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LA BRUJA
Era uno que tenía una novia que era bruja y tenía los untes arriba, en el desván; y se casó con otra, y, por lo visto, cuando estaban en la cama, pues sentían que entraba y movía todo.
-¿Ya estás ahí? Decía la mujer. -Pues llévatele...
A veces, dicen que ponía un escriño con una luz debajo y unas tijeras haciendo una cruz, y no venía esa noche. Pues éste era tratante, y iba a Medina los días de mercado, y iba la bruja y decía la mujer:
-¿Ya estás aquí? Vete a buscarle que está en Medina.
Y en el medio del camino, iba con otro y dice:
-Esta tía jodida, ya me ha cogido.
Sentía un peso, pero no la veía. Conque hablando un día con otro, dice:
-Me está dando una lata... Por la noche, si me pongo a la orilla, a la orilla el peso; si me pongo al rincón, al rincón el peso.
y le dice el otro:
-Pues ponte al rincón; pones una porra, y ande sientas el peso, da.
Conque puso un palo allí y cuando sintió el peso dio así al rincón y no volvió a sentir el peso. Y al día siguiente dice:
-Oye, oye, que, hice eso y anoche se marchó.
Y dice,:
-,Claro. Verás como hoy no sale.
Conque miraron pa atrás y estaba asomándose a la puerta con el brazo en cabestrillo.
EL MARIDO BURLADO
Era una madre y una hija que las gustaba mucho el vino, y tenía el marido una cubeta añeja; conque, los domingos se iba a pescar e iban ellas, sacaban un garrafón de vino y echaban cantos a la cubeta. Y el marido llegaba y estaba el vino arriba:
-Pues no han sacao de la canilla.
Hasta que ya, se llenó la cuba de cantos. Y se marchó a pescar, y va la vieja, se esconde allí entre unos forrajes y dice:
-Ay pescador, que pescas en el día de los Santos, la cuba de vino se te volverá cantos...
Y el hombre se marchó a casa y encontró la cubeta llena de cantos. Y dice:
-¡Anda, es verdad! Pues me han embrujao.
Recogidos por Joaquín Díaz de, Amalia Gómez, nacida en La Overuela (Valladolid), 73 años.
RONDA DE RIBADELAGO
(Ribadelago, Sanabria)
En Santo Domingo entré,
no me dejaron pasar
y cogí la carabina
y al monte me fui a cazar.
Caza no encontré ninguna,
ninguna pude encontrar;
sólo una blanca paloma
en su lindo palomar.
Para casarme con ella
si era de su voluntad;
sus padres que lo supieron
la trataron de ocultar.
La metieron en un convento
donde yo no pude entrar:
Ella mira y yo la miro
y no cesa de llorar.
No llores, blanca paloma,
no tienes por qué llorar
que en teniendo la licencia
contigo me he de casar.
El teniente coronel
no me la quiere mandar,
pero tengo la "asoluta"
del capitán general.
Recogida por Joaquín Díaz en Vigo de Sanabria (Zamora), de Andrea Morán, 74 años.