán rezando el rosario hasta donde se hallase el toro, sin que vayan otras personas sino los cuatro regidores y un mayordomo, porque el otro y demás regidores -otros cuatro- se han de quedar para salir en procesión con el santo.En llegando los que fuesen a vista del toro se han de hincar de rodillas con grande devoción y han de volver a pedir a su Majestad que si conviene sea servido, mediante nuestro santo, permitir que el toro, depuesta su bravura, amable y halagüeño, se venga con los regidores y mayordomo a celebrar la fiesta del Sr.S.Marcos a la iglesia donde se celebra, y hecha esta súplica se han de levantar y con todo orden arrimarse al toro, y teniéndolo como rodeado en el medio le han de decir con grande fe estas palabras:`Marcos, de parte de Dios nuestro Señor y del glorioso evangelista San Marcos, te exhortamos, requerimos y mandamos que depuesta tu bravura, manso y halagüeño, te vengas con nosotros a celebrar las vísperas y fiesta de nuestro devoto y señor San Marcos´. Y puesto el mayordomo delante le ha de decir:`Ea, anda, Marcos´. Y rodeado de todos le traerán, diciendo siempre con grande fe el rosario y letanías de la Virgen.Y si quisiese hacer fuga lo castigarán con las varas, diciendo:`Tente, Marcos´, y en caso necesario repetir las palabras antecedentes hasta que obedezca" (9).
Los estatutos continúan describiendo las ceremonias ya comentadas de las que, a la vista de las crónicas, cualquier contingencia podía derivarse.
Terminaremos este apartado de la fuerza física del toro con una curiosa costumbre que también nos atañe.Hay documentación diversa sobre las luchas de toros provocadas entre dos ayuntamientos, en los límites de sus términos, para dilucidar con ese espectáculo y basándose simplemente en qué animal tiene más fuerza, algún litigio de esos que no tienen solución actuando bajo el dominio de la razón.Julio Caro Baroja reproduce en El estío festivo, un texto que apareció en "La Gaceta Regional" de Salamanca el 11 de septiembre de 1938 firmado por Pedro Alvarez y que dice así:
"Allí los llevan con rústica solemnidad, fanfarria, los de uno y otro bando, después de pasturar bien a los reñidores con algarrobas maceradas en vino.En el encuentro magno de los dos animales se esparce un efluvio caliente que enardece los sentidos y seca la boca del que los contempla.La fuerza bruta, el peso y la materia es como si decidieran entonces el prestigio y la fama de valientes que llevan los mozos del lugar" (10).
Después, Caro Baroja se extiende hablando de otros casos en los que el rito pasó al derecho consuetudinario, sirviendo para aclarar dudas sobre límites entre poblaciones, que se sentían verdaderamente representadas por los dos toros, enfrentados para solucionar a topetazos una cuestión jurídica.
Hablemos algo del tema de la fecundidad, otra de las facultades que el ser humano envidiaba del toro.Alonso de Herrera, autor de la Agricultura general -tratado agropecuario que ha llegado hasta nuestros días- y uno de los primeros detractores de la muerte inútil o denigrante del toro en espectáculo público -"en nuestra España (dice), matan los toros con peligroso placer echándoles lanzas y garrochas como si fuesen malhechores, no teniendo culpa"-; Alonso de Herrera, repito, escribe y fija las señales que debe tener un buen toro para casta:" Ha de ser de cuerpo ancho, que sea cuadrado, la frente ancha y vellosa; las orejas muy peludas y vivas, los ojos prietos, las narices muy romas, y grandes y anchos los bezos y prietos.El cuerno corto y gordo y cuanto más negro se pudiere.Grande papada que cuelgue mucho, ancho pecho, ancho de lomo y aguja, corto de hijada, no ventrudo, que los barrigudos no pueden tomar bien las hembras...Son tenidos por mejores que tengan las colas delgadas, largas hasta el suelo y muy pobladas, y los pelos crespos que van haciendo ondas"...(11).
No es éste el lugar para dejar constancia de lo importante que ha sido el cuidado de la casta en el toro desde esa época (siglo XVI) y particularmente a partir del siglo XVIII hasta nuestros días;hay textos muy curiosos, como el que reproduce Evaristo Correa Calderón en su antología sobre los Costumbristas españoles y que se debe a la pluma de Serafín Estébanez Calderón y en concreto a la obra Toros y ejercicios de la jineta, en los que se deduce que la soledad del toro en el campo es una de las bases de su bravura. Al hablar del proceso por el que un animal salvaje como el toro llegó a convertirse, por su acometividad, en un auténtico espectáculo, escribe: "Para que los espectáculos de toros ofrezcan los lances y encuentros que forman el grande interés de ellos, es indispensable que los toros tengan cierto grado de valor y ferocidad.Nosotros creemos que estas facultados no se despertaron en las ganaderías españolas sino mucho tiempo después de la dominación romana, pudiéndose asegurar que tal mudanza en la condición y naturaleza de esta raza no pudo nacer sino del cruzamiento de especies diversas...Además de esto hay alguna consideración que puede explicar también satisfactoriamente esa energía rabiosa y esa ferocidad que distinguen a los toros de las campiñas de Castilla y de la Mancha y en las soledades de la parte baja de Andalucía.El toro, más que otro animal alguno, crece en ánimos y en coraje a medida que vive en lugares más apartados y desiertos, y en sitios más selváticos y rústicos, sin oir la voz del hombre y viendo solo los riscos, las selvas y las aguas".
Aparte de esto, conviene también reseñar la trascendencia que la potencia genésica pudo tener entre quienes consideraron a este animal como prototipo de fuerza y valentía.La sangre, y en ocasiones la carne, que supuestamente contenía todas esas virtudes, era consumida -real o simbólicamente- en un sacrificio común que reunía a mucha gente pero en particular a aquellos que por su edad y circunstancias podían necesitar más esas cualidades, que eran los mozos.Tenemos el ejemplo claro y conocido de las fiestas de San Juan en Soria, cuyo sentido es el mismo que anima semejantes ritos en muchos lugares del mundo y que James Frazer, el autor de La rama dorada, identificaba con la muerte y resurrección del espíritu del grano.Esto es, las primeras religiones animistas propugnaban la idea de que el grano, representación del alimento, del bienestar, de la vida, tenía alma y se encarnaba en personas o animales.El toro era uno de ellos, y su sacrificio o muerte, fuesen reales o fingidos, se llevaban a cabo en momentos del año en que parecía que la propia Naturaleza exigía un esfuerzo y una actitud positiva ante la posibilidad de que el ciclo anual pudiera interrumpirse.Así, el espíritu del grano, ese que se suponía que nacía de la mies cortada y hacía germinar después lo sembrado, recibía diferentes tratamientos y estaba presente en todo el proceso de la recolección, pues ese cuidado aseguraría una cosecha próspera al año siguiente.Lo mismo sucedía con la sangre de ese supuesto espíritu y no es extraño que todavía subsistan en España creencias que unen la muerte de los toros con el final de una sequía o con una producción agrícola abundante.
Hasta aquí hemos hecho un recorrido por aquellas fuentes, documentos y costumbres que justifican la consideración del toro como símbolo.Veamos ahora el segundo aspecto que anunciaba al comienzo de esta charla y que no es otro que el del toro como espectáculo.Sabemos desde el siglo XIII que diferentes leyes civiles y eclesiásticas hablan del juego de toros;tal vez la más antigua conocida es el Fuero de Zamora, probablemente del siglo XI pero cuya primera versión escrita es de 1289, que en el punto 86 dice textualmente: "Que ninguno corra toro dentro de la villa.Prohibimos que ninguno ose correr toro ni vaca brava en el centro de la villa, sino en el lugar que fue indicado que dicen Santa Altana;y allí cierren bien que no salga a hacer daño.Y si por descuido saliere, mátenlo para que no haga daño.Y aquel que esto contraviniese, pague cien maravedís de la moneda mejor que corra en esta tierra, la mitad para los muros de la villa y la otra mitad de los jueces, y enmendar el daño que el animal hiciese...".
Como vemos, todas estas amonestaciones se hacían en sentido negativo, advirtiendo terminantemente a los clérigos que se abstuvieran de asistir o participar en fiestas o actividades públicas relacionadas con tales eventos.Dicen, por ejemplo, unas constituciones Sinodales de Palencia del siglo XVI, en el Libro III, capítulo VIII:" Que los clérigos no jueguen a la pelota ni salgan al toro...Sínodo aprobante, mandamos que ningún clérigo de cualquier orden que sea, beneficiado o no beneficiado, sea osado a jugar a la pelota o a otro juego públicamente, ni salgan a la plaza a correr los toros con los legos" (12).
Abundando en ese sentido del comportamiento de los clérigos, se ordena incluso que ni siquiera "anden en coso do corrieren toros" (13).
Otra prohibición muy frecuente, de la que se puede derivar la sospecha de que estaba destinada a atajar una costumbre muy popular, es la de vetar las corridas de toros en los cementerios.En el libro de visitas que el obispo realizó al pueblo de Tudela de Duero se lee, en concreto en el año 1583, lo siguiente:
"Otrosí, fue informado el señor Visitador que se corren toros en el cementerio, adonde se entierra muy gran parte de los vecinos de este pueblo, en que se hace mucha ofensa a Dios y se pierde respeto debido al lugar sagrado, profanándole con un acto tan condenado y reprobado por Derecho y detestado por propio motu [se refiere al de Pío V de 1567] de su Santidad.Y para que cese tanto abuso, mandó el señor Visitador a la Justicia y Regimiento, so pena de excomunión mayor y de cincuenta ducados para la guerra que hace su Majestad contra infieles, que no los corran en el cementerio; y a los curas y beneficiados, so la dicha pena, lo impidan y ejecuten la dicha pena evitándolos de los Oficios".
La orden no debe de surtir el efecto deseado, pues dos años más tarde se anota de nuevo en el libro de visitas:
"...en ejecución de la visita pasada y atendiendo a la reverencia que se debe a la iglesia y su cementerio y que se profana corriendo en él toros, por ser acto tan reprobado y condenado por rito casi gentílico por propio motu de su Santidad, mayormente que se ha visto, como a su Merced constó por información, que haciendo los tablados en el dicho cementerio se han abierto algunas sepulturas y se han sacado parte de cuerpos humanos; y para que cese tanto inconveniente y la ofensa que de lo referido a Dios se hace en irreverencia a lugar sagrado,mandó so pena de descomunión mayor y de cien ducados para la guerra que su Majestad hace contra infieles, a los alcaldes, regidores y procuradores de este lugar, que de aquí adelante no corran ni consientan correr en el dicho cementerio; en la cual pena, siendo rebeldes, les hubo por condenados rebeldes, siendo sin otra declaración.
Y en razón que por información bastante constó a su Merced, que siendo alcaldes este año de ochenta y cinco Alonso Astete y Pedro del Río, y regidores Juan del Comeso y Fernando Burgueño y Luis Avilés y Francisco Lorenzana y Fernando González y procuradores Jerónimo Ares y Lope de Villamañán, corrieron toros en el cementerio de nuestra señora de esta Villa, día de la cruz de septiembre de este dicho año, condenó a cada uno de ellos en quinientos maravedís para esta dicha iglesia, a los cuales mandó, so pena de descomunión mayor, los den y paguen al mayordomo de ella dentro de nueve días que este mandamiento les fuere notificado, el cual término pasado, rebeldes siendo, les declaró por públicos descomulgados y mandó al cura o sacristán dentro de un día les notificase este mandamiento y al vicario, a las primeras cuentas, cargue al mayordomo esta condenación".
Un siglo después, parece que, no sólo no se ha corregido la costumbre sino que se sigue practicando en muchos pueblos más de Valladolid, como se puede deducir de la lectura del libro de visitas de Bercero:
"Otrosí, por cuanto su Merced se ha informado que en la placeta delante de la iglesia del señor Santiago se corren toros, vacas y novillos, llegando al cementerio y puertas de la iglesia por donde ha acaecido entrarse un toro dentro de ella, con indecencia grande de que se sigue irreverencia al santísimo Sacramento y lugar sagrado, y otros muchos inconvenientes que se deben obrar,y aunque en las visitas pasadas se ha procurado poner remedio mandando que no se corran toros en el lugar sagrado ni se encierren en el patio del hospital, lo cumplan y ejecuten los alcaldes de este lugar que son y fueren de aquí adelante, en virtud de santa obediencia y pena de excomunión en que incurran.Y no lo cumpliendo, los curas los denuncien y publiquen por excomulgados en virtud de este auto que sirva de mandamiento" (14).
Estos tres ejemplos serían ya suficientes para demostrar que, pese a las múltiples objeciones eclesiásticas y civiles
-recordemos las veces que se suplicaba a los reyes que no se corriesen toros por los destrozos que ocasionaban en sembrados y huertas por los que pasaban- ;pese a esos impedimentos, digo, ningún tipo de prohibición pudo acabar con el arraigo popular de los toros como espectáculo público.Sí convendría matizar, sin embargo que a partir de una determinada época predominan los casos en los que la propia supervivencia del acto y el mejor desarrollo del mismo exigieron una función ordenada en la que, además de diversión y símbolo se añadía una reglamentación, es decir una normativa creada a partir de una necesidad de preceptuar y regular, por mor del sentido común y de la propia eficacia del espectáculo.Tendríamos que distinguir en este aspecto dos tipologías que se derivan del significado de dos palabras antiguas, cursus (carrera) y currus (carro).De la primera vendría el término "corrida", que durante mucho tiempo significó carrera que acaba en un corro.De la otra palabra, currus o carro, vendría el término "corral" (currale), es decir lugar cercado donde se colocan los carros, pero también vendrían los términos "corro" (es decir ruedo de gente) y "corso" o "coso", que significa lugar cerrado donde se corren toros.Ambos vocablos originales, "cursus" y "currus" (carrera y carro), como se ve, serían complementarios y se necesitarían mutuamente pues una carrera de toros, por ejemplo, no se explicaría sin un final en el coso y un corro en el que no hubiese movimiento, fuese de gente o de animales, tampoco.Parece lógico pensar que esos movimientos se atuvieran a unas normas para evitar el caos y para dirigir y ordenar los desplazamientos de la gente por muy imprevisibles que éstos fueran en razón del capricho de los animales.Así pues, podríamos distinguir entre los espectáculos que ofrecen una carrera de un toro o varios a lo largo de un recorrido que acaba en un emplazamiento fijo o recinto, y esos otros espectáculos que se desarrollan en un coso o corral donde gente y carros rodean y limitan el juego entre hombre y fiera.De los primeros mencionaría como más populares, los encierros de Cuéllar, Medina u Olmedo .Esta tipología de la carrera se podría completar con tradiciones también antiguas como la del Toro de la Vega, en Tordesillas o el enmaromado de Benavente o el de júbilo de Medinaceli, si bien estos dos últimos condicionan las facultades del animal con una soga de la que tira la gente o con el uso de los propios cuernos del toro como antorcha, con el consiguiente desasosiego y debilitamiento del animal.
Parece evidente que el alinearse la gente en hileras formando talanqueras humanas era una forma de hacer correr al toro dentro de unos límites sin que se desviara de su camino.Sebastián de Orozco nos ofrece, en su Teatro Universal de Proverbios, una muestra de la antigüedad de la costumbre y de lo oportuno de su práctica:
Quien tiene juicio y siente
el peligro, ha de huir
porque harto es de demente
quien del peligro evidente
no procura de fuir.
Y así, pudiendo excusalle
que nos hiera y nos maltrate
conviénenos hacer calle
y al loco y al toro, dalle
corro porque no nos mate (15).

En cualquier caso, hablando de espectáculos, tenemos también que recurrir a la etimología para delimitar diferencias.Se mencionan muy frecuentemente en escritos y documentos las frases "correr toros" -que ya hemos aclarado antes-, "jugar toros", "alancear toros" o "lidiar toros".Cuando se dice "jugar toros", la palabra está tomada en el sentido del "jocus" latino, que significa diversión.Hay pues una intención de entretenerse, de distraerse en el hecho, que predomina sobre el espectáculo mismo.Ese carácter festivo queda confirmado por la circunstancia de que los regocijos taurinos siempre están unidos a las celebraciones patronales o a hitos destacados del calendario anual como el Corpus.Como excepción, pero excepción importante en el pasado, cabría hablar de los votos de villa, días en que se conmemoraba la ocasión en que el pueblo o localidad fue salvado de alguna catástrofe por Dios, la Virgen o algún santo.Contra la costumbre de adornar esta fiesta con toros, todo hay que decirlo, se manifestó la Iglesia muy frecuentemente, pues a menudo llegaban a tener más importancia los toros que el propio voto.
Cuando se habla de "alancear toros" estamos ante una actividad muy conocida y practicada en España, en particular desde la Edad Media:Matar a un toro o a un novillo con una lanza o garrocha.No se puede afirmar que fuese siempre espectáculo caballeresco, es decir, realizado desde una montura.El Poema de Fernán González
diferencia las actividades festivas por clases sociales:
Alanceaban los tablados todos los caballeros
y a tablas y castanes jugaban los escuderos
de otra parte mataban los toros los monteros
había ahí muchas cítolas y muchos violeros (16).
Lo cual parece indicar que los monteros a pie eran, primitivamente, los encargados de desjarretar y matar a los toros, al ser considerados éstos animales feroces.Encargados habitualmente de acabar con bestias salvajes de monte, lo que se llamaba "salvagina", probablemente se pensó que su oficio y habilidad podía reportar una diversión al pueblo, ese mismo que, una vez terminado el trabajo de los profesionales, se echaría al coso para terminar caóticamente lo iniciado por aquellos.El alancear toros a caballo supongo que fue, pues, algo posterior y, desde luego, una diversión que sólo se atrevía a practicar el estado noble o los hidalgos, es decir aquellos que podían poseer y montar un caballo.Que fue un auténtico espectáculo, esto es, algo que todo el público podía contemplar, admirar e incluso padecer, es algo obvio;algunos romances recuerdan la forma en que se enfrentaban en la plaza caballero y toro, con la presencia no deseada de espontáneos;así cuenta un antiguo romance cómo iba dejando el toro malheridos a quienes no tenían la habilidad o la suerte de retirarse a tiempo de su camino:
Al entrar en la carrera/ que a la corta, que a la larga,
le echan a don Pedro un toro/ de los grandes del Jarama.
Negro era como la endrina/ la cara arremolinada
la punta del cuerno agudo/ la gente desmorcillaba...
Luego había aficionados en el coso.Nos lo confirma otra versión de este mismo romance en el que se hace el despejo del coso para que salga Don Pedro a alancear:
Sueltan a la plaza un toro,/ su rigoridad espanta
caballeros y toreros/ todos de la plaza marchan
como no fuera don Pedro/ que le esperó cara a cara.
El toro se dio al caballo/ don Pedro tiró la lanza
sobre el tan famoso toro/ y el toro muerto quedaba (17).

Diversión, juego, pues, pero fundamentalmente -no podemos nunca olvidarlo pues parece desde los tiempos más antiguos un motor del espectáculo- un alarde para enamorar a las damas:una parada en la cual el macho quiere atraer la atención de la hembra.Escuchemos cómo describe ese juego amoroso un romance de comienzos del siglo XVII al hablar del famoso Caballero de Olmedo:
Con las damas apacible/ con los toros, bravo y fiero
robó a doña Ana los ojos/ cuando llevó los del pueblo...(18).

Yo haría aún otra precisión antes de acabar.En la palabra "lidiar" (litigare), hay un sentido dialéctico, es decir una especie de contienda verbal que a mí me recuerda las abundantes formas que la tradición oral conserva para llamar o provocar al toro.Lope de Vega, el escritor que mejor comprendió y utilizó en sus obras ese material tradicional, escribió:
Pero luego salió un toro/ de las Riberas del Duero
a quien la gente plebeya/ lo está esperando, diciendo:
Ucho ho, ucho ho, ucho ho/ torillo hosquillo
toro hosco, vente a mí/ vente a mí que aquí te espero.
Jesús, qué bien que le espera/ qué bien el rejón quebró
Jesús y qué bien le entró/ sacando el caballo fuera...(19).
Es evidente que la tradición oral, a través de las múltiples formas de expresión que abarca -canciones, romances, frases proverbiales, etc-,insiste una y otra vez sobre los mismos conceptos:la bravura (recordemos los dichos "con aire solano no hay toro bravo" o "toro que escarba en la arena, no es cosa buena", o la comparación "más fuerte o más valiente que un toro"), y el espectáculo (dice un refrán "puesto está el castillo, ciertos son los toros", lo cual equivale a decir "preparada la fiesta, lo taurino viene aparejado").Dentro del riquísimo venero de las supersticiones, es bien conocido el significado que se aplica al hecho de soñar con toros:posibilidad de que toque la lotería o posibilidad de alcanzar en la vida una elevada posición;ambas circunstancias, en cualquier caso, deberán ir precedidas de riesgo o de valentía, actitudes que siguen confirmando las que han sido ideas centrales de esta charla.
Resumiendo, estamos ante un acto ritual llevado a cabo con un animal admirado y venerado por sus cualidades desde tiempos remotos, y ese rito adquiere, con el paso del tiempo y la acumulación de nuevas circunstancias (es decir, al desarrollarse ante un público y con unos actores), unas características lúdicas o de juego.Para poder responder a las exigencias de esos presupuestos, en un momento dado se comienzan a seleccionar los animales, mejorando sus virtudes y evitando sus defectos, para que ese enfrentamiento y muerte rituales se desarrollen bajo las mejores condiciones.El rito de ingestión de la carne o sangre del animal sacrificado, permanece todavía en muchos pueblos de nuestra geografía, demostrando la antigüedad de la costumbre y su relación permanente con lo sagrado y hasta con lo hierofántico.Recordemos que la Iglesia estuvo siempre atenta a no rechazar de entrada lo que de pagano pudiese ver en esa relación, pero también a irlo sustituyendo por cultos y formas más adecuados al cristianismo. Por ejemplo, en la costumbre antes citada, tan peregrina para nuestra mentalidad, de torear en los cementerios, podría haber una explicación que ahora se nos escapa y que pudo estar conectada con los tentaderos y cosos adosados a lugares sagrados (es decir, aquellos donde se realizaban los sacrificios de animales), cuyos emplazamientos utilizó después la Iglesia para situar sus ermitas con advocaciones marianas.No de otra forma se justifica que muchas romerías, dedicadas a esta o aquella Virgen en Avila o Salamanca, terminen con una capea al lado de la ermita en la que se mata a una res cuya carne se consume en común al terminar el juego.
Finalmente, creo que el ser humano, en su relación con el toro dentro del mundo de la tradición, le considera un símbolo de fuerza y poder fecundador cuyas facultades desea para sí, teniendo para ello que devorar al animal o que enfrentarse a él.También lo utiliza como parte fundamental de un espectáculo en el que, a lo largo de una carrera o en un recinto cerrado, hace uso de su astucia o maña para derrotarle -ya sea con fines lúdicos ya con propósitos galantes- o ser derrotado.


Joaquín Díaz







Notas.
(1)Rodrigo zamorano:Reportorio de la razón de los tiempos.Libro I, cap.II.Sevilla, Rodrigo de Cabrera, 1594.
(2)Biblia de Jerusalén.p.1219.Bilbao.Desclée de Brouver,1982
(3)Ibíd.p.1773
(4).Diferente documentación habla de Serradilla(Cáceres), San Pablo de los Montes (Toledo), Atienza(Guadalajara), Los Molinos (Madrid), Chillón(Ciudad Real),Noceda del Bierzo (León), etc.
(5).Joaquín Díaz et al.:Romances tradicionales.Catálogo Folklórico de la Provincia de Valladolid,Vol.II.Diputación de Valladolid.
(6).Kurt Schindler:Folk music and poetry of Spain and Portugal,nº 188.New York, Hispanic Institute,1941
(7).Hay documentación sobre Brozas, Almendralejo, Guijo, Talayuela, Ciudad Rodrigo,etc.
(8).Citado en José Luis Yuste.Tradiciones urbanas salmantinas, pp.55-56.Salamanca, Centro de Cultura tradiconal, 1986.
(9).Citados en Antonio Rodríguez Moñino:Dictados tópicos de Extremadura.Badajoz, 1933.
(10).Julio Caro baroja:El estío festivo,p.252.Madrid, Taurus, 1984.
(11).Alonso de Herrera:Agricultura general.Facsímil,pp.397-8. Madrid, Ministerio de Agricultura, 191.
(12).Constituciones sinodales, Libro III, cap.VIII., Madrid, 1584
(13).Sinodicon Hispanum.Tomo V, p.187.Madrid, BAC, 1990
(14).Archivo Diocesano de Valladolid.Libros de Visitas de Tudela de Duero y Bercero.
(15)Sebastián de Orozco:Teatro Universal de Proverbios. Nº113. Ed. de José Luis Alonso Hernández.Salamanca, Univ. de Groningen-Salamanca.
(16).Poema de Fernan Gonzalez.Madrid, BAE, tomo LVII
(17).Jose María de Cossío y Tomás Maza Solano:Romancero de la Provincia de Santander.Tomo II, p.32
(18).Adolf Schaeffer:Ocho comedias desconocidas....Leipzig,F.A.Brockhaus, 1887
(19)Lope de Vega:Obras completas.