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Desde que Erich von Hornbostel y Curt Sachs concibieran a principios de siglo una ordenación más o menos definitiva para los instrumentos musicales (siguiendo la de Victor Charles Mahillon) ha avanzado mucho el estudio de la organología y se han perfeccionado enormemente las clasificaciones. No obstante ello, siguen existiendo instrumentos prácticamente desconocidos para los musicólogos y me atrevería a asegurar que para algunos folkloristas también.
Sirva como ejemplo la gaita de Madrid, descubierta por Manuel García Matos y estudiada y descrita después por él mismo en el Anuario Musical, para demostrar que sólo el esfuerzo de una persona (una personalidad en este caso) pudo salvar del olvido total a un instrumento utilizado por los pastores durante siglos. Y ¿qué decir de la gaita de centeno o el pito cabrero? Escaso número de personas conoce su existencia y, mucho menos, su correcto uso.
Ahora que con notable acierto Instituciones locales están fomentando la creación y puesta en marcha de escuelas de instrumentos tradicionales, sería buen momento para, con la ayuda de especialistas, recobrar íntegro nuestro pasado musical. Potenciar el estudio teórico y práctico de estas muestras olvidadas y confiar plenamente en la juventud, que llega deseosa de aprender y ávida de adquirir nuevos conocimientos.
Cuidemos todos los aspectos de la Tradición si queremos poseer una panorámica completa y objetiva de nuestro patrimonio cultural.