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La finalidad principal del cuento, de la narración personalizada efectuada ante un auditorio, parece ser, desde los tiempos en que la Humanidad comienza a utilizar la razón, la de transmitir conceptos intelectuales o emocionales de índole mítica, histórica, moral o simplemente práctica. Queremos decir con ésto que la comunicación de todos esos conocimientos siempre se realizó con la presunta intención de que el ser humano "Controlara" -por decirlo con una expresión muy actual- todo lo que le rodeaba; de que el individuo tuviera noticia, con anterioridad a su propia relación empírica con el medio, de aquello que iba a tocarle vivir (incluso lo desconocido o lo imprevisible), proporcionándole al mismo tiempo unas claves para comportarse ante cualquier contingencia. En este sentido cabría definir el cuento como el conjunto ordenado de motivos o acciones susceptibles de formar un argumento reconocido o reconocible por una comunidad cultural. Esos motivos podrían ser de varios tipos aunque en casi todos sobresalieran determinados elementos de ejemplaridad que habrían de servir de espejo a cualquier individuo al comportar su seguimiento o imitación un beneficio individual o social: el comportamiento de determinados héroes o protagonistas de cuentos sugiere personalidades generosas, poco dadas a caer en egoísmos o en actitudes miserables y su actividad es siempre positiva para sus semejantes aunque éstos no intervengan para nada en su desarrollo. Desde luego, y dado el carácter didáctico que siempre tuvo el cuento, lo que rara vez faltaba era una moraleja, aunque no fuera siempre sencillo distinguir entre la ética superior, válida para todas las épocas y circunstancias, y la moral de ocasión, que elevaba a la categoría de buenos o recomendables algunos hechos o actos concretos aunque intrínsecamente no lo fueran.