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El florecimiento de la música folk como un género específico de música popular puede fecharse en el final de los años sesenta y los setenta del siglo xx. Coincidiendo con los últimos años de la Dictadura surgen en toda España músicos jóvenes que ponen su atención en los ritmos tradicionales y se vuelcan en su recuperación, recreación y divulgación. Este movimiento, iniciado en tierras catalanas, se va contagiando al resto de territorios y así va a alcanzar Valladolid en los setenta.
La situación que vamos a abordar se parece en cierta medida a la que resume Milan Kundera en su libro «La broma» (1967) al referirse al trabajo de un grupo musical de la República Checa:
Primero tocamos nuestras canciones preferidas, las mismas de cuando aún estábamos en el colegio. Después, algunas nuevas que habíamos encontrado en pueblos perdidos de las montañas. Por fin llegamos a algunas de las canciones de las que nos sentimos más orgullosos. No son realmente canciones populares, sino canciones que nosotros mismos hemos creado en el grupo, partiendo del espíritu del arte popular. Cantamos canciones sobre los grandes terrenos cooperativos, canciones sobre los pobres que son dueños de su tierra, una canción sobre un tractorista que prospera en un centro de maquinaria agrícola. Eran todas canciones cuya música resultaba idéntica a la de las canciones populares originales, pero con un texto más actual que el de los periódicos.
Para conocer su desarrollo es necesario, sin embargo, saber algo de lo ocurrido en las décadas anteriores y cómo se enciende el interés por un patrimonio musical que estaba sufriendo un intenso proceso de desaparición. La música tradicional durante buena parte del siglo xix y xx estuvo sustentada sobre la figura de los dulzaineros y redoblantes (o tamborileros). El trabajo de José Delfín Val (2002) recoge el testimonio de estas generaciones de músicos. Además de personajes como Ángel Velasco (1891-1927), destaca a otros como Modesto Herrera (1876-1958) y sus hijos Felicísimo y Gerardo. En los años veinte y treinta tocaban en fiestas mayores, carnavales, santa Águeda, san Isidro y otras festividades; y sus interpretaciones incluían boleros, paloteos, bailes de rueda, polkas, pasodobles, valses y jotas.
Con el paso del tiempo dejó de contratarse a estos pequeños grupos y el centro de las fiestas lo ocuparon las orquestas, con repertorios más modernos adaptados al gusto de la época. Esto fue especialmente notorio tras la Guerra Civil, desde el inicio de los años cuarenta. En cualquier caso, el oficio de los dulzaineros y redoblantes se fue perdiendo conforme iban muriendo sin dejar su testigo a los jóvenes. Cuando al inicio de los años setenta se produce un aparente renacimiento de los conjuntos de dulzaina y caja y se recuperan en algunas romerías y fiestas, los que quedaban eran ya muy mayores y habían abandonado la música. Entonces la mayoría de ellos ya sólo tocaban entre amigos o públicamente en ocasiones muy contadas, aunque su papel fue importante para la continuidad de la tradición.
Recuperación a partir de finales de los años sesenta
La música que se interpretaba a finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta, en la que sobresalía la llamada «canción española» (Carmen Sevilla, Conchita Piquer, Conchita Bautista, José Guardiola y Manolo Escobar, entre otros), no tenía interés para un amplio sector de la juventud española (Íñigo y Díaz 1975: 53). Ello propició el desarrollo de nuevos estilos musicales como el rock, el twist y el pop. Además desde finales de 1961 comienzan a darse a conocer los primeros músicos catalanes de la «Nova Cançó», en la que sobresaldría desde 1963 Raimon y poco después Joan Manuel Serrat. A partir de mediados de la década van surgiendo nuevos intérpretes de música folklórica en el País Vasco, en Galicia y en el resto de las regiones españolas. Se trataría de un movimiento de búsqueda de la tradición, definido según José María Íñigo (ídem: 82) por la afirmación del «juglar» cantautor y por el redescubrimiento de viejas canciones del folklore tradicional adaptadas a la sensibilidad del momento.
Para el caso vallisoletano a finales de los años sesenta sobresale la figura de Joaquín Díaz. Sus pasos iniciales están marcados por la formación de su primer grupo de música folk en 1963. Luego mientras estudiaba en la universidad de Navarra creó los «Yankees Trío» y su primera sesión de «folk-song» interpretando canciones de Bob Dylan, Joan Baez y otras suyas (Díaz 2016) tuvo lugar en marzo de 1967. Así mismo cuando en 1967 realizó su primer viaje a Estados Unidos pudo profundizar y desarrollar su interés por la labor que realizaban los músicos estadounidenses Merle Travis y Pete Seeger recogiendo músicas tradicionales.
Su implicación en la divulgación de la música popular fue total. Sobresalió su relación con el grupo «Nuestro Pequeño Mundo», con el que colaboró en su primer disco («El folklore de nuestro pequeño mundo». Sonoplay, 1968) como supervisor musical y seleccionando los temas, además de tocar el banyo. Él mismo, como señala en su primer disco («Recital». Movieplay, 1968) (fig. 1), a los veinte años había dado más de 100 recitales en Universidades, Colegios Mayores, centros culturales, radios y televisión por toda España y en Estados Unidos, dominando un repertorio de cerca de 2.000 canciones folklóricas de todo el mundo. Entre 1968 y 1975 publica trece discos (LP) en los que recoge temas de toda España, canciones infantiles, otras de tradiciones de otros países y cantigas sefardíes. Además colaboró en la revista «Mundo Joven» (1968-1973), de la mano de José María Íñigo, donde publicaba una página semanal dedicada al folk y para la que llegó a servir como corresponsal en Estados Unidos comentando los conciertos a los que asistía. El año 1974 decide de abandonar los conciertos, siendo algunos de los últimos realizados los del Colegio Mayor Poveda, de Madrid (recogido en su disco de 1984, «Últimos recitales»), otro en el salón de los Padres dominicos de Aranda de Duero (3 de marzo) y en el Colegio Mayor Santo Tomás de Aquino de Valladolid (15 de marzo).
Comienza así una nueva fase en su vida en la que se vuelca en la investigación y recopilación de la cultura tradicional. Era un trabajo que venía realizando desde sus inicios y de hecho ya en 1971 había publicado una primera introducción al trabajo de campo y la recogida de canciones. Decide centrarse en la investigación desde la ciudad de Valladolid, pero llegando también a Palencia, Burgos, Zamora y otras provincias cercanas. En Valladolid su papel será importante en los inicios de varios músicos. Así le encontramos como director del proyecto «El calendario del pueblo» (Discos Mediterráneo, 1977), primer trabajo de María Salgado en enero de 1977. Y ese mismo año publican ambos «Recuerdo y profecía por España» (Moviplay, 1977). Al año siguiente se edita un segundo disco de este «El calendario del pueblo» (Movieplay, 1978), que sirve de presentación en este caso al grupo Candeal, al que además producirá varias grabaciones. Y ambos participarán con Joaquín en el disco «Canciones de boda» (Movieplay, 1979).
Su labor de recopilación del patrimonio musical y oral en general se ve acentuada a partir de 1977, momento en que aborda junto a José Delfín Val y Luis Díaz Viana la realización de un completo catálogo folklórico de la provincia de Valladolid. Este trabajo verá la luz, bajo el amparo de la Institución Cultural Simancas (Diputación de Valladolid), entre 1978 y 1981 en cinco volúmenes y siete cintas de audio. Sobre este trabajo, en una entrevista de 1981, cuenta que sale casi todos los días a recorrer pueblos y a recoger todo tipo de datos, no sólo canciones. En 1981 crea con Luis Díaz el «Centro Castellano de Estudios Folklóricos», con una biblioteca y fonoteca, que tenía su sede en la Casa de Zorrilla bajo el amparo del Ayuntamiento de Valladolid. Un año antes, con la ayuda de la Caja de Ahorros Popular de Valladolid, había nacido la Revista de Folklore para la difusión y el estudio de la cultura tradicional.
Además desarrolla una amplia faceta divulgativa que le lleva a numerosos programas en Televisión Española (hasta enero de 1990 no comienzan sus emisiones las televisiones privadas). Puede encontrársele en programas como Luces en la noche (1967-1972), Un globo, dos globos, tres globos (1974-1979), Dabadabadá (1982-1984) y El kiosco (1984-1987).
El florecimiento de la nueva música tradicional
Volviendo al panorama general, como decíamos, a partir de finales de los sesenta en toda España –y también en Valladolid– empieza a extenderse entre los jóvenes de las ciudades una creciente preocupación por conocer y recuperar la música tradicional. Este fenómeno se plasmó en dos vertientes profundamente interrelacionadas. Por un lado hay quienes se dedican más a la recopilación de canciones para su recuperación y difusión, mientras otros canalizan sus inquietudes hacia la recreación y la elaboración de temas propios sobre una base tradicional.
En la primera los grupos más tempranos son «Trigo Verde» (1971) y «Ara Pacis» (1972) (fig. 2), ambos formados como grupos corales acompañados de guitarras, laúd y algunas percusiones sencillas, con siete u ocho integrantes, y combinando la música tradicional castellana con la internacional y con la música antigua y religiosa y canciones de grupos españoles como Nuestro Pequeño Mundo, Mocedades o Jarcha. Trigo Verde se presentó en el Festival del Jucoma (Juventud Corazón de María) en La Rioja de 1971 y en una entrevista de 1975 afirmaban que el 60% de sus canciones era fruto de su búsqueda por los pueblos, el 30% de canciones tradicionales conocidas y el 10% de canciones de otros grupos.
Ara Pacis nace en otoño de 1972 de la mano del dominico José Luis Gago del Val (que fue director de Radio Popular de Valladolid entre 1970 y 1975, pasando ese año a Madrid), ligado a los movimientos juveniles cristianos de la iglesia de San Pablo. Entre sus primeros conciertos destaca el Festival de música Folk celebrado en el Teatro Valladolid el 25 de noviembre de 1973, a beneficio de «los damnificados por las inundaciones del Sudeste» (en relación a las riadas acaecidas el 18-19 de octubre en el área de Murcia-Almería-Granada). En este evento, además de Trigo Verde y Ara Pacis, participaron Joaquín Díaz, Coces en el Camino y el dúo Ferpu y Orrasco. Un mes más tarde (29 de diciembre) ambos grupos estuvieron en el Concurso-Festival «a beneficio de los subnormales y de un hospital de África» (con Resurrección, Bangla-Desh, Candilejas, Familia 2, Flechas Negra y «Javier con su guitarra»).
En estos años aparecen de manera continuada nuevos grupos que tienen una vida muy corta. Además de los que hemos mencionado en los conciertos de 1973, al año siguiente encontramos a Vino Tinto, Jubal, Safarat, Montaranza (formado de la fusión de otros dos grupos, Llofergas y Atenea) y al dúo Ana y Pedro y en 1975 podemos señalar a Tierra Vieja, Tamarugal y Sangre de Toro. También de ese mismo año 1975 son Jívaro, Thau y las primeras actuaciones de María Salgado (a veces junto a Trigo Verde). En 1976 encontramos ya al grupo Arcaduz, en 1977 a La Zanfona, Jaime Lafuente y a Nacho Revenga; y en 1978 a Barbecho (con miembros de Jíbaro), Candeal y Albatana, al tiempo que Ara Pacis pasa a llamarse Tahona. Este cambio de nombre se debió a que contactaron con la discográfica Zafiro para editar su primer disco y ésta consideró que su denominación original «sonaba a misa».
En tierras vallisoletanas tardan en aparecer representantes de lo que se consideró la canción protesta y de los cantautores. Mientras en Cataluña habían empezado a cantar Raimon y Francesc Pi de la Serra en 1962 y Joan Manuel Serrat en 1965, Madrid se unió a este movimiento algo después. Del ambiente madrileño las intérpretes más cercanas a tierras de Castilla y León, por aparecer en varios conciertos de los años 1975-1977, son Julia León y Elisa Serna, ambas fundadoras en 1966 (con Hilario Camacho y Adolfo Cendrán) del colectivo musical Canción del Pueblo. También fueron habituales Claudina y Alberto Gambino durante la segunda mitad de los años setenta en los conciertos de carácter reivindicativo, produciendo además discos de La Fanega. Se han considerado como manifestación de este momento de protestas algunos de los discos de Nuevo Mester de Juglaría («Romance de El Pernales», de 1975; y «Los comuneros», de 1976), pero resultó una corriente con no mucho peso en Valladolid. Uno de los músicos más tempranos fue Carlos Samaniego, al que se encuentra tocando desde 1974, aunque seguramente el representante más notable sería La Fanega.
Carlos Samaniego tuvo un repertorio que incluía musicalizaciones de poemas de León Felipe, Machado y Gabriel y Galán, adaptaciones de Víctor Jara, temas tradicionales y temas propios. Aunque venía de Zamora, donde daba conciertos al menos desde 1970, en Valladolid sus conciertos y recitales se concentran entre 1974 (cuando ganó el I Certamen de Intérpretes de la Canción convocado por la Juventud Josefina) y 1978. Llegó a colaborar con grupos como Trigo Verde, Montaranza y Arcabuz. Otro representante fue Paco Urbano, cuyo periodo principal de actividad fue 1977. En sus conciertos coincide en varias ocasiones con Ángel Rey y La Fanega, siendo protagonista en actos del Frente Democrático de Izquierda, la Joven Guardia Roja y la Convención Republicana de los Pueblos de España.
Respecto a La Fanega (fig. 3), aunque tuvo sus primeros pasos en el Centro Cultural San Isidro el año anterior, no es hasta 1975 cuando comienza sus actuaciones; en concreto el 14 de julio en el cine Embajadores con motivo de las fiestas del barrio de Las Delicias. Una de sus canciones, «La fanega», apareció en el primer disco de Julia León («Con viento fresco». Ariola, 1975) con el título «Al arriero»; antes incluso de que el grupo se diera a conocer. Su música se orienta a «expresar las inquietudes del pueblo de Castilla y llevar, a donde sea posible, una canción acorde con la realidad castellana»[1]. Combinan canciones propias de estilo tradicional castellano con otras de poetas y autores como Rafael Alberti y Georges Brassens, algunas más cercanas a la realidad de la sociedad urbana, evidenciando así la existencia de dos vertientes en el grupo. En una primera etapa forman el grupo Jesús María Martín «Chusma», Chilo Ortega, Roberto Benito, Ángel Rey y Nelly. A finales de 1976 Ángel Rey comienza una carrera en solitario como cantautor que se desarrollará ampliamente hasta 1984; y al mismo tiempo abandonan el grupo Chilo y Nelly (a raíz de la detención de Chilo tras un concierto y su estancia de dos meses en prisión), incorporándose Amor Isabel Castro y Eugenio Rodríguez.
Respecto a su primera fase, en una entrevista explica Chusma Martín que fue Fernando Valiño quien presentó a los integrantes y tuvo la idea de que formaran un grupo. En los primeros recitales cada uno cantaba sus temas y luego juntos interpretaban temas de Quilapayún, Violeta Parra, Víctor Jara y otras de Chicho Sánchez Ferlosio y de la II República. Para su segunda fase señala Eugenio Rodríguez en una entrevista que en el grupo se unían el bagaje tradicional por parte de Chusma Martín y la vertiente urbana y política de Chilo Ortega, mientras él y Amor tenían una más profunda formación musical. Sobre su trayectoria, Chusma señala que el segundo disco del grupo (grabado en el 77 en RNE) reflejaba el espíritu que consiguieron alcanzar en una comuna que crearon en Montealegre; eran músicas tradicionales pero letras que expresaban sus inquietudes respecto a la sociedad del momento por encima de los temas poéticos e intemporales[2].
Son años en los que la canción reivindicativa se inserta en el complejo contexto político y social (Bellido 2016). En 1976 encontramos que la suspensión de conciertos está a la orden del día, con La Fanega entre los grupos afectados. Junto a ello habría que destacar el atentado sufrido por La Fanega en un concierto que dieron en el casino de Los Corrales de Buelna el día 1 de agosto, cuando fueron agredidos por miembros de un grupo denominado «Organización 18 de julio» que lanzaron dos cócteles molotov. Pero lo más notable de 1976 es el Festival de los Pueblos Ibéricos, organizado por la Asociación de Música de la Facultad de Derecho, la FACUM (Federación de Asociaciones Culturales de la Universidad de Madrid) y la Federación del Sindicato Democrático de Estudiantes, que se celebró en la Universidad Autónoma de Madrid el domingo 9 de mayo. Junto a Pi de la Serra, La Bullonera, Benedicto, Miró Casavella, Luis Pastor, Daniel Vega, Julia León, Elisa Serna, Adolfo Celdrán, José Antonio Labordeta, Pablo Guerrero, Mikel Laboa, Víctor Manuel o Raimón, el primer grupo que actuó en el evento fue La Fanega (fig. 5 A). En 1977 se suspende por segunda vez (la primera en junio de 1976) el Festival homenaje a Castilla y León, que iba a celebrarse el 22 de enero en Salamanca. El 20 de marzo de 1977 tampoco pudo celebrarse un Festival Homenaje al hombre del campo que iba a tener lugar en Campaspero y una semana después se suspenden las Jornadas Culturales organizadas por Actividades Culturales Delicias.
En la segunda mitad de los años setenta se produce el desarrollo de numerosos eventos musicales que permiten que los muchos grupos que están naciendo se den a conocer. Más allá de las fiestas de los pueblos y los barrios, desde 1975 la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid organiza en otoño un concurso para grupos de este tipo de música y hay festivales montados por la Unión Artística, la Asociación Belenista Castellana y la Facultad de Medicina. En 1976 se celebra el II Alarde de música y danza de Castilla, la III Muestra de Canción Folk de Venta de Baños y no faltan asociaciones que organizan conciertos en numerosos pueblos de toda la región, como los conciertos en los Teleclub de Olmedo o Torrecilla de la Abadesa.
Es notable que en estos años los grupos comenzaron dando el protagonismo principal a las voces y a las guitarras y percusiones sencillas, incluyendo poco después otros como mandolina, bandurria, flautas, dulzainas y violín. Con el paso del tiempo, las guitarras pasarían a un segundo plano frente a otros instrumentos. Hay que señalar también la importancia de las compañías y estudios de grabación madrileños por la ausencia en estos años de instalaciones e iniciativas musicales en la propia Valladolid.
La consolidación de la música tradicional a finales de los años setenta
Hemos visto cómo durante parte de los años setenta se repiten las cancelaciones de conciertos por decisión de los Gobiernos Civiles en cuanto las autoridades atisbaban que podía producirse algún tipo de reivindicación política considerada de izquierdas. Frente a ello destaca la importancia de la celebración del I Festival de los Pueblos Ibéricos, en cuya convocatoria se manifestaba la necesidad de que la Universidad «se haga eco de las manifestaciones culturales realizadas en las diferentes nacionalidades del Estado Español» y de este modo «estas culturas marginadas estén presentes entre los estudiantes universitarios». Es el momento en que la música se convierte en la máxima expresión de los valores de la identidad castellana y regionalista. Los músicos actúan en pueblos y ciudades de toda la región y vienen hasta aquí también los de otras provincias y regiones.
Así se llega a la primera celebración oficial del Día de Castilla y León en Villalar de los Comuneros que en 1977 convocan Alianza Regional de Castilla y León y el Instituto Regional Castellano-Leonés. La convocatoria realizada el año anterior por el Instituto Regional en solitario no contó con la autorización del Ministerio del Interior y por ello sólo pudieron acudir unas 200 personas –tras pasar controles a la entrada del pueblo– que fueron obligadas por la Guardia Civil a marcharse tras la comida. Que sí pudiera celebrarse en 1977 no resulta inocente, puesto que un par de meses después, el 15 de junio, tenían lugar las elecciones generales para elegir a los diputados a Cortes por primera vez desde febrero de 1936. Esta asociación de los grupos musicales con los partidos políticos se aprecia en los mítines y principales actos de campaña de 1977. Como recoge Concepción Marcos (2000: 307), Ara Pacis abrió mítines socialistas mientras que actos de la CUIR (Candidatura Unitaria de Izquierda Regionalista) contaban con actuaciones de Nuevo Mester de Juglaría. No fueron los únicos. El Frente Democrático de Izquierdas organizó fiestas con los dulzaineros Jonás Ordoñez y Ladio, Barbecho, Paco Urbano, Ángel Rey y La Fanega; mientras que el Partido Comunista de España (PCE) organizó una fiesta con el grupo de danzas Lagunilla, el dulzainero Joaquín González y Arcaduz.
Ese Día de Villalar se celebró el domingo 24 de abril con la previsión de actuaciones de los dulzaineros Agapito Marazuela y Joaquín González, Nacho Revenga, el grupo de danza Lagunilla, Orégano, Tierra Fértil, Julián Olea, Miguel Escanciano, Thau, Jivaro, Taloc, Arcaduz y La Fanega. Por la mañana todo se desarrolló según el programa, pero por la tarde se interrumpió a la mitad por un enfrentamiento con la policía. Pese a la interrupción, el ambiente estos meses propició la celebración de numerosos festivales con presencia de muchos grupos e intérpretes: II Reunión de Música Castellana del Hospital Psiquiátrico de Valladolid (mediados de mayo), Festival castellano en Peñafiel (7 de agosto), III Muestra Regional de Folk en Dueñas (21 de agosto), recital de música popular en Roa (21 de agosto), Festival de Música Folk en las fiestas de Palencia (finales de agosto) y Festival castellano en Laguna de Duero (3 de septiembre), entre otros. La culminación de todo ello son las Fiestas de San Mateo, en las que actúan los grupos folklóricos locales en multitud de espacios de la ciudad (plazas de Cantarranas, Tenerías, San Miguel, Poniente, la Trinidad, Santa Cruz, Martí y Monsó y José Mosquera, en los grupos escolares Constanza Martín, José Antonio Girón, José Mª Gutiérrez del Castillo, Santiago López y Miguel Delibes, colegio Sagrada Familia y en la playa de las Moreras).
El ambiente era de mucha actividad para los grupos, que consiguen sus actuaciones fundamentalmente por la demanda de asociaciones culturales y ayuntamientos. Pero además en los últimos meses de 1977 comienza la actividad de «La Frasca»-Taller de Cultura de Castilla y León, organizando diversas actividades culturales, básicamente conciertos de música tradicional y giras de teatro por toda Castilla y León. Esta entidad –en la que sobre sale el papel de Tomás Martín Iglesias y que se asocia al Partido del Trabajo de España– se convierte en una especie de empresa promotora que contacta con compañías de teatro, de danza y músicos y consigue locales, básicamente municipales, donde celebrar los eventos. Su funcionamiento se concentra entre 1978 y 1983. En la capital el Teatro Valladolid, de la Feria de Muestras, se convertirá en el centro principal de sus eventos, aunque también recurrirán al Polideportivo Huerta del Rey, el Cine La Rubia o al Seminario Mayor. Sus actuaciones no se limitan a ser puntuales, sino que se engloban en pequeñas giras que recorren varias ciudades de la región. Así, por ejemplo, en enero de 1978 Emilio Cao pasa por Valladolid, Cuéllar y Salamanca y el dúo aragonés La Bullonera va a Zamora, Burgos, Salamanca, León y Valladolid.
Iniciado 1978 entre las iniciativas realizadas desde las administraciones se aprecia el peso de Unión de Centro Democrático (UCD) en su organización. Este partido político organiza a principios de año sus «Primeras Jornadas Culturales e Informativas», para las que cuenta fundamentalmente con Thau y La Zanfona, que recorren más de 20 localidades de la provincia. Esta línea UCD desde la delegación del Ministerio de Cultura organiza una campaña cultural durante todo el año que incluye la participación de Candeal, Thau, Albatana y el grupo de baile Castilla Joven; además de iniciar campañas de Navidad, con esos y más grupos. Por otra parte, en la Fiesta de Villalar de 1978 es el PCE quien coordina las actuaciones. Participan en esta ocasión Jaime Lafuente, Los Gutis, el grupo de danzas Castilla Joven, Candeal, María Salgado, Arcaduz, Zanfona, Ángel Rey, La Fanega, Ara Pacis, Barbecho, Thau y otros de distintas zonas de la región. Además desde inicios de año el PCE organiza algunos conciertos con Arcaduz; y también en 1979 el Movimiento Comunista-OIC cuenta con este grupo. Y el 24 de febrero el Taller de Cultura organizó un Festival «Autonomía para Castilla y León», con Nuevo Mester de Juglaría, La Fanega, Los Gutis, Pi de la Serra, Gente del Pueblo y Miro Casabella, al que asistieron más de 2.500 personas. Hay que añadir además la celebración de la Fiesta de la Libertad por el PSOE el 23 de septiembre, con los dulzaineros Fermín Pasalodos y Joaquín González, Nes y Simón, María Salgado, Tahona, Nuevo Mester de Juglaría y Los Sabandeños.
El 10 de septiembre de 1978 el ayuntamiento de Miranda del Castañar (Salamanca) organiza el I Encuentro de recuperaciones tradicionales de los pueblos de Castilla y León, una iniciativa al margen de ideologías pero en la que participaron miembros del Consejo General de Castilla y León, entonces dirigido por Juan Manuel Reol Tejada, de UCD. Por Valladolid asistieron Joaquín Díaz, Luis Díaz (en representación del Centro Castellano de Estudios Folklóricos), Gonzalo Martínez Díez, Juan Antonio Quintana, Félix Calvo, Fernando Valiño y el Taller de Cultura de Castilla y León, María Salgado, La Fanega y Nueva Usanza (especializados en música sefardí).
Las fiestas de san Mateo 1978 repiten en cierta medida los conciertos del año anterior por distintas plazas y colegios –aunque se aprecia que ahora hay menos actos– en los que participan Campanario, Trigo Verde, La Fanega, Tahona, Arcaduz e Hilario y Marian. A ellos se unen actuaciones en el Teatro Valladolid organizadas por La Frasca y la Delegación del Ministerio de Cultura con Thau, Candeal y Nuevo Mester de Juglaría. Coinciden además las fiestas con un festival de dulzaineros en el Polideportivo con intérpretes de la provincia y de toda la región, aunque la prensa refleja que tuvo escaso público.
Hasta estos años se encuentran numerosos grupos que, sin embargo, no han dejado más testimonio que breves noticias. Muchos desaparecen y otros se fusionan pero desde 1977 se produce la grabación de los primeros discos (fig. 4). La Fanega se estrena en 1977 con «Y cada paso que demos» (Moviplay, 1977) y al año siguiente editan «La fanega» (Moviplay, 1978). Tahona tiene un primer disco en 1978 («Tahona». Zafiro, 1978), seguido de un sencillo producido por Honorio Herrero y Luis Gómez Escolar («Aunque me des veinte duros». Zafiro, 1979). Arcaduz tuvo un primer sencillo «El Toro del Pueblo» (Iberofon, 1978), pero no es hasta cuatro años después que editan el disco completo «Reflejos del folklore» (Arcaduces, 1982). Ya de inicios de los ochenta son los primeros discos de Candeal «Candeal» (Moviplay, 1980), «Coplas del pueblo» (Moviplay, 1981) y «Se escucha un grillo en el campo...» (Mancera, 1982) y María Salgado publica «Canciones de amor y de trabajo» (Movieplay, 1980) y «La última dama» (Movieplay, 1981). Y a principios de 1982 La Bazanca saca «A la vega del Duero» (Saga, 1982).
Hay que destacar en estos años el apoyo que distintos medios de comunicación proporcionaron a los nuevos grupos que iban surgiendo. Desde El Norte de Castilla los artículos de Fernando Valiño (Ferrol, 1950) iban reflejando los conciertos, los discos y las novedades que aportaban los músicos, además de entrevistar a muchos de ellos. Desde la radio también se informaba sobre lo que ocurría en el panorama musical local. Desde Radio Popular (luego la COPE) lo hizo Concha Chamorro (León, 1948) entre 1974 y 1983 y desde Radio Valladolid (luego cadena SER) destaca el trabajo de Pilar García Santos (Valladolid, 1932-2012) en los años sesenta y setenta (hasta que se incorporó en 1979 como concejala del PSOE en el Ayuntamiento) en programas como Disco Clan, Brindis Musical o Plaza Mayor, varios de ellos junto a Rafael González Yáñez (Tordehumos, 1937-Madrid, 2008).
Organización y asociacionismo de los músicos tradicionales
Toda esta actividad musical parece influir en la creación de una cierta conciencia profesional de los intérpretes de música tradicional. El 13 de octubre de 1978 se celebra una reunión en la parroquia de Santo Toribio de Mogrovejo para estudiar la posibilidad de que se cree un centro de cultura en la plaza del Coso Viejo (que recientemente había dejado de ser cuartel de la Guardia Civil) que sirva para talleres, exposiciones y la organización de espectáculos de teatro y música. Asisten La Frasca, el Taller de Cultura y varias asociaciones culturales. Esta iniciativa no llegó a conseguir su objetivo, pero podría considerarse la primera muestra de la voluntad de organizarse para potenciar la escena cultural de la ciudad.
Llegado el año 1979 continúan las actuaciones pero algo parece cambiar en el ambiente musical. La fiesta de Villalar, cuya parte musical organiza en esta ocasión La Frasca, sufrirá la ausencia de muchos grupos, que no acudirán por tener ocupada la fecha del sábado 28 de abril. Así sucedió con Nuevo Mester de Juglaría, Tahona, Barbecho, La Fanega, Thau y Candeal (los dos últimos actuaron en la fiesta del 1 de mayo y también, junto a Barbecho, el 26 de abril en un Festival a beneficio de Asprona).
Poco después, el domingo 1 de julio se hace pública la creación del Colectivo de Música Popular en una reunión celebrada en Fuensaldaña. Entre sus objetivos se destaca la búsqueda de que las subvenciones de los organismos oficiales se concedan de forma equitativa y continuada. A esta primera reunión vallisoletana siguen otras en Burgos y Palencia durante las siguientes semanas para extender su ámbito a toda la región. Entre sus primeros logros está un acuerdo con el Ayuntamiento de Valladolid, que contempla la programación de actuaciones en la plaza Mayor todos los sábados de verano (fig. 5 B). Esta iniciativa atrajo al Colectivo a muchos músicos, aunque posteriormente hubo quienes se desvincularon de su actividad, como señalaba en enero de 1981 su presidente, Ángel Rey, que llama la atención sobre el desapego mostrado por Candeal, Hilario y Marian, María Salgado, Trigo Verde y Kirkincho. Por otro lado, el Colectivo no consiguió el apoyo del Ministerio de Cultura para sus actividades, que sigue organizando conciertos en 1979 y 1980 con los grupos Thau, Candeal y Arcaduz, Ángel Rey y María José Santos y algunos grupos de danzas. El ministerio patrocina además una gira nacional del grupo Thau con su espectáculo «La tierra de Alvargonzález» por Castilla y León, Andalucía y el Levante.
Tras el programa de verano del Ayuntamiento, llegadas las fiestas de San Mateo de 1979 hubo música tradicional en el II Festival Popular y en cinco conciertos dentro del Teatro Valladolid (esta parte organizada con la colaboración del Ministerio de Cultura) y otros tres más en distintas zonas de la ciudad. Organizado por el Consejo General de Castilla y León, comienza este año a celebrarse el «Día de la Región» en las ferias vallisoletanas dentro de la programación de la Feria de Muestras, que incluía un concierto que sumaba grupos de distintas zonas de la región (este año de Valladolid, Ávila, Burgos, Soria, Segovia y Zamora). En conjunto se aprecia una disminución de las actuaciones de estos grupos, al menos por su reflejo en la prensa local. Mientras en 1978 se recogen cerca 100 actuaciones y festivales distintos, el año siguiente se queda en unas 75 y en 1980 se ha reducido aún más hasta las 40, por más que sigan los conciertos por la provincia organizados por la delegación del Ministerio de Cultura.
El Colectivo de Música Popular se reúne con distintas instituciones para tratar de promover actividades en torno a la tradición, entre ellas el Ayuntamiento, la Delegación de Cultura y la Diputación. El encuentro más fructífero es el que se realiza a mediados de enero de 1980 con Tomás Rodríguez Bolaños, alcalde de Valladolid desde abril de 1979. En él se plantea realizar una misa castellana, una exposición de instrumentos musicales castellanos y un festival anual de canción popular infantil y juvenil que promueva la participación de los niños a través de los colegios. Esta última iniciativa conseguirá una notable repercusión. Su primera edición se convoca en abril para niños de hasta 14 años que acudan como solistas, grupos de voces, grupos de danza e instrumentistas. También en abril, fruto de esta colaboración, se realiza una semana de Homenaje a los Mayores con actuaciones de grupos de música y danza. Y también el sábado 26 un festival en apoyo a Villalar, como único recurso puesto que en la fiesta del día siguiente en Villalar no se contó con estrado para actuaciones ni equipo de sonido. En junio se desarrolla la Primera Muestra de Canción Popular Infantil, en los locales de la Caja de Ahorros Provincial. Tras varias eliminatorias, se celebra la final el domingo 22 en el Colegio Mayor Monferrant con los diez seleccionados, recibiendo todos ellos diferentes premios.
En 1981 el ayuntamiento organiza un festival en la plaza Mayor para el día 23 de abril en la fiesta de Villalar con grupos musicales de toda la región, movilizando además 20 autobuses para la gente que quiera ir el domingo 26 a la localidad de Villalar. En mayo se celebra la segunda Muestra de Canción Infantil, en el teatro Zorrilla, y con actuación del grupo La Carraca, recién creado (fig. 5 C). En esta edición destacó especialmente Jesús Hernández Cifuentes, de catorce años, que con pito y tamboril ofreció tres jotas y una zorza, ganando el premio «exaltación del espíritu castellano-leonés».
En todas las iniciativas del Ayuntamiento durante esta legislatura tiene un papel relevante Pilar García Santos, la concejala de cultura. Licenciada en Historia y con estudios incompletos de Derecho, desde su puesto en el Ayuntamiento apoyó numerosas actividades culturales, entre ellas la música. Además fue motor de la creación de la Escuela de Arte Dramático, la Orquesta de Valladolid, las bibliotecas municipales de barrio y la Escuela Taller de San Benito, entre otras. Dentro del ámbito de la edición, en julio de 1980 presentó el libro de Joaquín Díaz «Temas del Romancero en Castilla y León» que editó el Ayuntamiento.
El Colectivo, a través de Ángel Rey, estuvo presente el miércoles 17 de junio de 1981 en una mesa redonda sobre «Presente y futuro de la música castellana» organizada por la librería Villalar en el Instituto Superior de Filosofía (del Convento dominico de San Pablo). Y también es en estas fechas cuando se edita el disco «Colectivo 1» en el que se incluyen canciones de Thau, Ángel Rey, Barbecho y Jaime Lafuente (Moviplay -serie Serano, 1981). En agosto se celebra en Mojados un Encuentro de Revistas Rurales, que incluyó una actuación de Jaime Lafuente y Ángel Rey, con lo que cabe suponer que el Colectivo de Música Popular tomaría parte en su organización.
El ayuntamiento va a seguir realizando actividades de promoción de la cultura tradicional, aunque no siempre junto al Colectivo de Música Popular. Para sus gestiones en agosto de 1981 se constituye la Fundación Municipal de Cultura, de la que la concejala Pilar García Santos afirmaba entonces que su objetivo esencial es agilizar los pagos a empresarios y artistas.
El Ayuntamiento también se plantea ese verano la creación del Centro de Estudios Folklóricos Castellano-Leoneses, en colaboración con la Diputación, para lo que estaban en contacto con el Consejo General de Castilla y León, organismo preautonómico. Lo que se pretendía en ese momento era que el abundante material etnográfico recogido por Joaquín Díaz se pudiera poner a disposición de todas las personas interesadas en una institución creada para ello. Para ello el Ayuntamiento había presupuestado una subvención de casi un millón de pesetas y se preveía que comenzara en dependencias de la Casa Zorrilla. Finalmente lo que surgió fue el Centro Castellano de Estudios Folklóricos, que permitió la edición de los libros «La Tradición oral castellana», de Luis Díaz Viana, en 1981 y «Cien temas infantiles» y «Otros 100 temas infantiles», ambos de Joaquín Díaz, en 1982.
El Colectivo organiza el 14 de marzo de 1982 un homenaje al recientemente fallecido Pedro Mansilla, maestro de paloteo, con actuaciones de grupos de danzas y dulzaineros. Dos meses después, el 24 de abril organiza un festival musical folklórico en la plaza de Cantarranillas, aunque finalmente se celebró en la plaza Mayor. Varios grupos vallisoletanos acuden a Villalar a la celebración del día 25. Y también en abril se celebra la III Muestra de Canción Popular Infantil, esta vez en el polideportivo Huerta del Rey. Se destaca que el número de participantes ha ido pasando de 14 grupos a 18 en la segunda edición y a 34 en 1982. Sin embargo, el empuje del Colectivo va menguando y prácticamente desaparece durante este año.
El Consejo General Castellano-Leonés patrocinó entre finales de abril y principios de mayo un ciclo cultural organizado por la Asociación Familiar de La Rondilla, con las actuaciones de varios grupos vallisoletanos. Por su parte a finales de junio la Fundación Municipal de Cultura organiza la Muestra Artística 1982, con actuaciones en la plaza Mayor de varios grupos musicales y grupos de danzas. También la Institución Cultural Simancas, de la Diputación, organiza conciertos por la provincia entre el 12 y 18 de septiembre. Y en Navidad el Ministerio de Cultura sigue organizando su campaña «Navidad en Castilla».
En este inicio de los años ochenta se puede ver que la música sigue adelante y que las instituciones no abandonan su preocupación por contar con este tipo de intérpretes en sus programaciones culturales. Sin embargo, parece que el asociacionismo se rompe de algún modo y los grupos van a funcionar de manera más independiente en su relación entre los músicos y con las administraciones. Así puede apreciarse, por ejemplo, en la celebración del concierto previo a la fiesta de Villalar de 1983, organizado el sábado 23 directamente por el Ayuntamiento a través de la Fundación Municipal de Cultura donde se contó con grupos de casi toda la región y sólo uno vallisoletano y de reciente creación, Almenara.
Los años ochenta
En estos años aparecen algunos nuevos grupos. En 1980 surgen La Bazanca, Tierra Seca (de Medina del Campo) y Pan de Centeno (de Olmedo); en 1981, La Carraca, Almenara, Vientos del Pueblo, Sarmiento, Retama y Juglares del Alón (de Villalón); en 1982, Talanquera (de Peñafiel) y Esgueva; y en 1986, Ensalada Mixta. Al mismo tiempo a finales de 1981 se puede considerar desaparecidos a Thau y Trigo Verde; y Arcaduz disminuye sus actuaciones después de 1985, aunque se les encuentra ocasionalmente al menos hasta 1987.
A finales de mayo de 1983 se celebra la IV Muestra de Canción Popular, que esta vez reúne a más de 40 participantes, si bien en esta convocatoria se eliminan los premios y el jurado, desarrollándose como una sucesión de actuaciones. En esta última edición se presentó, con 4 años, Vanesa Muela que comienza así una intensa carrera en la música tradicional de la mano de su padre.
Este mismo año la Fundación Municipal convoca el primer Concurso de Música Castellana para nuevos grupos, tanto de música como de danza, que se celebró en el Patio Herreriano con conciertos todos los miércoles de los meses de julio y agosto. El premio para el ganador eran 50.000 pesetas y un concierto en las fiestas de San Mateo; y participaron grupos como Talanquera, Esgueva, Pan de Centeno y Raíces castellanas. Es un verano intenso, puesto que se suman actuaciones de grupos infantiles de danza en el Patio Herreriano los domingos por la mañana; y las tardes de los sábados hay conciertos de folk castellano en la plaza Mayor, pasando entre julio y agosto La Bazanca, Arienzo, Ángel Rey, Raíces castellanas, Almenara, Espadaña, Retama, Castilla Joven y Jaime Lafuente.
En 1983 se constituye el Club de Folk de Valladolid, convocando una reunión en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad el día 28 de enero para personas interesadas en este tipo de música. Entre sus objetivos se contempla la programación de actividades como sesiones de danzas tradicionales, una academia para el aprendizaje de instrumentos musicales, organización de conciertos y especialmente un Festival Internacional. Este club contaba con un servicio de información en la Casa de la Juventud, en la calle san Blas, y celebraba tertulias los jueves en el «merendero musical» del Bar Zamora, en la calle de Correos. En el tercer Festival Internacional de Folk de Valladolid, en junio de 1985, se organizaron conciertos en varias calles y plazas de Valladolid y colaboraban la Fundación Municipal de Cultura y la Junta de Castilla y León. El Club programaba además otros recitales durante el año y entre enero y febrero de 1987 organizó un ciclo de conferencias sobre «Antropología y Folklore», dentro del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Valladolid. Entre lo más notable, el 31 de mayo de 1987 organiza un Homenaje a Crescenciano Recio en Pesquera de Duero, con la participación de varios grupos de danza y la música de María Salgado, Vanesa Muela, Almenara, Tahona, Arcaduz y Jaime Lafuente, además de numerosos dulzaineros. Con posterioridad apenas tendrá actividad y sólo mantiene un par de años más alguna excursión, como había hecho en años anteriores, a destinos relacionados con la historia de la región.
En Olmedo se formó Pan de Centeno hacia finales de 1979 con unos 13 jóvenes que entonces debían rondar los 13-17 años, bajo la dirección de José María González. Su origen estaba en una rondalla femenina y entre sus primeros miembros se encontraban José Luis Rojas, Pío Baruque, Manuel Rodríguez, Elvira Bueno, Rosa Regorrigo, Dami Sanz, Asunción Serrano, Adelina Molpeceres y Juan Carlos Centeno. Inicialmente hicieron versiones de canciones de los segovianos Nuevo Mester y los abulenses Cigarra, pasando luego a hacer algunos temas propios y recopilando otras. En 1985 editaron el disco «Entre Olmos» (Tecnosaga). Este grupo será parte del origen de formaciones posteriores, como Olmemustrov en 1999 y No Solo Folk en 2002.
La primera actuación de La Bazanca se realizó el 1 de mayo de 1980 en Medina del Campo. Desde sus orígenes muestra una doble vertiente que combina la música folk regional con otras más antiguas o más lejanas relacionadas con lo castellano. Esto se puede apreciar en sus primeros discos, ya que mientras el primero A la vega del Duero (Saga, 1982) es de música tradicional castellana, el segundo «Canciones sefardíes» (Tecnosaga, 1983) está centrado en la música de estos judío-españoles. Los primeros miembros del grupo fueron Paco Díez, Salvador Cacho y José Antonio Castrillo, y aunque los músicos han ido variando con el paso de los años, Paco Díez ha mantenido la esencia del grupo.
La Carraca se creó en buena medida como uno de los efectos de la Muestra de Canción Infantil. Algunos miembros del Colectivo de Música Popular se sorprendieron de que los niños participantes presentaban siempre canciones de adultos aprendidas para la ocasión, dejando al margen las infantiles que parecían más adecuadas para su edad. Por ello pensaron en sacar a la luz esta faceta de la tradición musical, aparentemente olvidada. Es así como se unen Ángel Rey, Eugenio Rodríguez, Jaime Lafuente y Juanjo Busto y dan forma inicial a este grupo. En el primer año de rodaje vieron que sus canciones atraían más a los adultos que a los niños, por lo que los músicos decidieron disfrazarse y pintar sus caras para acercarse más a los niños, lo que consiguieron plenamente. Se consolida el grupo entonces con Eugenio Rodríguez (el chino), Jaime Lafuente (el primo), Arturo Manzano (arlequín) y Antonio Redondo (el indio, que dejó el grupo en 1994); además de otros muchos músicos con los que colaboraron a lo largo de su trayectoria. Su primer disco «El cuento de la Carraca» (Saga, 1984) recibió el Premio Nacional de Discografía Infantil y los sucesivos se convirtieron en un importante recurso didáctico para los colegios.
En Esgueva se integraron varios músicos de la primera generación de artistas. Allí estaban Eugenio Rodríguez, Jaime Lafuente y Arturo Manzano, los mismos de La Carraca, pero tocando música para todos los públicos. Editaron un par de discos, «En el Murmullo del río» (Saga, 1986) y «Recuerdos en un segundo» (Flyer Records-Perra Gorda, 1989).
Hacia 1980 se escinde Tahona y José Luis Gómez crea Solanilla con los hermanos Fernando, Carlos y Rafael García Sobrino y Jesús Martín San José. Dejaron huella de su trabajo a través de los discos «Misa Castellana» (Tecnosaga, 1984) y «Porque nos da la gana» (Tecnosaga, 1985).
Almenara tenía varios miembros que habían estado en un grupo anterior, Faenas. En su composición destacaron Ignacio Enrique Cabero, Juan José Conde, Belén Artuñedo, María Dolores Gutiérrez y Eduardo Burgos. Sus comienzos fueron muy prometedores, puesto que consiguieron el primer premio en la V Bienal Internacional del Sonido de Valladolid en marzo de 1981. Durante el invierno de 1982-1983 organizan una de las primeras giras internacionales de un grupo vallisoletano, actuando en varias ciudades en el centro-sur de Francia. En su primer disco «Desde aquel día de abril Amapolas comuneras» (Tecnosaga, 1984) ya se encuentran en la formación Jesús Hernández Cifuentes y Carlos Soto Cobos, y poco después se suman Ignacio Castro y Luis M. de Tejada, los cuatro luego fundadores de Celtas Cortos. Estos cuatro músicos ya eran la mitad de Almenara en su segundo disco, «¡Vaya postín !» (Tecnosaga, 1986). Por ello el nacimiento de los Celtas Cortos fue determinante para que Almenara desapareciera a finales de 1988.
Ensalada Mixta lo forman José Ignacio Hernández Toquero (Jota), Jesús Ronda y Carmen Nieto, aunque en su disco «Barreras» (Tecnosaga, 1987) colaboraron además otros músicos como Michel Lacomba, Manuel González Trujillo, Werner Glaser y David Llamas y se hizo cargo de la grabación Eduardo Burgos. José Ignacio Hernández era además responsable de la sección de discos de la librería Villalar (plaza de la Universidad), que se convirtió en estos años en punto de encuentro para los aficionados a esta música.
Como una derivación de grupos anteriores, durante 1987 y 1988 se encuentra el grupo Ágora, integrado por Juan Carlos Centeno, Pio Baruque, Jesús Ronda y Eduardo Burgos. Y también el dúo Festi Davini, con Jesús Ronda y David Llamas, que llegó a editar el disco «De nubes y hojarasca» (Flyer Records, 1990).
Aunque algunos grupos, como La Carraca o La Bazanca, se mantienen fieles a las canciones aprendidas de sus mayores o tomadas de cancioneros, otros combinarán canciones tradicionales con otras de composición propia y aires populares. Y en las letras sumarán algunos textos suyos y también de poetas actuales, como hizo Almenara con Godofredo Garabito y Sergio Fernández González o Solanilla con José María Calzada de Calzada. Finalmente queremos destacar cómo en los años ochenta los grupos vallisoletanos desarrollan diversas giras por Europa, que nos dan muestra del interés que la música folk castellana despertaba. Ya hemos mencionado la de Almenara. Otro ejemplo es Tahona, que realiza varias entre 1984 y 1989 por Alemania, Francia, Holanda, Suiza y Bélgica bajo el paraguas organizativo del Instituto Español de Emigración; y acude fundamentalmente a embajadas, asociaciones culturales de emigrantes y casas de España. Así mismo este conjunto participa en 1986 en el I Festival Mundial de Folklore de Bogotá (Colombia) con el patrocinio del Ministerio de Asuntos Exteriores. Otro grupo que emprende giras por Europa es La Bazanca que, entre otros destinos, recorre Italia (fig. 5 D).
Consideraciones finales
Como puede apreciarse, llegados los mediados de los años ochenta el panorama musical estaba bien desarrollado. De los grupos de aficionados, que compaginaban la música con los estudios o el comienzo en la vida laboral, se había pasado a una mayor profesionalización que había ido acompañada de una selección. Junto a ellos se van incorporando, con mayor o menor fortuna, nuevos músicos a la vez que en estos años ven el final de los últimos representantes de la música tradicional que se habían mantenido en el ámbito rural. A partir de los años ochenta se apreciará una creciente influencia de los ritmos e instrumentos que llegan por influencias externas, con un mayor mestizaje y la progresiva globalización de estas músicas que enriquecerán la música tradicional surgida en Valladolid y le darán nuevos aires.
BIBLIOGRAFÍA
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Joaquín Díaz-Cancionero de romances. Blog dedicado a la obra y figura del músico y folklorista Joaquín Diaz. https://cancioneroderomances.com
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Marcos del Olmo, Mª Concepción (2000). «Las elecciones de 1977 en Valladolid: el contrapunto de 1936». Investigaciones Históricas, 20, pp. 301-316.
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Anexo: componentes de los grupos musicales
Almenara (1983): Ignacio Enrique Cabero, Juan José Conde, Belén Artuñedo, Mª Dolores Gutiérrez, Eduardo Burgos y Francisco Javier Maderuelo.
Arcaduz (1977): Juan, Mauricio, Chema, Gloria y José Manuel; Arturo, Manolo y Sixto Olivar (1983).
Barbecho (1981): Alfredo de Diego, José Carlos del Barrio, Milagros Hijas, Juan Carlos Rodríguez, José María Díez, Gustavo Fernández y Mª Cruz Andreu.
La Bazanca (1982): Francisco Díez, Salvador Cacho, J. Manuel Quevedo, José Antonio Castrillo, Rafael Castrillo y José Luis Parrado.
Candeal: Félix Pérez y José Antonio Ortega.
La Carraca (1981): Ángel Rey, Eugenio Rodríguez, Jaime Lafuente y Juanjo Busto.
La Fanega (1975): Nélida, Ángel Rey, Roberto Benito, Chilo Ortega y Chusma Martín; (1977): Eugenio Rodríguez, Chusma Martín, Roberto Benito y Amor Isabel Castro.
Montaranza (1975): Chuchi, Javier, Conchita, Paz, Mª Carmen, Celso y Paco.
Pan de Centeno (1983): Manuel Rodríguez Centeno, José Luis Rojas Toribio, Asunción Serrano, Juan Carlos Centeno, Rosi, Kely, Dami, Elvira, Adelina, Pio y Miguel.
Solanilla (1984): Fernando, Juan Carlos y Rafael García Sobrino, José Luis Gómez Blanco y Jesús Martín San José.
Tahona (1978): José Mª y Miguel Á. Rivera Manteca, José Luis Gómez Blanco, Juan Carlos García Sobrino, Begoña García Nava, Pilar Martínez García y Celso Garrido Pérez.
Thau (1976): Francisco Soto del Carmen, José González Torices, Juan Pablo Torres y Juan Carlos Pérez de la Fuente Roberto Ibáñez y Julio Pinedo; (1981): Víctor Rodríguez, Ángeles Gómez, Lourdes Ibáñez, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Juan Carlos González, Cótido Aguado y Juan Pablo Torres.
Trigo Verde (1974): Félix Pérez, José Antonio Ortega, Michel y otros dos chicos y dos chicas más.
Agradecimientos
Para realizar este trabajo ha resultado fundamental el recurso a la hemeroteca de El Norte de Castilla (Archivo Municipal de Valladolid). Quiero agradecer a Ángel Rey su estímulo y las conversaciones que hemos mantenido sobre este tema, que han resultado fundamentales para conocer mejor el contexto cultural y social del momento y para explorar aspectos que no había considerado inicialmente. Así mismo he de reconocer la influencia que Joaquín Díaz y José Luis A. Gómez Blanco han tenido para despertar mi interés en la música tradicional; tengo una gran deuda con ellos.
También es obligado pedir disculpas por los posibles errores que haya podido cometer. Son muchas las personas que se van nombrando en el texto y es fácil que se haya producido algún error o algún olvido. Agradeceré la comprensión de quienes se sientan perjudicados.
NOTAS
[1] P.A.: «Recital de La Fanega en Las Delicias», El Norte de Castilla. 16 de julio de 1975, p. 4.