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La chueca es un juego tradicional de cuya antigüedad dan cuenta numerosos testimonios; considerado por lo general como entretenimiento de labradores y pastores (quienes solían practicarlo en los ejidos o en el campo) ha sido estudiado desde diferentes puntos de vista por no pocos investigadores. Casi todos ellos suelen citar como uno de los textos más antiguos en que se menciona la chueca, las Ordenanzas de Castilla (lib. 8, tit. 10, lin. 7) de 1490. El Ordenamiento de las Cortes de Toledo de 1480, dado por los Reyes Católicos, recoge también previamente una prohibición de “Jugar dados e otros juegos de tablas e naypes e azares e chuecas”. Sin embargo, creemos que quienes toman esta palabra como el primer documento escrito de este juego en la Edad Media se equivocan, pues el vocablo está considerado ahí en el sentido de "taba", hueso que en efecto se utilizaba para apostar como juego de azar Así lo recoge Antonio de Nebrija en su Vocabulario de Romance en Latín (1495), donde llama "vértebra" a la "chueca donde juegan los uessos". Ese equívoco uso de la palabra lleva a que Juan de la Enzina haga decir a uno de sus pastores:
Tal dolor tengo y pasion
que ya no juego al cayado
ni a la chueca ni al mojon
Cobarruvias recoge ambas acepciones pero pone en primer lugar la del juego físico, hablando de la chueca como de "una bolita pequeña con que los labradores suelen jugar... poniéndose tantos a tantos; y tienen sus metas o pinas, y guardan que los contrarios no les passen la chueca por ellas y sobre esto se dan muy buenas caydas y golpes".
Pocos años después, el jesuita Alonso de Ovalle en su Historia del Reino de Chile (1625) cuenta que allí se practicaba también con el mismo nombre la chueca, "que es el juego en que los Indios hacen mayores demonstraciones de agilidad y ligereza". Fernández de Oviedo, en sus Quincuagenas de la Nobleza de España censura que lo practiquen la mujeres, prohibición que parece llegar a nuestros días.
Rodrigo Caro en sus Días geniales o ludricos confunde la chueca con el mallo (del latín "malleus"= mazo) que consistía en golpear una bola de madera con un mazo, ganando quien la enviara lo más lejos posible. Parecida equivocación mantiene Acisclo Karag en su Diccionario de los Deportes, ignorando además su origen español y haciéndolo originario de Chile, según denuncia oportunamente Vicente García de Diego.
Nuestro juego en realidad consiste en "hacer dos rayas alejadas entre sí unos treinta metros y en medio una central". Esas rayas se hacían entre dos mojones llamados “pinas” que, en ocasiones, daban nombre al juego denominándosele pina. Los dos equipos, formados por 2, 3 ó 4 personas, trataban de llevar la bola hasta la raya del otro y sobrepasarla para marcar un tanto. Los partidos se hacían a un número de tantos convenido y era norma general y respetada que los jugadores no cambiasen la postura de sus brazos con respecto al mazo, pues tal acción era causa de falta; como éstas no se Pitaban, siempre había un contrario que advertía: A tus mañas que te rompo las cañas... Cosa que cumplía seguidamente a garrotazos si el jugador al que se había amonestado seguía incumpliendo las leyes del juego.