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I. LA GEOGRAFIA DEL DESCENDIMIENTO.
A partir de la Contrarreforma vamos a asistir en España a una potenciación del interés estético en todo lo que concierne al «vivir religioso» en los pueblos y en las ciudades. La pomposidad del culto y la búsqueda afanosa de emociones son inseparables de una imaginería o escultura procesional dirigida a mover a la devoción y a la piedad. Esta influencia del Concilio de Trento empezará a adquirir importancia en el siglo XVI, y no dejará de desarrollarse a lo largo de los siglos XVII y XVIII. La mayor parte de las esculturas que aún se exhiben en los pueblos de la diócesis de Coria son talladas durante ese período. Imágenes de Crucificados y de Cristos yacentes del más puro estilo barroco vienen a sustituir a hermosas figuras de corte renacentista. El pueblo prefiere ver al Cristo dolorido, de agónica mirada y que incite a la compasión. Pero los estímulos compasivos a que estas figuras mueven afloran con una mayor intensidad cuando los fieles reviven escenas de la Pasión. Tal vez por ello la escenificación de la crucifixión y muerte de Cristo toma carta de naturaleza en ese momento crucial. Es en el siglo XVI cuando se establece la costumbre del Descendimiento o Desclavamiento, cuya función se orienta a que el pueblo pecador crucifique al Nazareno cada año y luego, también cada año, acabe llorando y arrepintiéndose de su delito. Sin embargo, fácil resulta constatar que la teoría se aleja muchas veces de la práctica y la pretendida funcionalidad queda en entredicho.
Aunque la documentación que poseemos no es muy precisa, parece que la práctica del Descendimiento se inicia en España coincidiendo con el Concilio de Trento, aunque el gran auge lo adivinamos con posterioridad a 1563, año de su finalización. La inauguración conciliar tuvo lugar bajo el pontificado de Lucio III, quien hace convocatoria para las sesiones de 1545 y de 1546. y es precisamente este Papa el que, mediante bula que se guarda en el templo parroquial, autoriza la celebración del Descendimiento en el pueblo zamorano de Bercianos de Aliste. Se trata del primer dato escrito que conocemos de la costumbre, y aunque ello no evidencia que sea el primero en celebrarla, la función de Bercianos es la más antigua de cuantas se conservan en la actualidad. El ejemplo cunde, y antes de que finalice el siglo XVI son ya otros pueblos del noroeste de Zamora los que en la tarde del Viernes Santo ejecutan el ritual del Descendimiento. En Trefacio y en San Ciprián de Sanabria, lugares próximos a la divisoria con León, la Crucifixión y posterior Descendimiento se vino celebrando, por lo menos, hasta hace unos cien años (1). Su antigüedad debe de remontarse a los siglos XVI o XVII.
El barroquismo de ciertos cristos articulados acota las fechas ya indicadas para los comienzos de la piadosa costumbre en otros puntos de la geografía peninsular, aunque no todas las imágenes existentes denuncian la actualización de la ceremonia. Tordesillas (Valladolid) compaginó hasta no hace muchos años el olvido y la recuperación de su peculiar Descendimiento. Los vecinos de Villavicencio de los Caballeros, en la misma provincia castellana, siguen desclavando al Cristo dentro de la iglesia parroquial (2). En Vivero (Lugo) es el atrio del templo de Santa María el marco que acoge la sagrada función (3). En Salamanca, el Descendimiento que antaño se ejecutaba junto a la puerta de San Bernardo o de San Francisco, sigue celebrándose en el Patio chico, a los pies de la Catedral Vieja, el mediodía del Viernes Santo (4). El devallament o descendimiento de Pollensa continúa manifestándose como una ceremonia impresionante ante los ojos de los que asisten a la Semana Santa de esta población mallorquina (5). En Peraleda de la Mata (Cáceres) el Descendimiento de la Cruz, en la tarde del Viernes Santo, se efectúa en el interior del templo con una escenificación cargada de realismo.
Estas poblaciones señaladas, lógicamente, no son las únicas que acogen la Función del Descendimiento. Con todo, y ésta es la intencionalidad de la cita, pueden servirnos de puntos de referencia para la localización de la costumbre en amplias comarcas o demarcaciones diocesanas. La difusión de la misma desde centros específicos parece responder a un proceso de transculturación que se hace sensible por los datos que poseemos, sobre todo en tierras castellanoleonesas y de la Alta Extremadura. Esta progresión es rápida y en menos de doscientos años, los que van de finales del XVI a mediados del XVIII, la práctica del Descendimiento alcanza su mayor extensión. A partir de esa fecha la costumbre no sólo deja de extenderse, sino que, por motivos harto conocidos (prohibiciones, apatía, nuevas modas...), comienza un declive imparable que no ha cesado hasta las últimas décadas. Hoy se puede afirmar con seguridad que son varios cientos las localidades que, aun teniendo Cristos yacentes articulados, ignoran que el Descendimiento constituyó uno de los ritos populares más importantes de sus Semanas Santas. Tal es el caso de Serradilla (Cáceres), donde, a tenor de las informaciones recogidas in situ, casi nadie sabe que el Cristo de brazos articulados, entronizado en un retablo desde 1887 y venerado en la actualidad bajo la advocación del Cristo de la Salud, era crucificado y descendido por dos veces cada Viernes Santo hasta finales del siglo XVIII (6). Otras tallas han tenido peor fortuna y, haciendo gala a su título, yacen arrumbadas bajo altares al socaire de la humedad y de las carcomas.
EL DESCENDIMIENTO EN EL OBISPADO DE CORIA
En la actual .diócesis de Coria la ceremonia del Descendimiento parece tener su inicio en el siglo XVII. De esta época son la mayor parte de las imágenes de Cristos yacentes que se conservan en los pueblos dependientes del obispado cauriense. Sin embargo, las características escultóricas barrocas, en lo que a este tipo de tallas se refiere, se mantienen hasta mediados del siglo XVIII. Creo que es a partir de l700 cuando se esculpen y llegan a la diócesis de Coria el casi medio centenar de Cristos articulados que sufrían «martirio» cada final de cuaresma. Y es entre esa fecha y la de 1770 cuando la Función del Descendimiento alcanza una mayor magnitud en todo este área de la provincia de Cáceres. Durante todo ese tiempo los talleres imagineros trabajan sobre un modelo establecido, con escasas variaciones, para servir a la creciente demanda de Cristos articulados que llega, sobre todo, de los pueblos cacereños y castellanoleoneses. Ello explica que tales esculturas no sean encargadas a plazo fijo de entrega. sino adquiridas de las existencias de un taller especializado. No ha de extrañar, por consiguiente, el mellizaje de Cristos tan alejados entre sí como los de Bercianos, Tordesillas y los de la diócesis de Coria.
La generalidad de los Cristos yacentes responde a unas características comunes. La altura supera los 160 centímetros, algo por encima de la de un español medio en el momento de su ejecución. El naturalismo es la tónica dominante, sin que le falte el peculiar paño o perizoma de acartonados pliegues y el nudo volandero por debajo del costado derecho.
Inseparable compañera del Cristo articulado es la Virgen Dolorosa, ya que la imagen es pieza fundamental en la ceremonia del Descendimiento. En su fabricación han seguido un fiel arquetipo. Suele ser talla de candelero, de madera policromada, ojos de cristal, pelo postizo natural y brazos articulados. Se presenta vestida con manto de luto y cubierto el rostro con velo negro. Sobre el pecho lleva prendido un corazón atravesado con siete espadas, y en la cabeza porta una corona en cúpula, casi siempre de plata. Estas tallas de la Dolorosa pueden datarse como del siglo XVIII, período en el que, según dije anteriormente, alcanza su auge en la diócesis de Coria la Función del Descendimiento.
III. EL ANALISIS DE UN MODELO: AHIGAL.
Tres son los pueblos en el marco de la geografía diocesana en los que la dramatización del Descendimiento destaca sobre el resto, tanto por la vistosidad y esplendor de la ceremonia como por el que los asistentes a la Función terminaran cayendo en una especie de fervor místico tan propio del período de la Contrarreforma. Tales fueron Torrejoncillo, Robledillo de Gata y Ahigal.
En el primero de los lugares la ceremonia se efectuaba en el ábside de la iglesia parroquial de San Andrés, una vez finalizados los oficios vespertinos del Viernes Santo. El sacerdote había de predicar el «sermón del Descendimiento», que por obligación debía hacer caer a los asistentes en el paroxismo. Acto seguido se iniciaba la procesión del Santo Entierro. El control ejercido sobre este pueblo, distante diez kilómetros de la sede episcopal, por los visitadores diocesanos devino en una prohibición de la ya arraigada costumbre en 1780.
Robledillo de Gata representa un caso atípico. Había pertenecido a la diócesis salmantina de Ciudad Rodrigo, hasta que por un reajuste efectuado en el presente siglo, pasó a ser sufragáneo de Coria. Este fue uno de los primeros pueblos cacereños, tal vez el primero, en aceptar la Función del Descendimiento, convirtiéndose así en un foco de irradiación de la ceremonia por una buena parte del área norte de la provincia. Al pertenecer a otro obispado en nada le afectarán las prohibiciones del metropolitano de Coria, que en 1788 ponen fin a los «abusos y corruptelas» de la práctica del Descendimiento. En consecuencia, la Función de Robledillo de Gata se ha venido celebrando ininterrumpidamente, convirtiéndose en los últimos años en uno de los acontecimientos de atracción turística más importante de la comarca de la Sierra de Gata.
Del tercero de los pueblos, Ahigal, poseemos una mayor documentación de la Función del Descendimiento. Sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII. En el cabildo celebrado el día cinco de mayo de 1753 por la Cofradía de la Vera Cruz, se acuerda, por unanimidad, el solicitar al obispo de Coria la autorización para la compra de las imágenes del Cristo articulado y de la Virgen de la Soledad, así como para la instauración de la ceremonia del Descendimiento. Tras informarse del saneamiento de la cofradía y de los fondos de que dispone para la compra de las dos tallas, el obispo «Juan Joseph García Alvaro por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Appca. obispo de Coria del Consexo de S. Mtd.» concede autorización en los mismos mes y año. La licencia responde en líneas generales a un modelo único con el que monseñor García Alvaro despacha las autorizaciones para la Función del Descendimiento en su diócesis.
El valor del documento me obliga a reproducirlo íntegramente: «Por quanto por parte de la Justicia, Reximiento y Procurador Gral. de el Lugar de Haigal de este Nro. Obispado se Nos ha representado el fervoroso zelo de todos sus vezinos a establezer la Función del Deszendimiento, como se acostumbra y practica en otros Pueblos de este dho Obispado el día de viernes santo, con la solemnidad y serie. que pide semejante acto, con él de construir y fabricar las ymagenes de el Santíssimo Christo y Nra. Señora de la Soledad y demás necesario a él, de la cantidad de zerca de Doscientos Ducados que han importado las Limosnas qe. lo piadoso de dhos vezinos tienen destinados para tán santo fin y establecimto. de referida Función, la que deseaban se agregase ó incorporase a la Cofradia de la Santa Vera Cruz, sita en la Parrochial de referido Lugar, para su maior susistencia y que más bien se pudiese executar referida Funcion de Deszendinto, por hallarse la expresada Cofradia con caudales suficientes para los annuales gastos de sus Funciones de dho Deszendimto., siempre qe. llegase el caso de practicarse referida agregacion en la que asentian, desde luego, unanimes y conformes los individuos de referida Cofradia de la Santa Vera Cruz, suplicandonos fuesemos servidos de conzeder Nro. Permiso y Lizencia para que de los expresados Doscientos Ducados, importe de las Limosnas, se convirtiesen en la construcción de dhas Santas Ymagenes y se conceda para su Función de Deszendimto. a referida Cofradia de la Santa Vera Cruz, el que remitido á informe ál Cura Pr. de dha Parrochial sobre los Caudales existentes, Funciones y Gastos annuales de referida Cofradia, y Costo de dhas Santas Ymagenes, con lo demas qe. en ello se pudiese ofrezer, él qual haviendose evacuado en bastante forma en su vista y por Derecho qe. provehimos oy dia de la fha. Acordamos expedir el presente por el qual y tenor Damos y Conzedemos Nro. Permiso en forma para qe.se hagan las ymagenes de el Santissimo Christo y Nra. Sra. de la Soledad con las Limosnas que se han dado por los Fieles y lo demás que fuere necesario para qe. con la maior Veneración y decencia se pueda hazer dha Funcion de Deszendmto, la que por aora, y sin perjuicio de las Obligaciones y Funciones de la dha Cofradia de la Santa Vera Cruz y cuidado de la Ymagen de el Santissimo Christo de el Humilladero, se pague de el sobrante de sus Rentas, corriendo á el cargo de el mayordomo y Diputados de la expresada Cofradia a la que se agregan dhas Santas Ymagenes. llevando quenta y razon de los Gastos, Sermon, Zera, Procesion y demas necesario para darla al mismo tiempo que se da la de la expresada Cofradia, en la que acavadas sean referidas Santas Ymagenes de el Santissimo Christo y Nra. Señora, con todo lo demas conduzente a semejante Función de Deszendimiento, con interbencion de el Cura Proprio de dho Lugar. Se pondrá en el Libro de Visita de la expresada Cofradia, para que siempre conste y de la distribución de dhas limosnas. Dada en la Ciudad de Coria y Santa Sede, a veinte y cinco días de el mes de mayo de mil setecientos cinquenta y tres Años. Juan Joseph obispo de Coria» (7).
En el año siguiente, es decir, en 1754, ya adquiridas las imágenes del Cristo yacente y de la Virgen de la Soledad, daba comienzo la Función del Descendimiento. Hasta 1787 el acto tenía lugar en el sitio conocido por el Calvario, al norte de la población, hasta donde se encaminaba la procesión en la ,tarde del Viernes Santo. Se llevaba en cabeza el Nazareno, al que seguían el Cristo de los Remedios o del humilladero (sacado de la ermita al paso por ella de la comitiva procesional), el Cristo yacente colocado en la urna y la Dolorosa o Nuestra Señora de la Soledad. Llegados al «gólgota» local, los asistentes a la procesión hacían un amplio círculo y, tras sacar al Cristo de 1a urna, lo clavaban en la Cruz de la Salve, una cruz de madera considerada como la principal del Calvario (8), al tiempo que algunas mujeres movían los articulados brazos de la Dolorosa, colocada en el centro sobre una mesa o tarima, para que enjugase sus lágrimas con un pañuelo que aún luce en sus manos. Durante la «crucifixión» se entonaba el Miserere. Seguidamente el sacerdote predicaba el «sermón del Descendimiento», tras lo cual los diputados de la Cofradía de la Vera Cruz desclavaban al Cristo y lo ponían en los brazos de la Virgen, estirados para recibir aquella imagen. Colocado de nuevo el Cristo Yacente en la artística urnia de madera y cristales la procesión del Santo Entierro volvía a la iglesia para, ya anochecido, cantar las Tinieblas.
A lo largo de treinta y cuatro años en Ahigal se vino celebrando la Función del Descendimiento sin más interrupciones que las derivadas de la climatología y sin que en todo ese largo tiempo se refleje en los Libros de Visita de la Iglesia y de la Cofradía de la Vera Cruz, responsable directa de la ceremonia, ninguna amonestación sobre el anormal desarrollo de la misma.
En el año 1783 muere el obispo don Juan Joseph y queda la sede vacante durante dos años, ya que en 1785 la ocupa Fray Diego Martín y Rodríguez, que a su vez fallece en 1789. La labor pastoral de este prelado es escasa y las visitas a los pueblos es nula. Sin embargo, de sus manos sale la redacción del edicto que prohibe la práctica del Descendimiento en toda la diócesis. Sus razones son la prohibición de que había sido objeto la ceremonia en otros obispados y la información que recibe de algunas personas sobre la degeneración y el artificio a que había llegado el Descendimiento en los pueblos puestos bajo su autoridad.
Edicto de Prohibición
Este veto es solamente uno más en la lista de prohibiciones del siglo XVIII, período en que los ilustrados intentan borrar las prácticas religiosas catalogadas con el rótulo de supersticiosas y en cuyo logro son parte fundamental los prelados extremeños. Es por esas fechas, en 1777, cuando el rey Carlos III, a instancias del obispo de Plasencia (Cáceres), ordena el cese en todo el reino de las procesiones de empalados y disciplinantes, amén de otras manifestaciones de esa índole arraigadas entre el pueblo (9). La circular de Fray Diego Martín y Rodríguez, la última de las redactadas en su obispado y una de las pocas que recoge el Libro de Visita de la parroquia de Ahigal, puso fin a la Función del Descendimiento en toda la geografía de la diócesis de Coria. Pero al margen de su misión condenatoria, el «hedicto» presenta un valor incalculable por cuanto nos permite el conocimiento bastante detallado de una popular costumbre, así como la opinión que la devota práctica merece a un obispo ilustrado de Coria. Todo ello es suficiente para obligarnos a presentar aquí este curioso e inédito documento de 1788:
«Nos Dn. Frai Diego Martín y Rodríguez, Por la Gracia de Ds. y de la Santa Sede Appca. obispo de Coria, del Cosejo de Su Magtaz.
A todos los Curas Rectores o Sus tenientes, o Vicarios y demás fieles de este obispado Saluz y Paz en Nuro. Sr. Jesuchristo.
La corruzion del Linaje humano i la astuzia de Nro. enemigo común que por todos los caminos pone lazos pra. nuestra perdicion, han introduzido en varios tpos. abusos y corruptelas asta en lo mas sagrado de nuestra Religion. Vno de los Pasos mas tiernos y devotos qe. venera el Christianisimo es el Descindimientro del Cadaber de Nuesro. Redentor del Sacro Sato. Arbol de la Cruz. Quando tubo Supincipio la Representazion de este auto concurrian los fieles al templo, aunque como otro Josef y Nicodemos con la Mirra Aloe, el Sacro Santo Cuerpo difunto de el Sr., esto es, con lagrimas de un corazon contrito y humillado, con el olor y fruto de buenas hobras y con los sentimientos ynteriores de una devvozion y Piedad sólida. Pero abiendo degenerado de aquel espíritu y fervor los mas de los Chrisnos, de estos tiempos en aquella sagrada y dolorosa Representazion (especial mente quando se ejecuta en los campos). Vnos se ocupan en miradas lizinziosas, otros en conversaziones mundanas, otros en voces destempladas y otros (quando mas) en unos suspiros y lagrimas materiales que, como agua de tormenta, pasan luego sin umedezer y fecundar la tierra del corazon, sacadas maquinal mente de los ojos a fuerza de artifizios y Esterioridades, como son dar rezios golpes con el martillo para desenclavar el Cadáver del Sr. por la tramoia (así se debe llama). Que se usa en algunos pueblos de subir y bajar con un cordel las manos de la Ymagn. de Nª Sª de la Soledad para limpiar los ojos y Recivir la corona y los clabos que le han a ofrezer los minsas. y otras imbenziones ajenas a la seriedad con que se debe celebrar este tierno paso: que si las viese vn infiel ciertamente se burlaria de nuestro culto y religion; luego que llegamos a este obispado pensamos el suprimir la Funzión de el Deszendimiento, como se abia executado en otros. Pero por ziertos respetos que no debiamos atender (lo confesamos con ingnuidad) suspendimos esta providenzia asta ora. Mas aziendonos cargo del peso formidable de nuestro ministerio Pastoral y sus estrechas obligaziones principalmente en correjir y desterrar abusos y desordenes en las cosas sagradas, no podemos por más tiempo mirar con indiferenzia este punto, ia por las repetids. ynsinuaziones de Personas verdadera mente piadosas, qe. consideran afondo las cosas de la Religion, i ya mobidos de los Esímulos de nuestra propia conzienzia. Y así proivimos para siempre la Representazion y Sermon de Deszendimiento no solo en campos, sino tambien en las Yglas. Surrogando en su lugar el Sermon de Pasion en los Pueblos donde este no se predicaba y en el de Soledad en los que se predica Sermon de Pasion, y en el caso de estar dotado en algun Pueblo el Sermon de Deszendimto., comutamos y aplicamos esta Estazion para vno de dhos sermones, pues oiendo esto los fieles sin aquellas imbenziones esteriores y artifiziosas que nada conduzen para el Espíritu de vna verdadera compunzion, podrán sacar maiores utilidades espirituales en probecho de sus almas. Y mandamos a los Curas tenientes o Vicarios obserben en todo y por todo esta Nuesra. Providenzia sopena de Veinte Ducados de multa a los que permitiesen predicar el Sermon de el Deszendto. Y a los que le predicasen les pribaermos de la Lizenzia de predicar en todo nuesro. obispado y prozederemos contra ellos a lo que hubies lugar en derecho. Y este nuestro hadicto se leera en un día festivo inter misarum solexnia y copiado en el Libro de Visita. Se despachara de vn Lugar a otro por el orden de la margen y desde el vltimo se remitira a Nuestra Secretaría de Camara para qe. nos conste de su intimazion. Dado en nuestro Palazio Episcopal de Coria a doze de Enero de mil setezientos ochenta y ocho.
Frai Diego obispo de Coria. Pr. mdo. de SS.Y. el opo. mi Sr. Lizdo. Dn. Juazhin Josef de Cazeres Villalobos. Vize Secrto.» (10).
La nota prohibitiva surtió efecto en todos los pueblos de la diócesis. Los Cristos yacentes perdieron su finalidad, convirtiéndose en simples pasos en las procesiones del Santo Entierro. Las medidas coactivas de Fray Diego supusieron la muerte definitiva de la costumbre en la mayor parte de las parroquias de las que tengo conocimiento. En Ahigal una parada junto a la Cruz del Calvario y una pequeña plática cuando la procesión llegaba a aquel lugar en la tarde del Viernes Santo rememoraban la Función del Descendimiento. Pero el pueblo, siempre amante de las manifestaciones dramáticas, olvida pronto la enérgica prohibición y recupera la ceremonia en 1816, sin que exista la mínima oposición por parte de la jerarquía diocesana. La parroquia de Ahigal estaba regida por don José Corchero y Oliveros, y el obispo de Coria era a la sazón don Blas Jacobo Beltrán. Tal vez uno y otro ignoraban ya la circular condenatoria emitida veintiocho años atrás. Ahora la Crucifixión y el Desclavamiento mudarán de escenario y se efectuarán en la explanada del Humilladero o ermita del Cristo de los Remedios. Para su nueva instauración fue necesario el construir una gran cruz de madera y una peana de granito para sujetarla en el ceremonial del Descendimiento. Ambas desaparecieron en 1967. El desarrollo de la Función no presenta variaciones respecto a como se hacía en el Calvario, recuperándose incluso el «sermón del Descendimiento» condenado por el edicto de Fray Diego.
Sin que tengamos conocimiento de las causas exactas, el Descendimiento dejó de llevarse acabo a partir de 1878. La opinión más comúnmente aceptada es la de que faltaban ánimos para continuar con un ritual que hasta esa fecha habían mantenido los últimos supervivientes de la desaparecida cofradía de la Santa Vera Cruz. Habrían de pasar tres cuartos de siglo hasta que, ya en el año 1954, el párroco don Gonzalo Pradilla Marauri redescubriera la Función. En tal ocasión el Descendimiento fue sacado de su entorno y contexto primitivos, ya que se desarrolló en la plaza del Concejo y como un acto más de la procesión de la Soledad o del Silencio de la noche del Viernes Santo. Aquel intento de recuperación no tuvo continuidad. Tendría que llegar 1983 para que por iniciativa de la Agrupación «Amigos de Ahigal», una asociación de carácter cultural, volviera a celebrarse la Función del Descendimiento. El Calvario se ha convertido nuevamente en el escenario que acoge la ceremonia, si bien ésta presenta algunas peculiaridades que no se daban en la Función primitiva. En la mañana del Viernes Santo una procesión se dirige hasta aquel sitio para clavar al Cristo en la cruz, permaneciendo en ella hasta después de los oficios de la tarde, cuando todo el pueblo asiste al Descendimiento, que se ejecuta con la misma escenificación que antaño. La Función ha calado profundamente en el sentimiento de los ahigaleños, lo que, unido al auge experimentado en los últimos tiempos por las tradiciones, hace pensar que su instauración es ya definitiva.
En líneas generales, lo que hemos expuesto es cuanto cabe decirse de la Función del Descendimiento, una costumbre que en la mayor parte de los pueblos de la diócesis de Coria no supo o no pudo recuperarse tras la condenación de 1788. Mas, aun a pesar de su olvido, la ceremonia está pidiendo un estudio en profundidad, puesto que sin duda un análisis desde otras perspectivas distintas de las aquí tratadas aportarían datos significativos para la comprensión de la mentalidad, del ser y del sentir de los pueblos en un momento clave de la historia de España.
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(1) Esta información me fue dada en 1977, cuando realizaba en la comarca de Sanabria (Zamora) un trabajo de campo.
(2) Blanco, Carlos: Las fiestas de aquí. Valladolid, 1983.Pág. 160.
(3) Sánchez, María Angeles: Guía de fiestas populares de España. Madrid, 1982. Pág. 40.
(4) Yuste, José Luis: Tradiciones Urbanas Salmantinas. Salamanca, 1986. Pág. 33.
(5) Sánchez, María Angeles: Op. cit., pág. 34.
(6) Sánchez, Agustín: Un año de vida serradillana. Plasencia, 1982. Págs. 89-90.
(7) Libro de Visitas de la Cofradía de la Santa Vera Cruz. Folios sin numerar. Comienza a escribirse en él a partir de 1542.
(8) La cruz de madera fue sustituida por una de granito en 1909. Unos versos debidos a la inspiración del poeta local Basilio Galindo recuerdan el hecho.
"Y de mayo al sexto día,
de mil novecientos nueve,
vio el pueblo con alegria
nueva cruz de cantería
tan blanca como la nieve".
(9) Libro de Visitas de la Yglesia Parrochial de Ahigal. Folios 84-86. Comienza a escribirse en dicho libro a partir del año 1753.
(10) Libro de Visitas de la Yglesia... Folios 181-183.