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PIEL DE ASNO
Era una princesa que era muy guapa, muy guapa; pero estaba todos los días mirándose al espejo y contemplándose:
-Ay, que guapa soy ...
Era muy soberbia, muy soberbia. y un día que estaba mirándose al espejo se le presentó un hada y dijo:
-Tienes que ser mejor de lo que eres, porque eres demasiado soberbia.
Y la princesa la echó de casa:
-Vete. Soy la más guapa de la Corte, y tú no eres quién para decirme cómo tengo que ser.
Entonces, dijo el hada:
-Yo te voy a hacer para que no seas tan guapa.
Y hizo un nublao muy grande, muy grande; empezó a moverse todo, y de repente la niña se quedó muy fea. Tan fea que no sabía qué hacer; se tapó la cara y se metió en casa. Pero como no podía resistir que la gente la mirara, se fue al bosque. y se le presentó el hada y le dijo:
-¿Sabes lo que vamos a hacer? Te vamos a echar una piel de asno por encima y te vas a dedicar a pastora; vas a estar con unas cabras en castigo a tu soberbia.
Y andaba siempre por ahí, continuamente con las cabras, y le daba asco a la gente, porque, aunque se lavaba y se le quitaba, le volvía a caer otra vez la piel nada más lavarse.
Y ya, después de mucho tiempo, como había sufrido tanto, el hada le perdonó; y un día que estaba dormida al pie de un arroyo, de repente la alumbró una luz muy brillante y la despertó, y oyó una voz que le decía que se mirara en el arroyo. Se miró y vio que la cara la tenía guapa, porque hasta entonces la tenía como quemada. Y dijo:
-¿Qué hago yo con la cara guapa, si la piel de asno no me la puedo desprender?
Cogió, se bañó en el arroyo y se quitó la piel de asno, y cuando salió fue a ponérsela y estaba toda encogida, y ya no se la pudo poner. y colorín colorado, que este cuento se ha acabado.
EL PRINCIPE RANA
Esto era un rey y una reina que tenían una hija muy guapa. Entonces, su papá, el día de su cumpleaños, le regaló una bolita de cristal y le dijo:
-Ten mucho cuidado, no la pierdas, porque te traerá mala suerte.
Y la niña jugaba al pie del estanque con ella, hasta que un día se le cayó al estanque. Y empezó a llorar:
-¡Ay, mi padre, qué me hará!...
Entonces salió una rana y le dijo:
-¿Quieres tu bola? Si quieres tu bola, me tienes que prometer que vas a estar conmigo toda tu vida: dormirás conmigo, comerás en mi mismo plato, irás de paseo, dondequiera que te presenten en la Corte estaré yo contigo, y todo eso.
Entonces, la niña, como tenía mucho miedo a su padre, que era el rey, le dijo que sí. Y estuvo con la rana hasta que el rey se dio cuenta y le preguntó que qué había pasado. Y se lo contó: que había perdido la bola, había salido la rana y lo demás.
Entonces, la niña ya se asqueó de la rana, de tanto con la rana en todos los sitios..., y un día dijo:
-Ya no quiero más rana.
Cogió y la estampanó así de un golpe contra la pared. Y entonces se volvió un príncipe, y dijo:
-Yo soy el príncipe rana, que estaba encantado en el estanque. Me has librado de donde estaba y me tengo que casar contigo, pero te voy a castigar primero para que seas mejor y pierdas la soberbia que tienes.
Y la niña ya se hizo mayor, y se casó, y fueron felices y a nosotros nos dieron con el plato en las narices.
LAS GRULLAS y EL CHEPOSO
Este era un cheposo que se encontró con un amigo que había sido cheposo también:
-Hombre, ¿pues cómo estás, que no tienes chepa?
Dice:
-Anda, pero ¿no lo sabes? Es que he ido al país de las grullas y me la han quitao. Tú vete andando mucho, mucho, mucho, por este camino y ya llegarás.
Y el otro pobre, que tenía muchas ganas de no tener chepa, pues andando, andando, llegó al país de las grullas y se sentó allí a la orilla de un arroyo que había, y dice:
-Bueno, pues esperaré a ver aquí qué pasa...
Y de repente se oye una voz que dice:
-Lunes y martes y miércoles, tres; jueves y viernes y sábado, seis, la joroba de éste ponérsela a aquél.
Y entonces vinieron una manada de grullas muy grande, y empezaron a picotearle la giba, y se la llevaron y le dejaron sin giba. Pero él se encontraba que no estaba demasiado limada.
Y dice:
-¡Caray! Han dicho: «Lunes y martes y miércoles, tres; jueves y viernes y sábado, seis». ¿y si yo dijera: «Y domingo, siete?» Pues a lo mejor me la quitaban del todo.
Y entonces empieza a gritar:
-¡Y domingo, siete! ¡Y domingo, siete! y se oye una voz que dice:
-La joroba de aquél ponérsela a ésteee.
Contó Felicidad Carretero, de Valbuena de Duero (Valladolid).
Recogió Joaquín Díaz.
CHANZAS
DEL ESTADO DE LA NACION
Los Mandamientos de la Ley de España (1) son diez:
-El Primero: España, pobre y sin dinero.
-El Segundo; Hay revolución por todo el mundo.
-El Tercero: No hay palabra de caballero.
-El Cuarto: Labrador pobre y sin un cuarto.
-El Quinto: Llenar bien el cinto.
-El Sexto: Es verdad todo esto.
-El Siete: La Contribución, que apriete.
-El Ocho: Tanto apretó, que saltó el corcho.
-El Nueve: Todos hablan y ninguno se entiende.
-El Diez: De cualquier hombre hacen un juez.
Estos diez Mandamientos se encierran en dos: «Sal tú y entraré yo, y robaremos los dos.»
(1) Según la Informante, los aprendió de un periódico que vino hace 40 ó 50 años, antes de la guerra.
Informante: Carmen Martín Naranjo, de 68 años, natural de Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) y residente en Alcázar de San Juan desde los dos años.
Recopiló en Alcázar José Manuel Fernández Cano, el 6 de junio de 1984.
CHANZAS
De Santos
¡Quién te conoció, Ciruelo!
¡Hermoso San Sebastián!
del pesebre de mi burro
eres hermano carnal.
En mi huerto te criaste
fruto no cogí de ti,
los milagros que tú hagas
que me los claven a mí.
De Brindis
Echa vino y dame a mí,
después dale a tu padre,
al marido de tu madre;
da la vuelta al corro,
y dame otra vez a mí.
Este vino es de una cepa
la madura un sarmiento,
y con él se celebra
el Santísimo Sacramento,
y brindo, y bebo
y quedo convidao pa luego.
Cuando se está enfermo
P.-¿Cómo está usted?
R.-Vine pa'l Oleo y tres gallinas.
(Está mal.)
Informante: Carmen Martín Naranjo, natural de Bolaños de Calatrava (Ciudad Real); desde los dos años, residente en Alcázar de San Juan.
Me facilitó las temas en Alcázar. el año 1980.
Recopiló: José Manuel Fernández Cano.