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Creer o no en el destino, es cuestión a discernir Lo cierto es que, a veces, nos juega alguna agradable sorpresa que ni pretendíamos o predecíamos.
El hombre desde que nace emprende continuas empresas, que van configurando un camino lleno de alegrías y sinsabores, donde a su vez le llegan senderos y veredas para complementarle y enriquecerlo.
Ese hombre pudo llamarse Francisco Mendizábal García (1885-1976). ¡Cien años ha...! Alcarreño por un casual, años mozos madrileños, norteño por sangre paterna, y castellano por la materna.
Estudia, se licencia, oposita y llega a Valladolid. Allí se entrega de por vida a la tarea de catalogar y ordenar el Archivo de la Real Chancillería, ese era el camino. Al tiempo, escribía, conferenciaba-, esos eran los senderos y veredas.
Creo que sin pretenderlo nos dejó esas huellas y entrañables "páginas castellanas", componiendo artículos periodísticos de fino y elegante estilo relacionado con las raíces, la tradición del pueblo castellano; facilitados por su trabajo de investigación archivística y de observador por todo cuanto olía a mundo rural.
Labor ésta desconocida e importante, que hoy les vamos a descubrir. Presten atención.
CANTOS DE AMOR
Corría el año 1910, Mendizábal, por vez primera y tras el casorio, llega a la localidad vallisoletana de Mojados, cuna de su esposa, y, hoy, panteón del erudito, cuando caía del calendario abril. Vióse sorprendido por una costumbre del lugar sobre la cual medio siglo después diría: "Me encantó y no la olvidaré en mi vida" (1).
Se trataba de "Las Mayas": celebración que daba entrada al mes de las fragancias, luz y colores, que él nos describe con pluma de maestro: "Canto de primavera, canto de fecundidad, canto de ronda, canto moceril y amoroso que enrama puerta y ventana de la mocita juncal, y saca a flor de labios los más hondos sentires del mozo rondador en la copla, suspiro del alma alegre, triste, desdeñado o retador..." (2).
En mayo ,cuando el trigo se va haciendo espiga, por unas horas se deja la faena, los mozos, con novia o sin ella, se preparan para la ronda.
Mes de mayo, mes de mayo,
qué deseos te he tenido,
para venir a cantar
a ese pimpollo florido.
Fiesta mitad profana, mitad religiosa. Comienza con misa grande en la vieja iglesia parroquial de Santa María, los mozos espabilan el cuerpo con un riego de aguardiente, comenzando el ascenso al palo (mayo o maya) que está en la plaza "coronado de lindos pañuelos de colores -banderitas de amor-, uno por cada moza del lugar". Los mozos deben apoderarse de la pequeña prenda, que bordada por la moza viene a significar un asentimiento a sus proposiciones amorosas o de simple galanteo.
Al atardecer comienza la ronda, integrada por mozos, fiesta nocturna llena de poesía, de amor, de pleno lirismo:
Este es el portalíllo,
este es el portal,
este es el portalillo,
que vengo a rondar.
El "mandamás" de la cuadrilla, toma la iniciativa; el primer portal a rondar ha de ser el de su novia, por eso dirá:
Compañeros, cantad bien,
que es mi novia la doncella,
y estoy en la obligación
de volver siempre con ella.
Si el mozo va de listo, y no tiene novia, puede sufrir una réplica de la moza a quien pretende enamorar:
Tengo las calabazas
puestas al humo;
al primero que llegue
se las emplumo.
El mozo entonces se sincera, pues la copla que él cantó era puro galanteo, la "obligada" para abrir ronda en el barrio del Chorrero; por eso responde con otra, y no de "turno":
Aunque tus padres me den
el carro y la mula cana,
no me he de casar contigo
porque no me da la gana.
Están ahora en San Benito, barriada donde vive la moza más juncal del lugar. Allí un mozo "bien plantao" guitarra en mano, rasga las cuerdas, suelta este cantar:
Ya me quitaron el verte
y también hablar contigo,
pero no me quitarán
los ojos con que te miro.
y la moza le salta:
A mí no me gustan plantas,
mozo guapo, escuche usted;
lo que me gustan son obras,
y ésas no las tiene usted.
Pugnan los novios, y se enredan en el cantar. Sus corazones quedan partidos. Alardean ambos de ser firmes en lo suyo:
Puse al cielo una querella
y respondieron los aires
que mi querer no le ponga
donde firmeza no halle
Grave acusación del mozo, que con energía y desdén ella responde:
Tengo que hacer un castillo,
encima de un alfiler,
y ha de tener más firmeza
que ha tenido tu querer.
Sigue el disparo cantador; él no quiere perder la batalla estando los mozos presentes, lanza esta última "que cierra el asunto" con gesto altivo:
Si me quieres escribir
yo te diré donde vivo:
en la calle de Firmeza,
donde tú nunca has vivido.
Guitarras, bandurrias y panderetas componen el instrumental de la ronda, que marcha a otros barrios del pueblo, y acaban junto al palo de la "Maya"; allí reparten las rosquillas que recogieron en el trayecto.
Antes de disolverse en la plaza, lanzan al aire la última copla:
Más vale robar dinero
que el honor de una mujer;
el dinero rueda y vuelve,
y el honor no puede ser.
¡Algo pasa! Todos ya están en casa, menos uno. Es el mozo solitario, y tímido, con el corazón destrozado, que el pie de una reja llora más que canta:
Olvidé a Dios por quererte,
la gloria perdí por ti.
Y hoy me he venido a quedar
sin Dios, sin gloria y sin ti.
Amarga copla, para ser oído en la noche, sin testigos de burla, por una cruel mocita.
Hoy, aquellas "Mayas", han desaparecido en este lugar, con ellas la poesía y el amor, la ternura y el encanto, que rodeaban a los campos inundados de espigas doradas por el sol.
SANTO PATRON CASADERO
Seguimos en el caserío, es junio y las fiestas van a comenzar.
La actividad laboral queda paralizada un día antes; los mozos que en mayo rondaron, vuelven ahora a la carga con sus coplas, que lanzarán al aire en plena noche, víspera de San Antonio. Noche para la jarana y el bullicio, que comienza al caer la tarde (3):
Me está matando una pena
y nadie ve que me muero
ni que me puede curar
la luz de tus ojos negros.
Los ojos de mi morena
tienen un mirar extraño,
que cuando miran a un hombre
le quitan de vida un año.
Dama de los veinte novios
y conmigo veintiuno,
si "toos" fueran como yo
te quedabas sin "nenguno"...
Tras copla y copla la noche cae, hasta dar paso al alba, mientras la ronda moceril da por terminada la primera parte de "su" fiesta.
Las campanas enloquecen a la vecindad, hoy es el día grande y en las primeras horas de la mañana todo preparado está: la iglesia limpia y a punto para la misa mayor; el monaguillo extrae la roja sotana y el albo roquete del cajón de la sacristía; mientras el misal, vinajeras y campanillas de cuatro badajitos listas para el acto litúrgico; el sacristán, dejando por un día su cotidiano mal humor, se viste con ropa de fiesta.
Momentos antes del acto sagrado, siguen entrando al recinto parroquial los feligreses, mientras otros contemplan o juegan a la pelota en el lateral de la iglesia que da a la plaza. Las mozas se han ataviado con lo mejor, y con gran ilusión esperan el transcurrir del día, quizá pensando en que la gracia del "santo casadero" les conceda un novio, futuro marido:
La niña que a los veinte
no tenga novio
que le haga una novena
a San Antonio:
hice yo tres novenas,
me dio tres novios
Y ahora le digo:
cámbiame los tres novios
por un marido.
Durante la fiesta, un buen mozo puede saltar con esta otra:
Desde mi casa a la iglesia
voy a poner un tablado,
para cuando vaya a misa
no se le manche el calzado.
Acabada la misa, la procesión por las principales calles transcurre. Los danzantes marchan, acompasados por la charambita y el tambor, delante del santo portado en andas por los más devotos. El recorrido parece interminable. Tres, cuatro... horas es lo corriente. Allí permanece impasible el cura párroco al que acercan un sillón, de cuando en cuando, para descansar. Familias enteras marchan unidas, acompañadas de amigos invitados a la fiesta, cerrando el cortejo.
La tarde se solemniza con el baile en la plaza, como el pueblo no tiene fluido eléctrico, se hace una enorme hoguera que alguien cuidará a instancias de los ediles. Llegan forasteros de lugares cercanos, por las calles que confluyen a la plaza de Santa María, generalmente en grupos o cuadrillas. La música empieza temprano, como previamente se concertó; allí se pueden oír y bailar "Las habas verdes", "Las carrasquillas", "Pingo Chumarro"... Se forma una "rueda" -que Mendizábal describe-: "arriba los brazos y garboso el cuerpo, los bailadores, sin agarramientos, muestra cada uno su habilidad". Cantan o recitan coplas los mozos enamorados celosos ante la llegada de forasteros garbosos que atraen a las hembras del lugar:
Majitto, si vas al baile,
saca primero a tu hermana;
y la segunda, a tu prima;
y la tercera, a otra dama.
No te enamores, mi niña,
del mocito forastero,
que, en volviendo las espaldas,
si te he visto no me acuerdo.
La novia de mi novio
es muy bonita,
que aunque somos contrarias
eso no quita.
Otros, ajenos al baile y al cantar, juegan a la brisca junto a la tenada, utilizan una criba por mesa; otros pasean por las calles o bajan atravesando el puente medieval camino de los "paseos"; los hay que charlan o ven cómo pasa la fiesta. No hay capeas en el programa.
Acabó la fiesta de 1925; los lugareños, tras el paréntesis sabático, siguen con la faena, esperando una buena cosecha.
CANTOS DE TRABAJO
Nos toca hablar del ciclo agrario y sus connotaciones.
Tras las canículas del estío, el otoño sobreviene con el equinoccio. El campesino sabe que es momento de siembra:
Sol tempranero.
Mañana buena.
¡Ay qué bien se prepara
la sementera! (4)
Junto a su yunta, marcha camino del labrantío. Mientras, los rayos solares dan luminosidad a la mañana y sigue curtiendo un arrugado rostro. Puede que mientras llega recuerde a la amada, como lo hiciera por mayo y por junio:
Siempre que voy a sembrar
al pago de los Robledales
hablo con la mi morena,
que vive en los arrabales.
Canta y canta hasta que el gañán termina de esparcir la simiente en el predio, cuando la moza, sola, está en su casa:
Hoy me ha dicho mi mocita
que no vaya a sembrar,
que ella se queda solita
y se entristece el lugar.
Echa surcos derechos
a mi ventana.
Labrador de mis padres
serás mañana.
Puede que recuerde alguna, que siendo menos mozo, su padre le transmitió:
De poco me serviría
la siembra que yo extendiera
si Dios no la "bendiciera"
a reo todos los días.
Colores y olores inundan los campos. La primavera llegó, las cuadrillas de escardadoras marchan "carretera adelante, terciado el hocino y el cantarillo bajo el brazo..." a la pieza que deben rematar (5).
Abierta la mañana desbrozan las mieses de cardos, magarzas, amapolas... Puede oírse:
Las malas yerbitas
las arranco yo.
¡Si pudiera arrancarlas
del corazón!
Puede que el galán no esté muy lejos:
Mocita, si tu novio .
no es todo tuyo,
dáselo a tu amiga
que sea suyo.
A mediodía se oye el tañer de las campanas, toca a descanso. El agua del cantarillo reseca las bocas, que acompaña al torrezno, cebolla y chorizo. Es momento de bromas, alegrías y cantos:
A esos ojillos negros
échales llave,
que me matas con ellos
cuando los abres.
Proviene la copla de Juan, el mulero más enamorado del pueblo, que ara en terreno cercano.
Entre las escardadoras, está su amada, que aludida enlaza:
A Juan quiero, a Juan amo,
Y a Juan tengo en la memoria,
y con Juan me he de casar
si "alguna" no me lo estorba.
Esa "alguna" puede que esté entre la cuadrilla, y no ha de por menos saltar:
Amores en el lugar,
ni los tengo ni los quiero,
que el que a mí me ha de llevar
ha de ser un forastero.
Con el crepúsculo vespertino acaba la jornada, las escardadoras regresan al pueblo. Ya se divisa la torre de la iglesia; en su copa como coronándola están los nidos de las zancudas que puede ser tema para volver al canto:
Dicen que no me quieres
porque soy pobre.
Más pobre es la cigüeña
que está en la torre.
Viñedos de buena calidad y pinares de buena sombra y aroma circundan al pueblo:
-A tomillo y romero
me hueles, niña.
-Como vengo del campo
no es maravilla.
Cruzan la plaza, allí el mozo más presumido e indeseable, espera al grupo, donde está "su" moza ciega de amor:
Dicen que si te quiero,
pierdo la vida.
La pierdo por mi gusto,
va bien perdida.
Con la escarda, los campos quedan "aseados"; la cosecha está cerca.
A finales de julio, cuando las espigas están en sazón, para Mendizábal llega "el momento de máxima grandeza" para Castilla: la recolección.
Llegaron los agosteros, acordaron los jornales con los propietarios o arrendatarios; la hoz bien afilada segará la dorada mies, unida en haces que, acarreados a la era, serán esparcidos formando la parva. Se trilla se aventa a mano o con máquina cuando falta viento. Ya está el trigo listo, separado de la paja, es momento de las cuentas. Hay que pagar la semilla, los jornales, los créditos, los nuevos aperos, los impuestos..., si queda después de todo "pa" tirar el año el abnegado campesino quedará satisfecho. Lo contrario significará acrecentar su deuda. ¡Que no es poca!
Acabó todo. Comienza de nuevo, como si de noria se tratara, el ciclo agrario.
COSTUMBRES PINARIEGAS
Castilla y sus estereotipos físicos, ignoran con frecuencia la existencia de manchones que forman oasis en las planicies cerealísticas, donde la vida parece tener mayor fundamento.
El pinar, con unas determinadas características geográficas se constituye en comarcas. En el mismo epicentro de Castilla tenemos a "Tierra de Pinares", que forma parte de las provincias de Segovia, Avila, Soria y Valladolid, donde el pino (piñonero o albar) forma un conjunto unitario con su propio ecosistema.
Seguimos en Mojados (Valladolid), al que escogemos como prototipo para hablar de una vieja tradición de estos pinares, hoy en desuso por diversos factores. Benignos en frutos y aprovechamientos: leña, madera, nízcalos, pastos, caza, resina y, como si del rey se tratara: el piñón.
¡Al rico piñón de Valladolid!
Ha de pasar mucho tiempo hasta llegar hasta nosotros ese rico fruto pucelano, blanco y recién mondado.
El proceso empieza, en este lugar, formándose una o dos cuadrillas de piñeros, que se constituyen en agrupación o cofradía. En cada una de ellas se eligen los cargos de trabajo y "justicia", veladores de la buena marcha de la campaña.
Está el corregidor o alcalde: cuyas órdenes eran asumidas por el resto de la cuadrilla. El secretario controla el número e importe de las cargas. El lumbrero encargado de poner fuego al llegar de mañana al pinar. El alguacil era una especie de recadero para todo. El pregonero daba las novedades del día (si se mataba una liebre o si se encontraban ramos de piñas, que por ser tan artísticos y llamativos, se subastaba entre ellos). El caracolero tocaba la caracola en diferentes momentos del día.
Comenzaba todo por noviembre, y se prolongaba hasta marzo. A las cuatro de la mañana se deja oír la caracola por el lugar, al tiempo que se oye una voz: ¡levántate!, ¡levántate!
Los piñeros sumisos están de pie dando de comer al jumento, al tiempo que preparan los aparejos que van a necesitar durante la jornada.
Otra vez el caracol, son las cinco y media de la mañana y al saludo del "Ave María" se reúnen junto a la iglesia de San Juan. Parten todos juntos al pinar contratado: a tanto la bajada y a tanto la carga de piñas (7).
La lumbre debe estar preparada, prestos acuden a calentarse y almorzar. Antes de que el sol salga comienza la faena, "nadie osará comenzar su labor a destiempo".
Desde abajo del pino unos provistos de un varal de avellano (15 metros de largo) dotado de un gancho en un extremo, intentan echar a tierra el fruto maduro, cuidándose de no dañar a las restantes. Otros suben a él con el gorguz (vara de 5 metros) provista de media luna y que utiliza sabiamente el piñero (adaptándola al pedúnculo de la piña), que sin brusquedad la desliga de la rama y cae al suelo. Abajo "unos vivarachos rapaces recogen, una a una, en cestos y serillos que vuelcan estrepitosamente en las angarillas de los pacientes asnos o en el ancho carro que unas amplias mallas de tomiza agrandan basta insospechados límites" (8).
A mitad del día se come, todos, a la orden del corregidor: "A la mesa", forman un círculo, salvo los rapaces que están un poco alejados. Todos deben guardar su sitio, para cualquier necesidad está disponible el Alguacil; hasta que el Corregidor diga: "Alabado sea Dios" no se reanudará el trabajo.
Durante el descanso, el levantarse y la blasfemia (decir culebra, chorizo por embutido, huevos por tutos...) eran castigados con multa leve. Lo más grave podía ser tocarse los pies o decir: ¡Matapozuelos!, entonces en vez de perra chica se multaba con la gorda.
Los sábados, en la casa del señor corregidor de la agrupación había "Junta de dignidades", donde se resolvían todos los asuntos de cuentas y se llevaban a efecto las multas, cuyos dineros se convertían en cuartillos de vino.
Es la hora de cargar, y el caracolero sopla el instrumento; "a cargar", dice el corregidor. Las cargas se acarrean a la dehesa, allí se cubrirán con ramera a la espera del tiempo de estío.
El sol abrirá las escamas y soltarán de su "prisión" al fruto. Los de mayor presencia, separados en una primera selección, servirán de semilla para futuros albares.
Están las piñas, formando una parva ordenada, en las eras. Los "casqueros" con el verano empiezan su función: "el viejo, rastrilla; la moza, barre; el mozalbete, apalea; el rapaz, disgrega las piñas; y el parvulito...trae los aperos, espuma la olla, enfresca el agua, aviva el fuego y...juega entre tanto" {9).
¡Qué gran conjunto y armonía!
Después el fruto aliviado de impurezas que aventa un pequeño mecanismo, en donde la moza vuelca el cestillo en la tolva (caja en forma de pirámide invertida, abierta en la parte inferior) y un mozalbete mueve la rueda, para que el viento a favor realice la función.
Otra máquina, más complicada que la anterior tritura la cáscara, sustituyendo a esas manos que hacían la labor causando grandes daños. Tras varios repasos quedan todos triturados, libres de cáscara y fárfula. Los hay rebeldes que pasarán obligatoriamente por la mesa de mujeres que mondan el fruto, hasta dejarlo blanco y limpio.
El "cogollo" {piña sin piñón), la cáscara del fruto y demás sobrantes serán quemados lentamente formando carboneras, cuyo resultado se venderá en poblaciones próximas, cuando no se utilizaba para el autoconsumo. Otras veces el carbón se hacía de piñotes (fruto del pino resinero o negral), no sin antes recoger las semillas para repoblar de nuevo.
El piñón listo para su venta ha costado cuatro años, tres de ellos madurando, y el último realizando el proceso contado, repleto de jornadas penosas, de frío y niebla, de riesgo y paz, que se interrumpía para honrar a San Antón, a cuya ermita peregrinaban, dando vueltas sobre ella con el ganado.
Acabó la recolección y es obligado ir a la otra ermita más distante que la anterior, donde está la patrona del pueblo, Nuestra Señora de Luguillas; se dice misa en acción de gracias por no haber ocurrido ninguna desgracia durante la campaña, y hasta lanzaban rogativas, de la que recordamos una de Pedrajas de San Esteban:
Con el amparo divino,
proteged a los piñeros
pa que no caigan del pino...(10)
La tarde está para el baile, el "Tío Puja", dulzainero de La Pedraja de Portillo, alegra la fiesta.
En el resto del año estos piñeros se dedicarán a otros menesteres: en el campo, venderán leña, recogerán piñuelos, harán carbón vegetal... Pero, a pesar de la dureza, esperarán con impaciencia la nueva temporada de las piñas, no en balde se consigue tres duros diarios por dos pesetas que dan por cavar en Megeces.
Pero no todas las cosechas eran buenas, las heladas, la procesionaria del pino... mermaba el fruto. Malo o bueno, todos los años se oía -hoy ya no- aquello:
Por el camino del Pico
van los piñeros;
el que no tira piñas,
tirará piñuelos .
CARNAVAL PERSEGUIDO
En el lugar se innova la fiesta con lo que aporta el Conde de Patilla de sus idas a Madrid. Disfraces y caretas para todos los gustos se ven por doquier. Mendizábal deja el aspecto localista, como antes lo hiciera, y da al asunto un sentido más universal.
Enemigo acérrimo de su celebración, apoyado en las investigaciones que realiza en la Real Chancillería, escribe con animadversión sobre el Carnaval, por "irreverente a cosas de la más digna reverencia, por inmoral, por canallería y cinismo que lleva aparejado consigo".
No fue así en su infancia cuando solicitaba antes de que llegara "entre tabarras y pataleos una careta" que siempre conseguía asustar al personal y visitantes de su casa madrileña. A los once años viste de arquero holandés, más tarde de apuesto capitán de húsares, que un retratista plasmó, a encargo de los papás de otros niños.
En su juventud enloquece por el torbellino carnavalesco -diría él mismo- con un "vivir plácido y reidor" que lo llevó a cometer alguna imprudencia propia de la edad, descubriéndonos otra cara de su vida.
Los años le maduran. Gracias al trabajo y a su desposorio con una mujer muy virtuosa, la religión ocupará un importante lugar en su escala de valores, que hace serenar su espíritu, rechazando todo cuanto olía a pagano, a burla religiosa, lanzando aquello; ¡El Carnaval, ese anatema!
Al disfraz lo definirá como "salvoconducto miserable de la persona ruin y villana para despotricar a mansalva, y lanzar al rostro de las personas honradas y decentes, infamantes calumnias y soeces insultos"; al antifaz lo califica de "holgada y vil manera de encubrir la propia personalidad".
Es reiterativo a la hora de descalificar esta fiesta: "¡Cuánta infamia prohija el Carnaval!". Se refiere a la burla o escarnio que surge ante lo religioso y moral, pasando como buenos "el rufián, la ramera, el criminal y el ladrón" que contaban con vía libre para sus fechorías y desaguisados .
Expurga en los anchivos de la Real Chancillería, en los entresijos de la historia, encontrando varias disposiciones en contra del Carnaval, que se permitirá airear.
En 1523 en el convento de San Pablo de Valladolid estaban reunidas las Cortes, el emperador Carlos I a instancias de la reina doña Juana, su madre, promulga la siguiente orden:
"Porque del traer de las máscaras resultan grandes males, ofensas innumerables a Dios Nuestro Señor y no están bien con el genio y recato de la nación española, mandamos que por modo alguno pueda haber enmascarados en el Reino, pena de cien azotes en público, seis meses de destierro y quinientos ducados para la nuestra Cámara..." (11).
Parecida orden se produce el 3 de febrero de 1772, que estando el país sumido en profunda crisis económica, el Rey dicta, estando en Valladolid, el siguiente bando:
"Manda el Rey, nuestro Señor, que para evitar los excesos... ninguna persona ande disfrazada, ni en cuadrillas, con armas o sin ellas, ni eche agua, salvados, ceniza..., pena de diez ducados de multa y quince días de cárcel..." (12).
La prohibición se extendió a los bailes de máscaras, como se dispuso en el bando que se publicó en esa ciudad el 17 de febrero de 1716:
"Manda el Rey que de pocos años a esta parte se han introducido en esta Corte con el motivo de Carnestolendas, imitando los Carnavales de otras naciones diferentes bailes de máscaras... de que pueden resultar y han resultado gravísimos inconvenientes por no ser lo expresado conforme al genio natural y recato de la Nación española que nadie pueda tener, ni admitir en su casa personas algunas para que con título de Carnaval se diviertan danzando con máscaras..., pena de mil ducados" (13).
Es frecuente penas mayores a bailarines enmascarados, con la cárcel o el destierro; cosa que sucedía en 1745 a las personas que alquilasen su casa o cuarto para estos bailes "aunque alegue no haber sabido que era para ese fin".
La prohibición podría ser total, sin excepciones. En 1795 no se celebró el Carnaval en Valladolid, debido a los cuatro bandos que promulgaban dicha supresión, siendo leídos por diferentes zonas de la ciudad: puerta del Consistorio, en el Ochavo, esquina del convento de las Descalzas Reales, frente a la chancillería:
"Manda el Rey, nuestro Señor y en su nombre el Gobernador y Alcaldes del Crimen de esta su Corte y Chancillería, que para evitar los excesos y graves inconvenientes, comúnmente ocasionados de las licencias y libertades usadas con pretexto del Carnaval, ninguna persona de cualquier estado, condición, edad, sexo, ande disfrazada sola o en cuadrillas...".
Estos bandos se repetían en años sucesivos, aunque no de forma continuada (14).
En 1828 la invasión francesa había alterado la marcha normal del país, al Carnaval le afectó, un bando de 21 de enero, ordena:
"...el Rey..., que ninguna persona..., ande con máscara u otro disfraz, pena de diez ducados de multa y quince días de cárcel" (15).
Tres personas contravinieron la orden, que tras ser detenidas en una ronda nocturna por los Alcaldes del Crimen, pasaron a la cárcel.
La orden se extendió a la Universidad por mor del señor Rector:
"...serían castigados con todo el rigor de las leyes y sería despedido de esta Real Universidad por incorregible".
A tal amenaza respondieron bien los estudiantes, que resignados no dieron motivos para tan severo castigo.
En 1921 es el Conde de Bugadall quien prohibe tan "estúpida fiesta del Carnaval, reducida en nuestros días a la infeliz destrozona" y al "payaso sin gracia, las únicas máscaras que nos quedan" -dirá Mendizábal en su último artículo que le dedicó- (16).
Cerrojazo tras la contienda fratricida, revivificación con la Democracia, serán sus pasos hasta nuestros días.
Permisibilidad o prohibición del Carnaval, seguirá siendo tema a cuestionar por diferentes sectores de la sociedad española.
Mojados, 27 de septiembre de 1985
____________
(1) "Costumbres de ayer olvidadas hoy", Diario Regional, 4-VI-1961.
(2) "Crece el Trigo en Castilla...", Diario Regional, 14-V-1934.
(3) MENDIZABAL, F.: Páginas castellanas, I. C. Simancas, Valladolid, 1983, págs. 414-417.
(4) Idem, págs. 387-390.
(5) Idem, págs. 391-395.
(6) Idem, págs. 396-398.
(7) Revista Resina, nº 35, 1983, editada en Mojados (Valladolid). Testimonio del piñero mojadense Francisco Núñez Peón "Cantillana".
(8) Páginas castellanas, pág. 403.
(9) Idem, pág. 407.
(10) ARRANZ SANTOS, Carlos: "Los piñeros de Pedrajas, El Norte de Castilla, 27-VIII-1982, pág. 35.
(11) "El Carnaval", Diario Regional, 18-II-1917.
(12) Archivo Chancillería, Libros de gobiernos, leg. 1-33.
(13) "Tres bandos sobre el Carnaval", Diario Regional, 20-II-1922.
(14) Idem.
(15) "Suprimiendo el Carnaval", Diario Regional, 7-II-1978.
(16) "Tres bandos sobre el Carnaval", Diario Regional, 26-II-1922.