30-11--0001
Para una persona que haya seguido de cerca la evolución de los medios de comunicación -radio y televisión- en los últimos cincuenta años, le puede resultar familiar tanto el factor positivo de un espectacular avance técnico o de la capacidad de difusión, como el negativo de la masificación con el correspondiente peligro de aculturación. También puede haber observado -y esto es preocupante desde el punto de vista social- que los criterios de programación han ido escorándose hacia una visión exclusivamente comercial, abandonando paulatinamente un antiguo y utópico trasfondo cultural que permitía dedicar determinados espacios durante el día a aspectos concretos de divulgación, útiles para el conocimiento y valoración de la cultura tradicional. ¿Quiere esto decir que los programas sobre artesanía, tradición oral, costumbres, etc. son aburridos o, por decirlo de otro modo, escasamente televisivos? Creemos que no, y basta con remontarse a programas concretos que avalan con su excelente índice de audiencia la favorable respuesta del público hacia estos temas. Habría que hablar más bien de comodidad por parte de los departamentos de programación o de un temor infundado a que esos espacios no encuentren un patrocinador adecuado. Lo cierto es que este olvido va en contra de la propia diversidad y amenidad de los medios, por no hablar del derecho del espectador u oyente a recibir una formación-información completa acerca de su propia historia y su entorno cultural. Pensamos además que un acercamiento serio al folklore no tiene por qué ser exclusivo de los medios estatales y que una reconsideración de la postura errónea, adoptada incluso en la radio y televisión privadas, redundaría en beneficio de todos.