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Revista de Folklore número

512



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Las marzas en la Ribera del Duero: el papel de las mujeres y el ‘Retrato de la dama’

UGARTE GARCIA, María del Carmen

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 512 - sumario >



En artículos anteriores (Ugarte García, 2021, 2022) constatamos la vitalidad que la tradición de las marzas tiene en la Ribera del Duero. Año tras año venimos comprobando como dichos cantos siguen produciéndose en las noches alrededor de la última de febrero, adaptando la tradición a las condiciones materiales y demográficas de estos pueblos, pues algunos de ellos no llegan a cien habitantes en invierno. A pesar de las condiciones adversas, los pueblos tratan de mantener el espíritu festivo en un intento de desestacionalizar las fiestas, concentradas la mayor parte de ellas en el verano.

Volveremos sobre ese mantenimiento en otro momento, aportando nuevos datos. En el presente artículo abordaremos el papel de las mujeres dentro de la tradición marcera, con especial atención al Retrato de la dama, que se canta en algunos de estos pueblos.

El papel de las mujeres antes y en la actualidad

Si en aquellas marzas tradicionales de principios del siglo xx la mujer tenía un papel pasivo, a finales de siglo y en las primeras décadas del siglo xxi, su papel ha cambiado radicalmente. Antiguamente eran los mozos, normalmente los quintos o en todo caso los pastores, los encargados de cantarlas. Las mujeres tenían la «obligación» de recibirlas, y, en su caso, dar los donativos con los que hacer la merienda o el almuerzo al día siguiente. La ronda –recorrer las calles cantando– y la cuestación –petición de viandas o dinero– son consideradas hoy día las principales motivaciones de aquellos años[1]. Ambas confluían en las letras cantadas.

Hoy, tras el tras el parón que supuso la migración de los años 60 y 70 del siglo xx, es de justicia señalar que, si se han recuperado en muchos pueblos, ha sido en buena parte gracias a la acción decidida de las mujeres. En la mayoría de lugares, ellas salen a cantar al igual que los hombres, pues el canto de las marzas se ha convertido en un acto colectivo sin distinción de sexos o edades.

La participación de las mujeres en esa recuperación se ha debido en primer lugar a un ejercicio de memoria; porque aunque antes ellas no salieran a rondar la última noche de febrero, se habían aprendido las marzas igual que los varones, incorporando a la cotidianidad de sus tareas estos cantos como uno más. «Nosotros nos fuimos a Bilbao cuando yo tenía tres años, pero mi madre nos las cantaba –nos asegura Pilar, de Araúzo de Torre–, así que cuando he vuelto al pueblo después de la jubilación, he hecho todo lo posible por revivirlas, ya que aquí hacía más de cuarenta años que no se habían cantado».

En el mismo pueblo, al igual que ocurre en otros, fueron las asociaciones, participadas mayormente por mujeres, las que guardaron esas letras y fueron capaces de pasarlas a limpio y de rellenar algunos huecos en la memoria, que el paso del tiempo había propiciado. Así lo expresaban en la recopilación realizada en 1999 por la Asociación Cultural Torreñuela de Araúzo de Torre:

Cada año antes de medianoche, del último día del mes de febrero, los mozos se reunían en la plaza o a veces en la cantina para cantar las marzas.

En cuadrilla recorrían las calles del pueblo cantándolas y en cada casa pedían una limosna o donativo que solía ser un huevo o algún dinerillo. Con estas limosnas se hacía después una merienda, tortillas y escabeche comprado con las monedas obtenidas.

A veces en ese día de las marzas se hacía uno «mozo», es decir, ya «se valía para arar» y pagaba la llamada «media cántara» más o menos, un garrafón de vino que entregaba a los mozos para la merienda. Ser «mozo» exigía este trámite, a cambio de ventajas como poder estar en la calle después de «tocar a la oración», o poder integrarse en la cuadrilla de mozos.

Estas marzas, cantadas antiguamente en Araúzo de Torre, han sido reelaboradas con la colaboración de los vecinos del pueblo. Mencionamos a Félix Juez, Eufemia Briongos, Pedro Briongos, Alejandro Ruiz, Pilar Peñalba, Eufrasio Martínez y Valentín Marina.

Han sido investigadas y recopiladas por Angelines y Emi Hernando Briongos, y se han recuperado gracias a la labor de la Asociación Cultural Torreñuela. Arauzo de Torre. Agosto de 1999.

Como podemos ver en la cita anterior, el papel de las mujeres en esa recuperación fue importante. Testimonios similares podemos encontrar en otros pueblos. Hoy, en ese pueblo, las letras se reparten la última noche de febrero en la placita delante del local de la asociación. Las van a cantar mayormente mujeres, y un chocolate con bizcochos las esperará a la finalización para reponer fuerzas y entrar en calor.

Hoy ya no se piden ni huevos ni chorizos, pero son normalmente las asociaciones de mujeres las encargadas de cocinar las sopas o el chocolate que sirven de refrigerio al finalizar el canto. En su caso, también participan en la cena comunitaria de antes, cena que sirve de acicate, a fin de cumplir con la tradición, para dejar la comodidad de las casas en las frías noches de febrero.

Volvamos al pasado, no obstante, para ver cómo las mujeres, como receptoras de esas marzas, se convertían a la postre en protagonistas del acto. Las propias letras nos lo recuerdan.

¡Asomaros, damas, a vuestras ventanas![2]

Oiréis cantar estas lindas marzas.

¡Asomaros, damas, a vuestros balcones!

Oiréis cantar estos lindos sones (Terradillos de Esgueva).

Este respeto hacia la dama de los primeros versos parece desaparecer al llegar al final, a la despedida, en la que se reitera la finalidad de recoger viandas con las que rematar la fiesta. Algunos autores han señalado que la dama honrada de los primeros versos tiene poco que ver con la mujer donante de los últimos, una mujer más joven a la que se le exige la entrega de algo (Perdiguero, 1993). Así lo vemos en Hontoria de Valdearados:

A la mocita garrida, ya la haremos levantar,

que nos ponga un par de huevos, para mañana almorzar.

Las aperturas y los cierres de las marzas requieren, sin duda, atención minuciosa, por lo que en este artículo no nos detendremos más; sin embargo, sí que deberemos hacer referencia a otros detalles, ya sea de vestido, de costumbres u otros, que colocan a la mujer en su rol tradicional. Por ejemplo, la bendición que se echa a los amos de las casas, sin duda para congraciarse con ellos y obtener mejores dádivas:

Que amanezcan vuestras hijas

con las ruecas en las cintas.

Que amanezcan vuestros hijos

con puñales en los cintos.

(Pinilla Trasmonte).

La mujer dedicada a las labores de hogar, mientras los hijos están en la guerra o en la caza, responde a los roles de mujeres y hombres en las sociedades tradicionales.

Sorprende, igualmente, el paralelismo que se establece entre las camisas –en algún caso son sábanas– que se ponen las mujeres y las gallinas que proporcionan los huevos. Más allá de la rima fácil, resulta curioso este juego. No olvidemos que la camisa es prenda, al igual que las sábanas, que entra en contacto directo con la piel, a la vez que cumple un claro papel erótico en la poesía popular. En Pineda Trasmonte este juego es exhaustivo:

Y vosotras las mujeres que tenéis camisa parda

nos daréis un par de huevos de la gallinita parda.

Y vosotras las mujeres que tenéis camisa negra

nos daréis un par de huevos de la gallinita negra.

Y vosotras las mujeres que tenéis camisa rota

nos daréis un par de huevos de la gallinita roja.

Y vosotras las mujeres que tenéis delantal pardo

nos daréis un torrendillo[3] de lo que está junto al rabo.

Y vosotras las mujeres que tenéis camisa sucia.

nos daréis un par de huevos de la gallinita rucia.

Y vosotras las mujeres que tenéis camisa limpia.

nos daréis un par de huevos de la gallinita pinta,

de la que esta junto al gallo, de la más coloradita.

Volveremos al papel de ese delantal, que se cuela en medio de las camisas, al hablar del Retrato de la dama. De momento, fijémonos en las características de esas camisas, en este caso de colores indefinidos, salvo el negro –ausencia de color–, y esa oposición sucia-limpia de los versos finales. La camisa limpia es sin duda indicativo de día festivo, la fiesta no era solo para los mozos, sino también para las mujeres, algo que aparece de forma clara en las marzas de Villatuelda:

Esta noche las mujeres se pondrán camisa limpia,

nos darán un huevecito de la gallinita pinta.

Esta noche las mujeres se pondrán camisa blanca,

nos darán un huevecito de la gallina que canta,

de la que está junto al gallo, de la más recolorada.

La gallina junto al gallo, con todo su simbolismo del acto amoroso, la veremos aparecer sucesivamente en la mayoría de los pueblos.

Las camisas pueden ser asimismo un indicativo del estado civil de las mujeres, tal como se muestran en Pinillos de Esgueva:

Y vosotras las mocitas, que tenéis camisa blanca,

nos daréis un huevecito de la gallinita blanca.

Y vosotras las viuditas, que tenéis camisa limpia,

nos daréis un huevecito de la gallinita pinta.

Y vosotras las casadas, que tenéis camisa negra,

nos daréis un huevecito de la gallinita negra.

Tras una invocación al Ángel de la Guarda, en Pinillos proceden a la despedida de una forma que podríamos calificar de «gamberra», pero que deja claro quiénes son las destinatarias de estos cánticos.

Y con esto me despido, y con esto adiós, adiós.

Y con eso un huevecito, y a la mañanita dos

Y vosotras las mocitas, no lo echaréis en olvido,

Que mañana nos daréis cinco duros para chivo.

Aquí vive y aquí ronca, y aquí duerme una mocita.

Quien pudiera estar con ella, después de cantar las marzas…

Llamamos la atención sobre ese final abierto marcado por los puntos suspensivos, la fiesta no se termina con el canto.

No se excluye a ninguna mujer de esta participación, es más, en algunos pueblos la representación se les da a las viudas, como en estos versos de Tubilla del Lago:

A las viudas verdes también les diremos,

para que mañana preparen los huevos.

Dejaremos para cuando tratemos los temas religiosos las invocaciones a distintas Vírgenes que aparecen en algunos textos.

El Retrato de la dama

Nos centraremos ahora en el llamado Retrato de la dama, que se incluirían en las versiones más completas. Para Pérez Rivera (2016: 962, 967-968), el Retrato es uno de los por ella denominados «episodios principales»; sin embargo, constata, unas líneas más abajo, que solo aparece en uno de los siete pueblos estudiados.

En nuestra zona de estudio, de 27 localidades la tenemos registrada en 12 de ellas; sin embargo, y en la actualidad, por distintas razones, principalmente para no alargar el canto en exceso, no se canta en algunas de las paradas o se canta solo en la repetición final (ver mapa en la siguiente página).

Otra característica que hay que destacar es que estas localidades se concentran casi con exclusividad en la parte oriental de la comarca. Se da la circunstancia, en la parte occidental del valle del Esgueva, que en una de las localidades, Cabañes de Esgueva, se registró una versión en el siglo xx, pero hoy en día ni se canta en las marzas ni nadie la recuerda en ese lugar. La incluimos más abajo con otras dos muestras recogidas en la zona de estudio.

Las razones para haber suprimido este canto pueden ser diversas, pero quizá la que más potencia tenga sea la de la censura por parte de una autoridad de carácter religioso, o civil o o incluso autocensura, dado el carácter erótico de algunas estrofas, así como el carácter provocador que tuvo el canto de las marzas en algunos pueblos durante ciertos años. Tampoco hay que descartar la hipótesis de que sencillamente no se incorporara desde un principio.

Antecedentes literarios

Una de las primeras composiciones conocidas en las que se describe la belleza de la mujer, recorriendo su cuerpo de la cabeza a los pies, es el Cantar de los cantares. En el canto o capítulo IV, el Esposo va describiendo la belleza de la Esposa; recordemos los primeros versos, según la traducción de Fray Luis de León (1980: 161-162):

¡Oh cómo eres hermosa, dulce amada!

Y tus ojos tan bellos y graciosos,

como de una paloma muy preciada,

entre esos tus copetes tan hermosos.

Tu cabello parece una manada

de cabras y cabritos, que gozosos

del monte Galaad vienen bajando,

de pelo todo liso y relumbrando.

Los tus hermosos dientes parecían

un rebaño de ovejas muy preciado,

las cuales de bañarse ya venían

del río, el vellón trasquilado;

tan blancas, tan parejas, qual se vían

paciendo por el campo y por el prado.

En la Edad Media son escasos los testimonios en los que la belleza de la mujer aparece descrita de forma minuciosa. En prosa es necesario mencionar La doncella Teodor[4], relato del siglo xiii difundido en códices tanto árabes como castellanos. En este relato una esclava logra vencer, en disputa dialéctica, a tres reputados sabios; con ello consigue que su señor conserve el patrimonio. En un momento determinado la doncella describe qué cualidades ha de tener la mujer bella:

Estoy conforme con ello, señor letrado; y así, os digo que para ser hermosa ha de tener el cuello, los dedos y cuerpo largos; ha de ser pequeñita de narices, boca y pies; ha de ser blanca en el cuerpo, en la cara y en los dientes; ha de ser negra en las cejas, en las pestañas y en los ojos; colorada en los labios, en las encías y en medio de los carrillos; y, últimamente, debe ser ancha de las muñecas, los hombros y las caderas.

Del siglo xiii pasamos al siglo xiv para ver como uno de sus poetas más afamados, el Arcipreste de Hita (1974: I, 164-166) pone en boca de su personaje principal, Amor:

Si quieres amar dueña o otra qualquier muger,

muchas cosas avrás primero a deprender;

para que ella te quiera en amor acoger

sabe primeramente la muger escoger.

Cata muger fermosa, donosa e loçana,

que non sea muy luenga nin otrosí enana;

si podieres no quieras amar muger villana,

que de amor non sabe, es como baüsana[5].

Busca muger de talla, de cabeça pequeña,

cabellos amarillos, non sean de alheña;

las çejas apartadas, luengas, altas, en peña;

ancheta de caderas; esta es talla de dueña.

Ojos grandes, someros, pintados, reluzientes,

e de luengas pestañas, bien claras parescientes;

las orejas pequeñas, delgadas; páral mientes

si ha el cuello alto: atal quieren las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,

eguales, e bien blancos, poquillo apartadillos;

las enzías bermejas; los dientes agudillos;

los labros de la boca bermejos, angostillos.

La su boca pequeña, así de buena guísa;

la su faz sea blanca, sin pelos, clara e lisa;

puna de aver muger que la vea sin camisa,

que la talla del cuerpo te dirá: «Esto aguisa».

Esta descripción prolija contrasta con la escueta forma en la que describe a la más famosa de sus protagonistas, doña Endrina:

¡Ay, Dios! ¡Quán fermosa viene Doña Endrina por la plaça!

¡Qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garça!

¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buena dança!

Con saetas de amor fiere quando los sus ojos alça. (Hita, 1974: 241)

En la lírica tradicional, pequeñas composiciones, encontramos solo unos pocos ejemplos en los que se describe algún detalle del cuerpo de la amada:

Lindos ojos avéys, señora,

de los que se usavan agora

***

En todo sois bonica

y en los ojos mucho más

¡ay, ay, ay, que me matáis!

****

Vencedores son tus ojos,

mis amores,

tus ojos son vencedores.

****

Sois fermosa e tudo tendes,

senão que tendes os olhos verdes.

(Margrit Frenk, 2003: I, 114)

La doncella se describe también a sí misma, como vemos en estos ejemplos relativos al cabello:

No tengo cabellos, madre,

mas tengo bonico donayre.

No tengo cabellos, madre,

que me lleguen a la cinta,

mas tengo bonico donayre

con que mato a quien me mira.

Mato a quien me mira, madre

con mi bonico donayre.

****

Peynadita traygo mi greña,

peynadita la traygo y buena.

La mi greña, madre mía,

peyne de marfil solía

peynarmela cada día;

y agora por mano agena

peynadita la traygo y buena.

(Margrit Frenk, 2003: I, 124)

****

Son tan lindos mis cabellos,

que a cien mil mato con ellos.

(Margrit Frenk, 2003: I, 125)

Y seguimos en la primera persona en lo que respecta a los ojos:

Mis ojuelos, madre,

valen una ciudade.

Mis ojuelos, madre,

tanto son de claros,

cada vez que los alço

merescen dineros.

Dineros, mi madre,

Valen una ciudade.

(Margrit Frenk, 2003: I, 126)

En el Renacimiento, mientras en el resto de Europa sus poetas no dudaron en seguir la corriente petrarquista[6] de retratar a la amada fijándose en las partes más visibles de su cuerpo, es decir, los detalles del rostro, en España los poetas cultos conocidos no siguieron esa corriente.

Sin embargo, en la poesía erótica más popular, aunque siempre dentro del registro culto, que circulaba normalmente en manuscritos, encontramos en el llamado códice de Rávena el siguiente poema perteneciente al conocido como Jardín de Venus:

Descripción de la dama

Alma Venus, madre y diosa,

dame gracia en disponer

las partes que ha de tener

para ser la dama hermosa,

que sin tu gracia y favor

poco valdrá mi escritura,

siendo tú de la hermosura

diosa, y madre del Amor

………………………….

En el ordinario hablar

ha de ser tan amorosa,

que entre grave y melindrosa

sepa un cierto modo hallar.

No ha de ser flaca ni gruesa,

sino llena, bien cumplida,

de dulce carne fornida

juntamente blanda y tiesa.

Blanca no tan demasiado

que descolorida esté,

mas que tenga un no sé qué

de vino color mezclado,

tocadas de rosicler.

…………………………..

Las tetas lisas y tiesas,

firmes, redondas, menudas,

que como manzanas duras

puedan ser a manos presas.

La canal que se derriba

por entre ellas ha de ser

clara, que se deje ver

por abajo desde arriba.

……………………………

Las caderas relevadas

tanto de carne cubiertas

que de acudir muy dispuestas

no dejen por ser pesadas.

Y las que quedan tras ellas,

redondas por tal compás

que levanten lo demás

cargando el cuerpo sobre ellas.

El vello negro y sutil

que del vientre está pendiente,

que parezca propiamente

ébano sobre marfil.

La parte a quien Natura

puso su nombre, cerrada,

ni baja ni levantada

ni muy llena de verdura.

(Alzieu et al, 2000: 5-6).

El hecho de que se haya conservado un retrato en la tradición sefardí de los cantos de boda, como este testimonio que nos proporcionó Martínez Ruiz (1963: 103) de Alcazarquivir (norte de Marruecos), nos lleva a pensar que sí que debieron correr entre la población versiones populares de esta canción.

Canto de Boda

Tu cabesita, la niña,

parese una naranjita

sacada del telar,

tu pelito, la niña,

y a tan lindo y a tan beyo

quien me diera un cordón d’eyo

para mi lindo coyar.

Tu frentesita, la niña,

parese y una espadita

sacada del telar,

tus sejitas, la niña,

paresen unas sintitas

y sacadas del telar,

tus ojitos, la niña,

paresen dos miradorsitos

sacados del telar,

y tu narisita, la niña

parese un datilsito

y sacado del telar,

y tu carita, la niña,

paresen dos rozitas

y sacadas del telar

y tu boquita, la niña,

paresen dos coralitos

y sacados del telar,

tus dientesitos, la niña,

parecen dos alžorfasitos

y sacados del telar,

tu barbita, la niña,

parese una tasita,

y sacada del telar,

y tu cuyesito, la niña,

parese una rosquita,

acabada de sobar,

tus manitas, la niña,

paresen dos pescados

sacados de la mar,

tus pies, la niña,

paresen dos pilonsitos

hechos de asucar,

tus pechitos, la niña,

y paresen dos buritos[7]

y sacados de la mar.

Sin duda, podríamos hablar de una canción más de ronda, práctica que en los Siglos de Oro, pasó por numerosas vicisitudes. De esta actividad encontramos huella en el refranero, tal como nos muestra Margit Frenk (2003: I, 116)

Isabel, boka de miel,

kara de luna,

en la kalle do moráis

no hallarán piedra ninguna.

Es decir, que contamos con pequeños testimonios, huellas en la poesía culta, pero no un modelo canónico como ocurría con el Romance del prisionero. Tendremos que llegar al siglo xix para encontrar en pliegos de cordel copias populares que puedan servirnos como referencia, concretamente en uno de 1848 impreso en Madrid[8], que es un mayo, y aparece junto a los Mandamientos del amor y otro mayo. Las concordancias son muy próximas.

MUDA DE VERSO

Señora de N,

si usted me dejara,

todas sus facciones

yo las dibujara.

Cuando no responde,

la señora dama,

es señal que tiene

la licencia dada.

Ya ha venido mayo,

bienvenido sea

para que galanes

cumplan con doncellas.

Ya ha venido mayo

por esas cañadas,

floreciendo trigo,

vertiendo cebada.

Facciones personales

Tu cabeza, dama,

aunque pequeñita,

en ella se forma

una margarita.

Tu pelo, señora,

son madejas de oro,

que cuando lo peina

se me enreda poco.

Tu frente espaciosa

es campo de guerra

donde el rey Cupido

plantó su bandera.

Tus cejas señora,

están arqueadas;

son arcos del cielo

y el cielo es tu cara.

Tus ojos, señora,

son luceros del alba,

que alumbran de noche

a mis esperanzas.

Tu nariz aguda

cual filo de espada

que a los corazones

sin sentir los pasa.

Tus labios, señora,

son de filigrana;

cuando los meneas

me hechizas el alma,

En esa boquita

tienes dos carreras

de menudos dientes

que parecen perlas.

Ese hoyo que tienes

en esa barbilla,

es caja y sepulcro

para el alma mía.

Tu garganta, dama,

es tan clara y bella,

que el agua que bebes

se clarea en ella.

Tus carrillos, dama,

son tan colorados

que a la propia grana

están comparados.

Tus orejas, dama,

no gastan pendientes,

porque las adornan

tu cara y tu frente.

Tus brazos, señora,

son dos fuertes remos:

guían y gobiernan

a los marineros.

Esos cinco dedos

que hay en cada mano

son diez azucenas

cogidas en mayo.

Tus pechos, señora,

son dos fuentes de agua,

donde yo bebiera,

si vos me dejaras.

Tu cintura, dama,

siempre voy temblando,

de que se te rompa,

cuando vas andando.

Tu tripa, señora,

es caja de guerra,

que cuando la tocan

toda se retiembla.

Tu ombligo, señora,

es tan pequeñito,

que al pezón del higo,

es comparadito.

Aquesto que tapas

con el delantal

son dos columnas

y el palacio real.

Tus muslos, señora,

son de oro macizo,

donde se gobierna

todo el artificio.

Tus rodillas, dama,

son borlas de plata;

bien haya la tierra

en que ella descansan.

Zapatito blanco,

media colorada,

bonita es la niña,

pero bien guardada.

Tu pie pulidito

y el andar menudo,

con esos pasitos

engañas al mundo.

Ya te he retratado,

dama, tus facciones,

ahora falta el Mayo

que te las adorne.

Si no estuvieres contenta

con el Mayo que te he echado,

mañana vas a la plaza

escógele por tu mano,

con cuatro varas de cinta

y un listoncito encarnado[9].

Distribución geográfica

La canción conocida como el Retrato de la dama tiene una gran difusión a nivel nacional. Díaz-Mas (1983: 199-200) nos proporciona una serie de referencias que llegan hasta testimonios sefardíes, como hemos recordado más arriba, así como las versiones en pliegos de cordel del siglo xix.

Por otra parte, una consulta al gran repositorio de música tradicional (CSIC-Institución Milá y Fontanals), que incluye los fondos de la Fundación Joaquín Díaz, nos devuelve numerosos testimonios, donde no faltan versiones a lo divino, en las que la agraciada es la Virgen[10], que difieren muy poco de los textos profanos que podemos encontrar en otros contextos y desde luego en algunas marzas. En otros casos, Talayuelas en Cuenca, por ejemplo, se conservan versiones separadas para cantar a la Virgen que nada tiene que ver con el Retrato, que se reserva para rondar a las mozas[11].

En el ámbito burgalés Hergueta (1934: 188-189) recoge, precisamente, como canción religiosa unos Mayos a la Virgen; sin embargo, si nos fijamos en la letra, que reproducimos a continuación, estamos ante una versión más del Retrato de la dama, equiparable a las que vamos a encontrar en las marzas, como ya señaló Valdivielso Arce (1995).

MAYOS A LA VIRGEN

A cantar el Mayo - Señora venimos

Y para cantarlo - licencia pedimos.

Usted que nos - oye no nos dice nada

Señal que tenemos - la licencia dada.

Ya estamos a treinta - del abril cumplido,

Alegraos damas - que Mayo ha venido.

Ya ha venido Mayo - bienvenido sea

Regando cañadas - casando doncellas.

Ya llegó la noche - Sea enhorabuena

De cantarte el Mayo - Regalada prenda.

Paso a retratarte pero - aquí mi lengua

Proseguir no sabe - y a cantar no acierta.

No hay pluma que sirva - al pintor poeta,

Ni pincel que copie - tu gentil belleza.

Tienes tu cabeza - chiquita y bonita,

Parece de oro - una naranjita.

Tu pelo es madeja del oro más fino

Que envidian los rayos del sol purpurino.

Tu frente espaciosa es campo de guerra

Donde Cupidillo plantó su bandera.

Esas tus dos cejas un poquito arqueadas

Son arcos del cielo y el cielo es tu cara.

Tienes unos ojos luceros del alba

Que alumbran el cielo de mis esperanzas.

Son esas pestañas - puntas de alfileres

Que los corazones transpasarlos quieren.

Tu nariz aguda como fina espada

Los más duros pechos sin sentir traspasa.

Esas tus mejillas blancas, coloradas

Son, niña, azucenas con rosas mezcladas.

Esas tus orejas no gastan pendientes,

Aunque no te adornes te siguen las gentes.

Esos tus dos labios son dos coralitos

Ya esconden, ya enseñan tus dientes bonitos.

Tu boca es chiquita graciosa, risueña

Con dientes menudos que parecen perlas.

Ese hoyo pequeño–que hay en tu barbilla

Es la sepultura - para el alma mía.

Tienes la garganta–tan clara, tan bella

Que hasta lo que bebes–se clarea en ella.

Tu pecho, Señora–es arca cerrada

Donde prisionera–se encuentra mi alma.

Tienes unos brazos–tan bien torneados

No los tuvo Eva-mejor acabados.

Son esas tus palmas - tan maravillosas

Que en flores convierten - todo cuanto tocan.

Esos tus diez dedos - cargados de anillos

Son de mis prisiones - cadenas y grillos.

Tu cintura es junco - criado en el agua

Todos van a verla - como es tan delgada.

Esas tus dos piernas - forman dos columnas

Donde se sostienen - el sol y la luna.

Tienes unos pies - como mariposas

Que por donde pasas - florecen las rosas.

Zapatito negro - con media calada:

Tan bella es la niña - como recatada.

En cuanto a los testimonios relativamente recientes, tres son las versiones exentas que del Retrato de la dama he podido encontrar en la Ribera, y quizá alguna más próxima en la provincia de Soria.

La primera del pueblo de Gumiel de Izán, cantada por Paulino Monzón, que afirma ser una «crecación propia» y haberse olvidado de alguna estrofa:

Padre nuestro que estás en los cielos[12],

qué chicas más guapas hay en nuestro pueblo,

hay, hay, hay[13].

Tienen un pelito del color de oro,

que cuando lo peinan, se riza ello solo,

hay, hay, hay,

Tienen unas cejas, son dos alfileres,

que cuando me miran, clavarlas quieren,

hay, hay, hay,

Tienen unos ojos como luceritos,

que van alumbrando a los pequeñitos,

hay, hay, hay,

Tienen la nariz como dos cañones,

que cuando disparan, tiemblan las naciones,

hay, hay, hay,

Tienen una boca como un cuartelillo,

y los dientes blancos son los soldaditos,

hay, hay, hay,

Tienen unos labios como picaportes,

que cuando te besan, que bien se oye el golpe,

hay, hay, hay,

Tienen unos pechos, son dos fuentes claras,

donde yo bebiera, si ellas me dejaran,

hay, hay, hay.

Tienen una tripa parece una pelota,

que a los nueve meses, si no pare, explota,

hay, hay, hay.

Tienen unos muslos, son dos caballitos,

donde montaría algunos ratitos,

hay, hay, hay.

Tienen unas piernas y tan bronceadas,

que las compraría unas medias claras,

hay, hay, hay.

Tienen unos pies, son tan pequeñitos,

que les compraría unos zapatitos,

hay, hay, hay.

Y de arriba abajo, las tengo medidas.

Y cuando ellas quieran, pasamos revista,

hay, hay, hay.

Y cuando ellas quieran, pasamos revistaaaa.

Martín Criado (2008) nos presenta una versión recogida en Hoyales de Roa, de la que en pequeña encuesta reciente entre los conocidos de esa localidad, no he podido encontrar a nadie que la recordara o cantara, ni tampoco que aparezca recogida en los libros en línea publicados por un natural de allí:

Padre nuestro, que estás en los cielos,

qué chicas tan monas, que matan de celos;

que santificado, que sea tu nombre,

benditos los paines, que te lo componen.

Niña, tu frente es una alameda,

donde el rey pulido puso tu bandera.

Niña, tus cejas son dos alfileres,

que cuando me miras clavármelos quieres.

Niña, tus ojos son dos luceritos,

que van alumbrando al mundo enterito.

Niña, tu nariz es de oro bordada,

que ningún platero supo gobernarla.

Niña, tu boca es un cuartelillo

y los dientes blancos son los soldaditos.

Niña, tu lengua es una campana,

ni la de Toledo repica tan clara.

Niña, tus pechos fuentes de agua clara,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Niña, tu botón es una pilita,

donde yo lavaba toda la ropita.

Niña, tus muslos son de oro macizo,

donde se contiene todo el edificio.

Ya vamos llegando a sitios ocultos,

iremos callando que somos muy brutos.

De la próxima localidad de Esguevillas de Esgueva, Martín Criado (2008) recoge otra canción similar, pero sin salirnos de nuestro ámbito de la Ribera burgalesa, encontramos aún otra canción, en este caso en Cabañes de Esgueva, recogida en Manzano (2001: I, 385)[14], dándose la peculiaridad de que tampoco hemos podido encontrar testimonios en la actualidad; y ello, pese a ser localidad donde las marzas se mantienen vivas, pero donde no se incluye este Retrato en ellas.

Padre nuestro que estás en el cielo,

qué chicas más guapas hay en este pueblo.

Tienes un pelo de color de oro

que cando lo peinas se riza ello solo.

Tu frente, niña, es un campo guerra

donde los soldados juran la bandera.

Tus ojos, niña, son dos luceros

que de noche alumbran a los marineros.

Tus narices, niña, son dos cañones

cuando yo disparo, a varias naciones.

Tu boca, niña, son dos fuentes claras

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Tu tete, niñas (sic), es un botón de oro

donde yo guardara todos mis tesoros.

Tu tripita, niña, es una pelota

donde yo jugara si tú me dejaras,

Tu jeta, niña, es una despensa

donde yo guardara toda mi herramienta.

Tus muslos, niñas, es un caballito

donde yo montara a varios ratitos.

Tienes unas piernas…… voleadas;

vengo de comprarte unas medias claras.

Tienes unos pies muy chiqutines,

vengo de comprarte unos zapatines.

Ya estás vestida de pies a cabeza

y no estás conforme…

(¡hasta que no la meta!)

Aunque con muchas similitudes podemos encontrar diferencias entre ellas, siendo la más recatada la de Hoyales y la más explícita la de Cabañes, que recurre a localismos en su texto, entre ellos tete (ombligo) y jeta (órgano sexual femenino).

Como vemos las tres empiezan con la primera frase del padrenuestro, «Padre nuestro, que estás en los cielos», lo que parece anunciar una versión contrafacta de la oración, aunque enseguida el texto toma otros derroteros.

El Retrato en las marzas, análisis

En la actualidad el Retrato de la dama no se canta en todos los pueblos, solo en 12, como se dijo arriba. Además en algunos de ellos, sobre todo en aquellos que la consideran «una canción aparte», se canta solo una vez, en la tirada final, o se canta o no, dependiendo de las circunstancias, o si acompaña el tiempo.

En cualquier caso, en los pueblos que incluimos al final aparece recogido, impreso o mecanografiado, y vivo en la memoria. Es decir, se mantiene vivo el Retrato de la dama y fuertemente ligado a las marzas; algo que también observamos en el Romance del prisionero: se recuerdan, se saben, porque se cantan en ellas.

En cuanto a las razones por las que no se ha incluido, o se ha suprimido, se manejan tres opciones:

La importancia dentro del texto total de las marzas también varía bastante. Por ejemplo en Tubilla del Lago el Retrato de la dama domina toda la canción: está al principio tras las cuatro primeras estrofas introductorias, dos ya dedicadas a las damas, y ocupa 21 estrofas del total de 43. No es de extrañar que una informante de ese pueblo nos comentara que le gustaban más las marzas de su pueblo, «porque allí cantaban a las mujeres, y no como en otros que hablaban de si las gallinas tal…». Sin duda, este comentario responde a una visión reduccionista de las marzas de los pueblos próximos, pero también a la apreciación de que ese retrato es, o al menos era, considerado un elogio para las mujeres.

En Pineda Trasmonte las marzas empiezan, igualmente, con el Retrato de la dama tras las estrofas introductorias de petición de permiso:

A cantar las marzas licencia traemos,

del señor alcalde y de todo el pueblo.

Golondrina alerta despierta y serena,

si me das licencia para retratarte.

Si no me la das, para irme a otra parte.

La licencia, majo, ya la tienes dada,

principia si quieres, por esta ventana.

Principio por el pelo porque eso es lo primero

...

Nótese que a la mujer se la asimila en este caso a una golondrina, y que el tono es de alabanza. Le siguen cuarenta pareados para describir con detalle a la dama. Luego, tras una parada marcada por un «alto y a beber» explícito, continúan con la segunda parte compuesta en total de setenta y dos pareados. Sin duda de las más completas y largas de la zona[15], que presenta además notables diferencias con las marzas de las localidades próximas, quizá por ser la localidad más al norte de nuestra comarca, en contacto con la comarca del Arlanza.

Aunque todos son diferentes, como es propio de las manifestaciones populares, las imágenes empleadas son similares, las mismas metáforas, similares efectos. Sin ser alta poesía, estamos ante imágenes cultas que recogen la tradición literaria con tendencia a lo más familiar. El uso de diminutivos, que abundan, es apropiado, dándoles un tono afectivo familiar. Predominan las comparaciones con elementos de la Naturaleza: los animales, las plantas, y los metales preciosos. Hay algunos elementos bélicos que me han llevado a pensar en un posible origen en el ámbito militar, las campañas de África, por ejemplo, pero esta hipótesis no he podido contrastarla, al no encontrar testimonios en los repertorios.

¿Cómo es la mujer ideal según este retrato?

Sin duda obedece a un canon ideal.

La cabeza es siempre la parte más visible y la mejor descrita: el pelo, la frente, las cejas, pestañas, los labios, etc. se presentan en detalle. La cabeza siempre es pequeña, el pelo es rubio, la frente es amplia, un campo de guerra. Aparecen las imágenes del firmamento: las cejas son la luna, los ojos son luceros…

En Caleruega hay una doble comparación en las cejas: luna llena y cejillas –parras de cerras–, pero parece ser que nadie sabe qué son las «parras de cerras». Todo apunta a una contaminación de otro sintagma, pero ¿de cuál?, porque en ninguno de los textos hay una comparación similar.

La nariz es afilada –un filo de espada–, salvo en Hinojar, donde son dos cañones, que también vemos en la versión exenta de Gumiel de Izán. En ambos casos nos movemos en el campo semántico de la guerra, pero predomina la imagen de la espada capaz de traspasar corazones, es decir, enamorar.

Las orejas, cuando se cantan, aparecen adornadas de pendientes, al igual que los dedos cargados de anillos, joyas que realzan la belleza de la dama. Nótese que en los pliegos de cordel del siglo xix, se resalta, precisamente, lo contrario, que las adornan las gracias naturales de la cara.

La lengua es encarnada y los dientes son menudos, blancos –de nácar–, y bien formados, vuelve a aparecer la comparación bélica, soldaditos, y en cuanto a los labios, pétalos de rosa; pero también picaportes, en Hinojar y Araúzo de Salce. Metáfora atrevida que vamos a ver aparecer también al describir los brazos de la mayoría de los pueblos.

Las mejillas o los carrillos son peras de Aragón. Estamos ante una imagen que va más allá de la pura denominación geográfica, puesto que en siglos pasados las peras de Aragón eran una exquisitez que se encontraba en las mejores mesas.

El tópico de la barbilla como sepulcro (Pedrosa Bartolomé, 2011) se repite en Doña Santos, Araúzo de Torre, Hontoria de Valdearados y Tubilla del Lago. Pineda se separa claramente del resto comparando la barbilla con un «copo de nieve» que mantiene en prisión al rondador.

La garganta es clara, al igual que los pechos fuentes de agua clara, donde yo bebiera…, que introduce un cierto matiz erótico.

Al igual que ocurría con los labios, recios al besar, choca hoy la comparación de los brazos con picaportes, cuyo repicar se oye desde lejos; ¿nos imaginamos a las mozas en jarras o en actitud de abrazar?

La cintura es delgada, mimbre de oro o junco de la playa. Perdiguero (1993: 174) considera que la palabra playa no procede en la comparación, pero no desentona, y de hecho se repite en varios pueblos. Bien es verdad que, tratándose de nuestra zona, habría sido más apropiado hablar de juncos del río, pero la rima impone también sus leyes. En cuanto a redelgada y acinturada (ceñida, estrecha) sirven para realzar la esbeltez de la dama.

De la cintura para abajo, los «sitios ocultos» como dice alguna letra, encontramos distintas opciones, y en este aspecto adelantamos que quizás se hallen en nuestras marzas descripciones más detalladas y más atrevidas que en otros lugares, si hemos de seguir a Díaz-Mas (1983: 201-202).

Antes de pasar al sexo, mencionaremos que en Hinojar del Rey encontramos una mención al vientre fecundo, algo que estaba en la versión exenta de Gumiel de Izán.

Ese es tu vientre, como una pelota,

que a los nueve meses, si no pare, explota.

(Hinojar del Rey)

En cuanto a la mención del sexo, la primera opción es no mencionar esa parte en absoluto, pasando directamente a los muslos, que pueden presentar alguna alusión erótica o no. Es el caso de Hontoria, Valdeande, Caleruega y Tubilla, localidades todas ellas próximas.

La segunda opción es decir que no se puede hablar de ello, porque está oculto, porque no se ha visto: «Lo que mis ojos no han visto no lo puedo declarar» es la opción de Araúzo de Miel y Doña Santos, pero en esta localidad sí que hablan del sexo de forma explícita, como veremos a continuación.

La tercera opción es aludir a lo que está oculto, tapado, siendo el verbo tapar, que implica, sin duda, voluntad de ocultar algo. En este sentido, Pineda tiene pareado doble:

Eso que te tapas con ese justillo,

parece un lunar del color del lirio.

Eso que te tapas con el delantal,

son las dos columnas y el camino real.

(Pineda Trasmonte)

El primer pareado parece aludir al ombligo, mientras que el segundo pudiera parecer que menciona los muslos, a los que dedica los versos siguientes, por lo que nos inclinamos por una referencia al sexo: Camino real como la Real Majestad de Huerta de Rey, o el palacio real de Araúzo de Torre, con un esquema muy parecido al de Pineda:

Eso que tú tapas con el delantal

las siete columnas y el palacio real.

Como ya vimos arriba en el mayo del xix recogido en el pliego de cordel:

Aquesto que tapas con el delantal

son dos columnas y el palacio real.

La presencia del delantal en la lírica popular como alusivo a la pureza en la mujer, al propio sexo o incluso al embarazo es constante, creándose una fraseología propia: perder el delantal (mantener relaciones sexuales), [por] debajo del delantal ([por] la vagina), comprar delantal nuevo (quedarse embarazada), etc. Añadamos la paremia La mujer sin delantal a cualquiera se lo da, atestiguada en distintos pueblos de la zona (Ugarte García, 2006).

Finalmente nos detendríamos en las cuatro localidades en las que el órgano sexual femenino se nombra de manera explícita, eso sí, con curiosas denominaciones ad hoc.

Peñalba de Castro recurre a la imaginería animal en la comparación y lo denomina cosiña:

Esa es tu cosiña, con ese bigote,

se parece al perro de mi tío Roque.

Tres pueblos, Hinojar, Doña Santos y Araúzo de Salce recurren a la denominación perigalla. con pareados muy próximos, donde al pene se denomina de forma muy popular: mochuelo:

Es tu perigalla, cubierta de pelo,

donde yo metiera, mi lindo mochuelo

Hinojar coloca este pareado al final del retrato, tras la descripción de los pies. Ello nos lleva a pensar en un posible añadido tardío por copia de alguno de los pueblos vecinos. Algo parecido podría pensarse de Doña Santos, que, tras declarar, como vimos arriba, que no podían hablar de lo que no veían, cantan después de alabar a los muslos y antes de las rodillas:

Esa tu perigalla llenita de pelo,

donde yo metiese mi lindo mochuelo.

¿Qué interpretación podríamos darle a este desplazamiento? No siempre, como podemos ver en el caso de Valdeande, las estrofas siguen un orden riguroso, sino que más bien parecen responder a la memoria del copista, por lo que el que estas coplas anden fuera de lugar no debe ser concluyente. No obstante, los que parecen más fieles a la tradición son los de Araúzo de Salce, que presentan además copias corregidas a mano. Así, en alguna copia aparece pelusera en vez de perigalla, e incluso los informantes recuerdan versiones antiguas en las que se habla de perigallera. Así lo recoge Martín Criado (2008), precisamente en Araúzo de Salce, la perigallera sería donde se mete el perigallo (pene). No obstante, preguntando a los marzantes de esos pueblos, si la denominación perigalla es habitual en el habla común, ninguno de ellos afirma utilizarla o haberla oído fuera de las marzas. Solo una informante de Doña Santos concede utilizarla alguna vez en plan de broma y en clara alusión a la tradición marcera. Estaríamos, entonces, ante una palabra creada casi con toda seguridad para el texto de las marzas, una forma de nombrar lo innombrable[16].

Para finalizar, en prácticamente todos los pueblos, los muslos son «columnas de oro macizo, donde se sustenta todo el artificio». Edificio sustituye en algún caso a artificio, quizá palabra más culta, y sorprende ver que en Peñalba de Castro, la rima se forma con sacrificio.

Hinojar del Rey es la excepción, pues con claro sentido erótico sigue la letra de la versión exenta de Gumiel de Izán:

Esos son tus muslos, son dos caballitos,

donde yo montaba, algunos ratitos.

Las rodillas son «bolas de plata» menos en Hontoria que son «jarras de cera» y en Hinojar, donde son «lavaderos», siendo el segundo verso del pareado variable. Si puede sorprender comparar las rodillas con jarrones que sostienen flores, más sorprende ver compararlas con lavaderos donde se lavan pañuelos:

Esas tus rodillas, son dos lavaderos,

donde yo lavara, todos mis pañuelos.

Aunque encontramos una estrofa semejante en un Retrato recogido en El Piornal[17], puede tratarse de una confusión con el hoyo de la barbilla, tal como lo recoge Pedrosa Bartolomé (2011: 61) a su vez de Díaz-Mas y Manzano:

Niña, tu barba

es una pilita

donde yo lavaba

toda mi ropita.

(Díaz-Mas, 1983: 199)

Tienes una barba

que es un lavadero

donde yo lavara

todos mis pañuelos.

(Manzano Alonso, 2001: 384)

Las piernas van vestidas con medias rojas con ligas azules, o azules con ligas rojas, como en Huerta de Rey. En unos casos y en otros aparece la comparación burlesca: «parecen a las perdices cuando van por las cañadas».

Finalmente los pies son menudos, como el andar, que es además acompasado y se merecen, naturalmente, zapatitos.

Solo en un pueblo, Pineda Trasmonte, se producen unos versos finales, en este caso irónicos;

ya están retratadas niña tus fracciones.

ahora busca un guapo que te las adorne.

En Hinojar del Rey son claramente explícitos alineándose con algunas versiones exentas:

Ya te he retratado, de pies a cabeza,

ya solo me falta, meterte la pieza.

¿Son las marzas machistas?

Este recorrido de la mujer de arriba abajo da pie a hablar, por parte de algunas voces, de «machismo» en las marzas. Los que esto afirman están juzgando, sin duda, las sociedades y manifestaciones de siglos pasados con los ojos y parámetros del siglo xxi.

Tratando de ser objetivos, sobre todo en aquellas estrofas más explícitas, estamos ante la voz de un varón heterosexual, que toma la iniciativa en la relación amorosa. Las mujeres son vistas como meras receptoras, en todos los sentidos, y solo a la hora de repartir los donativos toman un papel activo; pero incluso en este caso es el varón el que lo exige.

Si las marzas se hubieran compuesto en el siglo xxi, puede que consideraran otras opciones en las relaciones entre los sexos, pero sin duda las marzas se compusieron en una sociedad patriarcal y a ella responde.

En cualquier caso, ni las mujeres que cantan hoy las marzas y que se han incorporado a la tradición con entusiasmo ni aquellas que todavía fueron meras receptoras en su momento muestran ningún tipo de contrariedad ni menoscabo ante estas letras. Dejemos, pues, que la tradición siga viva y creciendo.

¿Las mayas de marzo? Una hipótesis

No quiero terminar este análisis del Retrato en las marzas sin lanzar la hipótesis de que en estas tierras burgalesas, marzas y mayas pudieran formar parte de una misma tradición. Llegados a un determinado momento, se separaron las marzas y se perdió casi por completo la tradición de las mayas. Recordemos que en esta zona las mayas solo se conservan en Caleruega, donde se cantan tras pingar el mayo con la misma melodía que se cantan las marzas.

Hablamos de las mayas como canto a la mujer que se realizaba en la noche del último día del abril al primero de mayo. Solía ir acompañado, pero no necesariamente, de la erección del mayo, pino o chopo que iba a campear durante todo el mes en la plaza del pueblo. Si bien sobre este mayo, o en todo caso de su versión cristiana como cruz de mayo, tenemos numerosos testimonios actuales, de lo que no tenemos constancia es de los altares profanos que en otros lugares se levantan en honor a las niñas. Las mayas como cantos han derivado en los mayos de los que se hizo eco Olmeda y que nada tienen que ver con las que se conservan en la actualidad (Pérez Rivera, 2016). La derivación a lo divino con el culto a la Virgen, se materializaba casi únicamente con prácticas piadosas como las flores, aunque en ellos se incorporaran cantos ad hoc, como en su caso el recogido por Hergueta, que hemos visto más arriba.

Sin embargo, la gran difusión del Romance del prisionero y el Retrato en toda España como canto de mayo, así como la antigüedad constatada de esta tradición, nos lleva a pensar que sí que se pudieron cantar mayas en la Ribera del Duero; Temiño (1980) resalta esta base común y coincidencias formales entre marzas y las mayas vigentes de Caleruega.

Una de nuestras informantes, Pilar, de Araúzo de Torre, recordaba que su madre hablaba de las «mayas de marzo», para referirse a las marzas; pero lamentablemente no hemos podido encontrar otros testimonios al respecto.

Llegados a este punto, ¿podríamos pensar en un adelanto, o en su caso una segregación, de las mayas a las marzas en nuestras tierras? Aquí dejo la pregunta aunque solo sea como hipótesis de trabajo.

Textos del Retrato de la Dama en las marzas

1. Huerta de Rey

Esa es tu cabeza, ¡oh qué pequeñita![18]

que en ella se forman una palomita.

Esos tus cabellos son de oro muy finos,

donde yo me enredo cuando te imagino.

Esa es tu frente es un campo guerra

donde el rey de España alzó su bandera.

Esa son tus cejas un poco arqueadas,

que a la luna nueva te son comparadas.

Esos son sus ojos dos bellos luceros,

que alumbran de noche a los marineros.

Esa es tu nariz es de filo espada,

que a los corazones sin sentir los pasa.

Esos tus carrillos peras de Aragón,

que yo las comiera en buen sazón.

Esa es tu boquita de diente menudo,

[parece faltar la segunda parte].

Esa es tu garganta tan clara y tan bella

que el agua que bebes se clarea en ella.

Esos son tus pechos son dos fuentes claras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esos son tus brazos son dos picaportes,

desde Cielo y Tierra siento yo los golpes.

Esos son tus dedos cargados de anillos,

que para mí son cadenas y grillos.

Esa es tu cintura ¡oh qué acinturada!,

es un mimbre de oro criado en la playa.

De la cintura “pa” bajo no se puede pronunciar,

porque allí se encuentra su Real Majestad.

Esos son tus muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el artificio.

Esas tus rodillas dos bolas de plata,

donde se sostiene toda la esperanza,

Esas son tus piernas, de medias azules, ligas encarnadas,

parecéis a las perdices cuando van por las cañadas.

Esos son tus pies hechos al compás,

se abren y se cierran sin perjudicar.

2. Hinojar del Rey

PADRE NUESTRO[19]

Padre nuestro, que estás en los cielos,

qué niña tan guapa, qué mata de pelo,

Padre nuestro santificado

qué niña más guapa, cuánto me has gustado.

Esa es tu cabeza, un campo de guerra,

donde los soldados, juramos bandera

Esas son tus cejas, son muy arqueadas,

que a la luna llena, son comparadas.

Esas tus pestañas, puntas de alfileres,

que cuando me miras, clavas en mis sienes,

Esos son tus ojos, son dos luceritos.

que alumbran de noche a los soldaditos.

Esa es tu frente, campo de batalla,

donde los soldados, tiraron de espada,

Esa es tu nariz, como dos cañones,

que cuando disparan, tiemblan las naciones.

Esa es tu boca, es un cuartelito,

los dientes en fila, son los soldaditos.

Esos son tus labios, son dos picaportes,

que cuando me besas, siento oír los golpes.

Esos son tus pechos, fuentes de agua clara,

donde yo bebiera, si tú me dejaras.

Ese es tu vientre, como una pelota,

que a los nueve meses, si no pare, explota.

Esos son tus muslos, son dos caballitos,

donde yo montaba, algunos ratitos.

Esas tus rodillas, son dos lavaderos,

donde yo lavara, todos mis pañuelos.

Esos son tus pies, ¡oh, qué chiquititos!

a los que yo comprara, unos zapatitos.

Es tu perigalla, cubierta de pelo,

donde yo metiera, mi lindo mochuelo

Ya te he retratado, de pies a cabeza,

ya solo me falta, meterte la pieza.

3. Doña Santos

Esa tu cabeza ¡oh, qué pequeñita!,

que en ella se forma y una palomita.

Esos tus cabellos son de oro fino,

donde yo me enriedo cuando te imagino.

Esa es la tu frente un campo de guerra,

donde el rey de España planta su bandera.

Esas tus dos cejas un poco arqueadas,

que la luna nueva te son comparadas.

Esos dos tus ojos dos bellos luceros,

que alumbran de noche y a los marineros.

Esa tu nariz un filo de espada,

que a los corazones sin sentir les pasa.

Esos tus carrillos peras de Aragón,

donde yo comiese si estuviese en sazón.

Esa tu boquita, de diente menudo,

la lengua encarnada.

Y ese hoyo que tienes y en cuya barbilla,

cual es el sepulcro para el alma mía.

Y esa tu garganta tan clara y tan bella,

que el agua que bebe, toda se clarea.

Esos dos tus pechos son dos fuentes claras,

donde yo bebiese si tú me dejaras.

Esos dos tus brazos son dos picaportes,

desde Somosierra oigo yo los golpes.

Esa tu cintura ¡oh, que acinturada!,

que parece al mimbre de oro criado en la playa.

De la cintura para abajo yo no puedo pronunciar,

lo que mis ojos no han visto yo no puedo declarar.

Esos dos tus muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el artificio.

Esa tu perigalla llenita de pelo,

donde yo metiese mi lindo mochuelo.

Esas tus rodillas dos bolas de plata,

donde se sostiene toda la esperanza.

Esos dos tus pies, hechos al compás,

que algunos te cuentan los pasos que das.

Ligas azules, medias encarnadas,

parecen a las perdices cuando van por las cañadas.

4. Araúzo de Miel

Esa es tu cabeza ¡oh! que pequeñita,

en ella se forma una palomita.

Esa es tu frente un campo un campo de guerra,

donde el Rey de España plantó su bandera.

Esas son tus cejas un poco arqueadas,

que a la luna nueva que son comparadas.

Esos son tus ojos dos bellos luceros,

que alumbran de noche a los pasajeros.

Esa es tu nariz un filo de espada,

que a los marineros sin sentir les pasa.

Esos son tus dos carrillos peras de Aragón,

donde yo comiese si estaría en sazón.

Esa es tu boquita ¡oh! que pequeñita,

en ella se forma la tuya barbita.

Esa es tu garganta tan clara y tan bella,

que el agua que bebes toda se clarea.

Esos son tus brazos dos repicaportes,

desde San Cristóbal oigo yo los golpes[20].

Esos son tus dedos cargados de anillos,

que para mí son cadenas y grillos

Esos son tus pechos dos fuentes muy claras,

donde yo bebiese si tú me dejaras.

Esa es tu cintura bien acinturada,

es un mimbre de oro criado en el ojo[21].

De la cintura para abajo no lo puedo presenciar,

lo que mis ojos no han visto yo no puedo declarar.

Esos son tus muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el artificio.

Esas son tus piernas con medias azules, ligas encarnadas,

parecen a las perdices cuando van por las cañadas.

Esos son tus pies hechos al compás,

que todos te cuentan los pasos que das.

5. Araúzo de Salce

Esa es tu cabeza, aunque pequeñita,

en ella se forma una margarita.

Esos tus cabellos son de oro muy fino,

donde yo me pierdo, cuando te imagino.

Esos son tus ojos dos bellos luceros,

que la noche alumbran a los marineros.

Esa es tu nariz un filo de espada,

que a los corazones sin sentir les pasa.

Esos son tus labios son dos picaportes,

que cuando los cierras oigo yo los golpes.

Esos son tus pechos dos fuentes claras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esa es tu cintura muy acenturada

parece un junquillo[22] cortado en la playa.

Esa es tu perigalla llenita de pelos,

donde yo metiera mi lindo mochuelo[23].

Esos son tus muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el edificio[24].

Esas son tus medias, medias encarnadas,

como las perdices, van por las cañadas.

Esos son tu pies, hechos al compás,

con el que yo mido los pasos que das.

6. Araúzo de Torre

CANTO A LAS DONCELLAS[25]

Levantaos, mozas, de esas lindas camas,

y oiréis cantar estas lindas marzas.

Levantaos, mozas, de esas lindas camas,

abriréis los cofres, nos daréis castañas.

Asomaos, damas, a vuestros balcones,

y oiréis cantar vuestros corazones.

Sal a la ventana, tú, linda doncella,

oye nuestros cantos, que a ti te hermosean[26].

Al oído, oído, damas y doncellas,

que esa juventud atención os ruega.

Escucha, doncella, con atento oído

tu retrato que hace un galán rendido[27].

Esa es tu cabeza ¡oh que pequeñita!,

donde hizo su nido una palomita.

Esa es tu frente gran campo de guerra,

donde el rey de España puso su bandera.

Esas son tus cejas son dos arqueados,

que al salir la luna tengo comparados.

Esos tus dos ojos son claros luceros,

por ellos me guío cual los marineros.

Esas tus pestañas puntas de alfileres,

que a los corazones clavárselas quieres.

Esa tu nariz gran filo de espada,

que feliz sería si tú me clavaras.

Esos tus carrillos son cual dos manzanas

yo los comería si tú me dejaras.

[V.: Esas tus mejillas peras de Aragón

yo me las comiera estando en sazón[28].]

Esas tus orejas con tus dos pendientes,

adornan tu cara y tu linda frente.

Esa es tu boca es un cuartelillo,

los dientes en fila son los soldadillos.

[V.: Tu boca risueña y hermosa en el habla,

tu diente menudo, tu lengua encarnada.]

Ese hoyo que tienes en tuya barbilla,

ha de ser sepulcro para el alma mía.

Esa es tu garganta tan clara y serena,

que el agua que bebes se aclara en ella.

Esos tus dos pechos son dos fuentes claras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esos son tus brazos son dos picaportes

cuando yo te llamo, tú a mí me respondes.

[V.: Cuando tú los cierras, siento yo tus golpes.]

Esos tus diez dedos, cargados de anillos,

que para mí son cadenas y grillos.

Esa tu cintura es tan redelgada,

que parece junco nacido en la playa.

Tu gracioso cuerpo está sustentado

sobre dos columnas de oro cincelado.

Eso que tú tapas con el delantal

las siete columnas y el palacio real.

Esos tus dos muslos son de oro macizo

donde se sostiene todo el artificio.

Esas tus rodillas son bolas de plata,

que a las dos columnas rematan con gracia.

Pantorrilla gorda, canilla delgada,

zapatito curro, la media encarnada.

Esos pies pulidos no hay que minorar,

en el baile dicen los pasos que dar.

[V.: Tu pie pulidito y el andar menudo,

con esos pasitos engañas al mundo.]

7. Peñalba de Castro

A continuación se canta la canción de los mozos a las mozas del pueblo[29]

Esa es tu cabeza, aunque pequeñita,

de ahí se forma una palomita.

Esos tus cabellos son de oro muy fino,

donde yo me enredo cuando te imagino.

Esa es tu frente un casco brillante,

que de noche alumbra a los caminantes.

Esas tus orejas con esos pendientes,

que adornan tu cara y tu hermosa frente.

Esos son tus ojos dos bellos luceros,

que de noche alumbran a los carreteros.

Esa es tu nariz un filo de espadas,

que a los corazones sin sentir les pasa.

Esos son tus labios son dos picaportes,

que cuando los cierras siento yo los golpes.

Esos son tus pechos dos fuentes reclaras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esa es tu cintura bien acinturada,

que parece un junco tirado en la playa.

Esa es tu cosiña, con ese bigote,

se parece al perro de mi tío Roque.

Esos son tus muslos son de oro macizo,

donde ahí se forma todo el sacrificio.

Esas tus rodillas dos bolas de plata,

donde ahí se forma toda mi esperanza.

Esas son tus piernas ligas encarnadas

[parece faltar el segundo verso.]

8. Hontoria de Valdearados

Tu cabeza grande y aunque pequeñita,

en ella se forma, una margarita.

Tu cabello hermoso, hebra de oro fino,

donde yo me enredo, cuando en ti imagino.

Tu frente espaciosa, es campo de guerra,

donde el rey Cupido, plantó su bandera.

Estas tus dos cejas, un poquito arqueadas,

a la luna nueva, me son comparadas.

Esos tus dos ojos, dos claros luceros,

que alumbran de noche, a los marineros.

Esas tus mejillas, peras de Aragón,

comerlas quisiera, si están en sazón.

Tu nariz aguda es filo de espada,

que a los corazones, sin sentir les pasa.

Esas tus orejas, con tus dos pendientes,

adornan tu cara y tu linda frente.

Tu boca risueña y hermosa en el habla,

tu diente menudo, tu lengua encarnada.

Ese hoyo que tienes, en tuya barbilla,

ha de ser sepulcro, para el alma mía.

Esa tu garganta, tan clara y tan bella,

que el agua que bebes, toda se clarea.

Esos tus dos pechos, son dos fuentes claras,

donde yo bebiera, si tú me dejaras.

Esos tus dos brazos, son dos picaportes,

que cuando los cierras, siento yo los golpes.

Esos tus diez dedos, cargados de anillos,

que para mí son, cadenas y grillos.

Esa tu cintura, es tan redelgada,

que parece junco, nacido en la playa.

Esos tus dos muslos, son de oro macizo,

donde se sostiene, todo el artificio.

Esas tus rodillas, dos jarras de cera,

cuando alhelíes, también azucenas.

Tu pie pulidito y el andar menudo,

con esos pasitos, engañas al mundo.

9. Pineda Trasmonte

Principio por el pelo porque eso es lo primero,

tus rizos maldados que en ellos me enredo.

Tu frente preciosa principio de guerra,

donde el rey tupido[30] tendió su bandera.

Esas tus dos cejas dos arcos dorados,

donde se recogen los desamparados.

Esos tus dos ojos dos arquitas llenas,

que en ellas se encierran dos niñas muy bellas.

Esas tus orejas dos conchas marinas,

que en ellas escuelgan dos perlitas finas.

Esas tus mejillas florecen y enraman,

azules y verdes, blancas y encarnadas.

Esos tus carrillos peras de Aragón,

donde yo comiera si estaría en sazón.

Esa tu nariz es un filo espada,

que a mí me traspasa el corazón y el alma.

Esa tu boquita tu lengua parlera,

tus dientes de nácar labios de azucena.

Esa tu barbilla es un copo nieve,

que a mi corazón en prisión me tiene.

Esa tu garganta tan clara y serena,

que el agua que bebes se clarea en ella.

Esos tus dos brazos son dos picaportes,

cuando tú los cierras siento yo los golpes.

Esos tus diez dedos cargados de anillos,

para mí en prisiones cadenas y grillos.

Esos tus dos pechos son dos fuentes claras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Eso que te tapas con ese justillo,

parece un lunar del color del lirio.

Eso que te tapas con el delantal,

son las dos columnas y el camino real.

Esos tus dos muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el artificio.

Esas tus rodillas dos bolas de plata,

donde se sostiene toda la esperanza.

Ese pie pulido no hay que menorar,

que un pie tan pequeño sostenga un rosal.

Ya están retratadas niña tus fracciones,

ahora busca un guapo que te las adorne.

10. Valdeande[31]

Esa es tu cabeza, aunque pequeñita,

que en ella se forma una margarita.

Esos son tus labios de color de rosa,

que cuando me besas, huele bien tu boca.

Esa es tu boca un poquito arqueada,

los dientes menudos, la lengua encarnada.

Esa es tu cintura, tan fina y delgada,

que parece un junco, criado en la playa.

Esa es tu garganta tan clara y bella,

que el agua que bebes en ella clarea.

Esos son tus pies con andar menudo,

que con esos pasos engañas al mundo.

Ese es tu cabello, hebra de oro fino,

donde yo me enredo, cuando en ti imagino.

Esos son tus dedos, cargados de anillos,

que para mí son cadenas y grillos.

Esas son tus cejas, un poquito arqueadas,

que a la media luna son muy comparadas.

Esos son tus ojos dos claros luceros,

que alumbran de noche a los marineros.

11. Tubilla del Lago

Esa es tu cabeza, aunque pequeñita,

que en ella se forma una margarita.

Este es tu cabello hebra de oro fino,

donde yo me enredo cuando en ti imagino.

Esa es tu frente un campo de guerra,

donde el Rey de España plantó su bandera.

Esas son tus cejas un poquito arqueadas,

que a la media luna son muy comparadas.

Esas son tus pestañas, puntas de alfileres,

que a los que les miras clavárseles quieres.

Esos son tus ojos dos claros luceros,

que alumbran de noche a los marineros.

Esa es tu nariz, punta fiel de espada,

que a los corazones sin sentir les pasas.

Esas tus orejas con cuyos pendientes

adornas tu cara y tu hermosa frente.

Esos son tus carrillos peras de Aragón,

donde yo mordiera si están en sazón.

Esos son tus labios de color de rosa,

que cuando me besas huele bien tu boca.

Esa es tu boca, un poquito arqueada,

los dientes menudos, la lengua encarnada.

Ese hoyo que tienes en cuya barbilla,

él será sepulcro para el alma mía.

Esa es tu garganta tan clara y bella,

que el agua que bebes en ella clarea.

Esos son tus brazos son dos picaportes

que cuando se cierran siento yo los golpes.

Esos tus diez dedos cargados de anillos,

que son para mí cadenas y grillos.

Esos son tus pechos dos fuentes que manan

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esa es tu cintura tan fina y delgada

que parece un junco criado en la playa.

Esos son tus muslos son de oro macizo

donde sostiene todo el edificio.

Esas son tus pantorrillas dos balas de plata,

donde sostiene toda la esperanza.

Esas son tus piernas, dos barras de hierro,

donde se sostiene todo nuestro cuerpo.

Esos son tus pies con andar menudo,

que con esos pasos engañas al mundo.

12. Caleruega

Caleruega no incluye el Retrato de la dama en las marzas, pero sí lo hacen en la bienvenida a mayo, con el levantamiento del mayo y el canto de las mayas.

Tu cabeza grande y aunque pequeñita,

que en ella se forma una margarita.

Tu cabello hermoso, hebra de oro fino,

donde yo me enredo cuando en ti imagino.

Tu frente es preciosa, es campo de guerra,

donde el rey Cupido plantó su bandera.

Esos tus dos ojos como dos luceros,

que alumbran la noche a los marineros.

Esas tus dos cejas, un poquillo arqueadas,

que a la luna nueva me son comparadas.

Esas tus cejillas dos parras de cerras,

crían alhelíes, también azucenas.

Tu nariz aguda es filo de espada,

que a los corazones sin sentir los pasa.

Esos tus carrillos, peras de Aragón,

comerlas quisiera si están en sazón.

Tu boca pequeña y amorosa el habla,

tu diente menudo, tu lengua encarnada.

Esas tus orejas, con sus dos pendientes,

adornan tu cara y tu linda frente.

Esa tu garganta, tan clara y tan bella,

que el agua que bebes toda se clarea.

Esos tus dos brazos son dos picaportes,

que cuando tú los cierras siento yo los golpes.

Esos tus diez dedos cargados de anillos

Que para mí son cadenas y grillos.

Esos tus dos pechos son dos fuentes claras,

donde yo bebiera si tú me dejaras.

Esa tu cintura es tan redelgada,

que parece junco criado en la playa.

Esos tus dos muslos son de oro macizo,

donde se sostiene todo el edificio.

Esas tus rodillas, dos bolas de plata,

donde se sostiene toda mi esperanza.

Tu pie pulidito y el andar menudo,

con esos pasitos engañas al mundo.




BIBLIOGRAFÍA

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WIKISOURCE: https://es.wikisource.org/wiki/Cancionero_(Petrarca), [consulta: 04-04-2024].

Nota final: Aparte de las fuentes e informantes relacionados en artículos anteriores, debo añadir a las siguientes personas: el etnomusicólogo José Requejo, Gloria Hernando de Doña Santos, Vicente Vivancos de Huerta de Rey, Jorge Álvaro de Araúzo de Miel, Hilarión Pascual de Araúzo de Salce, Pilar Esteban de Araúzo de Torre, Dominica Parra de Brazacorta, Nieves Lázaro de Cabañes de Esgueva, Lourdes Núñez de Pinillos de Esgueva, y Ana Isabel Rica de Espejón (Soria). A todos ellos mi agradecimiento por compartir sus saberes sobre las marzas.




NOTAS

[1] Ambas finalidades se quieren recrear en algunos rescates modernos, como los que viene celebrando La Esteva en Segovia capital (https://www.youtube.com/watch?v=JvirPU9bPEk, https://www.youtube.com/watch?v=2Ba1H_4g9n4, consulta: 01-04-2024). Aunque, sin duda, estas recreaciones tienen como fin principal el espectáculo, pues incorporan además instrumentos musicales, bailes y danzas, sí que mantienen el espíritu de ronda de las marzas genuinas.

[2] Salvo excepciones claras de errores no intencionados, transcribimos las letras tal como nos han llegado, conservando los errores léxicos o gramaticales, y corrigiendo solo la ortografía y puntuación en lo más básico.

[3] En las letras de las marzas es fácil encontrar localismos, como en este caso torrendo por torrezno.

[4] Puede verse la edición de 1856 en Google Books, https://books.google.es/books?id=0aBFAAAAcAAJ, consulta: 19-3-2024.

[5] Nota del editor en la edición consultada: baüsana: `espantapájaros’. El menosprecio de la villana y las pocas facultades en asuntos amorosos eran tópicos en la literatura medieval.

[6] A manera de ejemplo recordamos el muy citado fragmento XC del Cancionero, en el que en pocos versos Petrarca establece lo que pasará a ser el canon de la belleza femenina:

Era el cabello al aura desatado

que en mil nudos de oro entretejía;

y en la mirada sin medida ardía

aquel hermoso brillo, hoy ya apagado;

el gesto, de gentil favor pintado,

ya sincero o ya falso, lo creía;

ya que amorosa yesca en mí escondía,

¿qué mucho que me viera así abrasado?

No era su andar cosa mortal grosera,

sino hechura de ángel; y sonaba

su voz como no suena voz humana:

un espíritu celeste, un sol miraba

cuando la vi; y si ahora tal no fuera,

no porque afloje el arco el daño sana.

(Fuente: Wikisource)

[7] Buritos: pescaditos.

[8]https://calaix.gencat.cat/handle/10687/292755?show=full, [consulta: 04-04-2024].

[9] Otras versiones pueden encontrarse en https://calaix.gencat.cat/handle/10687/293367 (1873) y https://calaix.gencat.cat/handle/10687/228887 (s.f)

[10] Sirva como ejemplo esta canción recogida en Jaén del Fondo Milà i Fontanals (https://musicatradicional.eu/piece/32637).

[11] Información y textos recibidos de Pablo Hérnández, que no incluyo aquí por no salirme del ámbito geográfico.

[12] De ahora en adelante, a fin de ver mejor los paralelismos, unificaré la presentación de los pareados, y suprimiré las abundantes repeticiones de los versos.

[13] Mantengo la transcripción recibida, pero a la hora de cantar la canción se produce una neutralización entre el verbo haber, hay, repetición del verbo del verso anterior, y la interjección presente en algunas de las canciones populares, ¡ay!, que introduce un tono pícaro.

[14] Manzano recoge también una versión de Cascajeres de la Sierra, de la que dice que se canta con la música de las marzas.

[15] Según informes recientes, el número de estaciones o paradas se ha ido reduciendo, no cantándose ya en aquellas calles o esquinas en las que no vive nadie.

[16] Recordemos que en la versión que Manzano recogió en Cabañes se utiliza jeta, localismo para denominar a la vagina.

[17] (http://www.piornal.net/musica/tesis/tesiscancionesronda3.htm, consulta: 04-04-2024.

[18] Aunque en cada pueblo las marzas escritas se pueden presentar como versos de arte menor o mayor, como he indicado arriba, he preferido unificar su presentación como pareados de arte mayor. Igualmente he suprimido las repeticiones que se producen a la hora de cantarlas.

[19] Aparece como una sección separada y su canto es opcional, aunque permanece en la tradición.

[20] San Cristóbal es un alto próximo donde está la ermita de San Cristóbal, patrón del pueblo. La fiesta se celebra a primeros de mayo.

[21] Verso que rompe la rima y la tradición, que normalmente dice que «está criado en la playa». Aunque estas alteraciones sean anecdóticas, no es raro encontrarlas en la tradición popular; provienen normalmente de ocurrencias que prosperaron.

[22] Corregido en la copia. Originalmente: junco.

[23] Versión corregida con bolígrafo. Originalmente puede leerse: Esa es tu pelusera, / llenita de pelos / donde tengo puestos/ todos mis desvelos.

[24] Originalmente: artificio.

[25] Su canto es opcional y se canta al final.

[26] Es importante este verso, que dice de forma explícita cuál es la misión de este retrato cantado: hermosear a la dama.

[27] Nótese que estos primeros versos son una versión muy ampliada de algunos con los que se inician las marzas en otros pueblos. Las receptoras parecen claras, no solo del canto de la doncella.

[28] Las copias impresas presentan ellas mismas estas variantes que pongo entre corchetes.

[29] Las distintas partes tienen distintos subtítulos, esta es la penúltima. Recojo la última versión que se me ha facilitado en 2024. En la versión que Lorena Pascual envió en marzo del 2004 a la revista Nuestra Voz del instituto Juan Martín el Empecinado de Aranda de Duero no figuraba el Retrato de la dama.

[30] Sin duda una corrupción de Cupido.

[31] Nótese el desorden en el que aparecen las distintas partes del cuerpo. Según la informante que nos pasó el texto, este fue recuperado recientemente gracias a la memoria de una señora del pueblo, completándolo con los textos de localidades próximas.



Las marzas en la Ribera del Duero: el papel de las mujeres y el ‘Retrato de la dama’

UGARTE GARCIA, María del Carmen

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 512.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz