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De tiempo en tiempo surgen voces discordantes a favor y en contra de la preservación del patrimonio musical y literario infantil; mientras unas opiniones destacan el valor positivo de juegos y canciones en la educación global del niño, otras creen necesario un insoslayable acercamiento de forma y fondo a la actualidad, siempre cambiante, de la educación en las escuelas. El repertorio para niños ha tenido tradicionalmente dos vías a través de las cuales, y de un modo casi imperceptible, se ha transmitido una serie de conocimientos que enriquecían la incipiente cultura de los pequeños, ofreciéndoles la oportunidad, al mismo tiempo, de aprehender y aceptar algunas de las normas seculares que regían el mundo de los mayores. Este aprendizaje se seguía en el ámbito familiar y en el social, representado tradicionalmente por la escuela. Los últimos años han visto florecer irremediablemente un tercer camino concentrado en los medios de comunicación. Los tres métodos sin embargo son necesarios sin poder sustituirse uno a otro con facilidad. La educación familiar, la más temprana y posiblemente la de fondo más tradicional, venía a situar al niño o niña ante un pariente-madre, abuela- que le acercaba a los primeros movimientos, las primeras actitudes, los primeros gestos, de los que la criatura aprendía a conocer su cuerpo, descubrir su yo en relación con las otras personas, y todo ello a través de sencillas cantinelas, de fáciles melodías y de una mímica particular que le introducía volens nolens en un mundo de adultos. La segunda vía, la escolar, permitía a niños y niñas relacionarse entre sí, captar la importancia de las normas de comportamiento y disfrutar con juegos y canciones comunes; la falta de adaptación en ese ambiente podía acarrear posibles consecuencias negativas en el futuro de los pequeños, pues, en cualquier caso, era más importante la preparación de la conciencia o de la conducta ante los demás que el contenido de los textos o la dificultad del juego ejecutado. Acerca de la tercera posibilidad ya tenemos algunos elementos que nos permiten ir juzgando su trascendencia: se transmite una "cultura" común, unos conocimientos condicionados por la imagen y generalmente apartados de todo localismo y por tanto vacíos de una historia o de una raíz propia. Suele tratarse sólo de una sucesión de hechos, un cúmulo de datos donde no se observa la forma de personalizarlos ni tampoco por lo general el modo de aplicarlos o asumirlos según la propia conciencia.