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Revista de Folklore número

094



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LEXICO Y JERGA COLOQUIAL (1). (Semiología de un lenguaje antepasado)

TORRES GARCIA, Leopoldo

Publicado en el año 1988 en la Revista de Folklore número 94 - sumario >



El argot popular es rico en voces, consonancias y expresiones que definen a la perfección la antología del vocabulario. En su agenda particular cada pueblo guarda una extensa y valiosa connotación con cierta trascendencia. Lenguaje, en suma, heredado de sus antepasados y reaccio a cualquier alteración morfológica ante las circunstancias que han rodeado al medio rural en los últimos años.

La fraseología reciclada sigue dando mucho que hablar, mientras a los buenos entendedores les basta con cuatro palabras. Verdaderamente, algunos dichos dejan atónitos a quienes no dan crédito a lo que oyen. A fe que no entienden ni papa de la conversación para que se les tenga que dejar por imposible, la mayoría de las veces por «no querer bajarse del burro», aferrados a ideas concretas, a cabezonadas. Tal que no les queda otra alternativa que mandarles a freir espárragos, despachándoles a gusto con un «pa ti la perra gorda», tras haber machacado repetidamente la misma conversación. Testarudos que «no dan el brazo a torcer» cuando no les entra en la mollera otra versión que no sea la suya propia. Si se aviniesen a razones sería «harina de otro costal», porque no siempre viene a cuento; si lo hacen es por propia conveniencia. De aquí que en ocasiones «no peguen pie con bolo» y «hablen por no callar», yéndose constantemente «del bajero al solano» sin saber de la misa la mitad» y revolviendo, para más inri, Roma con Santiago.

Las mujeres son «como Dios las ha hecho». Por «menos que canta un gallo» «arman un cisco de padre y muy señor mío». Conversaciones de estraperlo, de oídas de campanadas, pero sin saber por dónde tocan. No suelen ser otra cosa que asiduas habladurías. La difusión de los acontecimientos en el seno de la población siempre ha venido transmitiéndose por onda corta o larga en función de la magnitud de la noticia. Las deseosas de hacerse con la primicia están a la que salta para captarla contestando a diestro y siniestro a fin de socavar el fondo de la cuestión. El trotaconventismo no llegó a pagarse en especie, aunque sí en amistad, a pesar de existir verdadera vocación por difundir los acontecimientos. «Correos» y correveidiles parecen no tener otra cosa que hacer que sobresacar aquí y cuchichearlo allá, representando un desprendimiento abismal del especimen de la noticia que se va degenerando hasta desembocar en algo sin fundamento. Si la crítica se ceba con alguien en particular, las consecuencias pueden ser imprevisibles y de tanto en tanto «una somanta» de palos baja los humos a quienes se prestan a «cogerlas a bote y volea». «Pájaros de mal agüero» que no paran en ningún concierto por conocer su consideración, y lo único que hacen es «joder la conversación». Visto el panorama, cuando necesitan conocer el secreto ya pueden «darse con un canto en los dientes». Allí nadie va a decir «esta boca es mía». Más claro, agua. Pa' chasco que después de lo ocurrido quisieran reconciliarse por unos instantes y después venderlas como Judas vendió a Cristo. De no ser por ello, «otro gallo les cantaría», mas ahora, anda y que les ondulen, que de desagradecidos está el mundo lleno. En vista del éxito, estarán constantemente con «la mosca tras la oreja», intentando entresacar en todas partes, pero debido a su comportamiento, habrán de irse «con el rabo entre las piernas». Incidentes que ocurren por «meterse en camisas de once varas», en asuntos que a la postre ni les va ni les viene y por regla general ya conocen de qué pie cojean. Con todo y con eso, siguen en sus trece. Lo de despotricar a su libre albedrío es motivo suficiente para «poner de chupi domine» al autor de los dichos si las críticas llegan a oídos del difamado. Ya podían «limpiarse porque estaban de huevo» pensar en confidencias y hacerlo llegar hasta la vox pópuli. En un periquete (momento) las noticias corrían que se las pelaban.

La evolución fonológica parece haberse atrofiado en multitud de sonidos patentizados en el vocabulario «sui géneris». Casi siempre, sinónimos verbales con aparente significado o simple degeneración o segregación del término o vocablo. El «visus» por marcharnos o iros; «juegar» o «juebar» por jugar; «varciar» por vaciar, denotan cierta apetencia a descomponer el fonema. Quienes imprevisiblemente sufren más estas variaciones y, por tanto, mayor perniciosidad en el sentido peyorativo de la palabra, son los verbos. Si a alguien se le prohibe rechinar la boca, será para que no suelte prenda sobre algún secreto conocido. De lo contrario, estará amolando sutilmente al prójimo. El daño producido podrá repercutir en el genio y, por ende, entre «cascar y cardar la liendre» teóricamente no existe ni un ápice de buena intencionalidad. Las metomentodo conocen a la perfección los tributos del chivateo, y en más de una ocasión se les ha «untado el morro con tocino», a sabiendas de la desconsideración que puede hacer chascarriar (crujir) los huesos por la soba recibida.

El sol sale para todos, y las regaltenas (lagartijas) se lo pasan de lo lindo, a pesar de que el sol del verano achicharra cuanto se pone a tiro. Tiempo capaz de amodorrar al más pintado y efecto que repercute considerablemente en el ganado lanar, que a partir de media mañana se aturra (agalbana), sin que el pastor logre hacer carrera de él. Se aspia (desgana total) de tal manera que no tiene ni ganas de pastar. El mismo atajo que en cualquier descuido del pastor carea (introducirse furtivamente en un terreno) los sembrados y los deja mondos y lirondos por algún tiempo.

Al burro que no tira o va despacio se le jincha en el culo con un palo para que ande más agudo (resultado altamente positivo para hacer salir de su escondrijo a ciertos animales). Cuidado debe poner por si se esbara (resbala) y la carga se le viene encima; en tal caso puede abozunarse y el peso arrenguillar (oprimir) al animal, quedando, con toda seguridad, descompuesto y espatarrado. El contenido del serón quedará entonces espachurrado o espiazado, escarramándose por el suelo.

Los achaparradillos, género al que pertenecen los más viejos del lugar, asiduamente se respingan (elevarse, ponerse de puntillas) si quieren ver mejor panorama o subirse a un cotorro (elevación del terreno, otero) desde donde divisar mejor el terreno. Con el agravante de que si en esta postura tienen la desgracia de esbararse se estropean la cabeza, o como mal menor se esmoroñan el cuerpo. La vida depara estas sorpresas y más de uno las ha llegado a espichar (morir) a raíz de un accidente tonto.

De nada sirve ronzullar (despreciar de viva voz burlesca e irónicamente), cada cual debe escorárselas (espabilarse, quitarse los problemas de encima) como mejor pueda. Lo mismo ocurre con el mal cuerpo por haber pingado el jopo o chingar más que lo que es debido, motivo éste por el que uno no suele estar muy católico (amplia aceptación que engloba situaciones de salud o condiciones remotas).

Se dice que al buen entendedor le basta con pocas palabras. Y como muestra de esta jerga, a modo de obsoleto, en cualquier conversación se deja sentir alguna palabra o reliquia morfogentilicia. Vocablos y expresiones chocantes que denotan toda la idiosincrasia.

Menaya (alocución que da a entender que lo referido es mejor) los piales (de peal, paño con que se cubre el pie) hechos con lana de oveja churra, ya fuese ésta andosca, borrega o igualada ,calidad apreciada sobradamente en las luengas chalinas (bufandas) que antaño calentaban de lo lindo allá por la época en que los chuzos del gélido invierno hacían acto de presencia.

Para entrar en calor, trago va y trago viene del tinto de la cuba o del cubeto. Lo mismo da a chinguete del porrón, que a jarro. Yendo calamocano (bebido) es peligroso porque algún trompicón puede dar lugar a una trapajada. Peligrosas caídas por cuanto si se tiene la mala suerte de caer sobre algún galano (trozo de cristal) la cortada puede infectarse y por consiguiente habrá de ponerse la «indicción del tuétano».

Muchos garramechos (trapos sueltos) por muy nuevos que puedan parecer jamás llegarán a ser carillos (del mismo color, forma o modo). Poco importa que estén lisos o arreguñados, lo mismo van a utilizarse.

Siempre han existido albolarios (alborotados, a su aire) a quienes se les mete en la mollera una cosa y no hay quien les saque de sus casillas. No puede estarse a bucias (a expensas, a sus conveniencias) de ellos después de haber salido escamado (con la lección bien aprendida) en más de una ocasión. En caso de juntarse mucha ajarcia (cantidad) son de respetar; por menos de la camorra (punta, cabeza) de un alfiler arman un buen cirio.

En tiempos en que se pasaba más hambre que Cascarro, los mozos preparaban cada merendola de aquí te espero, con una aciruta (hambre excesiva) tal que ni el churre (caldo, salsa) despreciaban. No dejaban ni restranco. La merienda no siempre salía a pedir de boca a consecuencia de que el escabeche podía estar esbeida (sin substancia, eslavada).

Los chicos traviesos se meten en los pilancos (charcos) en rilera (fila, hilera) y salen hechos unos Ecce Homos. Para pasar el rato les da por hacer fechorías y se telingan (cuelgan) en los tendederos de la ropa. Si son vistos «hilan que se las pelan» por temor a que la dueña les pesque y les meta en vereda». Seguramente sus padres para divertirse daban murga haciendo sonar «corbeteras» y «changarillos» (cencerros) por las calles.

El agua y demás elementos climatológicos esboran (desgastan) las paredes de adobe y hasta las de ladrillo. Todo puede caber.

Por las mosterías el lagar bullía (hoy prácticamente ha desaparecido) con la elaboración del vino. Los hombres se pasaban las horas en la pila hablando de señoritas (último madero del armazón que se construye para exprimir la uva), de castillos (el propio armazón susodicho), aspadillas (palos cortos colocados en la parte anterior o posterior de la pila), marranos (maderos utilizados en la construcción del armazón) y pastores (palos posicionalmente instalados en la parte delantera y trasera de la pila por donde pasan la viga y las aspadillas).

ALGUNAS MANIFESTACIONES LEXICOLOGICAS

A) FRASEOLOGIA:

-Cascar (o cardar) la liendre.-Recibir un correctivo físico como consecuencia de injerencias que no le atañe.

-Cogerlas a bote y volea.-Esperar a que se produzca un error en el diálogo para atacar a su oponente rebatiéndole el comentario. No da lugar a una posible rectificación.

-Estás a la que salta.-Expresión que denota cierta actitud por parte de quien, sin atenerse a las circunstancias, contesta a otra persona con cierta saña, de mala manera. Responder en tono altivo estando pendiente de la conversación para, a través de sus propias manifestaciones, recriminarle.

-Darse con un canto en los dientes.-Semejante a «limpiarse que está de huevo», vulgarismo que da a entender que lo que se persigue no está al alcance de su mano por el medio que espera conseguirlo.

-Ni restranco.-Que no queda absolutamente nada.

-No bajarse del burro (o no dar el brazo a torcer .-Ser reaccio a una idea o manifestación manteniéndose firmemente en ella.

-Pa'ti la perra gorda.-Dejar a uno por imposible. Aunque no lleve la razón empeñarse en ello. En cierto modo sería la culminación del diálogo de la expresión anterior.

-Ser harina de otro costal.-Aplicado a determinada conversación, lo dicho por una persona nada tiene que ver con lo que se habla. Tema que se aleja del comentario.

-Untar el morro con tocino.-Por meterse uno donde no llaman con posibles repercusiones tal como recibir su merecido por incordiar.

B) VOCABULARIO:

-Abozunar .-Caer de tal manera que la cabeza dé con el suelo quedando boca abajo.

-Abucias.-A expensas de algo o de alguien.

-Achicharrar .-Gran bochorno.

-Aitar.-Atragantar.

-Albolario.-Dícese de quien lo hace todo a su aire, alocadamente.

-Amodorrar.-Aturrar, agalbanar. Generalmente referido al ganado, estar cansado y tumbarse.

-Amolar.-Fastidiar directa o indirectamente.

-Arreguñar .-Doblar un papel o trapo de manera desordenada.

-Arrenguillar.-Caer un cuerpo sobre una persona o animal impidiéndole levantarse.

-Cadillo.-Cardo pequeño.

-Cámbara.-Camara, desván.

-Carrillo.-Igual, semejante, parecido.

-Cascar.-Pegar.

-Cemullero.-Protuberancia del césped.

-Chambra.-Blusa.

-Chiflar .-Silvar.

-Chingar.-Beber.

-Chinguete.-Beber a porrón o botijo de manera que el líquido caiga por el pito del recipiente.

-Corbetera.-Cobertera, tapadera.

-En ayeta.-En ayunas, sin catar bocado.

-Escabullirse.-Escaparse.

-Escachiflarse.-Romperse, destrozarse.

-Escamar .-Sufrir un chasco.

-Escarramar.-Desparramar, extender.

-Escoscar.-Espabilar. Quitarse los problemas de encima.

-Espachurrar.-Deshacer, destrozar debido a la presión ejercida sobre un cuerpo u objeto.

-Espatarrar .-Caer en mala posición con las piernas abiertas.

-Espiazar.-Despedazar.

-Estrompar .-Destrozar, romper.

-Fumarro.-Cigarro.

-Galano.-Trozo de vidrio o cristal.

-Garramecho.-Trozo de tela sin uso o utilización determinado.

-Hilar.-Figuradamente, correr por causa de alguna fechoría.

-Mollera.-Cabeza.

-Periquete.-Momento.

-Pingar el jopo.-Beber más de lo normal.

-Raspear.-Hacer que un objeto plano resbale sobre una superficie.

-Rechinar .-Guardar algún secreto. Rechistar, callar.

-Retortijión.-Retorcer en exceso.

-Terciar.-Ponerse a tiro, de por medio.

-Trapajada.-Caída por tropezón.

-Trompicón.- Tropezón.

-Tullido.-Síntoma reumático que deja secuelas. Achaque.

-Tutiplén.- Todo lleno, expansión que da a entender cierto exceso.

-Zaco.-Trozo, pedazo de algo generalmente grande.

-Zarzamillo.-Hacerse añicos, trozos menudos.

-Zopenco.-Patoso.

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(1) Del libro "ECOS RURALES", de Leopoldo Torre García.



LEXICO Y JERGA COLOQUIAL (1). (Semiología de un lenguaje antepasado)

TORRES GARCIA, Leopoldo

Publicado en el año 1988 en la Revista de Folklore número 94.

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