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Dentro de la cultura que se transmite por tradición en una comunidad, aparece una serie de gestos, muecas, o incluso expresiones ejecutadas con las manos, acerca de los cuales hay poca literatura, pero cuya importancia y antigüedad es innegable. Ese lenguaje gestual, tan efectivo como el hablado, lejos de haberse perdido o debilitado, se retuerza en nuestros días con nuevas aportaciones que engrosan el vetusto repertorio. De hecho, para cualquier conductor de automóvil actual, encerrado tanto tiempo tras los cristales de sus ventanillas, es un alivio disponer de una colección surtida de gestos cuyo uso contribuye a descargar tensiones; cierto que alguno de esos gestos han sido trasladados de allende nuestras fronteras, pero su significado es tan universal que la implantación ha sido relativamente fácil y rápida. Junto a estas aportaciones de la que sólo es novedosa su aplicación, naturalmente, otras expresiones más antiguas(el dedo índice sobre los labios para solicitar silencio; el mismo dedo perpendicular a la sien mientras la muñeca gira ciento ochenta grados para indicar locura; la mano abierta con el dedo pulgar junto a la punta de la nariz y todos los demás en movimiento para hacer burla, etc., etc.), reflejan la abundancia de recursos y la frecuencia en la utilización de los mismos en la vida normal. ¿Para cuándo, pues, un estudio en profundidad sobre el origen y evolución de estas muestras cuyo arraigo social es tan profundo?