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I
Salta a la vista que cualquier estudio sobre economía agraria de un determinado período histórico lleva consigo el análisis de las técnicas utilizadas, del material y de los suelos puestos en explotación. Son éstos unos aspectos que no escapan a la moderna historiografía y así vemos cómo Bloch, Duby, Benoit, Dhontd, Le Goff, etc., se fijan detalladamente en el instrumental agrícola como un paso previo para la comprensión de las variantes productivas en el medievo. Dentro de la lista de útiles y aperos es el arado el que destaca por su importancia. En el arado vio Le Goff (1) una de las causas decisivas y motivadoras de la "revolución agrícola" en la Edad Media, y a la evolución de este apero y de sus anexos (colleras para los animales, tiros enganches...) achaca George Duby el mayor auge y rendimiento de los cultivos en la Francia del mismo período (2).
Por lo que respecta a la Península nos encontramos, aunque sólo a partir del primer tercio del siglo, a una serie de etnógrafos que ponen en el arado uno de los objetivos de sus investigaciones. El pionero de estos trabajos ergológicos fue el profesor Telesforo de Aranzadi (3), al que siguieron las monografías más completas y de conjunto de Robert y Bárbara Aitken, Julio Caro y Jorge Dias (4), así como otras investigaciones centradas en comarcas específicas (5).
En lo que atañe a la provincia de Cáceres, el matrimonio Aitken la divide, no sin ciertas reservas e interrogantes, en dos partes casi simétricas, caracterizadas cada una de ellas por un tipo de arado (Fig. 1). En el lado occidental se encuentra el arado conocido como dental, que enumera con el guarismo dos de su esquema clasificatorio, mientras que en la zona limítrofe con Avila y Toledo constata la presencia única del arado cama o castellano, el número tres de la clasificación general (Figura 2). Caro Baroja no se aleja mucho de la división hecha por los Aitken, aunque la línea de demarcación este-oeste, es decir, entre arados dentales y castellanos, presenta una mayor verticalidad, dando la impresión de coincidir con el trazado de la cañada leonesa (Figura 3).
Nuestras investigaciones en este mismo campo nos han evidenciado que la división de la provincia cacereña en dos mitades totalmente diferenciadas no se ajusta a la realidad. Así encontramos zonas del oeste, como la Sierra de Gata y la comarca de Alcántara, en las que abundó el arado-cama, que los Aitken y sus seguidores señalan como propios de la parte oriental de la provincia. Igualmente en los pueblos de Ahigal, Oliva de Plasencia, Santibáñez el Bajo y en algún otro núcleo de la Tierra de Granadilla subsisten los dos tipos de arados, cada uno de ellos orientado a labores determinadas. Ya Caro Baroja (6) había llamado la atención sobre una excepción en el NO, con el ejemplo de San Martín de Trevejo, donde se usaba un arado de tipo castellano, similar a los del Campo Arañuelo.
Es posible que el conocimiento de un mayor número de arados de todas las comarcas cacereñas habría desembocado en una distribución más detallada de los mismos, de una superior complejidad de lo que a primera vista cabe suponerse. Pero Caro Baroja sólo constató un arado de Guadalupe de la colección de L. Crespí, de tipo castellano, y otro de Montehermoso, del tipo 2 a del esquema de los Aitken, adquirido para el Museo del Pueblo Español (7), y ello es insuficiente para dar por concluida una clasificación. No obstante, los dos tipos señalados (Figuras 4 y 5), con las únicas excepciones que luego veremos, son los arados que coexisten en la provincia, aunque su imprecisa distribución hace necesaria una concretización sobre mapas ergológicos. Por lo mismo, el material empleado (casi siempre madera), las piezas y la nomenclatura presentan escasas variantes de unos pueblos a otros y entre los distintos tipos de arados. Aunque hoy puede decirse que su fabricación es nula en el medio rural cacereño, todavía hemos tenido la oportunidad de ver colgadas en los talleres familiares las herramientas con las que cada agricultor, parece que siguiendo una tradición celta, fabricaba sus propios arados: sigurón (hacha), sigureja (hacha pequeña), azuela, garlopa, barrera, sierra de San José, lima, formón, escofina, cepillo, navaja pahtora... Las piezas de metal, sobre todo las rejas, tanto las de cola o ehcoba de los arados-cama, como la de capuchinu de los dentales, han sido piezas salidas de las manos de los herreros.
II
Si bien la simétrica división de la provincia partiendo de los señalados tipos de arados no se ajusta a una total realidad, tampoco es cierto que estos tipos se reduzcan en Cáceres a dentales y castellanos. A esta cifra habría que unir el radial y el de rueda. Del primero de ellos vi un ejemplar, todavía en uso en el año 1973, manejado por un agricultor de Ahigal. El campesino era consciente de que su arado no era igual al de la totalidad de sus convecinos, pero "dendi el su padri p'atrá loh jabían jechu asina en la su casa y ehtaban jechu a él". Entonces perdí la oportunidad de proceder a un censo de este tipo de arados en dicho pueblo y zonas limítrofes, pero se me fue la ocasión, una ocasión que hoy es difícil recuperar, ya que la mayoría de los "trahtuh d´aral" han sido sustituidos por el tractor en los últimos años y han sido destruidos. La existencia del arado radial en Cáceres no puede sorprendernos mínimamente, aunque los estudios españoles la hayan pasado por alto, sobre todo si tenemos en cuenta que en la distribución hecha por J. Dias para Portugal se señalan como los más comunes al norte del río Tajo (8). No hay razones geográficas ni culturales que obliguen a pensar que el tipo de arado radial portugués se detenga en la frontera y bueno sería emprender trabajos sobre el terreno para constatar su pervivencia en las comarcas cacereñas que limitan con el país luso. Esto es algo que Taboada Cid ya llevó acabo en Galicia con resultados muy positivos (9). Caro Baroja desconocía la obra de Jorge Dias, publicada un año antes que la suya, puesto que de haber contado con esta valiosa información su esquema distributivo de los arados de la zona fronteriza hubiera obligado a ciertas matizaciones.
El otro tipo de arado también desconocido hasta ahora en la provincia de Cáceres es el de rueda. Un ejemplar de este tipo lo observé detenidamente en Ladrillar, pueblo situado en el hurdano valle de su nombre, en el verano de 1975. El instrumento agrícola se hallaba fuera de uso, arrumbado sobre una pared a las afueras de la población. Entonces hice una serie de dibujos y procedí a recabar información. El arado en cuestión había sido corriente, en el valle del río Ladrillar y en Vegas de Coria, otro pueblo de Las Hurdes situado en las proximidades del río Alagón. En ambos lugares coexistió con el dental, más extendido por la comarca. El arado de rueda ha desaparecido totalmente, siendo difícil encontrar hoy un ejemplar, mientras que el dental está siendo sustituido por el llamado de "vertedera". Un censo de los arados existentes en Las Hurdes a principios de siglo nos daría un máximo de un arado, ya fuese dental o de rueda, para cada cien o más personas, lo que equivaldría a una media de dos o tres por cada entidad de población. Este, porcentaje, de los más bajos que conocemos, viene condicionado por una serie de factores. Lo accidentado del terreno, en el que las vegas son minúsculas y los bancales casi inaccesibles, apenas si permite la utilización de este apero de labranza. Por otra parte, la precaria situación económica de los habitantes hasta mediados de siglo no permitía fácilmente contar con un animal de tiro. Estos condicionantes se agravan considerablemente en la zona de la comarca conocida como Hurdes Altas.
III
Sobre un croquis de Las Hurdes hemos representado la distribución de los distintos arados, tal y como sería hace varias décadas y antes de que la "vertedera" procediera a la implacable sustitución (Figura 6). El arado dental, cuya configuración es la misma del de la figura 5, predomina en los ayuntamientos de Pinofranqueado (A) y Caminomorisco (B), sin que deje de estar presente en el extremo este de Nuñomoral (C) y en el valle del río Ladrillar, a la altura de la población de este nombre (D). Las líneas horizontales señalan el área ocupada por el arado de rueda, que es la práctica totalidad del último ayuntamiento (alquerías de Mestas, Ladrillar y Cabezo) y la franja noroeste del de Caminomorisco, es decir, la zona más próxima a la Sierra de Francia. El uso exclusivo de la azada como útil de cultivo lo hallamos en la alquería de Río Malo de Arriba, del mencionado ayuntamiento de Ladrillar, haciéndose extensible a la totalidad del ayuntamiento de Casares de Hurdes (E) y a todo el valle del río Hurdano, una vez pasado Nuñomoral, así como al valle del Malvellido, a las alquerías situadas al norte de Pinofranqueado y a buena parte de la ribera del Alagón. Creo que esta distribución ergológica es la misma que la de hace varios siglos, si bien haya que aceptar un proceso sustitutivo del arado de rueda por el dental, sobre todo en el sur de la comarca, ya que es precisamente allí donde se hizo sentir con más rapidez la influencia de los pueblos limítrofes cacereños.
El arado de rueda de Las Hurdes es de tipo cuadrangular, como se aprecia en la figura 7. Toma este nombre del cuadrado, ciertamente irregular, que forman cuatro de sus piezas fundamentales: esteva, dental, telera y cama. Las partes constitutivas de este arado hurdano son las que seguidamente describiremos:
-Esteva (e): Es la parte, del arado que agarra el labrador para presionar sobre la tierra. Aquí la esteva es doble, en disposición de horquilla y formando una sola pieza con el dental. Los extremos se han redondeado para ser sujetados con las manos. Esta parte final toma el nombre de mancera (m). Próximo al vértice ambas partes de la esteva tienen un agujero o buranca por el que se mete la clavija, que suele ser un tornillo de hierro, para sujetar la cama, denominada en este arado con los nombres de timón o palanca. Mide 82 centímetros de larga.
-Dental (d): Es la parte que se arrastra por la tierra abriendo surco. Su perfil es triangular con el vértice delantero aguzado para enchufar en él la reja. Alcanza los 65 centímetros.
-Reja (r): Es una de las pocas piezas de hierro que presenta el arado. Se adquirían fuera de la comarca, principalmente en los mercados de Ahigal o del sur de Salamanca. Es la misma utilizada en los arados dentales. Tiene forma cónica y se une al dental mediante clavos. Su parecido con la reja romana de Römhild salta a la vista, reja que a su vez guarda grandes similitudes con las célticas (10).
-Telera (t): Es una pieza alargada y de forma rectangular. Sus dimensiones son de 61 centímetros de larga, 8 centímetros de ancha y 3,5 de gruesa. La parte inferior se introduce en un hueco practicado en el dental, quedando fija en éste mediante la presión de cuñas y de clavos. La misión de la telera no es otra que la de regular la abertura del ángulo que forman la cama (timón o palanca), a la que atraviesa verticalmente, y el dental. Para que ello sea posible tiene en su parte superior tres agujeros, de los que se elegirá uno para "casarlo" mediante otra clavija con el bujeru de la palanca.
-Orejeras (o): Son piezas semejantes a la telera que se clavan a ambos lados del dental, separándose de éste a medida que se extienden hacia atrás. En el arado por mí examinado las orejeras habían desaparecido, por lo que resulta arriesgado señalar unas medidas exactas. No obstante, su forma y configuración es la misma que presenta el arado-cama de Guadalupe.
-Cama (c): Es el timón propiamente dicho y con este nombre y con el de palanca es conocido en la zona. Se sujeta a la esteva por medio de una clavija que lo atraviesa. Su disposición le permite estar más o menos horizontal al suelo sólo con una sencilla manipulación de la telera y dependiendo en todo caso de la envergadura del animal de tiro. Las medidas alcanzan los ciento sesenta centímetros de largo por unos ocho centímetros de diámetro en la parte de mayor sección. En el extremo presenta clavada una argolla de hierro en la que se engancha una cadena del mismo metal.
-Cadena (cd): Mide 47 centímetros. En el último eslabón tiene fijado un garabatu para engancharla al jorcati o apero en forma de horca para arar con una sola caballería.
-Rangua (rn): Es el nombre con que se conoce al conjunto de la rueda y sus accesorios. Llaman cabeza a la parte circular que se enchufa en la cama donde está fijada con un par de clavos. El tramo recto que sale de la cabeza es conocido como jocicu que muestra un agujero u oju por el que se introduce el eje que sujeta la rueda propiamente dicha. Esta es de hierro, radiada y con un diámetro de 22 centímetros.
-Traviesas (tr): Son travesaños que están clavados en el dental y su finalidad es la de mantener abiertas las orejeras en la parte de atrás. La sección es cuadrangular. Entre la traviesa, la orejera y el dental configuran un triángulo rectángulo en el que la hipotenusa está formada por la segunda de las piezas.
-Cuñas (cñ): Su misión es asegurar las distintas partes móviles del arado evitando cualquier vaivén o movimiento. Actúan por presión y son colocadas por golpes de mazo de madera.
A excepción de la reja, la rangua, la argolla, la cadena y la clavija que une la cama a la esteva, todas las demás piezas son de madera. Ya Hesiodo recomendaba buscar en el bosque durante el otoño la madera que sirviera de cama al arado, aconsejando que ésta fuera de acebo, el dental de encina y el timón de laurel o de olmo (11). En términos semejantes se expresa Virgilio, si bien es el olmo el árbol de su predilección (12). La teoría de los clásicos depende lógicamente de la disponibilidad de una determinada madera en el medio geográfico en que reside el agricultor artesano del arado. Tal es así, que el matrimonio Aitken (13) pudo elaborar una lista de las maderas que en España se utilizan en la fabricación de los arados, aunque sólo se hiciera eco de las más comunes:
Cama: haya y olmo.
Dental: fresno, haya, encina y manzano.
Esteva: fresno y haya.
Mancera: olmo, haya y sauce.
Orejeras: olmo, pino y roble.
Timón: haya y sauce.
El hurdano fabricante del arado con rueda que estamos analizando hubo de tomar la madera de su propio entorno. El conjunto dental-steva-mancera es de encina. La cama, timón o palanca es de pino, madera que hemos visto utilizada para la misma pieza en otros lugares de la geografía peninsular, como es el caso de Galicia y de determinados puntos de León y de Zamora. Las orejeras parece que fueron de encina, aunque también de olivo se construyeron estas piezas, así como las traviesas. La madera de roble endurecida con humo constituyó la materia prima para la telera. A los robles del vecino valle de Las Batuecas le atribuían los hurdanos una especial resistencia. Las clavijas eran igualmente de roble, mientras que las cuñas se hacían de raíz de brezo, tal vez por ser fieles al dicho de la comarca de que "mal acuña la cuña al su padri".
IV
Las Hurdes han sido víctimas de una "etnografía viajera" que ha hecho concebir una idea alejada de la realidad, basada en contundentes afirmaciones de visitantes que dan por inexistente lo que no observan en un rápido paseo. El doctor J. Goyanes llega a esta zona de la Alta Extremadura en vísperas de la próxima venida de Alfonso XIII. Las impresiones de su viaje, son recogidas en varios artículos periodísticos de una manera sensacionalista. En uno de ellos, amén de otras interpretaciones erróneas, escribe que "los hombres que han vivido siempre en esta región (Las Hurdes) no conocen el carro ni la rueda" (14). Por cuanto llevamos dicho la anterior frase carece del mínimo rigor, sin entrar necesidad de contradecirla con lo que sería una exposición de ejemplos. Parece que el doctor articulista quería significar el desconocimiento de la rueda como sinónimo de atraso e incultura, conceptos tan en boga entre los "ilustrados" del primer tercio de siglo.
Por idéntica razón cabría asimilarse el arado con rueda, tan poco conocido en España, con los anteriores adjetivos, sin detenerse en comprobar que su pervivencia hasta tiempos recientes es uno de los rasgos etnográficos que se han mantenido, no tanto a causa de un aislamiento geográfico, sino más bien por una reacción innata contra lo que viene del exterior. Es algo que ocurre también en otros puntos de la Península donde se ha constatado la existencia de éste o de otro similar tipo de arado. A este reducido número de lugares en los que el arado cuadrangular con rueda se ha mantenido hasta la actual centuria es necesario que nos refiramos seguidamente para hacernos la idea de su distribución y de las posibles relaciones.
Aranzadi en su ya citado artículo hace referencia al arado con rueda en algunas zonas de Galicia, que desgraciadamente no concreta, donde lo conocen con el nombre de besadoiro, drabesa y arabesa. Distingue entre el besadoiro o arado de tres rabizas (estevas) para labrar la tierra en pelo y la arabesa o arado con tabla de mancera que se cambia a cada surco y con avatrén de dos ruedas de madera (15). La arabesa fue usada en la comarca de Vigo (16) y posiblemente en alguna otra parte de las Rías Bajas. El besadoiro estuvo extendido por tierras de Betanzos, donde era conocido con el nombre de labega. El propio Aranzadi coloca el arado de rueda en otras dos regiones del norte peninsular: Asturias, cuyo arado es denominado llabiegu, y las montañas de Santander, donde es llamado jilgatu, jigatu y ariegu (17). En ninguno de los estudios sobre tierras santanderinas que he podido cotejar señalan al jilgatu como un arado con rueda, aunque Telesforo de Aranzadi no tiene la menor duda de emparentarlo con el besadoiro gallego. Actualmente en Cantabria no existe ningún arado con rueda y lo mismo ocurre en Galicia, como ya pusiera de manifiesto González Reboredo, a pesar de que hace cincuenta años el besadoiro era pieza indispensable entre los aperos del agricultor.
El tipo de arado con rueda de Asturias estuvo extendido por las tierras costeras entre el Navia y el Eo. Al nombre ya indicado de llabiegu se le une el de basadoiro, que es precisamente con el que Caro Baroja designa al arado recogido en El Franco (Asturias) con destino al Museo del Pueblo Español (18). Hay que señalar el parecido de este arado con el de Las Hurdes, aunque el de la comarca cacereña es más ligero.
Si bien en nuestro país el arado con rueda queda limitado a las anteriores áreas geográficas, también Portugal cuenta con representaciones de este tipo, muy bien estudiado por investigadores de aquella nación. Jorge Dias los subdivide en labrego (de configuración radial), vessadoiro y aravessa (cuadrangular), ubicando al noroeste del Tajo y a los otros dos en las provincias costeras al norte del mismo río. A esta distribución le sirvió de base la profundización de estudios monográficos sobre el arado de áreas muy concretas, como el conocido de José de Castro en la zona del Aveiro (19). Esclarecedores son igualmente los trabajos de Fritz Krüger acerca del noroeste peninsular, en especial los que hacen referencia a los arado cuadrangulares con rueda (20), que parecen emparentados con los del oeste y norte de Europa (21).
¿Cuándo aparece el arado con rueda en la Península? Las contestaciones a este interrogante son variadas. Así tenemos desde los que preconizan una evolución "in situ" a partir de modelos más sencillos hasta los que se inclinan por una introducción desde tierras europeas. Los autores portugueses, con Jorge Dias a, la cabeza (22), se inclinan por esta última teoría y consideran a los arados cuadrangulares con avatrén como una aportación cultural de la invasión sueva. De ser válida esta tesis, tales arados llegarían a España a principios del siglo V, y, aunque el dato pudiera ser aplicable a Galicia, difícilmente explica su aparición en otros lugares fuera del asentamiento del pueblo germano. La hipótesis de la introducción sueva ha sufrido serias críticas y en la actualidad no cuenta con seguidores en España.
En mi opinión la llegada del arado con rueda hay que fijarla en la baja Edad Media y su presencia, al menos en Las Hurdes, viene motivada por los asentamientos repobladores que acompañan a la reconquista leonesa. Señala Manuel González García (23) que entre 1188 y 1230 Alfonso IX había repoblado toda la sierra salmantina limítrofe con Las Hurdes con gentes de muy distintas procedencias, entre los que no faltaron aportaciones de francos y ultrapirenaicos (24). Esos van a ser, amén de otras migraciones, los repobladores de la geografía hurdana, lo que se desprende de la variada toponimia comarcal de origen galo, como son, entre otros, los nombres de Martilandrán (Martín-Andrán), Roldán o Gasco. La última de las nominaciones es una clara alusión a los pobladores de este lugar, los gascones, originarios del SO de Francia (25). Fueron posiblemente estos repobladores de más allá de los Pirineos los que aportaron el arado con rueda a Las Hurdes, un arado que contaba con gran difusión en la Francia medieval y que todavía en el presente siglo no había desaparecido del oeste ni del suroeste del vecino país (26).
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(1) La Baja Edad Media. Madrid, 1972, págs. 31 ss.
(2) Economía rural y vida campesina en el Occidente medieval. Barcelona, 1973, págs. 28 ss.
(3) "Aperos de labranza y sus aledaños textiles y pastoriles", en Folklore y Costumbres de España, t. I. Barcelona, 1931, págs. 303 ss.
(4) Sus estudios se centran en Portugal, siendo ya clásica su obra Os arados portugueses e as suas prováveis origens. Coimbra, 1948.
(5) A pesar de las lagunas existentes en la Península en lo que respeta al estudio de los arados, bueno es el citar algunos trabajos bases para el conocimiento de este apero en áreas concretas: GONZALEZ ECHEGARAY, J.: "Yugos y arados en la provincia de Sanrander", en Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore "Hoyos Sáinz", III (1971), págs. 124-169; PLA BALLESTER, E.: "Un arado ibérico votivo. Notas sobre los arados antiguos", en Saitabi, VIII (1950-51), págs. 1-16; Idem, "Instrumentos de trabajo en la región valenciana, en Estudios de Economía Antigua en la Península Ibérica. Barcelona, 1968, págs. 143 ss.; TABOADA CID, M.: "El arado radial en el sur de la provincia de Orense", en Boletín/1 Avriense, VI (1976)), págs. 285-300; DIAS, A. J.: "Arado radial sem aivecas (caso de arcaísmo galego-portugués)", en Homenaje a don Luis de Hoyos Sáinz, I (1939), 131)-139; DOMINGUEZ MORENO, J. M.: "El arado hurdano y su carácter histórico, en Hoy, 4-11-78 (VII-VIII); VIOLANT Y SIMORRA, R.: "Un arado y otros aperos ibéricos hallados en Valencia y su supervivencia en la cultura popular española", en Zephyrus, IV (1953), págs. 119-130; GONZALEZ REBOREDO, J. M.: "El arado de madera en Galicia", en Gallaecia, 3-4 (1979), págs. 137-194; GARCIA MARTIN, J.: "El arado y el yugo en Navaombela", en Salamanca, 9-10 (1983", págs. 141-148.
(6) "Los arados españoles. Sus tipos y repartición", en Tecnología Popular Española. Madrid, 1983, pág. 360. Este trabajo fue publicado en la R. D. T. P., V (1949), págs. 3-96.
(7) Op. cit., pág. 564.
(8) Os arados portugueses...
(9) Op. cit., págs. 288-290.
(10) DRACHMANN, A. G.: Real Enclopädie der classischen Altertumswissenchaft, de Pauly-Wissowa, N. B., XIX (Stuttgart 1938), Cit. por Caro Baroja, op. ct., pág. 521.
(11) Los trabajos y los días, III, vv. 435-436.
(12) Georg., I, 169-174.
(13) "El arado castellano: estudio preliminar", en Anales del Museo del Pueblo Español, I, 1-2. Madrid, 1935.
(14) "Las Hurdes, baldón de España", en Diario Sol, 15 de junio de 1922.
(15) ARANZADI:"Aperos...", pág. 305.
(16) Diccionario gallego-castellano de la Real Academia Gallega, I. La Coruña, 1920, pág. 209.
(17) Op. cit., 306.
(18) Op. cit., págs. 535-536.
(19) Estudios Etnográficos coordenados por José de Castro. Aveiro. Tomo III: Lavradores. Porto, 1944. La estampa XXIV recoge un interesante arado con rueda dispuesto para el "horcate".
(20) "Die nordwestiberische Volkskultur", en Worte und Sachen, X (1927), págs. 61 ss.
(21) CARO BAROJA, J.: Op. cit., pág. 541.
(22) Op. cit., págs. 121 ss.
(23) Salamanca: la repoblación y la ciudad en la Baja Edad Media. Salamanca, 1973.
(24) LLORENTE MALDONADO, L.: Toponimia e Historia. Granada, 1969.
(25) La similitud antropológica de gascones y hurdanos es puesta de manifiesto en obras divulgativas. El propio Espasa, XXV, retrata al gascón como un hombre "pequeño de estatura y flaco de carnes, pero nervioso y altivo, muy ingenioso y emprendedor", definición que cuadra perfectamente al viejo habitante de la comarca hurdana.
(26) AITKEN, Robert: "Some Ploughs of Central France", en Homenaje a don Luis de Hoyos Sáinz, I. Madrid, 1949, págs. 37 ss.