14-11-2009
La historia confunde a Giovanni Battista, profesor de Bach y amigo de Mozart, y al compositor alemán Jean Paul Martín
Hace unos días diferentes periódicos reflejaban la noticia «insólita» de que algunos cantantes de la llamada música clásica (Cecilia Bartoli, Juan Diego Flórez) habían alcanzado las privilegiadas y exclusivas listas de éxitos con ventas millonarias al estilo de Madonna. A mi parecer lo insólito es que hasta ahora no se hubieran unido en una sola esas listas, que siempre se habían considerado como aparentemente incompatibles y habían llevado existencias diferentes. Salvando la distancia de las cantidades de discos que se puedan vender ahora con respecto a otras épocas anteriores o del celo con que cada tipo de música ha defendido su parcela de negocio, siempre han existido incursiones de la música de autor en el terreno de lo popular. Quien conozca mínimamente la biografía de un ídolo del Rock como Elvis Presley sabrá que en los años 60 llegó a lo más alto de las listas de éxitos con el tema I can`t help falling in love with you, canción que después interpretarían cantantes de élite como Julio Iglesias o Andy Williams entre otros muchos. En el texto, Elvis había escrito categóricamente: «los sabios dicen que sólo los locos se precipitan, pero yo no puedo evitar enamorarme de ti ¿tendré acaso que quedarme quieto? ¿será un pecado?». ¿Quiénes eran esos «sabios» a los que menciona el cantante?
Mi impresión es que Elvis –no sé si la biografía del cantante aportará algún dato más sobre esto- conoció el tema Plaisir d´amour (sobre el que compuso su célebre I can´t help fallin in love) probablemente por medio de la radio o quizás a través de una película. ¿Por qué no pensar que fue Luis Mariano en calzón corto dieciochesco quien inspiró a Presley su canto de rebeldía? ¿Por qué no pensar que fue Luis Mariano ese wise man u hombre sabio que le estaba sugiriendo que no dijera que sí al amor sino que se lo pensara mucho (“chagrin d´amour dure toute la vie”)? Tal vez la verdadera historia sea más normal pero más vulgar, así que me quedo con esa que me he inventado en la que Elvis se rebela contra los consejos de Mariano en un cine al aire libre de Memphis y al llegar a casa escribe su famoso tema.
Por cierto, que ese famoso tema –o, mejor dicho, la melodía de donde sale ese famoso tema- la compusieron el músico Jean Paul Martíni y el escritor Jean Pierre Florian, en una colaboración para la puesta en escena de la novela del segundo titulada Celestine. Martíni (nacido en Alemania y apellidado en realidad Schwarzendorf) ha tenido la mala suerte de que a menudo le confundieran con otro Martíni, Giovanni Battista, que fue italiano y además franciscano, por lo que muchas veces se les denomina a ambos Padre Martíni. El Padre Martíni, en realidad, fue autor de una Storia Della Musica, además de profesor de Johann Christian Bach y amigo de Mozart, a quien ayudó en algunas ocasiones. Precisamente una de esas ocasiones fue la entrada de Wolfgang antes de cumplir los 20 años en la Academia Filarmónica de Bolonia, institución a la que accedió tras un brillante examen que solucionó en una hora mientras que el resto de los opositores tardaba tres.
¿Hubo entre uno y otro Martíni –ya se sabe que con dos Martinis uno anda un poco a la deriva- suficientes coincidencias como para confundirlos tan frecuentemente? El franciscano italiano era un teórico de la música y un defensor de las normas clásicas en la composición y en la interpretación. Tal vez por eso el músico valenciano y exjesuita Antonio Eximeno manifestó sus desacuerdos y dudas sobre las teorías del contrapunto que Martíni había aceptado como herencia del pasado y expuso las suyas, si no totalmente contrarias –ambos músicos se reconciliaron al fin públicamente- sí lo suficientemente distantes como para generar una polémica. El otro Martíni, Jean Paul Egidie o Johann Paul Aegidius, también llamado Martíni «el alemán», llevó una vida más o menos corriente hasta que le tocó sufrir en carne propia los excesos revolucionarios en Francia, a donde se había trasladado a vivir y donde se había casado con la hija de un organista. Durante sus años franceses hizo amistad con el escritor Jean Pierre Claris de Florian, sobrino de Voltaire e hijo de madre española, quien le animó a musicar algunas de sus novelas para llevarlas a las tablas. Una de esas novelas, la ya mencionada Celestine, es, como no podía ser menos por el origen de Florian, de asunto español al igual que algunas otras de sus obras y traducciones (fue uno de los traductores del Quijote al francés). Florian pensaba que los españoles habíamos sido los maestros de los franceses en literatura y hay que valorar en lo que se merece su opinión teniendo en cuenta el chauvinismo, tan frecuente y tan arraigado en el vecino país. Pues bien, de un poema de esa Celestine, novela de asunto español, surge la hermosísima canción Plaisir d´amour que Martíni escribe en pentagrama y que Elvis Presley escucha doscientos años después –vamos a seguir suponiendo que a Luis Mariano- para componer el tema que hoy es también universal y tan popular como el original. ¿Cabe mayor imbricación de lo clásico en lo moderno? Cuando los estilos tienen calidad, cuando la inspiración se manifiesta, no hay rechazo entre dos obras de arte. El románico y el gótico conviven, clasicismo y romanticismo se alimentan y Martíni y Elvis se dan la mano para conseguir que sobrevivan cuatro notas admirablemente dispuestas en forma de escala ascendente capaz de trasportarnos al empíreo musical.