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Quinientos años y más hace que se le atribuyen al Marqués de Santillana -hombre discreto y querido en la vida y aun después de ella- los refranes que decían las viejas junto al fuego; y otros tantos años hace que el pueblo (todos nosotros) los seguimos utilizando. De los setecientos dichos que recoge don Iñigo, nos atreveríamos a asegurar que un diez por ciento al menos es utilizado -y por tanto comprendido- por jóvenes y viejos de nuestra moderna sociedad. ¿Quién no sabe que "a cada cerdo le llega su San Martín" o que "quien quiera peces tiene que mojarse el rabo"? "Una golondrina no hace verano", pero "más vale pájaro en mano que buitre volando". "El perro del hortelano ni come las berzas ni las deja comer", así que "a otro perro con ese hueso". "En boca cerrada no entran moscas" y "no hay peor sordo que el que no quiere oir". "A río revuelto ganancia de pescadores" y "tras de cuernos, penitencia"...Las pequeñas variaciones formales que el tiempo y el uso se han encargado de incorporar no han hecho sino aumentar la fuerza y el interés en estos dichos o proverbios, producto de una dilatada experiencia y de una cuidadosa observación de los hechos. Su transmisión no sólo supone la aceptación -consciente o no- de una lengua como recurso expresivo y por tanto de comunicación, sino la asimilación y ratificación de una cultura antigua, intemporal, cuyo valor es incuestionable.