Joaquín Díaz

LA FIGURA DEL CIEGO SOBRE EL ESCENARIO


LA FIGURA DEL CIEGO SOBRE EL ESCENARIO

El ciego y la escena

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Numerosos autores dramáticos han hecho uso de la figura del ciego, bien tomándola como recurso plástico, bien como tópico musical y de comunicación, bien como representación de un personaje capaz de emitir un mensaje autónomo dentro de la obra a representar. En todos esos casos y alguno más, el ciego, pese a ser habitualmente un personaje secundario, capta lo mismo la atención del público subido sobre las tablas que apoyado en la esquina de más bullicio o a la puerta del mercado más concurrido de cualquier ciudad. Desde algunos de los Pasos de Juan de Timoneda a los esperpentos de Valle Inclán -tal vez el escritor que más utiliza al ciego para transmitir determinados mensajes en toda la historia de la literatura española-, el personaje que nos va a ocupar aparece en cientos de escenas siempre fiel a sí mismo y representando un rol que el auditorio entiende sin necesidad de acotaciones que lo expliquen, aunque, eso sí, con una personalidad tan rica en matices y tan compleja que merece la pena que nos extendamos un poco en su estudio.


A modo de recordatorio mencionaré para comenzar algunos de los géneros y obras en donde aparece la figura del ciego con cierta relevancia. Juan de Timoneda -por cierto impresor y por tanto conocedor de las costumbres y del negocio de los invidentes- publica hacia 1565 en su obra Turiana y bajo el seudónimo de Ioan Diamonte, un paso y un entremés sobre el tema; el primero se titula "Paso de dos ciegos y un mozo" y el segundo "Entremés de un ciego y un mozo y un pobre". También entremeses son "El sacristán mujer", de Pedro Calderón de la Barca, y "El padrazo y las hijazas", de Jerónimo de Salas Barbadillo, así como "Los ciegos apaleados", obra anónima publicada en la Arcadia de entremeses, y "Los ciegos", otro texto anónimo aparecido en el Theatro poetico en 1658. Luis Estepa ha estudiado recientemente el llamado manuscrito de Sequeira donde aparece una "Mojiganga del juego del ajedrez" fechada hacia 1625 donde también sale el personaje. Sainetes con ciegos los publica Ramón de la Cruz bajo los títulos de "La casa de tócame roque" y "La plaza mayor", a los que se podría añadir el texto anónimo denominado "El ciego por su provecho".Tonadillas abundan, pero por abreviar traeré aquí sólo las más significativas: dos de Luis Misón tituladas "Los ciegos" y "Una dama, un paje y un ciego de las enigmas"; una de Ventura Galván, "Los vagamundos y ciegos fingidos"; dos de Antonio Rosales, "El ciego fingido y payo" y "Los ciegos"; y tres de Blas de Laserna, "El ciego con anteojos", "El ciego fingido" y "Los ciegos y el amolador". Entre las zarzuelas el repertorio es también extenso pero citaré solamente tres de las más populares: "El señor Joaquín" (de Romea y Fernández Caballero), "Vivitos y coleando" (pesca cómico lírica con letra de Lastra, Prieto y Ruesga y música de Chueca y Valverde) y "Los timplaos" (de Blasco y Fernández Shaw y música del maestro Giménez). Para finalizar la relación, y tratando de justificar mi aseveración del principio -aparentemente exagerada sobre Valle Inclán-, diré que el genial escritor incluyó ciegos en su "Farsa infantil de la cabeza del dragón", en sus comedias "Cara de plata" y "Romance de lobos", en "El embrujado" de su Retablo de la avaricia la lujuria y la muerte; en el esperpento "Los cuernos de don Friolera", en "Tirano Banderas", en "La corte de los milagros" y "Viva mi dueño" de El ruedo ibérico, y hasta en sus Claves líricas, en concreto en la número XIV donde relata el crimen de Medinica tal y como si estuviera describiendo un cartelón pintado con doce viñetas a las que antepone y pospone una explicación y un epílogo.


¿Qué significa esta abundancia de textos dramáticos en los que aparecen ciegos?. Para mí, dos cosas: primera, que autor, actores y público conocen y reconocen con facilidad al personaje, construido sobre referencias de la propia realidad y sobre textos documentales y literarios (muchos de ellos pertenecientes al género picaresco del siglo de oro), a partir de los cuales el personaje es igual a sí mismo, repitiendo las actitudes y lugares comunes que se esperan de él. Esto, más que al hecho de que los ciegos conocieran esas descripciones que se hacían de sus personas atuendo o actividad, se debe a la existencia de verdaderas escuelas -fomentadas a veces por las propias hermandades y cofradías en que se reunían- donde los invidentes aprendían a desarrollar su oficio según unas normas antiguas y útiles. La segunda razón por la que se explicaría tal abundancia de apariciones sobre la escena de nuestro personaje, sería la de haberse convertido para los autores de teatro con el tiempo en un verdadero recurso dramático, de cuyas funciones y posibilidades arquetípicas echaban mano cada vez que venía a cuento.


Vamos a tratar de analizar cuáles son las cualidades y defectos que caracterizan al personaje y que le confieren esa potencialidad expresiva, comenzando por las externas.


1.El ciego vendedor. Que el ciego desarrolló desde tiempos antiguos un sentido comercial, ya lo he demostrado con documentos en el estudio previo a la colección de textos que publiqué para la Fundación ONCE. Allí resaltaba el interés de los ciegos en no ser confundidos con pobres y vagabundos, para lo cual intentaron crear desde la Edad Media un mercado cuyos productos despertaran constantemente la atención del público pareciendo frescos a pesar de no serlo; ya he dicho muchas veces que la fecha de caducidad no la han inventado las modernas y ejemplares empresas de alimentación sino los copleros que expedían cédulas para la curación de todo tipo de enfermedades y que limitaban temporalmente su eficacia para que el público volviera a comprarlas.


Nada mejor para abastecer ese mercado del que estaba hablando que transcribir y pregonar aquellas noticias o conocimientos que ayudaran a cubrir necesidades humanas tales como la satisfacción de la curiosidad -la natural y la morbosa- o la catalización de las inquietudes despertadas por las corrientes artísticas de cada época. El ciego llevaba papeles impresos con crímenes, terremotos, inundaciones y todo tipo de sucesos sorprendentes y vendibles, pero también con juegos de manos, modelos de cartas de amor, libros de adivinación de sueños, oráculos y hasta oraciones milagrosas o consejos evangélicos. Tal vez por esta razón (o bien porque vendían los evangelios en forma de pequeños amuletos) cuando Valle Inclán hace una acotación para anunciar la aparición del coplero, escribe: "Asoma en la puerta de la venta un ciego de los que la gente vieja llama aún evangelistas, como en los tiempos de José Bonaparte; antiparras negras, capa remendada y, bajo el brazo, gacetas y romances. De una cadenilla, un perro sin rabo, que siempre tira olfateando la tierra".Otra explicación al calificativo de "evangelista" podría ser la de que el coplero, como los ángeles, venía también pregonando nuevas (para el caso no importa si buenas o malas, ciertas o falsas).


2.El atuendo. Tan característicos debían de ser el sombrero y la capa del ciego como el tono de su cantinela, ese que Don Ramón de la Cruz denominaba "aire común" y sobre el que no voy a volver porque ya me extendí en El ciego y sus coplas. La indumentaria podía variar más o menos, pero la capa en concreto, sucia por el polvo de los caminos y raída -no se sabe si por la falta de recursos o por acrecentar el efecto dramático-, esa es imprescindible. Valle la define como "anguarina portuguesa" cuando habla de sus ciegos gallegos, pero podemos verla en toda la iconografía que, sobre todo a partir del siglo XVIII, genera el personaje y de cuya abundante colección hay una muestra en esta exposición. Manuel de la Cruz, Juan de la Cruz, José Ribelles, Leonardo Alenza, Francisco Lameyer y muchos otros retratan un figurín inalterable en el que destacan chapeo y sobretodo. La costumbre no es solamente española, como se desprende de la observación de los retratos que Holbein, De la Tour y otros pintores europeos realizan sobre la figura del ciego. El primero, en concreto, dibuja en su Danza macabra a un invidente con sombrero, capa y bastón de cuyo extremo tira la muerte para hacerle tropezar; por cierto que incluye el de ciego como oficio junto al de rey, obispo, carretero o buhonero.


3.El acompañamiento. Elisabeth Frenkel, en su Diccionario de motivos de la Literatura Universal, afirma que la combinación del ciego con el lazarillo contribuyó a la constitución de la novela picaresca. Da como precedentes la Turiana de Juan de Timoneda y el Cancionero de Sebastián de Horozco, aunque reconoce que ambos casos -más El Lazarillo de Tormes y tantas obras similares- recurren seguramente a una fuente popular común cuyo episodio más paradigmático podría ser el siguiente: "El criado Lazarillo come a escondidas y se queja de no tener bastante que comer. El viejo se enfada de tal ingratitud y quiere mandar al chico de nuevo con su familia. Por venganza, Lazarillo hace que su señor se dé con la cabeza contra una esquina. Esta mezquina acción aparece en la novela El Lazarillo de Tormes, épicamente ampliada y enriquecida con toda la tradición de la pelea del ciego con el criado: la enseñanza que el viejo da al muchacho no sólo mediante la información sino también mediante desagradables experiencias prácticas, las tretas con las que éste estafa al codicioso viejo limosnas y alimentos, la maliciosa venganza que el viejo toma a cambio, y finalmente la represalia que se toma el joven por la que el viejo queda medio muerto en la plaza".


No siempre el lazarillo es un niño o niña. Aparecen también mujeres -habitualmente esposa o hija del invidente- pero sólo en algún caso excepcional (como el de Manuel de Llano que crea el personaje de Salín, niño ciego al que guía un anciano mendigo) el lazarillo aventaja en edad al ciego. En El pilluelo de Madrid, Wenceslao Ayguals completa un grupo de cuatro ciegos "con otro a medio cegar que les servía de lazarillo".Es frecuente también la estampa del perro guía como acompañante y así lo reflejan Manuel de la Cruz, Juan de la Cruz o Francisco Lameyer en grabados y Bayeu o Alenza en óleos.


4.Instrumentos musicales. Por costumbre, la figura del ciego aparece unida a un instrumento musical. La imagen se repite y es antigua: Pero Tafur, en sus Andanças e viajes de un hidalgo español, advierte ya la frecuencia de esta unión así como la movilidad de los ciegos músicos; hasta la corte del duque de Borgoña, en Bruselas, llegan sus voces:"Allí fallé en su corte dos ciegos naturales de Castilla que tañen vihuela darco e despues los vi acá en Castilla".


Sobre la zanfona, uno de los instrumentos más frecuentemente representados en manos del ciego, ya publiqué un artículo en el que describía tres grabados del siglo XIX donde se podía apreciar esta combinación. Durante esa misma centuria, por cierto, la guitarra va sustituyendo en el favor de los ciegos a la antigua lira mendicorum.


La Ilustración española y americana del 22 de abril de 1898 publicaba un hermoso dibujo del madrileño Fernando Albertí en el que aparecen dos ciegos, uno con guitarra y otro con bandurria, interpretando en plena calle el contenido de una copla, seguramente alusiva a la guerra con los Estados Unidos o a sus preliminares. Una niña les sirve de lazarillo y está entregando la copla impresa a una doméstica que va o regresa de la compra y que está buscando en el monedero la perra chica con que adquirirá el papel, que leerá después en casa a trompicones y que recordará a voz en grito todas las mañanas al hacer las tareas de la casa.


Otra combinación de instrumentos puede ser la de violín y guitarra (Lameyer y Alenza la retratan), aunque lo más frecuente es que el propio lazarillo acompañe al instrumento principal con una pandereta o con unos hierrillos (las furriñas de que habla el pie de la acuarela de Manuel de la Cruz o "las fariñas o aquellos hierros que tocan los ciegos" según aparecen descritos en "La jardinerita", tonadilla de Castel.
Mesonero, buen conocedor de las calles de Madrid, menciona un organillo, un tamboril y una dulzaina como acompañamiento ocasional de algún ciego. Por último, José Subirá, al hacer recuento de los instrumentos que aparecen en las tonadillas, recoge unos "salterios de ciegos", expresión que responde probablemente a una terminología errónea, como la que Valle Inclán utiliza (todavía con escasa formación musical) cuando llama zampoña a la zanfona y escribe que destaca, colgada a la espalda del ciego y bajo su capa, como si fuera una joroba.


5.El artista. Para completar esa visión externa a la que tanto recurren los dramaturgos en sus obras habría que hablar del aspecto o vitola de artista del ciego. No sólo porque su personaje es de los pocos capaces de representar dentro de la representación, sino porque su escuela de la vida, su clara vocación pregonera, le destacan como un artista de la comunicación y de la puesta en escena. Ya lo veían así Antonio Ferrer del Río y Juan Pérez Calvo cuando en Los españoles pintados por sí mismos hacían esta descripción de nuestro personaje:"Es el ciego, empleando para todo su gramática parda, el mejor buscavidas que pudieras idear. Cuando no hay guerra civil ni política militante, y por consiguiente ni gacetas extraordinarias ni hojas volantes, nuestro héroe saca del archivo un mazo de coplas, inventa sucesos horrorosos, hace que se ahorquen media docena de personas o se envenene una familia, degüellen dos amantes desgraciados o devore un lobo rabioso media población; y cualquiera de estos hechos que, por supuesto "acaba de ocurrir", sale de madrugada pregonándolo por los barrios bajos y plazuelas de la capital: en tales casos llega su astucia hasta el punto de imaginarse que ni a un hombre solo y ciego le han de creer por lo que diga, ni habiendo tantos como él habría de ser privilegio suyo la venta de noticia tan garrafal. Para que esto no suceda, se ponen de acuerdo tres o cuatro de la hermandad, se reparten las coplas, marcan el itinerario que han de llevar en la seguridad de no perderse, y como si fuera fresca la noticia la predican desesperados y a escape, atrapando en red tan bien tendida algún incauto pececillo que ansioso la devora y se encuentra con un suceso raro acaecido el año del hambre. Otras veces hace su tráfico con mujeres, y puedes calcular qué gentecita será, cuando por dos cuartos da 4.007, siendo de advertir que para llamar la atención recorre las calles gritando los vicios y defectos que cada una tiene, sin que haya una virtud que las adorne.


Tiene bajo su dominio la venta de nuevos calendarios, y de viejos también, los motes nuevos para damas y galanes; los fósforos finos y el papel para fumar, de hilo, por supuesto. Despacha carretillas de pega, garbanzos de pega, papel de cigarros de pega, cartas de chasco, y se divierte en pegarla también al grito de "todo pega", ya sisando la pólvora a las carretillas, que no dan más que un trueno, ya vendiendo a dos cuartos cada garbanzo natural.


Con la guitarra o el violín en la mano da los días a cierta parroquia que tiene, improvisando una coplita; y por navidades canta y vende los villancicos a la puerta de cada tienda o puesto y desgarra los oídos del tendero para precisarlo a que, cansándole, otorgue el aguinaldo. Y finalmente, cuando otro recurso no le queda, contémplale, lector, hecho un hércules que lleva a Madrid en la mano, con sus calles y plazuelas, iglesias y conventos, hospicios y hospitales, y cuantos establecimientos públicos quiera recorrer en un momento el curioso viajero".


El orgullo lógico por crear, difundir, comunicar, vender y volver a vender toda esa mercancía, lo percibe Charles Davillier, viajero por España, quien encuentra en Burgos a un ciego que le canta una seguidilla. Al terminar, respetuosamente, el barón reflexiona: es evidente que nuestro ciego se consideraba un artista que se ganaba honradamente los cuartos que le echaban".



Vayamos a las características internas que se adivinan en la personalidad del ciego, empezando por las más positivas:


1.Celoso defensor de su libertad. Y cabría añadir, "generoso luchador en el mantenimiento de la de los demás".Aunque sobre este extremo no hay acuerdo en los autores que, según las épocas, hacen a los ciegos valedores de éstas o aquellas ideas ("nunca habréis advertido en ellos la misma unidad de opiniones", dicen Ferrer y Pérez Calvo), siempre se manifiesta un sentimiento claro de orgullo por la profesión antigua y una demanda de respeto hacia el ejercicio de sus funciones, que incluyen, como es bien sabido, la difusión de cultura y la propagación de novedades, sean éstas ciertas o no. Cuando a alguien se le ocurre rozar siquiera esa libertad, la sensibilidad del ciego se defiende con sus armas preferidas."El Norte de Castilla" del 25 de abril de 1860 publicaba la riña acaecida entre un ciego vendedor de papeles y un tabernero; cuando aquél se siente vencido por su rival, se pone a gritar para incitar al público en su favor:"A dos cuartos, lo que ha pasado entre un ciego que defendía a Su Majestad la reina y un tabernero que hablaba bien del general Ortega".Este general, como se puede suponer, había abrazado la causa de don Carlos en contra de su soberana y fue condenado por un consejo de guerra a ser fusilado por traidor. Es fácil adivinar por tanto la intención del ciego y el resultado de la pelea.


Joaquín Alvarez Barrientos, en su artículo "Literatura y economía en España. El ciego", recalca el giro que el interés del ciego efectivamente da, tal vez como inconsciente portavoz de una sociedad más liberada y progresista, a partir de la tercera década del siglo pasado:"...de entretener, como parece que hacía en los primeros siglos, ha pasado a denunciar. Ha dado... una dimensión más a los asuntos que le sirven de materia literaria: una dimensión política. Al parecer, esta denuncia no siempre se hizo de forma ceñida a los hechos y se abundó en expresiones groseras y llamativas, en lo que hoy llamaríamos sensacionalismo".

Sensacionalistas y groseras eran, en efecto, las expresiones habituales de Perico el ciego, uno de los más célebres invidentes de todos los tiempos, al que inmortalizaron sus propios hechos y los comentarios que sobre ellos hacían numerosos escritores contemporáneos, alguno de ellos molesto -como Antonio Trueba- porque ciertamente les restaba popularidad :"Cuando por primera vez fui a Madrid -dice el autor vasco en De flor en flor-, ya era piedra de escándalo en aquellas calles, por las suciedades que cantaba, un ciego de diez a doce años. Aquel ciego es el que aún se conoce en Madrid con el nombre de Perico, y por espacio de medio siglo ha mantenido su triste celebridad de desvergonzado".Nos imaginamos, conociendo el carácter un poco pacato de Trueba, lo que podía escandalizarle, aunque él mismo, hablando poco después de los textos de los romances, dice que Perico era, entre sus autores, uno de los más decentes. Lo cierto es que Perico el ciego fue, junto con el ciego Cornelio del Escorial y con la ciega de Manzanares, uno de los personajes más notables del siglo pasado; de la gracia y buen humor de que hacía gala nos da idea esta copla que, según dicen, era una de sus favoritas:


Ojos que te vieron ir/ por esos mares afuera

cuándo te verán venir/ para alivio de mis penas.


Repito aquí lo que ya escribí en otra ocasión a propósito del carácter valiente y decidido, crítico y mordaz, de algunos ciegos copleros, "quienes, pese a su disminución física, llegaban a jugarse el tipo por un ideal que trataban de transmitir a través de su repertorio, preocupados como estaban por el desarrollo de la sociedad en que vivían".A veces ese jugarse el tipo era simplemente con el fin de comer a diario, pero la actitud crítica y arrojada venía a englobarse automáticamente junto a esas otras acciones más heroicas que habían buscado fines más nobles. Veamos cómo responde el coro de ciegos en "Vivitos y coleando" a los guardias que pretenden interrogarles por querer vender sin permiso una copla sobre las hazañas de un torero:


"Aquí están los pobrecitos /que viven de la caridad
tipitipitín tipitipitán,
una limosnita por amor de Dios,
siempre dando a la vihuela/ y no ganamos un real
que aunque somos ciegos/ vemos por demás.
Por el día, por la noche,
no cesamos nunca de cantar
siempre expuestos a que un coche
atropelle nuestra humanidad
Vaya usté a saber/ quién habrá inventao
que los pobrecitos/ están fastidiaos.
Caracoles lo que pasa /en este río de Madrid
el jabón moreno/ limpia el calcetín.
Y puesto que ahora/ nadie nos vigila
a ver si ganamos/ pa una taza e tila.
Cómprennos ustedes/ este papelito
la vida y milagros / del gran torerito...
Pero qué bonito,
pero qué gracioso/ viene el papelito.
Torero mio, torero mio
bien sabe Dios/ que de ti no me río
qué bien manejas/ la espada y muleta
desde que gastas/ capita y coleta.
Mucho te quiero/ por tu buen humor
ay qué alegrito/ que es este señor.
Guardias
La licencia caballeros/ de orden del gobernador
Hace media hora/ que estamos aquí
y hemos escuchado/ lo del torerín.
Pobres
Tres del orden público/ nos quisieron prender
pero se convencieron/ que eran muy poquitos tres.
Guardias
Eso ahora lo veremos/ pues vais a la prevención
Pobres
Mejor es ir a la cárcel/ que pagar la contribución.

Otro coro de ciegos, el "Los timplaos",canta esta habanera con clara intención crítica:
Al comercio, al pasar la frontera/ todo en oro le mandan soltar
pero en un país donde no hay oro/ con qué cosa le van a pagar.

La orquestina de ciegos de "El señor Joaquín" entona las coplas del cachirulipón en las que, como quien no quiere la cosa, censuran la lentitud de los tranvías y la mala fama de un concejal. Previamente han declarado sus intenciones, entre las cuales no es la menor la de universalizar, acabar con la tendencia ególatra y etnocentrista de las pequeñas sociedades:
Calles y plazuelas/ vamos recorriendo
y por todas partes/ cantos repitiendo
del pueblo español;
y también tocamos/ música holandesa
turca, americana/ búlgara y francesa
rusa y del mogol...
Y si ahora ustedes quieren/ coplas nuevas escuchar
echen algo en el platillo/ que la chica va a pasar...
Y comienzan:
Años ha que en la parroquia/ del moderno Salvador
se casaron de mañana/ Rosa Gil y Luis León
y acabados de enlazarse/ ya en el propio Antón Martín
al tranvía se subieron/ para ir a Chamberí.
Un paso tan lento/ llevaba el tranvía
y tales paradas / tuvieron que hacer
que al ir a bajarse/ aquel matrimonio...
bajaron con hijos/ y nietos también.

Cachirulipón/ en las coplas que canta
Cachirulipón/ no hay segunda intención.
Con más hambre que un maestro/ y vestida de algodón
a servir vino a la corte/ una chica de Chinchón.
A los tres o cuatro meses/ ya vestía de fular
y compraba cajetillas/ a una sargento muy barbián.
Y ayer en la plaza/ le dijo una amiga:
¿De quién aprendiste/ tan pronto a sisar?
Y al punto repuso/ "Del amo a quien sirvo
que da buen ejemplo.../ pues es concejal".
Y terminan:
Y pa lo que han dao/ bien hemos cantao
conque abur señores/ que esto se ha acabao.
(Vanse los ciegos por la izquierda y los espectadores por diferentes sitios).
Esta aparente dependencia de los espectadores con respecto a quien actúa y les informa, parece dar la razón a Domingo Faustino Sarmiento cuando escribe, en 1846, en sus Contrastes madrileños:
"Los ciegos en España forman una clase social, con fueros y ocupación peculiar".
2.Intuición. Esos posibles fueros se los conceden con pleno derecho su atención al público y su intuición para complacerle. El lazarillo que acompaña a los cuatro ciegos en El pilluelo de Madrid, le comenta a éste: "El caso es que un amigo de usted, señor estudiante, nos ha informado de que trata de dar algunas funciones en esta buhardilla. Y como nosotros andamos siempre oliendo donde guisan, nos hemos dirigido aquí a ofrecer nuestros servicios, por si tiene usted la bondad de que mis compañeros y yo formemos la orquesta, si es que ya no tiene apalabrados a otros.
-Hasta hoy, le respondí, no he buscado a nadie, pero como se hace preciso divertir a los amigos en los intermedios de las sombras chinescas, no hay inconveniente en que ustedes asistan siempre que sepan cantar, porque algunas noches habrá que complacer a los espectadores con ciertas cancioncillas.
-Por canciones no hay que llorar, exclamó el más autorizado de los ciegos: yo soy el maestro de capilla, quiero decir de esta cuadrilla, y a mi cargo queda el dar gusto al público poniendo en música las letrillas que usted nos regale; y si no sirve de incomodidad, cantaremos un instante para ver qué le parecen nuestras voces".
Más adelante, el mismo ciego reconoce su capacidad para "distinguir" sin ver al público, afirmando exageradamente que le basta escuchar a una persona para adivinar su aspecto:"En la voz te lo he conocido y no extrañes esto porque podría decirte, si estuviese dentro de un círculo de mujeres cuál era la más hermosa y lo adivinaría por la voz".
3.La desconfianza. Dentro de los defectos que caracterizan la figura del ciego y contribuyen a crear un arquetipo está la desconfianza en todo y todos los que le rodean. Valle Inclán capta esta clave en "El embrujado" cuando escribe que el ciego oye todo pero no cuenta nada:"Mi señor don Pablo: el pobre de pedir que recorre los caminos, oye lo que se dice por todas las bandas de la Cristiandad sin distinguir al modo de aquel que tiene ojos. Dentro de mí las voces se juntan como el marullo de las olas.¡El que tiene vista distingue unas olas de otras. El que solamente las oye, nada distingue!".Esta actitud, que podría calificarse de prudente, se torna desconfiada cuando nuestro personaje no puede tener fe ni en su propio lazarillo. En el paso que antes mencioné de Juan de Timoneda, Palillos, el mozo del ciego Martín Alvarez, se jacta ante el público de haber robado seis ducados a su amo. Cuando Alvarez se encuentra con Pero Gómez, otro ciego, éste le recomienda que para conservar su dinero a salvo lo cosa como él al sombrero llevándolo siempre cerca de la cabeza. Palillos, que está escuchando todo sin ser visto, le quita el gorro y provoca el recelo de Gómez hacia Alvarez al pensar que están solos y que nadie sino éste ha podido ser el ladrón; cuando Pero Gómez se acerca a tientas al otro para registrarle éste se incomoda:
Martín: ¿Qué diablos demandáis?
Pero: Mi bonete.
Martín: ¿Cómo?.¿Cuándo
os faltó?
Pero: ¿Estáis burlando?
Echadlo acá.
Martín: Mas ¿burláis?.
Pero: Compadre,¿deso os picáis?
Martín: Qué hablar
mirá si os soléis picar
vos en hacer cosa tala
que esa palabra es muy mala.
Pero: Oh, qué buen disimular
que tenéis...
Martín: Id a rodar
qué nonada.
Pero: Compadre, a mí no me agrada
que con dineros burlemos,
si no, ahí perderemos
la nuestra amistad pasada.
Martín: Dígoos que esa badajada
que decís
es mal dicha si sentís.
Pero: Ea, dejad aquesos fieros
y volvedme mis dineros,
que vos los tenéis.
Martín: Mentís.

4.El fingimiento. Muchos de los títulos de las obras que mencioné al comienzo incluyen la palabra "fingir".Después de lo visto hasta aquí, yo hablaría más bien de despreocupación por una verdad que no es la suya. El ciego crea su propia realidad y a ella se atiene, importándole muy poco si para transmitir esa realidad a los demás en su propio beneficio necesita saltarse algún mandamiento. La tradición de trucos y simulación avalada por la literatura y la propia vida es bien antigua y, según Elisabeth Frenkel, tiene su origen escrito en la farsa francesa de "El mozo y el ciego":"Ambos caracteres rivalizan en malicia y astucia
-dice la autora-.El viejo es avaro y mendiga sirviéndose de diversas artimañas, aunque en realidad es rico. Y simula piedad y virtud, aunque tiene una querida. El joven está pervertido precozmente, es holgazán y codicioso y perjudica al viejo sin que éste le haya tratado mal. Esta farsa comienza con la contratación del lazarillo, a quien el ciego seduce con la perspectiva de futuras riquezas y le enseña sus mañas de mendigo. El joven le juega la primera mala pasada imitando con voz simulada a un indignado transeúnte y como tal golpea al mendigo. El viejo quiere tomar en casa una buena comida con el joven, le confía primero su bolsa y luego también sus trajes, ya que el joven piensa que hay que separarlos. Con ambas cosas, el joven pone pies en polvorosa tras declarar al viejo que se busque otro guía".
Más adelante, Frenkel aborda el tema de la simulación de los defectos físicos:"Si los defectos físicos eran realmente bienvenidos cuando uno aspiraba a llevar una vida de mendigo, era natural que se los fingiera. También el sufrimiento simulado del "falso" mendigo asegura sobre todo un efecto cómico. En Propos rustiques (1547) de Noel Du Fail se habla de un muchacho campesino que, después de haber disipado la fortuna de su padre, marcha a París para hacerse mendigo, allí se une a una banda y se da la buena vida apelando a la compasión de los franceses como supuesto inválido de la guerra contra Inglaterra. Parecido a éste es el hijo de la novela de labradores de Cristóbal de Villalón El crotalón (1552-3) que llegó a la ciudad para estudiar, se hace mendigo, se disfraza de ermitaño y obtiene sus ingresos fingiendo tener el don de la profecía y de la curación". Frenkel se extiende en una abundante relación documental que demuestra que el fingimiento de una carencia física para la obtención de una limosna segura no estaba circunscrito a la ceguera, como es natural.
En realidad, finja o no su dolencia, el ciego de la escena se queja constantemente, tanto de su suerte como del resultado económico de su esfuerzo. En la tonadilla de Misón "Una dama, un paje y un ciego de las enigmas", recita el personaje con un tonillo de oremus:
A este pobre que está casi ciego,
vergonzante, que tiene la barriga adelante,
la espalda atrás, y en esas llagas
las piernas sueltas, y en esas quebradas
en una mano cinco dedos y en la otra tres y dos
den una limosna por amor de Dios...
La cantinela constante del "no se vende nada/ esto va muy malo/ vamos a otra parte/ no se vende un cuarto", que repiten hasta la saciedad los ciegos de las tablas, contrasta con la idea que el espectador tiene del coplero y de sus beneficios. En el falso diálogo entre marido y mujer (y digo lo de falso porque el marido hace su parlamento como si lo estuviera pensando) que se desarrolla en "Los vagamundos y ciegos fingidos", lo vemos claramente:
Mujer: Yo tengo un gran pensamiento
Marido: (¿Y cuál es?)
Mujer: que al punto te ha de gustar.
Marido: (Conforme sea)
Mujer: Ahora vendrá aquí mi prima...
Marido (buen sujeto)
Mujer Y nos acompañará.
Marido (¿Y qué hemos de hacer?)
Mujer Diremos que ciego eres
Marido (Qué,¿me la queréis pegar?)
Mujer Nosotras, tuertas no más.
Marido (Pedrá en el otro)
Mujer Llevaremos la vihuela
Marido (si yo no la sé tocar...)
Mujer Y unas coplas cantarás
Marido (si tengo maldita voz)
Mujer Y pesetas ganarás.
A lo largo de estos minutos he tratado de trasmitir la idea de que el ciego de la calle, ese coplero cuya presencia fue indispensable en la vida pública española durante más de cinco siglos, fue también un recurso espléndido utilizado por los autores de obras de teatro a la hora de comunicar algo. De su figura familiar, adornada con especiales características -poco estudiadas por conocidas-, se desprendían valores y defectos que he intentado reseñar y que sirvieron de base a dramaturgos y escritores para crear un tipo que era capaz de representar dentro de la representación. De este modo, el autor ideaba una parodia que, si bien funcionaba independientemente como unidad de menor relieve que la obra misma, quedaba fusionada, integrada con ella.
Dice el proverbio que una imagen vale más que mil palabras, pero ¿cuánto vale una imagen reforzada con palabras?.La televisión y otros medios de comunicación han convertido en historia al ciego y su cartelón, pero la fuerza que poseían esa figura y esa escena quedarán para siempre fijadas gracias a descripciones tan exactas y vivas como la de Ramón del Valle Inclán cuando pinta en sus Claves líricas el crimen de Medinica:
Crimen horrible pregona el ciego
y el cuadro muestra de un pintor lego,
que acaso hubiera placido al Griego.
El cuadro tiene fondo de yema,
cuadriculado para el esquema
de aquel horrible crimen del tema.
Escena primera
Abren la puerta brazos armados,
fieros puñales son levantados,
quinqué y mesilla medio volcados.
Sale una dama que se desvela,
camisón blanco, verde chinela,
y palmatoria con una vela.
Azul de Prusia son las figuras
y de albayalde las cataduras
de los ladrones. Goyas a oscuras.
Escena segunda
En la cocina tiene doblada
dos hombres negros a la criada,
moño colgante, boca crispada.
Boca con grito que pide tila,
ojos en blanco, vuelta pupila.
Una criada del Dies illa.
Entre los senos encorsetados
sendos puñales tiene clavados,
de gotas rozas dramatizados.
Pompa de faldas almidonadas,
vuelo de horquillas, medias listadas:
Las botas nuevas muy bien pintadas.
Escena tercera
Azules frisos, forzado armario,
jaula torcida con el canario,
vuelo amarillo y extraordinario.
Por una puerta pasa arrastrada
de los cabellos, la encamisada.
El reló tiene la hora parada.
Manos abiertas en abanico,
trágicas manos de uñas en pico:
los cuatro pelos en acerico.
Escena última
Un bandolero -¡qué catadura!-
cuelga la faja de su cintura,
Solana sabe de esta pintura.
Faja morada, negra navaja,
como los oros de la baraja
ruedan monedas desde su faja.
Coge en las manos un relicario,
y con los pelos de visionario
queda espantada frente al canario.
Comento
¡Madre!. Qué grito del bandolero.
¡Muerta! qué brazos de desespero.
¡Sangre! A sus plantas corre un reguero.
¡Su propia madre!.Canta el coplero.
Y el viejo al niño le signa austero:
Corta la rosa del romancero.