19-09-2009
Celestino González creó un original negocio que llegó a extender por varias ciudades, publicando síntesis y explicaciones de las zarzuelas y operetas de más éxito con las letras de las canciones
Muchos son los factores sociales, políticos y económicos que tuvieron que ver en el nacimiento y desarrollo durante el siglo XIX de un tipo de teatro musical nacionalista. A todos ellos se podría añadir un elemento que, si bien de forma tardía, vendría a completarlos: la difusión popular de aquellas obras –zarzuelas y género chico- a través de pequeños cuadernillos impresos en donde se resumía el argumento y se destacaban sus más célebres canciones. El zamorano Celestino González (nacido en Villaescusa), residente en Valladolid desde los 23 años, comenzó a publicar hacia 1900 lo que él denominó su «Galería de argumentos», que duraría al menos 14 años.
Seguía en ese sentido la costumbre ya existente de imprimir y vender pliegos en los que se "reducía" el argumento de una obra -en este caso de género musical- y se publicaban, para ser leídos, recordados y tarareados, los cantables más notables de aquella misma obra suponiendo que ya era un éxito o iba a serlo en breve plazo. Los cuadernillos, de 16 páginas, salían generalmente en tamaño octavo y a un precio módico y asequible (10 céntimos). Se llamaban habitualmente -así al menos se especificaba en casi todas las ediciones- "argumento y explicación", "reseña y explicación", "argumentos y cantables", "galería de argumentos" (que es como los bautizó Celestino) o "comentarios" y seguidamente se advertía que eran extractos o resúmenes de las obras estrenadas recientemente, que se realizaban por parte de un "arreglista" cuyo nombre aparecía en primera página o en portada para que su trabajo fuese reconocido, al menos como un paso necesario entre el autor y el público.
En Valladolid como digo, no era nuevo el negocio. Lo habían practicado algunas imprentas de la ciudad con resultado diverso, pero recordaré que los hijos de Pastor, la imprenta de Eduardo Sáenz, y Agapito Zapatero habían editado ya en la segunda mitad del siglo XIX argumentos de óperas y zarzuelas. En alguno de ellos aparecía, como si fuese determinante para el producto o garantía de éxito, el nombre del coplero ambulante que los vendía, Julián Iriarte Lorea, "el manco", personaje que ya había comenzado a distribuir este tipo de papeles impresos por toda España desde 1880. Él mismo se presentaba en alguno de esos pliegos de la siguiente manera: "Don Julián Iriarte Lorea (navarro) falto de un brazo, es el primero en la publicación de argumentos, zarzuelas que alcanzan celebridad y el único que viaja en España con su colección de nuevas y viejas, pero todas bonitas, desde el año 1880 y las vende a 5, 10 y 15 ctms., ya cantando o pregonando en calles, plazas, paseos, cafés y teatros. Usa gorra con galón 'AZ' para mejor notarle y actualmente ofrece los siguientes". Y anotaba un listado de las obras de su catálogo.
Evidentemente Iriarte era algo más que un vendedor de coplas -era un negociante y un espléndido comunicador- y ahí radicaba su relación con nuestro personaje. Celestino González se alió con él para mejor distribuir su producto -ya que "el manco tenía trillados todos los caminos de España"-, reconociendo y asimilando el éxito de su iniciativa "literaria" -es decir, se dedicó como Iriarte a hacer extractos asequibles de las obras- e incluso, para dar mayor impulso comercial a su experiencia, inició una fructífera relación con otros vendedores de quioscos de diferentes ciudades españolas a quienes nombró sus corresponsales. Conocemos los de Madrid (Antonio Ros, Victoria 7), de Valencia (José Gallego, Ruzafa 46) y Santander (Mariano Padilla, corresponsal de periódicos) además de otros en Barcelona (José Vila, San Antonio Abad 11), Sevilla, León, La Coruña, Huelva, Tarragona, La Línea, Jerez, Tarifa, Andújar, Zaragoza, Linares, Avilés, Nerva y Córdoba. En algunos de los primeros pliegos, Celestino advertía: "Esta casa no responde de los paquetes que se extravíen pero sí puede certificarlos. Se ceden exclusivas de esta galería de argumentos en todas las poblaciones de España cuyo primer pedido no baje de 25 pts. Una vez concedida ésta, se publicará en algunos argumentos el nombre del corresponsal".
Es difícil pensar que, si la aventura de la Galería duró 15 años, no tuviese razonables beneficios. Celestino vendía los argumentos en su propio quiosco y, además de ser distribuidor de los diarios y semanarios más leídos, imprimía a veces él mismo algunos extras como la "bonita baraja del amor" o unos curiosos billetes de lotería a dos tintas que servían para todos los sorteos haciendo una tirada especial para el sorteo de Nochebuena que llevaba fecha y año a falta sólo del número y firma del depositario. Durante los años de actividad como vendedor trabajó con diferentes imprentas vallisoletanas para que llevasen a las prensas sus argumentos, y recordaré entre otras la de Miñón, la de Santarén, la de Eduardo Sáenz, la de Montero, la de Castañeda y Sánchez, la imprenta Castellana, la tipografía de La libertad, la de Zurro y Lozano (en Cascajares 3), la de Ruiz Zurro (en Cascajares 3 y Arribas 8), Julián Torés (Sierpe 16), etc. Su actividad incansable le llevó a comenzar con un catálogo de casi doscientas obras que muy pronto llegaron a 250 (en 1903), 275 (en 1905), 350 (en 1908) y hasta 500 (a partir de 1909) que luego iba vendiendo por tomitos de 25 unidades. Sus "comentarios", en los que de vez en cuando se permitía opinar sobre las obras y sus autores en una suerte de crítica literaria, le llevaron a imprimir en los encabezamientos: "Es propiedad de Celestino González, el cual perseguirá ante la ley al que lo reimprima sin su permiso". Es decir, Celestino se consideraba, sin ningún género de dudas, "autor" -y por tanto persona física susceptible de derechos-, de todas aquellas simplificaciones o epítomes que ayudaban a que el público en general conociese y admirase las obras clásicas del género o las recientemente aparecidas y estrenadas.
Ya en la última década del siglo XIX solicitó al Ayuntamiento el uso y gestión de un quiosco en la Plaza Mayor (entre la columna mingitoria o -kiosco para necesidades- y los soportales de la Acera de San Francisco) que intentó mejorar en 1893 pero que por razones -ajenas a su voluntad- no pudo reestructurar hasta 1896. El proyecto, del maestro de obras Bonifacio Rivero, era un modelo octogonal que se hizo muy popular en la época entre siglos y que aparece en muchas de las fotografías de aquellos años. En 1906 Celestino trasladó su establecimiento a la Plaza de Fuente Dorada donde siguió todavía durante casi una década sirviendo a los vallisoletanos sus famosos "argumentos" junto a los periódicos del día y a las más importantes revistas españolas.