25-06-1988
Recientemente apareció en los medios de comunicación una noticia "cultural" en la que se informaba de la adjudicación a Albert Einstein -no recuerdo por parte de quién, pero no hace al caso- del título de "hombre más sabio del siglo XX". Antes, se le había despojado convenientemente de esa pátina de seriedad y rigor que normalmente acompañan a la imagen de cualquier científico y que asustan al individuo de hoy, al difundir por todo el planeta a través de camisetas y pegatinas una instantánea del sabio judío sacando una enorme lengua al fotógrafo.
Si esta costumbre tan actual de premiar o distinguir todo lo mínimamente destacable hubiese tenido precedentes en tiempos pasados, no hay duda de que el siglo XVIII hubiese otorgado el mismo galardón al español José Celestino Mutis. Admirado por Linneo y Humboldt, Mutis fue un verdadero pozo de ciencia al que, todavía hoy, acuden los botánicos a saciar su sed.
A quien piense que le viene demasiado lejana la figura de nuestro compatriota o que no le suena su nombre convendrá advertirle que a diario ve y manosea su imagen en los billetes de dos mil pesetas, en cuyo anverso aparece impreso el rostro del gaditano universal.
Un reciente reportaje televisivo sobre la falsificación de billetes de banco, incluía las preguntas a algunos expertos acerca de la forma de identificar eficazmente el engaño. Uno de ellos, con asombrosa seguridad, indicaba muy serio frente a las cámaras el número de serie que no debía de faltar nunca, mientras repetía insistentemente que ese número tenía que aparecer ahí, "debajo de esto"... y al decirlo señalaba con su dedo rígido al pobre Mutis, eternamente condenado a sostener su lupa de observar especies americanas.
No sé si será una apreciación exagerada, pero el billete de dos mil pesetas me pareció en ese instante el mejor reflejo de la sociedad española del año dos mil. Un anverso con imágenes desvaídas de un pasado cultural -símbolo desfasado de la creatividad, del esfuerzo, de la historia- y un reverso con cuatro cifras como única verdad aplastante, apartados ya definitivamente la anécdota y el simbolismo. Mutis y lo que su figura significa, desaparecen de una escena donde los valores no pasan de ser referencias arbitrarias, condicionadas por el beneficio que pueda producir su uso, y se inclinan, dando un formidable sombrerazo, ante el valor facial que nos trae el dinero en forma de Euro.