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Francisco García Pavón (Tomelloso, 1919) es uno de los narradores españoles contemporáneos de más agradable lectura por su prosa ágil, desenvuelta, y su estilo libre de inútiles oscurantismos y pedanterías. Inicia su actividad literaria con una primera novela, Cerca de Oviedo (1),1946, finalista del Premio Nadal 1945; tendríamos que esperar hasta el año 1976 para ver publicada su segunda novela -dejando a un lado las novelas de la serie de Plinio (2), entre las que hallamos, también, auténticas piezas maestras-, Ya no es ayer (3), 1976. Ven la luz mientras tanto, además de las historias del famoso policía de Tomelloso, cuatro libros de relatos -Cuentos de mamá (1952), Cuentos republicanos (1962), Los liberales (1965) y La guerra de los dos mil años (1967)- a los que se sumará en 1977 Los nacionales, obras (4) éstas que algunos críticos consideran la cima de su labor narrativa, y en las que, sin ninguna duda, logra algunos de los momentos más felices de nuestra prosa literaria del siglo XX.
Todos sus libros están impregnados de experiencias autobiográficas, o mejor, como el propio escritor señala, vivenciales, tamizadas y reelaboradas, que nutren sus fabulaciones y nos las hacen cercanas y entrañables; desde sus cuentos, reflejo de la infancia y adolescencia (Cuentos de mamá: "Casi todas las narraciones que componen este libro fueron escritas bajo la impresión que me produjo la muerte de mi madre en 1949. Y son algo así como un manojo de vividuras infantiles, verdadero cimiento sensitivo de mi historia de escritor y de hombre" (5). Cuentos republicanos: "...en la misma línea reflejan el final de mi infancia, llegada a la pubertud y primera adolescencia" (6). Los liberales: "...evoco lo que fue para mí -ya en plena adolescencia- la guerra civil, en la que no combatí, y vi desde mi pueblo, donde afortunadamente ocurrió muy poca cosa" (7). Los nacionales: "son políticamente más conscientes, por la edad que yo tenía cuando los viví, y referirse a mis heridas personales, aunque leves, que, por razones políticas, pocos liberales pudieron evitar" ( 8), hasta las novelas de Plinio, de asunto ficticio aunque cuajadas de situaciones y personajes bien reales, todo un poso vivencial reposa entre cada línea y cada capítulo; de la misma forma que García Pavón emplea hechos conocidos, circunstancias vividas, personajes evocados desde el túnel de la memoria...va a evocar también las canciones antiguas oídas en su niñez, los romances de ciego cantados en cualquier plaza o recogidos en algún pliego que tal vez guardase la tía o la criada o no se sabe quién, las seguidillas cantadas por la ronda, las jaculatorias contra el pedrisco y la tormenta, las cancioncillas de intención política de la guerra civil... Y nacerán, desde el recuerdo consciente del escritor, para volver a vivir en su presente otra existencia distinta a la de la memoria. Será su infancia en Tomelloso la que se alzará para nosotros, infancia lejana y revivida, también, en antiguas canciones y viejos romances.
El Romancero, tanto los romances viejos como los que nacen a raíz de un hecho relativamente cercano -bien desde la imaginación popular o como romances de ciego-, e incluso algunos de creación personal, del propio García Pavón, aparece en muchos pasajes de sus novelas; el escritor, o alguno de sus personajes, acercan a nosotros los versos tradicionales:
"Manuel, casi a tientas encendió un "celta" -no estaba la cosa para liar "caldos"- y apoyado en el muro se puso de espera. La plática debía ser laboriosa. Se le enfriaban los pies y por un momento tuvo la impresión de que no iba a salir jamás de aquella tumba de don Rodrigo. Y se rió acordándose de los versos del romance de la penitencia de don Rodrigo (9) que gustaba deformar don Rosendo, el profesor de historia del Colegio, cuando estaba de humor:
Ya me comen, ya me comen
por do más pecado había,
a una cuarta del ombligo
y a un jeme de la rodilla (10).
Aburrido echó otro "celta" (11)."
La ironía, el humor a veces socarrón, es una de las características de la prosa del novelista manchego; ironía presente en el texto anterior y humor que palpita entre líneas en el siguiente párrafo, que plantea -con toda la ingenuidad- lo que durante mucho tiempo fue la crítica literaria en nuestro país:
"-Ustedes, señores, ¿son de por acá?
-Algo... de Tomelloso.
-¿Y cómo consienten que en aquella escayola pegada al muro hayan puesto los primeros versos de un romance que nada tiene que ver con este castillo (12), habiendo, como hay, un romance precioso que canta Rocafrida?
-Mire usted, nosotros no...
-¡Es el colmo! -dijo la extranjera a modo de despedida-, se lo voy a decir a don Dámaso en cuanto llegue a Madrid... Han debido creer que todas las fuentes frías de España son la de este castillo.
-Qué barbaridad y cómo se ha puesto la señora.
-Debe ser por aquellos versos que se ven allí.
-Vamos a ver. ¿Y quién es ese don Dámaso?
-Uno de la Academia.
En la lápida de escayola estaban escritos cuatro versos del romance de Fonte-frida (13).
-¿y qué versos deben de haber puesto?
-Unos que empiezan:
En Castilla hay un castillo
que le llaman Rochafrida,
al castillo llaman Rocha
y a la fuente llaman frida...(14)
-Pero tampoco es para ponerse así.
-Ea, si la mujer se lo ha estudiado bien y ahora ve esto... Y es que hay por ahí cada erudito en equivocaciones" (15).
Y de la confusión de fuentes y castillos al recuerdo presente de las canciones como testimonio político de un tiempo anhelante por un futuro mejor. Ahora es el propio García Pavón quien se detiene -en uno de los relatos basados en sus experiencias infantiles- en el famoso Romance de Mariana Pineda, sobre el cual crecería la célebre tragedia lorquiana:
"Empezó a oírse una guitarra y la gente fue hacia allá. El veterinario miró con gesto despistado hacia el viejo que tocaba. A poco, una niña que había junto al viejo empezó a cantar con una voz muy aguda:
Marianita salió de paseo
y al encuentro salió un militar
y le dijo vuélvase a su casa,
que un peligro la puede matar.
Conforme oía, el ceño del veterinario se fue frunciendo. Ya no nos hacía caso.
Marianita volvióse a su casa,
y al momento se puso a pensar
si Pedrosa la viera bordando (16)
la bandera de la libertad...
-¡Uf! -gritó el señor veterinario-. República, republicanos... ¡Marianita Pineda de los...!
Y se volvió hacia nosotros con gesto furibundo y me miró a mí, que era de familia republicana (estoy seguro), y dijo:
-Os aseguro, niños, que como venga la República se acaba todo, hasta las sandías" (17).
Entre todos los recuerdos de su niñez y adolescencia los cantares y coplas, los romances y seguidillas, ocupan un importante lugar, como se infiere de la lectura de cualquiera de los libros de cuentos mencionados. El relato titulado "La frescachona" se inicia así:
"Salvadorcito nos llevó de merienda a todos sus amigos a su finca "La Corneja", porque cumplía doce años. Fuimos en tartanas, una tarde de aire y sol friolento, cantando el "¡Ay!, chíbiri, chíbiri, chíbiri; ¡ay!, chíbiri, chíbiri, cho" (...)
Cuando nos cansamos del coro, el viejo que llevaba la tartana tomó la palabra, con voz rota y antigua, y nos cantó el romance de cuando se cayó un cable de alta tensión y mató dos mulas en los Charcones, arrabal de Tomelloso, que decía así:
Las siete y media "serien"
cuando Faustino llegó
en casa Avelino Ortega.
-Buenas noches nos dé Dios.
-Asiéntate y ven a cenar.
-De lo "mesmo" vengo yo...
Y seguía con aquel lamento que hicieron las mujeres sobre los dos animalicos muertos (...) En los versos postreros se pedía que todos los gañanes, caporales, zagales y temporeros fueran llorando al alcalde, "honra de la población", para que pidiese a "la Reina virtuosa" que mandase quitar del pueblo la "Hidroeléctrica de Buenamesón", del "avaro Romanones" y "volvieran los candiles y las linternas de antaño", porque:
más valía andar en tinieblas
que ocurriesen tantos daños (18).
El verdadero propósito de nuestra excursión (...)" (19).
En este fragmento cabe destacar la consideración del novelista cuando el viejo empieza a cantar el romance: "con voz rota y antigua", escribe Pavón, haciéndonos sentir ya, independientemente del resultado posterior -poco afortunado, desde el punto de vista literario- una sensación de respeto hacia la figura de ese viejo, cantor de romances. Romances que no sólo se incluyen directamente en el texto narrativo sino que también aparecen como referencia en algunos comentarios que quiero anotar. Ante un suceso -con muerte de una actriz de revista- se dice:
"-La Flor de Montmaitre...Coño, coño. ¿No se acuerda usted, don Lotario, de La Flor de Montmaitre, aquella animadora que vino con la orquesta de negros, la primera animadora que vino al pueblo, que apareció ahogada en su camerino del teatro Cervantes?
-Ahora caigo, sí señor... le hicieron romances y todo (20). Por cierto que fue uno de los pocos casos que te quedaron sin solución..." (21).
O cuando, los inseparables "Plinio" y don Lotario, comentan mientras siguen las pesquisas de uno de sus casos policíacos:
"-Siga usted despacio. Hasta que estemos a tiro de la casa. Quiero rondar un poco por el "hastial de la finca", como decía el "Romance de la nube malvada" -dijo Plinio sonriendo.
-Yo el de "La nube malvada" no lo sé. Pero sí me acuerdo de aquel que empezaba:
Todos van con sus mulejas,
todos van en sus carretes;
todos van en sus viñejas
más derechos que cohetes.
-Pare, pare usted por aquí en esta espesurilla... También era bueno ese romance. Y bien que me acuerdo..." (22).
Para terminar con los romances que se dan cita en los libros del narrador de Tomelloso quiero reseñar aquí un último ejemplo, que aparece en una de las historias de "Plinio", del que nos será muy difícil discernir -sin conocer la existencia de un romance tradicional idéntico o parecido, como es mi caso- su condición de canción popular o de romance creado por el escritor, siguiendo las líneas maestras de composiciones hermanas, para ilustrar un pasaje de su obra; yo me inclino por esta segunda posibilidad, dado que se refiere directamente a uno de los personajes de la novela y no es una referencia general, como en otras ocasiones. Creo que el fragmento, por su fino humor y sutileza, es realmente antológico:
"-Desde luego es que los Faraones habéis sido de lo más tirao del pueblo en eso de la carne- le atacó el Jefe.
-Tirados, no; echados, Jefe. Echados... Buena raza. Mi padre, el pobre, a los ochenta años, apenas lo sentábamos a tomar el sol se ponía cachondo y no dejaba parar a las vecinas a fuerza de barbaridades. Y mi abuelo murió como un hombre en una casa del Canto Grande. Después del coito se quedó traspuesto y no volvió en sí. ¡Qué gusto no le daría!
-Pero tu abuelo murió muy joven, según tengo entendido -dijo Plinio.
-Pero eso no quita... Le sacaron un romance. Empezaba:
Sebastián "El Faraón"
murió en pecado mortal,
al tercer golpe de manta
se quedó sin respirar.
La Jeroma le decía:
"Despierta, que ya es de día,
¿no oyes que pasan los carros
que se van al melonar?"
Por más que lo meneaba,
Sebastián sin contestar...
-Luego, no me acuerdo cómo sigue... pero acababa así:
La Jeroma desde entonces
no la quieren contratar;
dicen que mata a los hombres
con su parte reservá...
-Qué animalada -comentó el médico.
-Cada uno con su ejecutoria, doctor. Unos nobles, otros ricos, otros listos y nosotros, los Faraones, fieles al ramo de la ingle, como dicen aquí" (28).
También pone García Pavón en boca de sus personajes antiguas canciones, coplas -la mayoría de ellas de intención satírica y burlesca-, letrillas... entresacadas de la tradición manchega -donde discurren la casi totalidad de sus novelas y cuentos-; recurso literario que logra avivar el fuego del desarrollo narrativo y animar el espíritu del lector.
En otro de los relatos del libro Cuentos republicanos, "Dibujo al aire libre", aparece, en dos fragmentos, una muy conocida canción popular:
"Cara al sol, en grupos familiares, subimos por la calle de San Luis, tras la señorita, que nos enseñaba canciones populares:
Eres buena moza, sí,
cuando por la calle vas.
Eres buena moza, sí,
pero no te casarás;
pero no te casarás,
carita de serafín,
pero no te casarás,
porque me lo han dicho a mí" (29).
"Volvimos a solespones, cantando aquello de:
El carbonero
por las esquinas
va pregonando.
carbón de encina.
Carbón de encina,
cisco de roble,
la confianza
no está en los hombres (25).
Un crepúsculo cárdeno, larguísimo y estrecho quedaba allí, tras las altas chimeneas del alcohol" (26).
También las canciones que tienen como centro temático el vino -no olvidemos que Tomelloso, y toda la Mancha, es tierra de buenos caldos- se dan cita en la obra de Pavón. Entresaco dos ejemplos, uno de ellos de sus vivencias infantiles -siempre con la relatividad que imprime la recreación literaria- y el otro aparecido en uno de los primeros casos del Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso:
"Jerónimo, sin hacerse de rogar, tomó entre sus manos la bota casi vacía, que batimos mientras el aperitivo, y mirándola con mucha tristeza comenzó a decir:
Bota mía de mi vida,
dulcísima compañera,
a quien doy toda mi vida,
mis sentidos y potencias.
(Y la abrazó como si fuera un niño pequeño.)
Bota, ya te vas quedando
como barriga de vieja:
floja, seca y arrugada,
sin sangre ni fortaleza.
(Y la palpaba casi llorando, metiendo los dedos gordos entre los pliegues del cuero.)
Esto es mejor que toros,
que títeres y comedias.
(Ahora la alzaba riéndose, con los ojos entornados.)
El vino se va a acabar.
Ya murió. Requiem eterna (27).
(Y apuró unas gotas con desespero. Luego la apretó y acabó tirándola sobre la mesa con cara muy triste.)" (28).
Siguiendo todo un ritual muy propio de las canciones de taberna (29), hemos visto cómo se ha desgranado el anterior "elogio". De carácter semejante es a "alabanza del vino" que transcribo a continuación:
"Confiado y contento, sintiendo los diez duros de el Quaque en la faja, junto al ombligo, venía cantandillo aquello de:
De la uva sale el vino,
¡qué rico vino!,
plin, pliriplín...
De la uva va a la cuba,
qué rica cuba!,
plin, pliriplín...
¡qué rico está en la cuba!...
Cantaba bajo el embozo de la capa (...). Ya iba por aquello de:
...de la copa va a la panza,
¡qué rica panza!,
plin, pliriplín..." (30).
Son canciones lúdicas, sin un asomo de preocupación de cualquier tipo en sus versos; letras propias para la diversión, para alegría y regocijo del cuerpo y del alma, muy lejos de los cantares combativos, de intención política, que también reseña -en los relatos ubicados durante el tiempo de la Segunda República, sobre todo- García Pavón:
"-Fijaos qué cantar he inventado -y cantó con voz ronquilla cierto soniquete de moda:
Después de las elecciones
el rey tuvo que marchar,
por...que los republicanos
siempre tienen que triunfar"(31).
Son coplas de circunstancias, nacidas -unas- al compás de los acontecimientos políticos y sociales y recuperadas -otras- de tiempos anteriores, sobre todo, como escribe Luis Díaz Viana (32), de los "himnos de combate" de los liberales. Y son también canciones gozosas, plenas de esperanza ante un tiempo que se abría y que creían distinto:
"Cada vez se veía más gente. Y asomada a los balcones y ventanas. Por una calle transversal se oyó música de bandurrias y guitarras. Doña Nati hizo oídos.
-¡Dios Santo! -exclamó-. ¡Si es el "Himno de Riego"! Y desembocó en la calle de la Feria una rondallita de barberos que con paso bailarín y las caras sonrientes se abrían paso con una bandera tricolor .
Que si Riego murió fusilado
no murió por ser un traidor,
que murió con la espada en la mano
defendiendo la Constitución (33).
-¡Venga, niños -gritó doña Nati-, aprended conmigo el nuevo himno nacional!
Que si Riego...
Y nosotros, medio tímidos, sonriendo la seguíamos.
También nos cruzamos con un grupo de chicos mayores del colegio que iba cantando:
Hoy somos pequeñitos,
mañana creceremos,
República queremos
y viva la libertad" (34).
Independientemente de su valor literario estos fragmentos son el testimonio vivo de una época concreta de nuestra historia, vivida bien de cerca por el novelista manchego, testimonio que tuvo claros antecedentes en los enfrentamientos entre absolutistas y liberales y que tendría, desde otra perspectiva, su continuación en tiempos bien cercanos para nosotros (35).
Vamos anotando, sin pretender realizar un vaciado íntegro de la obra de García Pavón, pues esto requeriría un espacio excesivamente amplio, no siendo, además, necesario para conseguir una visión global, la presencia de elementos poéticos y literarios de la tradición oral en las páginas del creador de Plinio. Es importante ver la facilidad enorme con que intercala los textos populares entre su propia creación narrativa; la copla, el romance nace natural, con la seguridad de que ese es el momento justo para brotar de la garganta.
Hay un caudal impresionante de sabiduría popular (36) en las obras de Pavón, un caudal fresco que nace de un profundo arraigo a la tierra y del conocimiento real del entorno y sus gentes (una manera de entender la vida, en conexión lo mágico y lo práctico, se nos ofrece en estas jaculatorias: "Santa Bárbara, manda tus luces aun jaral sin nadie; / Santa Bárbara, líbralo de todo mal, / quita el rayo del aprisco y del candeal; / mándalo con los infieles / a la otra orilla del mar" (37). "San Isidro, ampara a mi Gumersindo; / que el agua moje la tierra / y no arrecie el temporal; / la nieve venga en domingo, / en lunes llegue el granizo / a poco de amañanar; / San Isidro, a los pedriscos / ordénales jubilar..." (38).
El saber dar el tono justo en cada momento es otra de las características del autor de Ya no es ayer, tono al que se adecuan los recursos expresivos utilizados:
"Cantaban grillos inocentes. Las viñas barbudas de oro trepaban los modestos oteros trazando paralelas infinitas.
Gañanes de Peñalosa,
no diréis que no os aviso,
he de quitarle a la Rosa
-debajo de los parrales-
el virgo.
Recitó don Lotario con aire muy enfático al pasar ante la finca de ese nombre.
-Coño, ¿qué es eso? -preguntó Plinio, que nunca le había oído aquel recitado.
-Son unos versos antiguos que decían en Carriosa y que yo ahora, al leer Peñalosa, se me ha ocurrido trasladar.
-Está bien eso... "Caseros de Peñalosa...". Yo lo que recuerdo es un cantar de aquí que decía, pizca más o menos:
En Peñalosa un pastor
comía gachas tan despacio
que la gente le decía:
gacha-paso, gachapaso.
-También es ésta buena:
El moño tienes tan gordo
que tengo la presunción
que debajo dél escondes
lo que sólo he visto yo.
Muy cerca de la presa y bajo unos árboles los esperaba el de Zumárraga que, sin quitarse el casco y con las gafas alzadas sobre él, parecía un marciano con cachimba.
Don Lotario, al verlo mientras frenaba, dijo, siguiendo el aire cancionero:
Ahí tienes al de Zumárraga
con el casco encasquetao,
que en el caso de la Hormiga
nos vino pintiparao" (39).
La copla popular, esta sucesión de letras de distinto tema, da pie a la invención de una nueva copla, alusiva a la situación que viven los personajes de la novela; coplas creadas por el narrador son también las que entona uno de los seres novelescos de El reinado de Witiza, quien intenta vender las caretas extraídas de una mascarilla mortuoria -el cadáver no podía ser otro que el centro del misterio que Plinio deberá resolver-; estos versos nos recuerdan los pregones de los antiguos vendedores ambulantes:
"Muy cerca de la churre ría estaba Alcañices con su puesto de caretas. El hombre no se daba abasto a vocear y a vender:
Compren, compren, por favor
por dos duritos tan sólo
la careta del traidor.
-Venga, a dos duritos. Otra por aquí... Sí, señor, para usted dos más.
Señoras y señores
no pierdan la ocasión,
de tener en sus casas
del muerto el mascarón.
Cuando se hizo un claro se acercaron:
-Hombre, señor Jefe y la compaña -gritó Alcañices-. Aquí tengo las de ustedes. Es un obsequio de la casa.(...)
-Pero, oye -le voceó Plinio-. ¿Por qué le llamas "traidor"?
-Algo hay que decirle.
-Llámale Witiza -dijo Plinio eufórico.
-¿Witiza?
-Sí, hombre.
-Pero no me cuadra el verso del pregón:
Compren, Compren por favor
por dos duritos tan sólo
la careta de "Witiza"...
-No pega ni con cola, Jefe.
-No seas lerdo -gritó un barbero redicho que había por allí-. Tú di:
Compren, compren por favor
por sólo diez pesetitas
la careta de Witiza
el muerto sin redención.
-Eso está bien, Jardiel. Pero que muy bien. Toma, te regalo una por la ocurrencia.
Y empezó a cantar muy contento:
Compren, compren por favor
por sólo diez pesetitas..." (40).
Estas coplas no son capricho alguno del autor, ni figuran porque sí en sus libros, es la exposición directa del entorno que envuelve a sus personajes, a sus historias... Los ramos, con tanta tradición en muchas zonas de nuestra geografía, tienen también aquí su presencia:
"Como estaba recién pasada la Semana Santa, se veían en las fachadas enjalbegadas dibujones del Domingo de Ramos hechos con pintura verde. Debieron ser obra del mismo "equipo" de artistas y poetas, por la tintura, el tipo de letra y la sinrazón de los versos. Sólo pudieron leer uno:
Cada vez que te sientas
das un respingo.
...Yo sé lo que te duele
desde el domingo" (41).
"-Ella no contaba nada ni hacía caso. El último Domingo de Ramos puso uno en la tapia del corralón este versete:
Porque me digas que no,
Sabina, yo no me enojo.
que un conejo como el tuyo
en cualquier monte lo cojo" (47).
Y junto a los ramos no podían faltar, en este autor que ha centrado la casi totalidad .de su creación literaria en las tierras de don Quijote, algunas de las más populares coplas de la Mancha: la seguidilla y la jota manchega.
"Me quedé dormido oyendo cantar a la pepa seguidillas manchegas con aires de fandangos de Huelva:
A la panza me tiras,
matarme quieres.
Apunta más abajo,
que está Gutiérrez.
-¡Pepa!
-Diga, señora.
-Hija mía, no cantes esas cosas.
-Pero, señora, ¿quién sabe lo que es Gutiérrez?
Y al poco volvía:
Al llegar a Tomelloso
lo primero que se ve
es a todos los señores
sentados en el café.
-Señora, ¿le gustan éstas?
-Eso ya es otra cosa" (43).
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"...y el revoleo ingenuo de la jota de la Mancha, seca: Yo la quiero mu grande / mu grande mi Blas / que pa que se te arrugue / hay tiempo de más... / Cuando voy por su calle / doy un saltete / pa que diga tu madre / qué buen mocete. Ni por las noches, ya un poco frías de la vendimia, dejaban de pasar carros de vendimiadores. Las cuadrillas que se trasladaban de corte, alzaban sus cantares al llegar al centro: Venimos de vendimiar / de la viña de mi abuelo / y no nos quieren pagar / porque hemos roto un puchero" (44).
Detengámonos ahora en esta primera observación de la narrativa de García Pavón -podríamos extendernos anotando muchas más letras, situaciones, reflexiones personales del escritor acerca de elementos propios de la cultura popular...-desde la óptica de la poesía de tradición oral. Nunca el lector podrá encontrar en estas páginas la viveza y la frescura literaria que adquieren los ejemplos reseñados en el seno de la obra de Pavón, a pesar de que he intentado no aislar en ningún caso la muestra propia de la poesía popular del contexto en el que el novelista la incluye; de todas formas creo que puede ser un buen indicio para observar la fusión de dos mundos -popular y culto- y dos géneros literarios -poesía y prosa- enriquecidos por el mutuo contacto.
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(1) Francisco Gª PAVON: Cerca de Oviedo, Ed. Destino, Barcelona, 1946.
(2) Entre las numerosas novelas y libros de relatos que tienen como protagonista al jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso reseño aquí aquellas que utilizó en este trabajo: El reinado de Witiza, Ed. Destino, Barcelona; 1968; El rapto de las Sabinas, Ed. Destino, Barcelona, 1969; Las hermanas coloradas, Ed. Destino, Barcelona, 1970 (Premio Nadal 1969); Nuevas historias de Plinio, Ed. Destino, Barcelona, 1970; Voces en Ruidera, Ed. destino, Barcelona, 1975 (2). En adelante citaré por estas ediciones.
(3) Francisco Gª PAVON: Ya no es ayer, Ed. Destino, Barcelona, 1976. En adelante citaré por esta edición.
(4) Libros de cuentos que ha reunido en dos volúmenes: Cuentos completos (II vol.), Alianza Editorial (L. B.), Madrid, 1981. En adelante citaré por esta edición.
(5) Francisco Gª PAVON: "Prólogo" a Cuentos completos (vol. I), pág. I.
(6) lbidem, pág. I.
(7) lbidem, pág. II.
(8) Ibidem, pág. II.
(9) El romance de La penitencia del rey Rodrigo es un romance viejo -de carácter juglaresco-, encuadrado dentro del ciclo de "Romances de don Rodrigo y la pérdida de España", de amplísima tradicionalidad, sobre todo en yuxtaposición con el romance de El enamorado y la muerte (véase Ramón MENENDEZ PIDAL: Romancero Tradicional (vol. I), Gredos, Madrid, 1957, págs. 77-86; y Diego CATALAN: "El enamorado y la muerte. De romance trovadoresco a romance novelesco", en por campos del Romancero, Gredos, Madrid, 1970, págs. 13-14). La penitencia de Rodrigo se conoce a partir de 1390 con la Crónica General de España de Eugui, penitencia ampliada más tarde en la obra de Corral (1430) -de la que según Michelle Débax (Romancero, Ed. Alhambra, Madrid 1982), basándose en Menéndez Pidal, seria resumen el romance-, en el Arreglo Toledano (h. 1460) y en el Sumari de Espanya (fines del siglo XV). Reproducido en numerosos cancioneros, entre ellos el Cancionero de Amberes (mediados del siglo XVI) y Silva de Romances (Zaragoza, 1550-1551), y pliegos sueltos Se conserva en la tradición oral moderna, aunque sin la numerosa variedad de versiones que ofrecen otros textos romancísticos; Luis DIAZ, Joaquín DIAZ y José DELFIN VAL publican una versión recogida recientemente en Fuensaldaña (Valladolid) en "Romances Tradicionales" (vol. II) del Catálogo Folklórico de la provincia de Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1939, págs. 140-141.
(10) Estos cuatro versos que recuerda Manuel González, alias "Plinio" el famoso policía de García Pavón- parodian la parte final del romance citado: "cómeme ya por la parte / que todo lo merecía, / por donde fue el principio / de la muy gran desdicha." (Michelle DEBAX: Op. cit., pág. 164. Utiliza el texto del Cancionero de Amberes).
(11) Francisco G.B PAVON: lAr hermanas coloradas, pág. 81.
(12) Los personajes novelescos de Pavón se encuentran junto al castillo de Rocafrida, en el Campo de Montiel.
(13) "Fontefrida, Fontefrida, / Fontefrida y con amor, / do todas las avecicas / van tomar consolación, / si no es la tortolica, / que está viuda y con dolor. / Por allí fuera a pasar / el traidor del Ruiseñor; / las palabras que le dice / llenas son de traición: / -Si tú quisieses, señora, / yo seria tu servidor. / -Vete de ahí, enemigo, / malo, falso, engañador, / que ni poso en ramo verde / ni en prado que tenga flor; / que si el agua hallo clara, / turbia la bebía yo; / que no quiero haber marido / porque hijos no haya, no; / no quiero placer con ellos, / ni menos consolación. / ¡Déjame, triste enemigo, / malo, falso, ruin, traidor, / que no quiero ser tu amiga. / ni casar contigo, no!" (R. R. MENENDEZ PIDAL: Flor Nueva de Romances Viejos, Espasa-Calpe (Col. Austral), Madrid, 1973 (19), pág, 65). Romance de un lirismo enternecedor que funde varios motivos poéticos: la fidelidad de la tórtola viuda, celebrada por los autores de la antigüedad y la Edad Media, el ruiseñor donjuanesco de las canciones amorosas y el símbolo de la fuente fría, tan arraigado en la poesía popular. E. ASENSIO analiza todos estos aspectos en "Fontefrida o encuentro del romance con la canción de mayo", en Poética y Realidad en el Cancionero Peninsular de la Edad Media, Gredos, Madrid, 1970 (2), págs. 230-262. De las varias versiones conservadas en cancioneros tan sólo una, la del Cancionero musical de palacio, es una versión melódica; como indica Menéndez Pidal, debió pasar de moda entre los cantores de palacio después de haber sido muy aplaudido durante el reinado de los Reyes Católicos y los primeros años de Carlos V.
(14) En el término de Osa de Montiel y sobre el río Guadiana se conservan las ruinas del castillo de Rocafrida -junto al cual se encuentran los personajes del texto de García Pavón transcrito-, al lado de quien brota la fuente llamada Fontefrida, muy cercana de la famosa cueva de Montesinos, escenario del Romance de Rosaflorida: "En Castilla está un castillo / que se llama Rocafrida; / al castillo llaman Roca / y a la fuente llaman Frida. / Almenas tiene de oro, / paredes de plata fina; / entre almena y almena / está una piedra zafira, / tanto relumbra de noche / como el Sol a mediodía. / Dentro estaba una doncella / que llaman Rosaflorida; / siete condes la demandan, / tres duques de Lombardías; / a todos los desdeñaba, / ¡tanta es su lozanía. / Prendose de Montesinos, / de oídas, que no de vista; / a eso de la medianoche / gritos da Rosaflorida. / Oyérala un camarero / que ella por ayo tenía: / ¿Qué es aquesto, mi señora, / qué es esto, Rosaflorida? / O tenedes mal de amores, / o estades loca perdida. / Ruégote, mi camarero, / que de mí tengas mancilla; / llevásesme aquestas cartas / a Francia la bien guarnida, / diéselas a Montesinos, / prenda que yo más quería; / que me venga presto a ver, / para la Pascua florida. / Si no quisiera venir, / bien pagaré su venida: / vestiré sus escuderos / de una escarlata broslida; / daréle siete castillos, / los mejores de Castilla, / y si de mí más quisiere, / yo mucho más le daría.../ Daréle yo este mi cuerpo,/ que más lindo no lo había, / si no es el de una mi hermana, / ¡de mal fuego sea ardida!; / si ella me lleva en lindeza / y yo a ella galanía." (R. MENENDEZ PIDAL: Flor Nueva de Romances Viejos, op. cit., págs. 92-93.) la primera versión conocida es la del Manuscrito de londres de Rodríguez del Padrón -reproducida por Menéndez Pelayo en Antología de poetas líricos castellanos (vol. IX de la Edición nacional de las obras completas de Menéndez Pelayo), Santander, 1944, pág. 454-, aunque Menéndez Pidal afirma una mayor antigüedad para el romance, que permanece arraigado entre los judíos de Marruecos mientras en la península, a excepción de Cataluña, se halla prácticamente extinguido en la tradición oral.
(15) Francisco Gª PAVON: Voces en Ruidera, págs. 120-121.
(16) El Romance de Mariana Pineda, basado en la trágica muerte de una joven granadina ajusticiada en tiempos de Fernando VII por bordar una bandera liberal, es un romance ampliamente difundido y conocido en casi toda la geografía española; gran parte de esta difusión se debe al haber sido utilizado como canción infantil de corro. Federico García Lorca inicia su Mariana Pineda con un coro de niñas entonando el romance: " ¡Oh, qué día tan triste en Granada, / que a las piedras hacía llorar / al ver que Marianita se muere / en cadalso por no declarar! / Marianita sentada en su cuarto / no paraba de considerar: / "Si Pedrosa me viera. bordando / la bandera de la libertad." / ¡Oh, que día tan triste en Granada, / las campanas doblar y doblar!" (Federico GARCIA LORCA: Obras completas, Aguilar, Madrid, 1954). Joaquín DIAZ, DELFIN VAL y DIAZ VIANA publican una versión incompleta, recopilada en Vasdestillas (Valladolid), en el Catálogo Folklórico de la provincia de Valladolid (vol. IV): "Cancionero musical"), op. cit., pág. 231.
(17) Francisco G.ª PAVON: "la Sandía", en Cuentos Republicanos. Cuentos Completos (vol. I), pág. 233.
(18) Romance vulgar, de los muchos que existen en los pueblos de España sobre hechos concretos de mayor o menor resonancia entre la población, con escaso acierto expresivo y dramático. Lo cierto es que el suceso que origina el romance no facilita las cosas. ..
(19) Francisco Gª PAVON: "La frescachona", en Cuentos Republicanos. Cuentos completos (vol. I), págs. 157-158.
(20) La expresión "le hicieron romances y todo" indica muy bien la situación ante la que puede nacer un texto romancístico, sobre todo de origen último. Viene a representar un paralelismo con otro dicho popular: "andar en coplas". El subrayado es mío.
(21) Francisco Gª PAVON: "El huésped de la habitación número cinco", en Nuevas historias de Plinio, pág. 140.
(22) Francisco Gª PAVON: El reinado de Witiza, pág. 172.
(23) Francisco Gª PAVON: El reinado de Witiza, págs. 31-32.
(24) Francisco Gª PAVON: "Dibujo al aire libre", en Cuentos republicanos. Cuentos completos (vol.) I, pág. 225.
(25) En estos dos fragmentos aparece el estribillo ("Eres buena moza, sí", / cuando por la calle vas. / Eres buena...") y una de las estrofas ("El carbonero / por las esquinas / va pregonando / carbón...") de una canción popular castellana que yo conozco como Los cordones, título tomado de una de sus glosas: "Los cordones / que tú me dabas / no eran de seda / ni eran de lana; / ni eran de lana / ni eran de seda, / todos me dicen / que no te quiera". Como es habitual en este tipo de composiciones puede contar con infinidad de estrofas, entre las cuales se intercala el mencionado estribillo.
(26) Francisco Gª PAVON: "Dibujo al aire libre", en Cuentos republicanos. Cuentos completos (vol. I), pág. 228.
(27) Estas canciones o recitados como preludio, o acompañando la bebida, son usuales y ciertamente semejantes entre sí. Son muy numerosas las distintas formas que pueden tomar, desde: "Estamos en una taberna. / Y vamos a beber. / -¿El que bebe? / -Se emborracha / -¿El que se emborracha? / -Duerme / -¿El que duerme? / -Sueña / -¿El que sueña? / -No hace nada / -¿El que no hace nada? / -Va al cielo / -Puesto que al cielo vamos / bebamos.", hasta aquello de: "Vosotras, las hermosas. / Vosotras, las más bellas. / No las mujeres, / las botellas."
(28) Francisco Gª PAVON: "El jamón", en Cuentos republicanos. Cuentos completos (vol. I), págs. 155-156.
(29) Ver mi artículo: "Canciones y juegos de taberna en dos pueblos salmantinos: Cerralbo y Lumbrales", en Revista de Folklore, nº 34, Valladolid, 1983, págs. 135-137.
(30) Francisco Gª PAVON: "De cómo El Quaque mató al hermano Folión y del curioso ardid que tuvo el guardia Plinio para atraparle", en Nuevas historias de Plinio, págs. 20-21.
(31) Francisco Gª PAVON: "La adhesión a la República en el colegio de don Bartolomé", en Cuentos republicanos. Cuentos completos (vol. I), pág. 204.
(32) Luis DIAZ VIANA: "Las canciones populares y nuestra historia (Absolutistas y Liberales)", en Revista de Folklore, nº 4, Valladolid, págs. 28-32.
(33) Luis Díaz Viana, en el citado artículo, escribe refiriéndose al "Himno de Riego": "Cuenta la historia que el general Rafael de Riego se "pronunció" -según un término que se haría tristemente célebre por lo repetido- en Cabeza de San Juan para proclamar de nuevo la Constitución de 1812 que el nefasto Fernando VII había abolido, llevado de su mentalidad entre autocrática y cobarde. El himno que lleva su nombre, fue creado, según algunas opiniones, por un oficial de las tropas sublevadas llamado Miranda y, en un principio, se interpretaba sólo musicalmente, sin texto, hasta que Evaristo S. Miguel le puso una letra que haría fortuna. (...) José María de Reart creó una nueva música para el "Himno de Riego" y ésta es la que prevalecería, quedando la originaria prácticamente olvidada. V. Blasco lbáñez en la Historia de la Revolución Española ofrece una versión de nuestro himno muy semejante a la que antes he comentado, pero en cuanto a la melodía atribuye ésta a Salvador Gomís, quizá simple arreglista.
El pueblo no debía encontrarse muy a gusto cantando un texto tan retórico como el de Evaristo San Miguel y en la época de la exaltación republicana nacieron nuevas letras menos artificiosas y mucho más intencionadas" {Luis DIAZ VIANA: Op. cit., pág. 29). A esta segunda fase, que comenta Díaz Viana, corresponde el fragmento del "Himno de Riego" que comentamos.
(34) Francisco Gª. PAVON: "Aquí para subrayar la utilidad y regocijo del carrillo de doña Nati, se describe la memorable excursión que hicimos al "Atajadero", el mismísimo día de la República", en Los liberales. Cuentos completos (vol. II), págs. 57-58.
(35) Ver Manuel BARRIOS: Rimas de la oposición popular, Plaza-Janés (Col. Rotativa), Barcelona, 1979.
(36) Sería interesantísimo -ya que escapa ahora a mis propósitos- realizar un estudio completo de los muchos elementos de la cultura popular que aparecen en la obra de Francisco García Pavón; artesanía, gastronomía, técnicas y elementos de labranza... podrían ser analizados partiendo de su presencia en las novelas y cuentos de Pavón.
(37) Francisco Gª PAVON: "Paulina y Gumersindo", en Cuentos republicanos. Cuentos Completos (vol. I), pág. 190.
(38) lb ídem, pág. 190.
(39) Francisco Gª. PAVON: El rapto de las Sabinas, págs. 158-159.
(40) Francisco Gª. PAVON: El reinado de Witiza, págs. 164-165.
(41) Francisco Gª. PAVON: Voces en Ruidera, pág. 39.
(42) Francisco Gª. PAVON: El rapto de las Sabinas, pág. 26.
(43) Francisco Gª. PAVON: "De la descampanación de la Parroquia, de la quema de los santos, de la grotesca procesión de los incendiarios y catilinaria final de doña Nati", en Los liberales. Cuentos completos (vol. II), págs. 144-145.
(44) Francisco Gª. PAVON: Ya no es ayer, págs. 194-195.