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Revista de Folklore número

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La historia de la fiesta de San Antonio Abad en Béjar. Pervivencias y pérdidas del Día del Chorizo

CASCON MATAS, Mª del Carmen

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 502 - sumario >



Introducción

En la localidad de Béjar, al sur de la provincia de Salamanca, la festividad de San Antonio Abad o San Antón, patrón de los animales domésticos, ha sufrido transformaciones, avances y retrocesos a lo largo de los siglos para alcanzar, hoy quizá más que nunca, un momento de segundo esplendor. Los tiempos en que los pobladores de estas tierras salmantinas dependían del ganado para sobrevivir qué duda cabe que han pasado, pero la ciudad y en concreto el barrio de La Antigua, junto a la parroquia de Santa María la Mayor y asociaciones como «Béjar a Caballo», apoyados por el Ayuntamiento, han seguido perpetuando de manera paradójica esta fiesta en pleno siglo xxi. El 17 de enero se reproduce una tradición destinada a perpetuar el culto a un santo anacoreta y grave que vivió hace más de mil ochocientos años, y que, en principio, no resultaría simpático en un mundo marcado por el cosmopolitismo, el materialismo e Internet. Sin embargo, la reactualización de su versión más rural hacia posiciones más urbanas y modernas ha permitido la pervivencia de la tradición.

En este artículo pretendemos rescatar su recorrido histórico y documental, sin olvidar su componente gastronómico vinculado a la matanza del cerdo y a la degustación de la típica mantelada. Descubriremos qué tiene en común y qué de diferente con otras celebraciones festivas comunes, su imbricación con la Casa Ducal de Béjar y sus orígenes medievales. Trazaremos una breve historia de la iglesia de San Pedro, de la cofradía y de la talla de San Antonio Abad. Y acabaremos con la degustación de una mantelada y un buen chorizo de la tierra.

1. Un contexto somero y general de la fiesta de San Antonio Abad

San Antonio Abad es el patrón de los animales en general y en particular de los animales domésticos y de cerda, lo que explica que se le represente usualmente con un cerdillo a sus plantas. Su hagiografía es conocida y por ello sólo ofreceremos unas pinceladas contextuales con el fin de comprender de una manera más detallada el asunto de que este trabajo trata.

Nació en Egipto en 215 y falleció el 17 de enero de 356, fecha ésta tomada para su fiesta como es usual en el santoral. Monje contemplativo, ascético y eremítico, vivió apartado de la vida mundana en el desierto egipcio por lo que acabó representando la vida espiritual y ascética en el mundo de la Iglesia. Su historia fue narrada por escritores de la talla de San Atanasio y San Jerónimo, aunque no sería popularizada hasta el siglo XIII a través de La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. Los dos episodios vitales más populares de su hagiografía, representados una y otra vez en el mundo artístico, fueron las tentaciones a las que le sometió el demonio en su retiro eremítico y la visita que realizó a San Pablo Ermitaño. Sin embargo, ninguno de estos dos fragmentos biográficos fueron los que le convirtieron en protector de los animales, sino otro episodio acontecido a la muerte de San Pablo Ermitaño cuando, para excavar la fosa en que reposaría el cadáver de su amigo, le vinieron a auxiliar dos leones y otros animales, de ahí su patronazgo. En este sentido también tuvo predicamento la historia de que un jabalí (en otras versiones una cerda) le curó en una visita hipotética a Cataluña o la de las hogazas de pan que traía un cuervo para alimentar a los dos santos contemplativos.

Su devoción comenzó a extenderse en ocasión del traslado de las reliquias de San Antonio Abad a Francia en el siglo XI, concretamente a la abadía de Saint-Antoine del Viennois, sede de la Orden de los Caballeros Hospitalarios o Antonianos. Estos frailes eran expertos en curar el fuego de San Antonio o ergotismo[1], una enfermedad que trocó en epidemia en la Europa medieval. La dolencia estaba causada por la intoxicación por hongos parasitados en el centeno y presentes en el pan de los más humildes, que provocaba, al fin y a la postre, la gangrena en brazos y piernas. Los antonianos se especializaron, no sólo en esta enfermedad, sino en general en la atención de enfermos por contagio (peste, lepra y otros). Así, las cofradías que se fueron fundando bajo su advocación contaron con un hospital, como en el caso de Béjar. A la Península Ibérica no llegó, sin embargo, su culto hasta el siglo XIV a través de Valencia.

Los caballeros hospitalarios, cuyos miembros adoptaron el hábito negro con la tau identificativa de su santo patrón, dejaban sueltos por la calle a los cerdos que les donaban de limosna, cuya subasta además servía para atender a los enfermos. Los significaban, para diferenciarlos del resto que campaban por lugares públicos, con una campanilla. Esta anécdota sirvió para trazar la iconografía de San Antonio Abad: un monje anciano y barbado, vestido con el hábito negro, la tau estampada o llevada al cuello a modo de colgante, y acompañado por un cerdo negro a sus pies, «el gorrino de San Antón», tan famoso en la localidad salmantina de La Alberca. Puede llevar en la mano un báculo terminado en tau con o sin flores, una llama ardiendo (fuego de San Antonio), bien saliendo del libro que porta en su mano o a los pies, y una campanilla en el báculo o en el collar del cerdillo para ahuyentar a los demonios y para significarlo por las calles[2]. Veremos en el caso de la escultura bejarana si su talla responde a esta iconografía en todos sus elementos en capítulos posteriores de este trabajo.

Su fiesta tiene una serie de componentes comunes: presencia de elementos gastronómicos (chorizo, pan), vinculación con el fuego[3] y con los animales de cerda, bendición de animales domésticos, danzas, misas, romerías y procesiones, sorteo de productos relacionados con el cerdo y matanzas, y juegos de diversa índole[4]. En el caso de Béjar iremos analizando cuáles se han mantenido a lo largo de los siglos.

2. La fiesta invernal de San Antonio Abad en Béjar

2. 1. Los orígenes medievales de la iglesia de San Pedro, sede de su culto en Béjar

El rastreo documental nos hace remontarnos a 1467 para encontrar el origen de esta tradición en Béjar, pero sus raíces, firmemente asentadas por entonces, es posible que puedan provenir del siglo anterior. De época medieval, en todo caso, procedería el culto a San Antonio Abad por estos lares, tiempos en los que las gentes sobrevivirían de la explotación de una tierra serrana, poco apta para la agricultura, organizada en bancales y explotada para el autoconsumo, con escaso excedente para intercambiar en ferias y mercados de la zona. La ganadería y el pastoreo serían así capitales para la subsistencia. Existe documentación sobre la presencia de cabañas de ganado lanar y caprino, porcino, vacuno y bovino, caballar y mular[5] en el alfoz. La trashumancia y el paso de los animales por unos caminos que, por privilegio real ratificado por varios monarcas estaban libres para el tránsito, explican ese auge ganadero.

Así podemos comprender mejor un culto enraizado y honrado durante todo el año por unos campesinos temerosos de perder sus preciados ganados. Su lugar de devoción era la iglesia de San Pedro construida a extramuros de la villa quizá en los principios de la repoblación en el siglo xiii, muy próxima, casi adherida, a la muralla, precisamente junto al Valle de las Huertas, el lugar más apto para la agricultura. Es curiosa esta dualidad que percibimos en dos templos muy próximos: la Virgen de Santa María de las Huertas, vinculada al cultivo y a la agricultura, en la ermita de su nombre, y San Antonio Abad, en su templo de San Pedro, patrón de los animales y de la ganadería. En el mismo valle se encontraban ambos templos y devociones, habida cuenta de que en este emplazamiento se congregarían hombres y bestias en acusada camaradería.

La parroquia de San Pedro fue uno de los templos cuya fábrica se alzó en los primeros tiempos de la conquista y repoblación de la villa como hemos comentado, surgiendo a su alrededor una colación bajo el mismo nombre[6]. Que estaba construida junto a la muralla nos lo prueba un cuadro pintado por Ventura Lirios, al servicio del XI duque de Béjar Juan Manuel de Zúñiga. A pesar de que la Vista de Béjar se fecha en 1727[7], sigue siendo el testimonio más antiguo que se conserva de la existencia y aspecto de las diez parroquias medievales y del trazado general de la villa. En este lienzo de propiedad particular se puede ver el edificio de la iglesia de San Pedro con acceso al interior de la muralla por la Puerta de San Pedro o Puerta de San Antón, una denominación que da idea de la relevancia que fue tomando la devoción al santo. Una espadaña sobre la muralla anunciaba el inicio de los cultos religiosos, un repique que debía escucharse fuera, en el valle y en el monte, y dentro, en las callejuelas de la población.

La parroquia fue decayendo con el tiempo: primero porque en 1568 Pedro Ponce de León, obispo de Plasencia -diócesis en la que se engloba Béjar-, llevó a cabo un proceso de reducción de parroquias a causa de la falta de fieles y la escasez de impuestos recaudados con los que sufragar a los sacerdotes y las fábricas de las numerosas parroquias existentes. Aunque la de San Pedro era una de las más populosas en cuanto a feligresía y a pesar de la oposición de ésta a depender de otro templo[8], los designios del obispo la redujeron a la parroquia de Santa María la Mayor. Unos años después, en 1574, el obispo Martín de Córdoba realiza una operación similar de concentración de hospitales, reduciendo todos los que tenían en funcionamiento las cofradías bejaranas a uno único con sus rentas: el hospital de San Gil, fundado con las mandas testamentarias de dos mujeres nobles, Juana de Carvajal y la duquesa María de Zúñiga, esposa del II duque de Béjar. En el mismo documento se ofrecía a la cofradía de San Antón la posibilidad de reunirse en el hospital de San Gil para tratar de sus asuntos.

La puntilla de la decadencia del templo la puso la orden del consistorio de tapiar la puerta por su escaso tránsito, situación que perduró hasta al menos finales del siglo xix[9], a lo que se añadió que el obispado dispuso la supresión de su beneficio curado y su agregación a la parroquia de Santa María la Mayor en 1722[10]. No sería hasta unos años más tarde cuando la cofradía costeó un retablo para alojar la talla del santo en la iglesia de Santiago, como veremos en otro capítulo, aunque no se trasladarían sus reuniones definitivamente hasta 1755. En la actualidad no existe ningún vestigio del edificio de la iglesia de San Pedro, más allá del cubo de la muralla donde se alzaba su espadaña.

2.2. La vinculación de San Antonio Abad con la Casa Ducal de Béjar

El culto a San Antonio Abad estuvo vinculado a la Casa Ducal de los Zúñiga, señores de Béjar desde finales del siglo xiv, al trocar el rey Enrique II la villa burgalense de Frías, de propiedad de los Zúñiga, por Béjar, villa de realengo. El V duque de Béjar, Francisco de Zúñiga y Sotomayor, tuvo descendencia de su matrimonio con María Andrea Coronel de Guzmán y Zúñiga, entre ellos a su primogénito Francisco Diego.

Este infante se hizo muy devoto de San Antonio Abad a causa de un milagro en su palacio ducal de Sevilla. Había nacido con una mano tullida y su ama de cría se encomendó al santo, de tal manera que el niño comenzó a mover los dedos hasta que recuperó la movilidad. En acción de gracias, el V duque encargó la traducción de la Antonianae historiae compendium, de Aimar Falco, escrita en Francia en 1534. El proyecto no vio la luz hasta 1603, cuando el titular de la Casa de Zúñiga ya no era el V duque de Béjar, que había fallecido, ni siquiera su primogénito, aquel niñito de la mano tullida, sino su segundo hijo que llegó a ser el VI duque de Béjar, Alonso de Zúñiga[11]. Precisamente a él dedicó Miguel de Cervantes la primera parte de su Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. La gran inclinación de Francisco Diego le había llevado a renunciar a la grandeza de España y a todos los títulos y propiedades que le correspondían por primogenitura para entrar como religioso dominico en el convento de San Pablo el Real de Sevilla en 1601.

La gran devoción ducal por San Antonio Abad se hizo notoria en cuanto al patronato y apoyo que mostraron siempre los Zúñiga hacia su fiesta y culto tanto en Béjar como en algunos otros de sus dominios, un asunto del que ofreceremos algún detalle más en un epígrafe posterior.

2.3. La talla errante y su cofradía

Desconocemos si la escultura de San Antón que se conserva es la originaria, aquella que se cita en el Libro de fábrica de San Pedro en 1568 y que se describe como «de bulto pintado y dorado con un libro y cayada en la mano», colocada en su retablo principal[12]. La escultura, efectivamente de bulto redondo, se singulariza con los atributos usuales: el santo, anciano, de largas barbas grises y frente calva, porta báculo florido en su mano derecha, un libro abierto de la regla de su orden en el izquierdo y le acompaña un pequeño cochinillo negro a sus pies con un collar rojo del que cuelga una campanilla. Destaca la letra tau o cruz egipcia colgada del cuello, referencia a su nacimiento en Egipto[13], sobre el escapulario marrón. Aunque lo habitual es representarle con el hábito de color negro de los hospitalarios, destacan distintos colores y adornos en la talla de Béjar. Aunque pudiera ser datada en el siglo xvi, llama la atención la policromía que presenta el hábito, con flores de colores pintadas, y el escapulario estofado con decoraciones esquemáticas de bandas y estrellas. Este tipo de decoración nos hace pensar en una policromía posterior, quizá del siglo xviii, un dato que concuerda con lo que vamos a explicar a continuación.

Desde antiguo existió una cofradía de San Antonio Abad cuyos miembros, advirtiendo el declive del barrio y la ruina progresiva de la iglesia de San Pedro, como hemos comentado, trasladaron la imagen a la iglesia de Santiago. Para continuar con su culto durante todo el año pagaron un retablo barroco en 1753 como se dice literalmente en el libro de su cofradía: «Ytem mil reales que pago de la echura del Retablo para el Santo que se izo en la Yglesia del Sr. Santiago en la antigua[14]».

En un inventario de 1756 de la iglesia de Santiago se especifica que el retablo estaba asentado[15] y su hechura la podemos comprobar en una fotografía antigua de mediados del siglo xx[16]. De esos momentos es la compostura de la escultura: «Yten trescientos sesenta reales los mismos que costo y pago a Andres de San Juan de la renovación, compostura y Baculo del santo[17]». Además se paga al carpintero Mateo León la hechura de una nueva peana. Andrés de San Juan fue un dorador que trabajó en Béjar durante el siglo xviii con varias obras documentadas[18]. A él se debería la policromía dieciochesca que conserva la escultura.

La talla no se emplazaría definitivamente en Santiago como todo hacía presagiar, pues con el abandono de esta iglesia y su posterior cesión al ayuntamiento de Béjar a finales del siglo xx, la escultura y su culto serían cobijados en Santa María la Mayor durante un par de décadas, para regresar de nuevo a Santiago hace unos veinte años, cuando el edificio volvió a las manos de la Iglesia[19]. Del retablo barroco nada queda.

La organización de la cofradía[20] era similar a la del resto de organizaciones religiosas de este tipo en la Edad Moderna: cada año se elegía a un abad de entre todos los hermanos, un mayordomo, un alcalde, un veedor, un muñidor o encargado de convocar a los hermanos, y un escribano, éste externo y con salario por llevar las cuentas. La fiesta y los gastos cotidianos (cera para velas, sermones, el sueldo del escribano, la limpieza de la iglesia y otros menores) eran sufragados por las limosnas que se recogían el día de la fiesta con una mesa montada al afecto «junto a la fuente», donaciones particulares y las rentas habidas de las tierras propiedad de la cofradía que eran arrendadas.

3. La fiesta de san Antón en Béjar

3.1. Edad Moderna

De la celebración medieval poco sabemos, más allá de lo que recoge la Regla del Cabildo de Clérigos de Béjar de 1467. En ella se describe la celebración de una misa mayor el día de su fiesta, el 17 de enero, en la iglesia de San Pedro con una posterior procesión desde Santa María la Mayor hasta concluir en el convento de San Francisco, pasando por cada uno de los diez templos de la villa[21], un recorrido que se simplifica en 1736.

Dice la Regla del Cabildo de 1467:

Otrosy dia de Sant anton que es a diez y siete dias del dicho mes avemos proçession […] e luego tomar la proçession y venir por sant salvador y por sant gil entrando por las yglesias fasta sant françisco y ende todos estaran en missa[22].

Otras versiones recogen que, tras la misa mayor celebrada en la iglesia de San Pedro, tenía lugar una cabalgada desde el desaparecido templo de San Andrés, situado en Barrio Neila, también junto a las murallas, hasta desembocar en Santiago[23].

Siguiendo el libro de la cofradía del mismo nombre[24] podemos trazar algunos detalles de las celebraciones por los gastos e ingresos anotados en sus páginas entre 1732 y 1790. El día anterior se celebraban vísperas y el 17 de enero se realizaba una misa mayor en la iglesia de Santiago a cargo de un predicador al que se le ofrecía un regalo por pronunciar el sermón. Asimismo se costeaba la asistencia de un atabalero o tamborilero durante la procesión y a la clerecía bejarana se les convidaba con vino y bizcochos al finalizar la fiesta. Ambos días se colocaba una mesa petitoria para recaudar limosnas junto a una fuente que habría junto al templo.

No debemos dejar de lado la relación de San Antonio Abad con la matanza, tan típica del invierno, y su primera degustación, un asunto que trataremos en el siguiente epígrafe. Desde el siglo xviii, y siguiendo el libro de su cofradía, existía la costumbre de recoger donaciones de los feligreses en forma de carne que luego se subastaban en almoneda para recaudar fondos el día de la fiesta. De su anuncio se encargaba el pregonero. A lo largo de los años se citan diversas donaciones de cerdos completos o partes del mismo curadas o en crudo como costillas, chorizos, tocino, pies. Pero no sólo partes del cerdo, sino que también se recibe trigo o dinero. Esta práctica de donar un cerdo o «gorrino de San Antón» a la cofradía era usual en otros lugares. Durante un año era criado y cebado por la hermandad para ser sacrificado y vender las partes en pública subasta. De hecho en Béjar, en el año 1732, se cita una matanza el 17 de enero, suponemos que de los cerdos comprados o donados a la cofradía, por la cual se anotan diferentes gastos tales como cortadores, casa, maroma o leña por valor de 1 050 reales. La cuestión gastronómica la abordaremos con calma más adelante.

Volviendo a Béjar, el 21 de diciembre de 1641, otro obispo de Plasencia, Diego Arce de Reinoso, viendo el gran predicamento de las celebraciones de San Antón por el voto presentado por los curas, sacerdotes y abades de Béjar, declaró el 17 de enero como fiesta mayor y prohibió en ese día cualquier actividad, obligando a la clerecía y al consistorio a celebrarla conjuntamente a perpetuidad[25]. Asimismo se prohibía a los bejaranos trabajar durante esa jornada bajo pecado mortal y acudir a la misa mayor. Fray Liciniano Sáez, archivero de la duquesa de Osuna y de Béjar, Josefa Téllez-Girón, dejó anotado, en uno de los pliegos que contenía este voto, que la aprobación del obispo se produjo por la gran devoción de los duques de Béjar por este santo, como ya comentamos en el apartado anterior. De hecho, se conserva un documento firmado de puño y letra del obispo en el que se corrobora esta afirmación. No en vano todavía perdura entre los saberes populares bejaranos la frase

La semana de San Antón, échala al rincón.

A principios del siglo xx la tradición de cerrar las tiendas, al menos hasta las 2 de la tarde del 17 de enero, se mantenía[26]. Hoy día no hay lugar para tal tradición, pues se traslada siempre al domingo anterior o posterior a esa fecha.

3.2. La recuperación de una fiesta casi olvidada en el siglo xx

Con el devenir del tiempo la fiesta invernal en honor de San Antón fue perdiéndose gradualmente, quizá por la menor dependencia económica de los bejaranos de la ganadería, quizá por la desaparición del templo de San Pedro, quizá por la industrialización de Béjar. La celebración fue desplazada al domingo siguiente al 17 de enero con misa cantada a las 9 de la mañana en la iglesia de Santiago por el párroco de Santa María la Mayor, procesión del santo alrededor de la iglesia y la bendición a los animales de compañía[27].

La cofradía sigue velando porque esta fiesta y el culto al santo no desaparezca, realizando subastas con los regalos recibidos para pagar los adornos, las andas y la iluminación, como la que se realizó en 1915[28]. Veinte años más tarde, en 1935, los mayordomos de la cofradía continuaban turnándose para celebrarla con la solemnidad acostumbrada[29].

En 1950 se seguía festejando como acto de transición invernal entre la Navidad y los Carnavales: tras la misa mayor en Santiago, el sacerdote de Santa María la Mayor salía a bendecir a los animales domésticos de los allí congregados. Por entonces don Juan Muñoz García, cronista y escritor de Béjar, se convierte en su impulsor[30] pagando los gastos de su celebración. En el año 1959 la fiesta parece adquirir más bríos, entre otras cosas por haberse construido en el barrio de La Antigua en los años 40, y muy próximo a la iglesia de Santiago, casas de protección oficial, cuyos feligreses inundaron el templo. La misa fue acompañada por un coro de señoritas y la asistencia de los niños del colegio de La Antigua, frontero a la iglesia[31].

En los años 70 es Ruperto Fraile quien recupera la cabalgada hasta las murallas siendo acompañada la talla por caballistas[32], aunque la misa se trasladaría a la iglesia de Santa María al haberse desacralizado la de Santiago y ser cedida al ayuntamiento para representaciones teatrales y otros usos.

Hoy día conservamos ese regusto por lo antiguo: se mantienen la misa en la iglesia de Santa María la Mayor el domingo posterior a la festividad, entre otras cosas por su mayor amplitud con respecto a la de Santiago, y la procesión con destino a las murallas medievales. La talla del santo, bien portada sobre un carro de madera tirado por bueyes o pollinos, bien en andas sobre los hombros de los feligreses, es escoltada por jinetes y caballos de la Asociación «Béjar a Caballo» tras los que desfilan los devotos llevando a sus mascotas, en un recorrido festivo que enlaza con la cabalgata primigenia. En la mayoría de las ocasiones, un maestro de la gaita y el tamboril charros toca su música para acompañar al cortejo. Al llegar a los alrededores de la Puerta del Pico, en la muralla, el sacerdote y los monaguillos se encaraman a los muros pétreos y bendicen a las mascotas con agua bendita. El sol suele calentar en esa explanada rodeada de edificios de regusto industrial (la barriada de Santa María de las Huertas fue construida en los años 40 para alojar a las familias obreras de las fábricas textiles cercanas) y de las murallas, en una comunión fraterna entre lo antiguo y lo moderno muy característica del barrio.

3.3. El importante peso de la gastronomía: degustación de mantelada y chorizo, y la unión con la Matanza del cerdo

No hay que olvidar en este relato el importante componente gastronómico. Durante esos días se degustan la mantelada, vulgo mantelá, o pan cocido con anises, aderezada en su interior con chorizo asado o frito de la reciente matanza, bien in situ, en las murallas tras la bendición de los animales, bien cada uno en su casa o en comunidad esa tarde del domingo a resguardo de un bar, bodega o restaurante, o como antaño en el paraje amurallado de los Peñasquillos, desafiando al frío[33]. La tradición pasa por hacerlo en compañía, las familias reunidas, los colectivos sociales o los amigos, en una fiesta de encuentro y de amistad. Quizá por ello desde principios del siglo pasado los bejaranos han denominado a tal jornada Día del Chorizo, síntoma inequívoco de que la gastronomía ha ganado la partida a la celebración religiosa[34].

Según Manuel Antonio Marcos «mantelada: una especie de bolla o pan bajo, muy extendido, untada por encima de aceite para darle brillo y que a veces lleva chicharrón» (chicarrón: véase «al deshacerse la manteca de cerdo sacrificado, lo último que queda sin deshacerse y que no se filtra por el colador. Se usa para hacer migas y a veces se hecha en las manteladas y las tortas»)[35].

Hemos intentado rastrear este componente festivo gastronómico y cuándo se incorpora a la fiesta, y en 1915 de la mantelada nada se dice, pero sí de la vianda a base de chorizo proveniente de la propia matanza:

Si el tiempo es regularcito, los jóvenes en grupos salen buscando sitios templados junto a las murallas de la Antigua, al abrigo de los peñasquillos y allí, entre cánticos y juegos, desafían al frío[36].

Y, siguiendo la misma fuente, una nota curiosa: los serenos y policías municipales pedían su aguinaldo a base de chorizos como si de la Navidad se tratase, una tradición que fue prohibida en un pleno municipal de 1904[37]. La tarde del día 17 de enero se daba por festivo en los colegios, permitiendo así a los niños poder disfrutar de la degustación con amigos y familiares[38]. Y es que esta región al sur de Salamanca es tierra de embutidos. El frío seco de la sierra cura la matanza del cerdo desde tiempos inmemoriales en pueblos cercanos como Candelario, Ledrada y el conocido Guijuelo. Por tanto son viandas tradicionales de esta zona.

A la matelada y al chorizo (que puede comerse crudo, cocido al vino, asado o frito) le acompañaba un buen aloque o aloja de la tierra, o un buen vino. Según José Antonio Sánchez Paso este maridaje entre mantelada y chorizo anticipa el hornazo de Béjar que, al contrario del salmantino, solo se rellena con este embutido y que es usual degustar en Semana Santa[39].

El autor local Ceferino García Martínez decía que

[...] las gentes bejaranas se reunían en las peñas cercanas a la puerta del Pico, que dicen Peñasquillos, en torno a la merienda apetitosa en la que primaba el chorizo y la longaniza, la hogaza de pan y el vino ligero y sano que producía la uva vendimiada en la resolana de nuestros campos, desde las Viñuelas al desagüe del arroyo Hontoria. Y como los vecinos, el que más y el que menos, tenían su viña o majuelo y elaboraban vino para el consumo del año, era este día en que se paladeaban los caldos cosechados.

Vino, pan y chorizo. Un trío gastronómico de indudables caracteres culinarios para celebrar un buen día de fiesta. Y regado con el primer vino del año para que la mantelada y su chorizo pasen bien mientras la conversación toma color y las risas inundan el frío aire del mes de enero.

¿Podría ser la mantelada un resto del pan bendito que se reparte en algunos lugares en la fiesta de San Antón con valores protectores? No lo sabemos. En todo caso, sería un símbolo de la biografía del santo al ser las hogazas de pan llevadas por el cuervo para alimentar a San Antonio Abad en su visita a San Pablo Ermitaño. Asimismo el cerdo que está a sus pies enlazaría con la Fiesta del Chorizo.

Conclusiones

La fiesta de San Antonio Abad bejarana tiene una serie de componentes que se ajustan a la generalidad: misa, procesión o romería, bendición de los animales, y degustación gastronómica con componentes derivados del cerdo (chorizo) y manteladas. No existe relación alguna con el fuego, ni presencia de danzas o subastas.

Llama la atención el esplendor que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo a pesar de las dificultades, tales como la desaparición de su templo, su traslado a la iglesia de Santiago y después a la de Santa María la Mayor, o la desvinculación a los animales en general. No ha faltado el trabajo desinteresado de colectivos o personas particulares, incluso de la administración local, para que esta tradición invernal prosiguiese su andadura.

El origen de ese Día del Chorizo quizá pueda imbricarse con la matanza que tenía lugar el día de la fiesta que se menciona en el libro de la cofradía del siglo xviii, en las donaciones de carne de cerdo, chorizos y otras viandas, que bien pudieron acompañarse con pan y vino por los vecinos que allí se congregaban. Es plausible y verosímil. Descubriríamos así esa íntima relación entre dos fiestas que están íntimamente unidas desde tiempos inmemoriales. Tal dato es inédito y desconocido hasta este momento en que lo ponemos en conocimiento a través de esta publicación.

Día del Chorizo y matanza, dos fiestas que a día de hoy se celebran por separado y lo llevan haciendo desde los años 90 en que la última fue emplazada en el calendario para el mes de marzo, después de la fiesta de San Antón. Y es que son dos celebraciones populares ligadas al invierno, a la matanza del cerdo y que tenían lugar en el mismo día al menos en el siglo xviii en Béjar.

Que la fiesta a San Antón continúe durante muchos siglos. Sea.

Carmen Cascón Matas
Centro de Estudios Bejaranos



NOTAS

[1]Francisco S. Lozano, «Epidemias por ergotismo o fuego de San Antonio. Historia, ciencia y arte». Revista de Medicina y Cine, Universidad de Salamanca, vol. 16 (2020) .

[2] Honorio Velasco, «Naturaleza y cultura en los rituales de San Antonio», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXIV, n. 1, (2009), 237-276; aquí 244.

[3] María Tausiet, «Fuego festivo, humo sagrado: Las luminarias de San Antón en Tierra de Pinares (Ávila)». Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXVI, nº 2, (2011), 327-354.

[4] Honorio Velasco, «Naturaleza y cultura en los rituales de San Antonio», ob. cit.

[5] Mª Carmen Martín, «Bases y desarrollo de la economía medieval». Historia de Béjar, vol. I. Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento de Béjar (2012), 209-236.

[6] Mª Carmen Cascón, Roberto Domínguez y Óscar González, «La iglesia de San Pedro: datos para su historia». Especial Béjar en Madrid nº 4.476 (28/XII/2007), 54-59.

[7] Ceferino García, Un paseo por el Béjar del siglo xviii. Béjar en Madrid (1987), 95 págs. AAVV. De Lieios. Venturas y desventuras. La Villa de Béjar en el siglo xviii. Catálogo de la exposición. Grupo Cultural San Gil y Centro de Estudios Bejaranos (Salamanca, 2008).

[8] Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.225,D.27-29.

[9] Robustiano García, «Algo de Historia II». La Victoria (6 de agosto de 1898), 1.

[10] Desterramos la versión que narra la destrucción del barrio por un pavoroso incendio que ofreció don Juan Muñoz García.

[11] Jorge Zúñiga, «San Antón: una antigua devoción de los duques de Béjar». Blog Pinceladas de Historia Bejarana. Tomado de https://ccasconm.blogspot.com/2022/01/san-anton-una-antigua-devocion-de-los.html

[12] Archivo Parroquial de Santa María de Béjar (a partir de ahora APSMB), Libro de fábrica de la iglesia de San Pedro, s/f.

[13] Roberto Domínguez y Carmen Cascón, «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo xv al 1900», Historia de Béjar. Vol. II (Salamanca: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento Salamanca, 2013), 486.

[14] APSMB, Libro de cuentas de la cofradía de San Antonio Abad, cuentas del año 1753, s/f.

[15] APSMB, «Inventario de alhajas, hornamentos y ropa de la yglesia de Santa María y de la de Santiago (1756)».

[16] Juan Muñoz, «Nota sobre la iglesia de Santiago», Béjar en Madrid n.º 1.193 (1945), 2.

[17] APSMB, Libro de cuentas de la cofradía de San Antonio Abad, cuentas del año 1755, s/f.

[18] Roberto Domínguez y Carmen Cascón, «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo xv al 1900», Historia de Béjar. Vol. II (Salamanca: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento Salamanca, 2013), 481-547.

[19] También nos cuenta los azares de este santo Manuel-Antonio Marcos. «La iglesia de Santiago». Béjar en Madrid, n.º 2.528, 2.529, 2.530, 2.531, 2.532, 2.536, 2.538, 2.539, 2.540 y 2.545 (1970).

[20] APSMB, Libro de cuentas de la cofradía de San Antonio Abad, cuentas del año 1755, s/f.

[21] Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca. Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963), 162 y 163.

[22] Recogemos aquí la transcripción realizada por Martín Lázaro y publicada en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar. Excelsa Patrona de Béjar y su Comarca, vol. II (Prensa Española, 1963), 115 y ss. El manuscrito se encuentra atesorado en el Archivo parroquial de Santa María la Mayor de Béjar.

[23] Antonio Martín, «Datos históricos de la antigua parroquia de Santiago», Béjar en Madrid n.º 365 (1930), 7 y 8.

[24] APSMB, Libro de cuentas de la cofradía de San Antonio Abad, s/f.

[25] AHNob. OSUNA, C.246, D. 74. Licencia otorgada por Diego de Arce Reynoso, obispo de Plasencia, para celebrar en la villa de Béjar (Salamanca) durante todos los años el 17 de enero el día de San Antonio Abad y que no sea realizado ningún tipo de trabajo.

[26]La Victoria, nº 1173 (20 de enero de 1917).

[27]La Victoria, nº 1799 (19 de enero de 1929).

[28]La Victoria, nº 1069 (23 de enero de 1915).

[29]La Victoria, nº 2110 (26/01/1935).

[30] Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 104; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 14.

[31]Béjar en Madrid (24/01/1959), 4.

[32] Carmen Cascón, «Pasado y presente de la fiesta de San Antón», Béjar en Madrid, nº 4.584 (2010), 3.

[33] José Antonio Sánchez y Miguel Sánchez, Burlas y veras en la gastronomía bejarana (Salamanca: Diputación de Salamanca e Instituto de las Identidades, 2019), 128-131; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 14.

[34] Una referencia pretérita la encontramos en el periódico La Victoria (16 de enero de 1915) y José de Frutos Martín nos habla también de este día en Costumbres y tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 13 y 14.

[35] Manuel-Antonio Marcos, El habla de Béjar (Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos 1991), 73.

[36]La Victoria, nº 1068 (16 de enero de 1915).

[37]La Victoria, nº 495 (23 de enero de 1904)

[38] José de Frutos, Costumbres y tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 13 y 14.

[39] José Antonio Sánchez, Burlas y veras en la gastronomía bejarana (Salamanca: Diputación de Salamanca), 128 y ss.



La historia de la fiesta de San Antonio Abad en Béjar. Pervivencias y pérdidas del Día del Chorizo

CASCON MATAS, Mª del Carmen

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 502.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz