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Basta leer alguno de los Diálogos de Rodrigo Caro en sus "Días geniales o lúdicros" para convencernos de la importancia del juego en la vida social y familiar. Nos referimos, naturalmente, a juegos de participación en los que el esfuerzo, la habilidad y el ingenio tienen una recompensa. Por suerte, parece que vuelven a ponerse de moda los certámenes de calva, tuta o barra, juegos que hasta hace poco sobrevivían en contados reductos de nuestra geografía. Mejor fortuna han tenido otros, sobre todo de azar, que, si bien más sofisticados, siguen gozando del favor ciudadano.
Este mes presentamos en la Revista un curioso juego prácticamente desaparecido, con la esperanza, tal vez vana, de que algún día vuelva a ser popular. Aunque todos -.y esto lo hemos repetido muchas veces- tenemos cierta responsabilidad en el mantenimiento de la cultura tradicional, en esta parcela particular, los maestros -sobre todo de áreas rurales- pueden llevar a cabo una labor eficacísima haciendo participar a sus alumnos en determinados juegos cuya práctica o utensilios son casi, por desgracia, material de museo.